TEXTOS TERTULIA ENTRELÍNEAS
María Bueno
E-mail: maria.b.moruno@gmail.com
JUEGO LITERARIO CON LA L
Lalo caminaba ladera abajo, la luz de la linterna, iluminaba las lisas lajas que laminaban la ladeada ladera.
Casi llegaba ya al lago, pero sus lentos pasos por la precaución de no lesionarse ni lastimarse, con las lajas y las latas que por allí habían, le hacían parecer que le faltaba por llegar más de una legua, el camino se le antojaba largo y el lugar donde le esperaba Lola lejano.
Al fondo la luz de la luna lanzaba luminosos reflejos plateados al lago.
Lalo se volvió lelo cuando localizo a Lola. La libido se le levanto y deseo tener a mano una liana y liado o lanzado llegar como Tarzán al lado de la ladrona de su corazón.
¡O volar! Cual libélula ligera al lado de su Lola.
Se sentía ligero, liviano, liberado. Pero pensó que tendría que contener su lascivia, que no pensara Lola que era un libidinoso.
Pero nada impediría que libara del néctar de los labios de Lola.
Lola… Lola…Lola, se la ligo con lisonjas con lirismo.
Literalmente fue listo en el ligoteo, no fue muy legal, pero licito o ilícito, ahora Lola lo tenía muy liado, alelado, lazado, loco. A cuenta de que si no, iba a ir por esta ladera de lajas que le laceraban los pies, a punto de darse un leñaso con una linterna que no daba luz, para llegar hasta el lago y darle a Lola una lamida en los labios.
María Bueno
SOY
PORQUE SOMOS
Como cada mañana, me levante, me asee me acicale y Salí a la calle a ganarme el sustento.
Me gustan esas horas matutinas, el aire es limpio y fresco y todo parece nuevo.
No parece. ¡Es! Cada día es un nuevo día a estrenar, de camino a mi trabajo me encuentro a otras personas como yo, porque no sé si lo dije, yo soy una persona un ser humano nacido de una hembra humana y al nacer me pusieron un nombre y ya era yo ¡Pedro!.
¿Pero qué pasa hoy? Paso por delante del panadero, le doy los buenos días y es como si no me viera ni un gesto. Saludo al jardinero ni me mira ni me contesta ¿Qué pasa? ¿Me he vuelto invisible. ¡Ah! Pero allí esta mi amigo el pescadero, preparando el pescado para la venta diaria, siempre me paro unos minutos para saludarlo, pero hoy no me ve, empiezo a angustiarme ,¿Qué ocurre? ¿Nadie me ve? ¿He dejado de existir? Ya no soy Pedro, si nadie me ve si no me reconocen, no soy nada, noto como un escalofrío me recorre el cuerpo, grito ¿Pero es que nadie me ve? Soy Pedro, vuestro vecino, sigo gritando, nadie parece darse cuenta, comienzo a sudar, el miedo me invade, noto que caigo a un oscuro vacio, lanzo un alarido y me despierto.
¡Dios mío! Que pesadilla, me levanto y mientras me tomo el café recapacito sobre lo soñado. La culpa de este mal sueño la tuvo mi amigo Paco, estuvimos discutiendo ayer sobre el ser y no ser, sobre el saludo este africano, UBUNTU, el decía que tenía su razón de ser, porque es verdad, somos porque nos reconocemos en otros, porque otros nos reconocen. Una persona es persona a través de las otras personas.
Los humanos somos gregarios y necesitamos el amor la compañía y el reconocimiento de los demás para sentir que somos, Yo le rebatía que no, a mi no me hace falta nadie para saber que ¡yo soy! Y seguimos discutiendo sin ponernos de acuerdo.
Salí a la calle y allí estaba mi vecina María barriendo la acera. ¡Buenos días María que madrugadora! Buenos días Pedro, Seguí andando y saludando a todos los que me encontraba y todos me reconocían y me saludaban, y yo sentí que era, y tuve que darle la razón a mi amigo. Yo soy porque somos. Y me sentí feliz me sentí vivo, me sentí Yo, cuando saludaba y me devolvían el saludo. Qué alivio no ser invisible, pensé recordando la pesadilla. Y seguí caminando mientras silbaba una cancioncilla.
María Bueno
TEMA LIBRE: PELOS
Estoy hasta los pelos de tantos pelos, y valga la redundancia. Llega el calor y hay que destaparse, ¡madre mía! Llega el verano y con él, él despelote ¡y yo con estos pelos!
Si soy sincera, ¡y sí! Lo soy, y no tengo pelos en la lengua. (Quizás será en el único sitio que no los tengo) Tengo que reconocer que después del abrigado invierno en plan salvaje y sin depilarme, no tengo una suave pelusa, sino un matorral de pelos por todos los sitios donde suele haber pelos y por algunos donde no se sospecharía que hubiera. ¿Por qué la madre naturaleza me dotaría de selva tan frondosa?
No queda más remedio que empezar a desbrozar. Lo más gracioso de todo esto, y es verdad que hay gustos para todo, es que mi marido dice que le gusto mas en invierno, con ese toque mediterráneo.
María Bueno
PARADOJA
En un futuro no muy lejano, el mundo está gobernado por las multinacionales.
Las gentes ya no son ciudadanos de los países, sino de las grandes empresas.
Los encumbrados dueños de los grandes monopolios, llevan las riendas del poder con
Mano dura y pulso firme. Parece que se ha llegado al clásico mundo utópico, La gente vive como autómatas no piensan en el pasado no se plantean el futuro,
No dudan no se preguntan, no cuestionan.
Pero… ¿Qué pasa entre los ciudadanos del gran emporio de la telefonía móvil?
Se masca en el aire la tensión, se forman corrillos, se lanzan miradas cómplices.
¿Sera que los grandes jefes han tensado tanto las riendas que estas se han partido, y los ciudadanos están por fin despertando?
¿Sera que al despertar, se han dado cuenta que sus gobernantes no son dioses y que tienen los pies de barro?
Hacen planes discuten intercambian ideas, se sienten vivos han descubierto el placer de pensar. Alguien dice, Que podemos hacer nosotros, pobres enanos contra los gigantes.
¡Enanos seremos pero somos muchos! Si nos unimos venceremos.
¡Ya sé! Dijo otro, si en dos días no tocamos los móviles les haremos bastante pupa, no ingresaran nada en su caja de caudales, la idea es que nadie use los teléfonos, un enorme paro telefónico
Se darán cuenta de que existimos, que somos algo más que mano de obra para enriquecerlos.
Para convocarla huelga había que ponerse de acuerdo y contactar con todo el mundo, y para ello, por la fuerza de la costumbre se valieron de los SMS, miles y miles de mensajes.
Al término de dicha huelga, los jefes de la multinacional, se frotaban las manos con satisfacción. Habían ganado con los mensajes más dinero que nunca, y de esa forma no tuvieron perdidas por la manifestación. Todo estaba compensado, atado y bien atado.
A los ciudadanos se les paso por alto un pequeño detalle, dejar el móvil quietecito, y convocar a la huelga, por correo, internet o por radio macuto.
María Bueno
¡QUÉ ALEGRÍA HABER
TOMADO LAS CALLES OTRA VEZ!
¡¡LA DECISIÓN!!
