TEXTOS TERTULIA ENTRELÍNEAS

José Enrique Salcedo

 

E-mail: josehenrique65@yahoo.es

 

ANONYMUS, EN BUDAPESThttps://encrypted-tbn1.google.com/images?q=tbn:ANd9GcSaIm6uVv2qXWJtUpHzl0xxmRddflifG9Qs5AUbTCx6PP-fQQR3

 

Eduardo se hizo fácilmente a la comodidad de su estancianavideña en Padua. Estuvo con sus amigos en Vicenza, donde Susana le agradecióel arco de violín y le regaló el libro de Fulcanelli El misterio de las catedrales.Al final de este periodo vacacional sintió de la forma más inesperada lallamada del regreso. La misma tarde, estando con unos primos, vio en diferentesversiones la historia de Anastasia, la descendiente de la familia de los zaresde Rusia tras la revolución, y las canciones sugerentes movieron en él unanostalgia acuciante de los paisajes nevados y de los amigos rumanos,especialmente de Anastasia, a la que profesaba afecto fraterno.

 

En Brasov Eduardo había dado clases deitaliano particulares a una dama, llamada Luoana, en el trimestre anterior, yaque ella no podía asistir a la academia por cuestión de horario. En enerocontinuó con estas clases. Además, aceptando ocasionalmente las invitaciones deesta señora, Eduardo se vio en circunstancias tan novedosas como deslizarse entrineo sobre las pendientes nevadas de las afueras de la ciudad y conocer a losmiembros de una familia que, sin apenas darse cuenta, sería fundamental paraél. Con ellos se sintió abrigado cuando la calefacción de su casa nofuncionaba, compartió ratos de ocio y vio películas con sus coloquios eninglés, tuvo almuerzos y probó el fuerte licor de la “tuica”. Al mismo tiempo,notaba la hermandad con Luoana, un vínculo semejante al de su misma hermana dePadua.

Con Luoana, su hija Cezara y con Sebastian fue de paseo a Poiana Brasov porsenderos de nieve y barro helado de los bosques de montaña. Cezara era una niñaencantadora. Si hubiera que personificar LA ALEGRÍA, ella sería perfecta, tan llena deagilidad y tan sonriente. Luoana los invitó a todos –era a principios de marzo-en una pizzería de Poiana para celebrar el día de la mujer, de la madre, de laabuela que deciden por sí mismas. En relación con esta costumbre está la muyancestral de elegir premonitoriamente un día de la primera decena de marzo.Según sea el carácter del día elegido, así será para la mujer el año siguiente.

 

Los abetos nevados del cerro parecían monjes oguerreros que vigilaban el paso del profesor hacia su casa de Poarta Schei. Laniebla y la oscuridad del crepúsculo hacían más sugestiva su presencia colosal,en tanto que a lo lejos se oían los crujidos de los árboles derribados por elespeso manto de la nieve caída en las últimas jornadas.

 

A tenor de otras manifestaciones oníricas, elprofesor de italiano se inquietó nuevamente sobre su existencia pasada en laantigua Roma. Si él había sido Octavio Augusto, ¿quiénes fueron las personasque ahora le acompañaban en Brasov? Y si él había sido otras personas en otrasexistencias, ¿qué relaciones o qué conflictos tuvo antaño con los rumanos conque convivía ahora?

 

Viendo la cercanía de la Pascua ortodoxa, Eduardohizo una excursión a Budapest. Allí subió a una ciudadela desde donde contemplóla zona urbana y el grandioso río en una tarde clara sin nubes. Luego, fue auna ciudadela mayor, donde le anonada el templo de Magdalena incompleto, lefascinan los palacetes transformados en museos, se interroga sobre la presenciade Beethoven y al poco la descubre en un Teatro de Danza y Música, admira eltemplo de San Matías y los bastiones neogóticos, pero le resultan másauténticos los palacios de la realeza, imponentes, y las balconadas desde dondese ven las cúpulas y la ciudad al otro lado del Danubio. Allí evoca elvisitante a la Loreleimítica, y llama con una tímida oración a las ondinas y náyades de la corrientefluvial. Posteriormente, se mete por unos jardines recoletos con juegos ycolumpios para niños. Cuando ha bajado a la ciudad, no acepta los ofrecimientosde unas prostitutas políglotas ni de las siluetas femeninas de un clubnocturno, sino que admira las fachadas “Art Nouveau” del centro y compartelindamente la habitación llena de literas con una joven turista.

Al día siguiente, recorre la ciudad con un itinerario en forma de ocho, trazadosobre el mapa que lleva y dirigido por la inspiración. Se dirige desde lahermosa estación Keleti Palyandvar hacia un impresionante edificioneorrenacentista con su imagen de Hermes en lo alto, al Teatro Thalia, a lamaciza Basílica de San Esteban. Se cruza con unos italianos, pasa junto a lamole del Parlamento y ve las olas del Danubio, sí, las olas invadiendo, másallá de su cauce, y elevándose por las escalinatas del fenomenal edificio.Cruzando el puente Margarita, piensa: “he aquí el Danubio, testigo de tantoscruces y choques de pueblos, el Danubio eterno con su deidad, igual que elsacro Tíber de Roma.”