Mariano se levanto aquella mañana, totalmente decidido, se afeito se ducho, desayuno a conciencia y como era hombre precavido, preparo un tentempié por si acaso. Fina su mujer, seguía con la vista todas sus maniobras sin decir ni pio, tan solo un gesto contrariado en la cara y el movimiento de cabeza denotaban su disgusto.
El estaba feliz, se sentía vivo y joven, como ya no recordaba cuando.
Fina no pudiendo aguantar más, abrió la boca. – ¡Pero Mariano, recapacita! Que tú ya no estás para esos trotes
-Para esos y para muchos más –contesto él.
-Te recuerdo que tu ya estas jubilado.
-Tú lo has dicho mujer, jubilado ¡pero no muerto! Y siguió preparando su mochila, mientras notaba como la adrenalina le corría por las venas haciéndole sentir en ebullición.
-¡Que alegría haber tomado las calles otra vez! Recordaba sus años de estudiante, las carreras esquivando a los guardias, los palos, los gases lacrimógenos, los días de cárcel, el mayo francés, los ideales que poco a poco sin apenas darnos cuenta fueron enfriándose, para convertirnos en autómatas que formaban parte de un sistema con el que nunca estuvo de acuerdo. Ahora iba a unirse a los indignados, porque así se sentía él. Desde que se jubilo y dejo de formar parte del engranaje del sistema, volvió a ser persona a ser el mismo, un día sí y otro también gustaba de andar perdido por esos mundos, informándose, aprendiendo, descubriendo otras culturas otras formas de vida. Aquella ventana abierta por la que se introducía para perderse por esos mundos cibernéticos le hizo reafirmarse en lo que ya sabía, ¡lo bella que es la vida! Y que a pesar de los pesares, en el corazón de los humanos sigue anidando el amor. Existen aun cosas buenas en la mayoría de nosotros, esperanzas, ideales, ilusiones y ganas de cambiar el mundo. Pero también comprendió que nada había cambiado, el planeta entero seguía regido por una horda de canallas sin conciencia ni escrúpulos, donde lo que imperaba era el poder y el dinero.
- Escucha mujer, no podemos seguir mirando para otro lado,
Mientras ellos se reparten el pastel, el pueblo recoge las migajas.
Pero como gota a gota el agua horada la piedra ha llegado el momento de las preguntas, de cuestionar las cosas de abrir los ojos de tomar conciencia, las gentes se rebelan y toman las calles y protestan y piden justicia, trabajo digno, salarios justos, protestan contra el sistema, contra los endiosados gobernantes los prepotentes banqueros, los corruptos empresarios, los quiero y no puedo y los incontables lameculos.
Es un movimiento no solo de jóvenes, son los parados, parejas con niños, emigrantes, jubilados y todos los que han despertado.
Por eso yo me voy a tomar las calles, voy a estar con ellos, a apoyarlos, me voy y no sé cuando volveré o si volveré.
-¡Y yo Mariano! Yo también voy – Dijo Fina en un arrebato- También yo he despertado.
- ¡Temblad proxenetas de la justicia!
- ¡Temblad políticos fariseos!
-¡Temblad especuladores!
-Las masas están abriendo los ojos, las ovejas se convierten en leones, es una reacción mundial en cadena, el pueblo tiene hambre y sed de justicia. Nadie ha dicho que sea fácil, nosotros solo lo vislumbramos, las generaciones futuras lo vivirán.
Mirándose a los ojos sonrieron, y cogiéndose de la mano, salieron a tomar las calles.
María Bueno
EL REGRESO
El sofocante calor de aquella tarde de julio, hacia qué Andrés traspirase copiosamente Mientras embalaba en grandes cajas toda clase de enseres.
La casa se veía desangelada, los niños envasaban sus juguetes, mientras la madre rotulaba con grandes letras el contenido de las cajas, en una se podía leer, UTILES DE COCINA, en otra LIBROS, ROPA DE CAMA, etc. pronto todo quedo embalado.
Andrés, Dolores, y los niños se tendieron en el suelo, cansados sudorosos y felices.
-“¿Te has dado cuenta mujer? mañana a estas horas estaremos todos en el pueblo.”
Dolores sonrío sin decir palabra, se alegraba por ella, se alegraba por los niños, pero por quien más se alegraba, era por él. ¡Su Andrés! Que el mundo se le vino encima cuando se quedo sin trabajo, con una mano atrás y otra delante, después de tantos años en el mismo empleo no le quedo ni el finiquito. La empresa se declaro en quiebra y nadie cobro ni un euro.
Ahí empezó el calvario, ella empezó a trabajar unas horas limpiando, él se pateaba todos los días la ciudad buscando trabajo, de lo que fuera, tenían que comer, pagar los gasto de la casa y lo más grave, una hipoteca. Echó currículos por todas las empresas, en las oficinas del paro estarían hartos de ver su cara de desamparo.
Ella intentaba darle ánimos, procuraba que los niños no se dieran cuenta de la situación, pero a veces no podía más y en esos momentos, se iba a darse una ducha para que sus lágrimas mescladas con el agua se fueran por el sumidero.
Andrés seguía erre que erre todos los días, estaba seguro que encontraría algo, pero últimamente su fe iba desmoronándose, en todos lados le decían lo mismo. -No da el perfil. -Lo sentimos ahora no hay nada. ¡Ya le avisaremos si sale algo!
Dolores llevaba varios días rumiando la idea, pero no se atrevía a decírselo. No sabía cómo podría reaccionar, el no quería saber nada del pueblo, desde que salió de allí siendo muy joven, no volvió. Sus padres no comprendieron sus ansias de volar, querían que se quedara en el pueblo tenían sus tierras ese era su lugar ¿Dónde iba a estar mejor? Pero él se empecino y no hubo quien lo hiciera desistir.
Por fin se lo planteo, -ya se –le dijo –que herirá tu orgullo, pero sería una solución. Andrés se puso muy serio, sin embargo no se altero como ella temía, sabía que estaban en una encrucijada y que allí tenían que decidir su camino.
Llamo a sus padres, después de una extensa y emotiva conversación, quedaron de acuerdo, la casa del campo estaba a su disposición y las tierras que la rodeaban también, al fin y al cabo le dijo su padre tu eres nuestro único hijo y todo es para ti.
No hubo reproche ni recriminaciones por parte de sus padres, lloraron de alegría por su regreso.
El piso lo pusieron en venta, y ahora con todo embalado, sonreían felices, pensando que al día siguiente estarían sentados en sendas hamacas, en el porche bajo la sombra de la parra cuajada de grandes racimos de uva y bebiendo el agua fresca de un botijo.
Y pensado en todo esto, Andrés llego a la conclusión que en esos momentos de su vida, para ser feliz solo necesitaba tres cosas, familia botijo y sombra.
María Bueno
EL LIBRO DE LA VIDA
Luisa chapotea por los charcos camino de la escuela, calza botas de goma negras, un impermeable negro y se cubre con un paraguas también negro. Todo herencia de su primo mayor. Le gusta la lluvia y sentir como resbala el agua por ella, pero a la vez la teme, se tiene que embutir en todo eso que odia, pero calla y se lo pone. Tan solo una vez protesto. –Es de niños, se van a reír de mí. –Qué tontería, eso no importa los niños a callar y obedecer.
Y se resigno. Cierta vez que iba de tal guisa, oyó a dos chicos cuchichear, -Es un niño- decían
-No es una niña- uno de ellos levanto el paraguas bajo el que Luisa se escondía y grito triunfante –Tenía razón yo es una niña, pero va vestida de niño- y se echaron a reír. Luisa toda cohibida se marcho a casa llorando de humillación.
Pero a pesar de todo a Luisa le gusta el invierno, le gusta la escuela, los días fríos al calor del brasero, los cuentos del abuelo, los seriales de la radio, el hoyo que se forma en su colchón de borra a causa del somier dado de sí que la mantiene calentita como metida en un nido.
Pero también le gusta la primavera con esos días tan claros, y ver como renace la vida por todas partes, flores brotes y el inminente anuncio del esperado verano, que traerá las ansiadas vacaciones. Los baños en el mar, los juegos con los amigos hasta las tantas de la noche mientras los mayores toman el fresco sentados en las puertas.
El otoño trae el regreso a la escuela, el retorno a la rutina, los horarios que en verano están más relajados vuelven a ser rígidos. Pero a ella le gusta estudiar, se siente feliz con el encuentro con sus compañeras de clase, con su maestra a la que quiere mucho.
Todo eso son sensaciones, como una niña que es nunca se ha cuestionado la vida, no sabe nada de felicidad o infelicidad, se limita a vivir sin preguntas, con esa simplicidad de los niños.
Pero Luisa siente un anhelo en su alma que guarda muy hondo sin que nadie se entere, un sueño que espera que se cumpla. Siempre que va por la calle, mira a todas las mujeres que se cruzan en su camino, espera algún día encontrarse de frente con su madre, la reconocerá enseguida, a pesar de ser ella muy chica cuando se fue, correrá hacia ella, su madre también la conocerá y le abrirá los brazos la cubrirá de besos y nunca más se ira.
Otras veces sueña de regreso de la escuela, que al llegar a casa, le abríran la puerta y dirán, ¡Mira Luisa quien vino a por ti! Y ella entrara en la sala y vera allí sentada a su madre sonriéndole, la niña siente un calor en su corazón con estos sueños secretos que sin ella saberlo le ayudan a vivir.
Tan solo pregunto una vez donde se había ido su madre, le dijeron que al cielo. –¿Y cuando vuelve? -Tu mama está con los angelitos no volverá más porque el cielo está muy…muy lejos- No volvió a preguntar mas, pero pensó –Si ella sabe que yo la espero volverá-
María Bueno
EL PINCHAZO
El coche se deslizaba suavemente por la serpenteante carretera secundaria.
El sol ocultándose por el horizonte, confería un color anaranjado al cielo, que daba un aspecto
Irreal y encantado al paisaje. Alfredo al volante silbaba una cancioncilla, estaba feliz, había sido un día completo, salió temprano decidido a visitar los pueblos de las Alpujarras, vio un par de ellos que le encantaron. Al regreso decidió tirar por aquella carretera ya en desuso, cortaría camino no quería que la noche se le echara encima por aquellos caminos que no conocía. Miro a su alrededor, que parajes tan agrestes, pero por allí también vivían gentes, de vez en cuando se veía un cortijo, eran como manchas blancas dentro de un manto verde de arboles y maleza. En estos pensamientos tan idílicos iba la cabeza de Alfredo cuando un estallido lo volvió a la realidad.
El coche derrapo y se incrusto en la cuneta, se bajo maldiciendo. ¡Vaya un pinchazo! Había empezado a anochecer, llamo a ayuda en carretera, se ubico y dio las señas. ¡Hasta por la mañana! Y que hacia el, podría quedarse dentro del coche pero no le apetecía nada, miro a su alrededor, allí en medio del campo vio una casita, hacia ella se dirigió, se asomo por la ventana y distinguió entre las sombras del cuartucho a una anciana balanceándose en una mecedora. Llamó a la puerta, le abrió una mujer ya entrada en años, algo cargada de espalda con rulos puestos y cara avinagrada. Le explico lo sucedido y ella le hizo pasar, en un rincón de la estancia sentado entre unos sacos, un hombre que Alfredo supuso el marido, desgranaba unas mazorcas de maíz, le hizo un saludo con la mano y siguió en su tarea.
La mujer se disculpo, -está usted en su casa, -le dijo, ella tenía que seguir con la cena, y desapareció tras una cortina.
Alfredo recorrió con la vista la gran sala, era una casa de campo, un cortijo, más bien desvencijado, se notaba que no lo cuidaban, las paredes desconchadas y el polvo acumulado en los viejos muebles así lo demostraban. Le llamo mucho la atención la cantidad de calabazas que allí se acumulaban. En las escaleras que subían al piso alto, como puestas de adorno, había una calabaza en cada escalón. Amontonadas en un rincón haciendo pirámide otra pila, en una mesa pegada a la pared otro montón, Alfredo alucinaba, aquella parecía la casa de las calabazas, miraras donde miraras te las encontrabas, pero no una ni dos ¡montañas!
En esta contemplación estaba cuando escucho la voz cascada de la anciana que atisbo antes por la ventana. –María…María cacho puuutaa…dame de comeee que me tienes esmayaaa,
Ay..Ay.. se deshizo en llanto, espantado el huésped se quedo mirando al hombre que con parsimonia hizo un gesto con el índice de la mano derecha puesta en la sien y siguió desgranando maíz. La mujer salió de la cocina con un plato y le dio de comer.
Luego se sentaron los tres a la mesa, Comieron una especie de sopa de calabaza que ellos llamaban pimentón, de segundo saco una sartén que puso en al centro de la mesa y ¡oh! Sorpresa, calabaza frita. El marido comía con cara hosca y de vez en cuando renegaba, la mujer le lanzaba torvas miradas y decía -pues esto es lo que hay. La anciana repetía de tanto en tanto sus gritos quejándose de hambre. Alfredo apabullado por el denso ambiente comía sin decir palabra, en cuanto tuvo ocasión se retiro a dormir. La fría cama y la rara casa le impedían pegar el ojo, cuando consiguió adormecerse le despertaron los gritos de la pareja peleando, se asomo tras la cortina y vio como el hombre cogía una gran calabaza y le daba con ella un golpe a la mujer que cayó al suelo, mientras él le gritaba:
- ¡Zorra más que zorra!, ¡qué no quiero más calabaza, te la comes tú! ¡Toma calabaza, toma calabaza!
Y mientras decía esto la golpeaba sin cesar con ella, siguió golpeándola frenéticamente sin dejar de insultarla, hasta que la mujer dejó de moverse. Tiró los trozos de calabaza al suelo y se quedó mirándola inmóvil, de pronto se dirigió a un rincón, cogió una cuerda y se colgó.
La anciana en el cuarto contiguo se balanceaba en la butaca mientras a gritos repetía la misma cantinela. Alfredo lo contemplaba todo espantado, como a cámara lenta, quería moverse, pero algo como una fuerza extraña lo mantenía sujeto. Cuando por fin reaccionó, saltó por la ventana y corrió como alma que lleva el diablo campo a través. Al llegar a la carretera se refugió en su coche echando el seguro, así agazapado le llegó el amanecer y con él la grúa, aún temblaba cuando salió del coche. Llamarón a la policía del pueblo más próximo, que se presentó rápidamente. Cuando Alfredo les contó angustiado lo sucedido, los agentes con gran asombro le dijeron que eso no podía ser posible, que lo que les decía que había pasado esa noche sucedió hacía más de 50 años. Y que efectivamente, aquella casa se conocía como “el cortijo de las calabazas”, ahora se encontraba totalmente derruido, nadie desde aquel suceso había querido vivir en él, aunque también era verdad que nadie pasaba por allí cerca de noche, pues se oían extraños ruidos.