 

Se encamina a un barrio de casas coloreadas,descansa en un parque donde una pandilla de muchachos húngaros tontean,prosigue hasta el emporio regio del día anterior, colmado ahora por la multitudde un congreso político. Recorre las calles dieciochescas del lugar, dondeadvierte la presencia turca de antaño, o la casa noble transformada en hotel.Ya abajo, le impresiona la colosal puerta de los leones, y para verla se vuelvea trechos sobre el puente “Széchenyi Lánchíd” a la luz del ocaso.

 

El itinerario del día tenía sus descansos enrestaurantes donde tomaba los necesarios refrigerios. Después de acercarse alTeatro de la Operetay de hacer un largo recorrido por un bulevar, llegó de noche al Museo de BellasArtes, donde se anunciaba la exposición de los gloriosos pintores españoles “ElGreco”, Velázquez, Goya. Con la última claridad se aproximó al parque deseadodesde la mañana. Una vereda alrededor de un lago llevaba a una ciudadela nofortificada con un caprichoso compendio de estilos arquitectónicos y con unpuente levadizo. Divagando, dio con la estatua de un secretario real y monje,“Anonymus”, y se sintió intrigado por la voluntad de pasar por la historia “sinnombre” a diferencia de tantas celebridades. Unos perros blancos corrían porlos espacios oscuros del parque, por las aguas. Bajo la llovizna, Eduardo fueencaminándose a la estación. El tren vino con retraso de Viena, pero ya hacíaposible el descanso del fatigado cuerpo.

 

"Anonymus"-recordabaEduardo- fue secretario del rey Bela de Hungría y redactó en latín, comoera propio de la Edad Media, la obra "Gesta de los Húngaros" donde mezcla historia yleyenda, motivo por el cual los historiadores muestran prevención ante lonarrado por el monje. Pero también es seductor ese sentimiento húngaro de serdescendientes de los hunos y de Atila, aunque históricamente no sea cierto. Esmás, ellos afianzaban con orgullo esta falsa leyenda cuando llegaron a Pannoniay después hicieron sus incursiones por Europa aterrorizando a la población. Elclero en sus crónicas llegó a escribir que los húngaros eranantropófagos. Dejando aparte esto,  para los húngaros, el conceptoera que ellos reconquistaban Pannonia porque recuperaban el territorio delimperio de Atila.

 

Pasada la frontera de Hungría, en el vagón deEduardo entró un monje ortodoxo. Los dos entablaron una conversacióntremendamente curiosa. El monje empezó a tantear de dónde era el profesor,hasta que le sacó que era italiano. Buscó una forma de entenderse con él, yEduardo admitió a duras penas que comprendía algo del inglés del monje. Ésteexplicó que había aprendido inglés con las canciones del “pop”, especialmentede los “Beatles”. Hacía propaganda del monasterio donde él habitaba y de susventajas hosteleras. Eduardo le dio a entender a regañadientes que tenía quehaber muchos en todo el país, no sólo el suyo. Entonces, el monjele  habló de todos ellos, donde hay grandes bellezas artísticas, sindejar de repetir que eran “very beautiful”, pero Eduardo estaba harto de laforma tan amanerada de hablar de su acompañante. Éste ensalzó la religiosidadde los rumanos, le dio una estampa religiosa y la postal de un monasterio en unespacio idílico. El obstinado monje quiso mostrarle en un mapa todos los puntosmonacales, se sentó a su lado con un tufo maloliente y unas maneras afeminadasque levantaban las suspicacias del profesor. Cuando el monje le puso la mano enla pierna derecha, Eduardo alejó al contumaz con los brazos, desplegando elamplio mapa a derecha e izquierda. Le habló en italiano airadamente, casiinsultándolo, aunque no le entendiera. El monje, volviendo a su asiento, seserenó. Eduardo se fue del vagón de improviso, furiosamente, mosqueado por esosmodos afectados y de ese “amor para todos” que proponía el santón.

 

Entró en otro departamento, donde una familiadormitaba. Con la primera luz del sol, en el departamento, otra vez vacío,entró una chica de Ploiesti. Al conversar con ella, el profesor encontró unaforma de sentir que representaba sin duda el sentimiento de muchos jóvenesrumanos: no emigrar, sino quedarse en su tierra para hacerla próspera y, cuandoformen una familia, dar una vida más segura y confortable a sus hijos.

 

Cuando regresó a Brasov, todo el ambienteestaba anunciando las festividades de la Semana Santaortodoxa: los huevos pintados con filigranas, las variedades del dulce“cozonac”, las devociones religiosas, las tertulias en familia…

 

 José Enrique Salcedo

 

 

 

 


EL MAGO
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Encuentra en ti mismo el mayor anhelo,

deseo o querencia, busca en el abismo

de tu subconsciencia, quita el espejismo

que dobla lo pésimo. ¿Qué mueve tu vuelo?

 

Halla la pujanza de tu identidad,

ponle combustible con sana firmeza.

Si ya no es posible caer (con entereza

has bajado) lanza buena voluntad.

 

Concéntrate cada hora, puede ser magia;

valora lo esencial, no lo que sobra;

reserva la energía, niega nostalgia.

Su propia dimensión todo recobra:

 

el cosmos infinito, lleno de enlaces.

Sé en tus pensamientos como lo que haces.

 

José Enrique