- ¡Pero eso son leyendas!
Todos se hacían cruces mirando a Alfredo, ¿cómo un extranjero podía saber los sucesos acontecidos en aquel lugar hacía tanto tiempo?, pero él insistía en que nadie se lo había contado, lo había vivido. No sabía cómo había sido, por algún portal había llegado al pasado, fue testigo de la pelea, del crimen y del suicidio. Comió con ellos, aún se le repetía la calabaza de la cena, no fue un sueño, fue una realidad, aunque inexplicable.
María Bueno
CUENTO DE
NAVIDAD
Las luces con motivos navideños titilaban como estrellas en el cielo, los escaparates de las tiendas brillaban ofreciendo la más variada gama de productos, tentando a los transeúntes a pasar y comprar.
La gente entraba y salía de las tiendas cargadas de bolsas, presurosas y satisfechas ultimaban los preparativos para la fiesta de Navidad. A lo lejos se escuchaban los canticos de una pastoral que repetía machacona a ritmo de panderetas y zambombas el estribillo de un villancico, “noche buena de amor, Navidad jubilosa”. Ignacio se tapó los oídos con las manos, llevaba rato deambulando de un lado para otro de la ciudad, observaba como la gente compraba compulsivamente comida y regalos como si fuera a acabarse el mundo y no hubiera más noches y días para comer y regalar, los villancicos seguían martilleando a Ignacio que refrenaba su ira y domeñaba su amargura.
“¡Navidad jubilosa!, ¿es jubilosa para los sin techo?, ¿para los enfermos?, ¿es jubilosa para los que están sufriendo una cruel guerra?, ¿para los parados?, ¿para los que sufren la pérdida de un ser querido?, ¿para los que padecen hambre y sed de justicia?”
La Navidad conmemora la llegada del hijo de Dios al mundo, pero el ya dudaba que Dios existiera, ¡no!, no dudaba, estaba seguro que no existía, cómo si no iba a permitir tanto dolor, tanto sufrimiento y tanta injusticia en este mundo en que vivimos, como iba a permitir que la maldad se extendiera como una plaga por todo el planeta sin hacer nada por evitarlo.
Y con estos pensamientos llegaba a la conclusión que no existía o que se había cansado de nosotros y se tomó unas largas, largas vacaciones, pasando totalmente de este planeta.
Ignacio se sentó en un banco del parque, no quería volver aún a casa, tenía miedo, miedo a ver la tristeza en el rostro de su mujer, a sentir subirle la angustia hasta la garganta al ver la alegría de sus hijos porque pronto llegaría Papá Noel cargado de regalos, y luego los Reyes Magos. Pero este año no habría nada, Papá Noel y los Reyes magos pasarían de largo y ellos no sabrían qué decirle a sus hijos cuando amaneciera y vieran con sus caritas bañadas en lágrimas que no tenían ningún regalo. No lo podía permitir, tenía que hacer algo, pero qué… ¿qué? ¡Maldita Navidad!
Él lo había intentado, día tras día desde hacía meses que se quedó sin trabajo, salía por la mañana y pegaba en todas las puertas mendigando un trabajo, el que fuera, pero nada.
Se quedó mirando el cochazo que acababa de aparcar frente a él, “ese no tiene problemas”, pensó, “qué injusta es la vida”. Observó cómo se bajaba del auto y empezaba a descargar paquetes uno tras otro, se notaba que eran regalos, un montón.
Sonrió amargamente, “unos muchos y otros nada”, siguió con la vista los movimientos del hombre que no tenía manos para tantas bolsas, cuando se marchó, Ignacio se fijó en que se dejó algo olvidado, antes de sacar las bolsas sacó un pequeño maletín que depositó con cuidado en el techo del coche. Se acercó y lo cogió, se lo llevó a un sitio apartado y lo abrió, ahogó una exclamación de sorpresa, nunca vio nada tan valioso, lo cerró de un golpe y lo apretó contra su pecho, con esto papá Noel y los magos visitarían su casa, a su mujer se le alegraría el corazón, resistirían una temporada hasta que encontrara trabajo. “¡Es mío! Me lo he encontrado, no tengo dudas, pero… no puedo, esta maldita conciencia no me dejaría dormir, no me dejaría vivir”. Y levantándose volvió al sitio donde lo encontró, allí estaba el dueño del maletín buscándolo desesperado hasta debajo del coche.
- ¿Se le ha perdido algo amigo?
El hombre con la cara desencajada se volvió hacia él y lanzó una exclamación:
- ¡Mi maletín! ¡Dios mío, gracias, gracias!, son las joyas de la familia, han pasado de generación en generación, las saqué de la caja fuerte del banco para que mi mujer y mis hijas la lucieran en la fiesta de Navidad.
El hombre entre sollozos por los nervios lo abrazaba y seguía dándole las gracias, siguieron charlando un rato más, luego camino de su casa Ignacio se sentía como un necio, a quien se le ocurre, a ese hombre no le faltaba de nada y a él de todo, pero su consciencia estaba feliz y relajada.
Al día siguiente llamaron a la puerta, se miraron, no esperaban a nadie, cuando abrieron se encontraron a tres chicos cargados, uno con una gran cesta de Navidad y los otros llenos de paquetes de todos los tamaños, apenas pudieron balbucear un “gracias”.
- Pero tiene que haber un error.
- ¿Esta es la casa de Ignacio Balbuena?
Los dos asintieron.
- Entonces es para ustedes.
Cuando leyeron la tarjeta que venía en la cesta, se quedaron atónitos, decía
“De nuevo mil gracias, deseo que pasen una feliz Navidad y una vez pasadas le espero en mi despacho, un trabajo le está aguardando, gente como usted es la que quiero en mis empresas”
La mujer se le quedó mirando y él le dijo
- Ya te contaré… Esto es un milagro de Navidad, voy a tener que creer a pesar de todo que sí que Dios existe.
María Bueno
CORAZÓN DE
CHOCOLATE Y RECUERDOS
Santa Serena era una pequeña aldea perdida entre montañas, sus habitantes que no pasaban de los doscientos, vivían tranquilos y felices en su pequeño paraíso, alejados del mundanal ruido y de la tan llevada y traída crisis mundial. Vivían del pastoreo y la agricultura. Ciertamente no era aquel un sitio turístico. Si alguna vez llegaba un forastero al pueblo, era un gran acontecimiento. Pero eso solo ocurría de tanto en tanto, y solían quedarse un día y luego todo volvía a la monótona cotidianidad.
Cuando se formo un gran revuelo y una gran expectación fue el día que apareció en la aldea Isaac García, era este un joven muy alto delgado y algo desgarbado, muy agraciado de cara y con unos dientes blanquísimos que enseñaba mucho porque sonreía continuamente.
No fue sin embargo todo esto lo que llamo la atención de los lugareños, ni el todo terreno que conducía, ni que dijera que su abuelo era de este lugar, que él había querido conocer y por eso estaba allí. Lo que revoluciono a todos, la autentica expectación, fue el color de su piel, Isaac era negro….guapísimo, pero negro como una noche sin luna, y no es que los aldeanos fueran tan tontos que no supieran que en el mundo había gente de varias razas y colores y los habían visto en películas en documentales y en televisión, pero nunca así en persona y tan al alcance de la mano. La gente se arremolinaba en torno a él, que estaba encantado de tal recibimiento.
Lo llevaron a la casona de la viuda de Solana que era la más cómoda del lugar.
Isaac se sentía feliz de estar en aquel paraíso si contaminar. Conto que su abuelo siendo muy joven llego a su país, conoció a su abuela se enamoraron y ya no quiso regresar, pero que a él le hablo mucho de Santa Serena, y le hizo prometer que algún día iría a conocer sus raíces.
Isaac hizo buenas migas con todos los vecinos, pero había alguien que cuando creía que no se daba cuenta lo espiaba. Era una chica que limpiaba en la casa donde se alojaba, huidiza y tímida le rehuía continuamente. Cuando él quería mostrarse amable, ella se encogía como un animalito asustado y salía corriendo. Le pregunto a la viuda por ella, ¡Mariquilla! Aquí todo el pueblo la conoce por la legañosa, o la colora. Porque en la edad que tiene nadie pudo ver qué color de ojos tiene, de tantas legañas que se los mantienen casi cerrados, y lo de colora es por el pelo que lo tiene como las mazorcas. El se intereso mucho por la pobre chiquilla y poco a poco fue ganándose su confianza, insto a la viuda a que la bañara y el bajo al pueblo, le compro ropa y un medicamento para los ojos. Se empeño en que aprendiera a de todo un poco. Sin el mismo darse cuenta se convirtió en su Pigmalión. Al poco tiempo todos se quedaron sorprendidos, la “legañosa” tenía unos preciosos ojos verdes, una piel blanca y una melena cobriza, espesa y larga que quitaba el hipo.
Isaac se quedo un tiempo más en la aldea y luego se despidió prometiendo volver.
A los pocos meses, Mariquilla tuvo un niño del color del chocolate y con los ojos verdes de ella, los aldeanos no se sorprendieron pues ya se olían algo. Mariquilla lo quería más que a su vida, y le llamaba mi corazón de chocolate. Y con ese apodo se quedo. Llego a ser conocido como “Corazón de chocolate” Alcalde de Santa Serena.
Años después de su nacimiento su padre Isaac, volvió a la aldea para quedarse.
Corazón de chocolate tuvo hermanos y hermanas, Santa Serena llego a ser el único lugar del país con negros autóctonos.
María Bueno
MÁS ALLA DEL
MIEDO
He pedido papel y lápiz: Me han traído un bloc y un bolígrafo. Desde esta cama de un hospital cualquiera, voy a volcar en estos renglones, todos mis sufrimientos, todos mis errores, toda mi desesperación y amarguras pasadas.
No sé cuánto tiempo llevo aquí, cuando me ingresaron no contaban con que viviera. Pero debe ser cierto eso de que nadie se muere hasta que llega su hora. Pues mi hora aun no llego, porque aquí estoy recuperándome lentamente de mis heridas, las del cuerpo sanaran antes que las del alma. El alma dañada no sana tan rápido ni tan fácil. Pero yo lo voy a intentar con todas mis fuerzas.
Esto que estoy haciendo, es el primer paso para lograrlo, romper mi silencio, hablar, abrirme, denunciar. Mi gran error fue, callar aguantar, dejar que me fuera anulando como persona. El maltratador se refugia en tu silencio, se crece cuando callas.
Aquí tengo muchas horas para pensar, leer investigar, y he descubierto que hubo un tiempo en que las mujeres eran equivalentes a los hombres, tenían voz y voto, pero una guerra dura y cruel acallo sus voces, apago sus iniciativas, sumiéndolas en un rol de amas de casa cuidadora de los hijos y esposas sumisas. No podían decidir nada por su cuenta. (Y hablando de cuentas) Ni una libreta de ahorro podían tener a su nombre, necesitaban el permiso del marido para todo. Los hombres hacían y deshacían a su antojo. Después de muchos años de intentar anularnos, surge un nuevo amanecer para las mujeres, estamos resurgiendo de las cenizas como el ave Fénix. Los machistas de la vieja escuela ven con temor como cede el terreno bajo sus pies. Y sin saber qué hacer recurren a la violencia como último recurso para intentar detener lo que ellos consideran de su propiedad. Las mujeres ya más allá del miedo vuelan libres de sus yugos. Han comprendido que son personas autónomas y con plenos derechos, estudian trabajan, ocupan puestos hasta ahora solo de hombres y siguen cuidando de sus hijos, procurando educarlos en la igualdad el respeto y la no violencia. No ya de género que es una definición que nunca me gusto. Hay que estar en contra de cualquier tipo de violencia y de abuso de poder.
Por desgracia, la violencia con las mujeres es una cruda realidad, contra la que hay que luchar desde todos los frentes posibles y con todas las armas a nuestro alcance.
Desde este papel donde estoy volcando todos mis pensamientos, todas mis emociones y todos mis descubrimientos, y a pesar del dolor del cuerpo y del alma y de saber que tardare mucho en sanar de mis heridas interiores o que quizás nunca lo consiga del todo, quiero decir que siento un alivio, un pequeño asomo de luz y el despertar a una nueva vida, más allá del miedo.
María Bueno
EL AQUELARRE
El caminante se inclino ávidamente sobre el caño de agua. Cuando sacio su sed, se mojo la cara los brazos el pelo, “Dios mío…..” musito “que horas más malas he pasado creí que no lo contaba.” Se empeño en separarse del grupo, quería hacer el camino solo, sin oír hablar a nadie, interiorizando viviendo y sintiendo cada pisada cada momento en soledad sin que nada ni nadie lo perturbara. Pero se perdió, no encontraba ninguna señal ningún indicio que seguir. Siguió caminando aun seguro de que se toparía con algún otro peregrino, algún albergue, pero nada, la tarde iba cayendo, llego la noche comió los víveres que le quedaban en la mochila y se echo a dormir bajo un árbol con la seguridad de que por la mañana encontraría las señales para volver al camino correcto. Con las primeras claras del nuevo día se puso en marcha, no le quedaba agua ni comida pero confiaba en que pronto hallaría algún lugar donde reponerse, fue pasando la mañana y cada vez se encontraba mas perdido, estaba sediento y el estomago le reclamaba comida, siguió caminado ya cada vez mas angustiado, empezaba a oscurecer sin que hubiera visto ningún alma viviente, el cansancio la sed el hambre y sobre todo el miedo iban apoderándose de él .De pronto en una linde del sendero creyó ver a un niño, se restregó los ojos ¿estaba ya tan mal que tenia alucinaciones? Pero no, el niño le hacía señas, cuando llego a su altura el chiquillo le dijo, “Señor justo aquí a la entrada de este bosquecillo hay una fuente y unos metros más adelante esta mi aldea donde podrá comer y descansar si así lo desea,” El balbuceo un gracias chico, y se lanzo a la fuente, cuando calmo su sed se adentro en el bosque hacia la aldea entro en la misma y se quedo asombrado, era como si se hubiera trasladado en un abrir y cerrar de ojos al pasado, Las callejuelas iluminadas por antorchas que supuso de brea estaban desiertas, empezó a andar por ellas buscando un lugar donde alojarse, de pronto vio el cartel, “POSADA EL GATO NEGRO” entro pidió una habitación y algo de comida, y por favor si pudiera ser un baño caliente, estaba sucio y maloliente. Mientras comía paseo la vista por su alrededor, seguía con la sensación de haber viajado hacia atrás en el tiempo, pero estaba tan cansado que no podía pensar, subió a darse un baño y dormir toda la noche. Cuando entro en el cuarto lo primero que vio fue una gran tina con agua caliente, el mobiliario, si es que se le podía llamar así, se componía de un camastro con una manta raída una silla, y una mesilla con una palangana y una jarra de agua. Se desnudo y se metió en el baño, el agua caliente le pareció una delicia, cerró los ojos y empezó a relajarse, entonces tocaron levemente en la puerta, para acto seguido entrar, era una mujer, ¡pero qué mujer! En su vida había visto tal belleza, era alta espigada de pelo negro azabache, facciones perfectas, piernas largas y torneadas que mas que vérseles se le adivinaban tras la larga falda, unos turgentes pechos que asomaban generosamente por el escote de su blusa, y una sonrisa encantadora que dejaba ver unos dientes blancos y perfectos. La chica dijo ser la mujer del posadero, -que desperdicio- pensó él, y venia con más agua caliente, cogió un trozo de jabón y comenzó a frotarle la espalda, el pecho los brazos, por arriba por abajo, sin dejar ni un ápice de piel sin frotar, el todo azorado no se atrevía a moverse dejándola hacer, al terminar le seco con mimo y le colgó un medallón al cuello, “llévalo siempre puesto” y se llevo su ropa para lavarla. No podría decir cuánto durmió, hasta que la luz de la luna que entraba por el ventanuco le despertó, se incorporo y vio la ropa limpia en la silla, mientras se vestía observaba por la ventana, la luz de la luna llena daba un aspecto fantasmagórico a la aldea, - que sitio tan peculiar,- pensó parece mentira que en pleno siglo veinte haya una población así, viven como en la edad media, ni luz eléctrica ni teléfono ni radio ni televisión, aquí el progreso no ha llegado, hasta sus vestimentas son distintas, pero bueno, el tenia noticias de pueblos perdidos en el interior, despoblados y sin adelantos técnicos, en estas cavilaciones andaba, cuando vio como una procesión de mujeres cruzaba la plaza y se dirigían al bosque, la curiosidad pudo con él y sin pensarlo salió de la posada en pos de ellas. Siguiendo su rastro llegó a un claro del bosque, allí estaban las mujeres, se escondió detrás de unos arbustos y se dispuso a ver qué pasaba, ellas encendieron una fogata y se pusieron en circulo a su alrededor, una de las mujeres cogió un tazón lleno de un líquido humeante y fue dándole a beber una por una a todas. Entonces empezaron a moverse al ritmo de una música que sólo ellas podían oír, luego empezaron a recitar una especie de salmo que se convirtió en letanía, él lo observaba todo desde su escondite, no podía creer lo que veía, estaba alucinando, esto sin duda alguna, y a pesar de conocerlo sólo de oídas era un aquelarre. Siguió mirando con expectación, ahora el grupo empezó a bailar con desenfreno mientras se quitaban las túnicas, la luz de la luna se reflejó en sus cuerpos nacarados, eran perfectas, bellísimas. ¿De dónde habían salido ese grupo de beldades? No parecían de este mundo. Entonces las voces se oyeron con fuerza y el consiguió por fin entender lo que decían, invocaban un nombre, Akerbeltz, la sangre se le heló en las venas, porque aquel al que invocaban surgió de entre las llamas, haciendo que todas se postraran ente él, era un ser peludo con cabeza de cabra, pezuñas y rabo, no podía apartar sus ojos de la escena, cuando vio que el macho cabrío negro giró su cabeza y fijó sus ojos de fuego hacia donde él se escondía. Las miradas de todo el grupo siguieron la misma dirección. ¡Lo habían descubierto aterrorizado! Echó a correr, no podía pensar en nada, sólo correr…correr…salvar su vida, siguió corriendo hasta caer exhausto, hasta perder el sentido.
Despertó bañado en sudor y gritando, unas manos le sujetaron. Cuando se calmó le contaron que se lo encontraron tirado en el camino, sin conocimiento, estuvo dos días delirando y con fiebre, días después ya repuesto contó su historia, nadie le creyó. Sólo un anciano asintió con la cabeza y así hablo:
“No muy lejos de aquí hay unas ruinas dentro de un bosquecillo, la gente de estos lugares nunca se acerca por allí, cuentan las leyendas que hace muchos años existió una aldea llamada Los Trasgos que fue acusada de practicar la brujería. Las mujeres de esa aldea eran de una belleza extraordinaria y los lugareños decían que no envejecían porque habían hecho un pacto con el diablo. Todos los de los alrededores estaban asustados, murmuraban que hacían pócimas, encantamientos, rituales y lanzaban hechizos. Algunos aseguraban que en las noches de luna llena veían a las brujas volando en sus escobas. Nunca se sabrá lo que pasó, pero una noche oscura y sin luna la aldea ardió por los cuatro costados con todos sus habitantes dentro. Aunque también cuentan que una vez al año la aldea cobra vida con todas su gente y las brujas salen a un claro del bosque donde hacen sus AQUELARRES.”
“Pero todo son leyendas,” ¿o no? pensó el peregrino apretando entre sus manos el medallón que colgaba de su cuello, con la certeza de que no había soñado.
María Bueno
ORO LÍQUIDO
Lola, sentada al lado de la ventana, tomaba tranquilamente su infusión, estaba sola y disfrutaba de esos momentos. Fuera, el ruido de coches y motos que de vez en cuando pasaban, apenas la molestaban, era la hora de la siesta y la calle, bajo un sol de justicia, aparecía desierta.
Dentro todo era quietud, le gustaba oir el silencio, no ponía televisión ni música, cerraba los ojos y dejaba la mente vagar. Un ruido en los cristales le hizo volver al presente, era su nieta, que con la cara pegada al cristal le sonreía. Entró como un torbellino de alegría y vida, haciendo al silencio y la soledad retirarse discretamente. Charlaba sin cesar, mientras se movía de acá para allá, hasta que se interesó por lo que bebía.
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¿Qué tomas abuela? |
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Una infusión de olivo. |
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¡Puaff! Tiene que estar muy mala, ¿para qué te la tomas? |
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Para bajarme la tensión |
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Abuela, ¿El olivo es un árbol? |
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Sí, es un árbol muy bonito y muy útil. |
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¿Da fruta? |
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Claro, pero si tú la conoces muy bien, además te encanta comerlas, la fruta del olivo son las aceitunas, y sabes, ¿qué cosa que te gusta mucho por las mañanas con las tostadas? |
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¡El aceite! |
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Eso es, el aceite de oliva es el zumo de las aceitunas. |
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¿Y cómo se saca abuela? |
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Mira, te voy a contar una historia de cuando yo era chica como tú. Justo enfrente de nuestra casa había una almazara. |
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¿Y qué es una almazara? |
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Es un sitio donde se llevan las aceitunas para molerlas, prensarlas y sacar su zumo, ¡el oro líquido lo llaman!, nosotros lo conocíamos por el molino de aceite. Allá por el mes de noviembre, comenzaba la recogida de las aceitunas ya en sazón y empezaba el trasiego de gente y camiones, el molino era muy grande con dos anchas puertas. |
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¡Sí, sí! Que están muy ricas, y el aceite también abuela. |
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Después llegaban los grandes camiones con las aceitunas más maduras y se subían a unas plataformas donde los pesaban. Luego empezaba el proceso, pasaban las aceitunas por una especie de canal y unos grandes ventiladores las aspeaban limpiándolas de hojitas. |
La niña sentada al lado de su abuela la escuchaba atentamente.
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¿Y tú qué hacías abuela? |
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A mí, como a todos los niños de la vecindad, nos gustaba colarnos en el molino y ver como trabajaban los hombres, como giraban las cónicas piedras del molino, machacando las aceitunas. Nos asombraba todo el proceso y ver los grandes depósitos llenos de aceite, que a la claridad de la luz realmente parecía “oro líquido”. No estábamos mucho rato, porque en cuanto los trabajadores se daban cuenta de nuestra presencia nos echaban “¡Fuera, fuera de aquí niños!, aquí no podéis estar” Pero nosotros persistentes volvíamos una y otra vez. Yo me pasaba rato y rato sentada en el escalón de mi casa, viendo el ir y venir de los camiones cargados de aceitunas. A veces cogíamos un trozo de pan recién horneado e íbamos al molino a que nos lo empaparan de aceite. Aún mi paladar recuerda ese sabor ligeramente amargo. |
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¡Vaya abuela, cuántas cosas he aprendido sobre el olivo! |
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Sí, ahora cada vez que veas uno recuerda lo generosos que son, como todos los árboles. La naturaleza es generosa, por eso tenemos que cuidarla. |
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Me gustan mucho tus historias abuela, cuéntame otra mientras meriendo, ¿a que no sabes lo que voy a merendar? |
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¿Galletas? |
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No, ¡Pan con aceite de oliva! |
Lola sonrió, le encantaba la sed que tenía su nieta de aprender, qué bonita edad, todo un mundo se abría ante sus ojos.
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Sí cariño, ahora te cuento otra, aprovecharé ahora que de aquí a unos años cuando te las quiera contar me dirás “Porfi abuela, ¡más batallitas no!” |
ENCRUCIJADA
Se paro en aquella encrucijada; ¿Qué hacía? Se preguntó. Si por ella fuera se
dejaría caer para no levantarse más, total, ¿Qué le quedaba? Su vida se hallaba
llena de ausencias.
Se encontraba sola en un camino que no quería seguir. Hubo un tiempo que andaba feliz, plena, rodeada de amigos, familiares, seres queridos que recorrían junto a ella los senderos de la vida. Pero poco a poco sin apenas darse cuenta se fueron ausentando, a unos les llego la hora de caminar por estelas celestiales, otros decidieron tomar distintos caminos.
Ahora en este punto crucial de su vida, sin esperanzas sin ánimos, lo que más le dolía era el recuerdo de él, cada día que pasaba, cada tramo que andaba, más y más lo añoraba.
Su mirada, su boca, su cuerpo, el olor de su piel, pero sobre todo sus manos, grandes, fuertes y a la vez tan tiernas para ella. Si cerraba los ojos, aun podía sentirlas, suaves como alas de mariposas recorriendo su cuerpo. ¡Sus manos! Que habían quedado grabadas a fuego sobre su piel.
No quería andar mas, nada le quedaba, la soledad le pesaba cada día más, se sentía muerta en vida y sin darse cuenta empezó a llorar, lloro por lo perdido y por lo no hallado, lloro por las penas del mundo y lloro por ella, lloro y lloro y cuando ya no le quedaron lagrimas y se sereno, miro hacia adelante, ella seguía viva y mientras hay vida hay esperanza (se dijo).
El camino se abría ante ella amplio y despejado, recordó las palabras del sabio. “Todos morimos en el camino, pero poco son los que realmente viven”.
Sabía que se encontraría tramos duros y escarpados, pero también habría otros llanos y fáciles de recorrer. Quien sabe que le depararía el destino en cualquier recodo, sendero, o veredas del camino, y también supo que en aquella encrucijada donde ahora se encontraba tendría que decidir qué hacer con su vida, y con una sonrisa que le ilumino la cara se levanto y……….
Decidió seguir caminando. Al fin y al cabo nada tenía que perder y nadie en realidad había asegurado que existiera un fin de trayecto.
EL MANTEL
El mantel se mecía suavemente colgado del tendedero, se sentía feliz recibiendo las caricias del sol y la brisa de la mañana, pronto vendrían a recogerlo, lo doblarían con delicadeza y se lo acercarían a la cara para aspirar su aroma a ropa recién lavada, era una costumbre de ellos, al menos los que él conocía desde que era un mantel lo hacían.
“¡Qué tontería de relato!” pensara el lector, un mantel que piensa. Los seres humanos creen que solo ellos están vivos, y no es así, todo lo que existe en este planeta de una u otra forma está vivo. Son tan ególatras que piensan que solo ellos tienen emociones y sentimientos.
De mí, sé decir, que me he sentido muy triste y abandonado encerrado en ese cajón del aparador por tanto tiempo junto a los otros manteles y servilletas. La dueña de la casa, a la que todos llaman ¨ abuela¨ al quedarse sola ya no utilizaba el mantel. Tenía uno individual.
Nosotros los grandes permanecíamos guardados en el cajón, completamente olvidados.
Hasta que un día alguien lo abrió y exclamo ¨¡este mismo abuela!¨ ¡si venga! Vamos a poner la mesa. Desde entonces he vuelto a estar en mi salsa, me ponen en la mesa, me lavan, me planchan, total que vuelvo a sentirme útil.
La casa, donde hasta hace poco reinaba el silencio, solo interrumpido a veces por el ruido monótono del televisor, parece haber despertado de un profundo sopor. Ahora todo son risas gritos y barullo de niños, charlas de mayores y aromas y olores que hacen a la casa resurgir de nuevo a la vida.
La hora que más me gusta es la de la comida, porque yo vuelvo a ser protagonista (También nosotros tenemos nuestro ego) de pronto se oye una algarabía, ruidos de platos, vasos, cubiertos y se escucha la voz de la abuela; ``Niños poned el mantel que vamos a comer`` (me esponjo al oírlo)
Los niños, comen sin mucho cuidado y me manchan, los padres le regañan, pero la abuela siempre media entre ellos. ¡Piensa como yo! Que para eso está el mantel. Luego me volverán a lavar y aquí no paso nada.
Los niños, alegres y vivaces se levantan rápido de la mesa para irse a jugar. A los mayores les gusta la sobremesa, charlan, comentan se ríen mientras
Toman su café, hoy se han puesto serios. `` Sentimos mucho mamá causarte tantas molestias, pero al quedarnos los dos sin trabajo, ¿Qué íbamos a hacer? ¿Dónde nos metíamos?`` “Nada……nada…..hija, no hay de qué hablar, ¡esta es vuestra casa! Ya encontrareis algo, mientras tanto, un plato en la mesa no os va a faltar.”
La hija agradecida abraza y besa a su madre. Y yo mudo testigo de la escena no puedo dejar de sentirme un poco egoísta, al pensar que no hay mal que por bien no venga, a mi que estaba a punto de apolillarme en el cajón, me ha venido su llegada de “PERLAS”.
María Bueno
FINAL ABIERTO 7 (María Bueno-Nekovidal)
Elena se ha levantado esta mañana muy vital, es primero de mayo, mientras desayuna mira por la ventana. El día se presenta espléndido, un sol radiante y un cielo de un límpido azul sin una pequeña nube, prometían una jornada de fiesta primaveral estupenda. Después de todo el mes de abril haciendo honor al refranero, aquel día era como un regalo. Elena se decidió, metería unos bocadillos en la mochila y se iría a pasar el día en el campo. Después de varias horas de caminata llegó a un claro cerca de un riachuelo, “¡ideal!”, pensó, y se dispuso a comer. Tras el almuerzo extendió la esterilla y se tumbó en la mullida hierba. Con el estómago lleno y la caricia de los rayos solares se quedó dormida, cuando despertó se había nublado completamente. “Vaya, parece que el invierno quiere tragarse la primavera, habrá que ponerse en marcha”. Fue a incorporarse y se le escapó un quejido, cuando se levantó vio con asombro que tenía un vientre enorme, como si estuviera embarazada. “¡Embarazada!”, pero que tontería estaba pensando…
María Bueno
Elena, católica practicante desde su más tierna infancia, comenzó a sospechar lo
que para ella sería, al mismo tiempo, lo mejor y lo peor que le pudiera suceder:
que el suyo fuera un embarazo divino, obra del mismísimo Espíritu Santo. La idea
la llenaba de orgullo y de temor al mismo tiempo. Tras recoger la esterilla y
los enseres de la merienda, emprendió el camino de vuelta mientras imaginaba mil
situaciones y vivencias a las que se tendría que enfrentar desde ahora: la
confesión de su no pecado al párroco del pueblo, la sorpersa de éste, los
certificados médicos que probarían su virginidad, la previsible visita al Papa
cuando no quedara duda de su honestidad, la prensa, los cotilleos de las vecinas
. . . Todo esto pensaba la ingenua Elena cuando, ya casi entrando en el pueblo,
un temblor en su vientre dió lugar a una sonora sinfonía de viento que hizo que
se derrumbaran todas sus ilusiones.
Cabizbaja y ruborizada se dirigió a su casa mientras pensaba: “Nunca más en mi vida volveré a merendar fabada...”
Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net
FINAL ABIERTO 7
(María Bueno-Alicia Gaona)
Elena se ha levantado esta mañana muy vital, es primero de mayo, mientras
desayuna mira por la ventana. El día se presenta espléndido, un sol radiante y
un cielo de un límpido azul sin una pequeña nube, prometían una jornada de
fiesta primaveral estupenda. Después de todo el mes de abril haciendo honor al
refranero, aquel día era como un regalo.
Elena se decidió, metería unos bocadillos en la mochila y se iría a pasar el día
en el campo.
Después de varias horas de caminata llegó a un claro cerca de un riachuelo,
“¡ideal!”, pensó, y se dispuso a comer. Tras el almuerzo extendió la esterilla y
se tumbó en la mullida hierba. Con el estómago lleno y la caricia de los rayos
solares se quedó dormida, cuando despertó se había nublado completamente. “Vaya,
parece que el invierno quiere tragarse la primavera, habrá que ponerse en
marcha”. Fue a incorporarse y se le escapó un quejido, cuando se levantó vio con
asombro que tenía un vientre enorme, como si estuviera embarazada.
“¡Embarazada!”, pero que tontería estaba pensando…
María Bueno
Se
removía en el sofá sin entender nada. Como puede ser?, cuanto habré dormido?, se
incorporo lentamente quedando sentada frente al televisor, su cabeza era un
caos. El día estaba tan agobiante lluvia y calor encerrada en aquel pequeño
estudio sin poder abrir los cristales por la intensa lluvia, parecía afiebrada.
Estaría enferma? que paso?, era esa su casa? , ya le quedaba poco para recibir a
su primer hijo, si, era un niño..... pero adonde estaba? se había dormido luego
de almorzar y ahora...... que era eso de días de sol, cuanto tiempo hacia que no
disfrutaba de uno? cuanto tiempo sin poder hacer caminatas? cuanto tiempo de
sentirse fatigada, pesada, deforme y desvalida?
En fin se iría a duchar para terminar de despejarse, su sueño había sido hermoso pero no real, ya no estaba sola, no podía dar largas caminatas tirando de su monumental barriga y menos que menos permitirse un día de campo a solas si la presencia infaltable de....
Alicia Gaona
FINAL ABIERTO 7 (María Bueno-Diego Pérez Sánchez)
Elena se ha levantado esta mañana muy vital, es primero de mayo, mientras
desayuna mira por la ventana. El día se presenta espléndido, un sol radiante y
un cielo de un límpido azul sin una pequeña nube, prometían una jornada de
fiesta primaveral estupenda.
Después de todo el mes de abril haciendo honor al refranero, aquel día era como un regalo.
Elena se decidió, metería unos bocadillos en la mochila y se iría a pasar el día en el campo.
Después de varias horas de caminata llegó a un claro cerca de un riachuelo, “¡ideal!”, pensó, y se dispuso a comer. Tras el almuerzo extendió la esterilla y se tumbó en la mullida hierba. Con el estómago lleno y la caricia de los rayos solares se quedó dormida, cuando despertó se había nublado completamente. “Vaya, parece que el invierno quiere tragarse la primavera, habrá que ponerse en marcha”. Fue a incorporarse y se le escapó un quejido, cuando se levantó vio con asombro que tenía un vientre enorme, como si estuviera embarazada. “¡Embarazada!”, pero que tontería estaba pensando…
si el recuerdo de la última vez que se había acostado con un hombre estaba perdido en su memoria, de una manera que dudaba mucho que pudiera volver a encontrar. Pero no cabía duda de que algo se gestaba en su vientre. Echo a andar penosamente por el camino empinado, sujetándose la barriga con ambas manos. Aquello parecía seguir creciendo, incluso podía sentir un cuerpo extraño moviéndose dentro. Nunca había tenido hijos, aunque bien que le hubiera gustado tenerlos. Hacía más de diez años que su marido había muerto en aquel desgraciado accidente.
Pensó en la Virgen María. Ella también quedó embarazada, sin mediar relación física. Claro que aquello había sido un milagro, y además le había sido anunciado por un ángel. No, su caso era muy distinto. No podía ser sino un accidente fortuito, una broma -¿broma?- de la naturaleza. Apresuró el paso; empezaba a sentir como unas punzadas. “¡Ya está, las contracciones!”, se dijo, asombrándose de su convencimiento. Sintió una sed repentina y más y más punzadas. Sudorosa se sentó junto a una roca. Sintió como un frío intenso se apoderaba de sus extremidades, mientras su vientre se dilataba con un calor interno inexplicable.
Cuando encontraron a Elena días más tarde su cuerpo estaba irreconocible y sus ropas parecían abrasadas. Nunca se encontró una explicación a su muerte.
Diego Pérez Sánchez