TEXTOS TERTULIA ENTRELÍNEAS
Javier Martín Franco
E-mail:
franjamares@hotmail.com
“LA NO VIOLENCIA ES
EL ARMA QUE CAMBIARÁ EL MUNDO”. DESOBEDIENCIA CIVIL… ESPERANDO…
¡Habría nombres en el mundo que ponerme!
Con una frase
parecida a esta, cada vez que la llaman por su nombre, se lamenta para sí
Esperanza. Y hoy lo hace a grito pelado, con la mirada perdida, agitando el aire
tórrido de julio con un abanico recién decorado. La gente que la conoce y con
las que trata a menudo, como sus amigos y demás clientela del barrio, la llaman
Diana, que por otra parte es el nombre de su negocio: Libros, manualidades,
bellas artes, Diana. Pero a veces alguna vieja conocida, con intención o sin
ella, la interpela por su nombre del registro.
–¡Esa es la del jueves santo, Antonia! Yo soy Diana, como la diosa del mito ¿Qué
quieres?
–¡Qué carácter! –dice Antonia para sí–. No, ya, como la diosa cazadora… Yo venía
a por pintura de tela; voy a preparar una pancarta para la manifestación del día
19; es para mis hijos, quieren que le rotule un lema que diga: “LA NO VIOLENCIA
ES EL ARMA QUE CAMBIARÁ EL MUNDO”… Muy reivindicativos, ya ves, pero la que al
final se lo curra y hace el gasto no es otra sino yo.
–Una máxima muy pacifista, pero no te aflijas, eso siempre pasa: mi hija se ha
inscrito en todas las mesas de trabajo de las asambleas y es de las más
revolucionarias, pero en la casa no friega ni un plato, vamos que ni siquiera
estira el cobertor de su cama.
–Yo voy a llevar esta bandera –replica Antonia que le muestra la tela– a la he
bordado un triangulo igualito que el que mandó coser Maríana Pineda antes de que
los aristócratas de siempre le dieran garrote en la plaza del Triunfo.
–Ni que fueses la reencarnación de la Mariana, qué delicia y esmero con la
bandera. –dice Esperanza al ver y tocar la prenda de tafetán morado que se
extiende sobre el mostrador.
–Pues sí, hoy me he levantado como la Mariana, con su convicción de lucha, su
misión de heroína guiando al pueblo y de madre llevando su casa. Sabes, Diana,
yo soy de la opinión de que la reencarnación existe, pero no como todo el mundo
cree, sino que tiene un eco subrayado en nuestra vida diaria, como dicen los
científicos del alma: un eco holístico, fractal; me explico: cada día que
vivimos, todas las mañanas al despertar, amanecemos a una nueva existencia, una
vida que hay que aprovechar en ese instante, con la conciencia de las
anteriores, pero sin limitaciones ni prejuicios, con la mente y el alma
oxigenados, en buena armonía con el cosmos, y a ser posible con una sonrisa; y
algo muy importante, sin resistirse a los malos ratos, ni lamentarse por ellos,
cuando llegan, es la única manera de saber porqué vienen y como transformarlos.
Así que cada día te reencarnas en una persona y tenemos miles de días para vivir
miles de reencarnaciones.
–Algo parecido pienso yo, para mí. ¿Sabes por qué no me gusta mi nombre? Porque
la esperanza es una actitud de espera, o sea, de que lo bueno de la vida no es
ahora, sino que vendrá en un futuro incierto para el que hay que tener
esperanza. Y a esta servidora le gusta vivir el momento. Ahora que lo dices, yo
también me voy a preparar un lema para el 19: estoy entre “Desobediencia civil”
o “No a la destrucción de la familia”. A ti cual te gusta más:
–El segundo es más importante a mi gusto, pues siempre he pensado y ahora viendo
lo que veo, más que nunca, que si una persona no tiene familia ni a nadie, queda
indefenso a cualquier ataque, sin padre ni madre que le infundan coraje y amor,
quedará expuesto al adoctrinamiento integral del sistema. Y en vista de donde
apuntan los experimentos sociales de la élite, con todas sus modas e industrias,
que tratan de vaciar de contenido al individuo, la mayor de desobediencia civil
que puede ejercer una persona es apostar por la integridad, el amor y la lealtad
a su familia, la tenga ya, o la esté buscando.
–Llevas razón, la familia, aunque suene a rancio, es el último muro por derribar
por los ingenieros y tecnócratas sociales.
–Eso, hay que ser más de la casa de uno, y no creerse nada de lo que cuentan por
la tele y los periódicos, que ya los uso sólo para hacer pasta de papel. Hay que
desglobalizarse, antes de que acaben con todos los rastros culturales de nuestra
casta. ¡Ya lo tengo! En vez del lema liberal que bordó Mariana Pineda de
“Igualdad, libertad, ley”, que me parece muy francés, yo voy a bordar en rojo,
en cada uno de los vértices del triangulo verde, el lema del 15 M “Democracia,
real, ya”. ¿Qué te parece?
–Genial, y le puedes poner por debajo “No pasarán”, que es muy español, y lo
usan hasta los griegos. Y referente a la pobre de la Pineda: a ella, por no
callar sus ideas liberales le dieron garrote vil, y a ti, Antonia, lo más que te
pueden dar es un vil garrotazo.
–Eso, Como los que han repartido en Barcelona y Valencia los gorilas de la poli.
–Bueno, Diana, apúntamelo, que a la vuelta de la pescadería te lo pago.
–Cuidado con el pescado grande, atunes, emperadores, agujas… dicen que lleva
mercurio.
–También lo han llevado siempre las vacunas y nos las ponen desde chicos…
–Muchas cosas han de cambiar, y la principal es que despertemos, que nuestra
conciencia general del mundo cambie, “cambiemos nosotros para que el cambio sea
posible e irremisible”.
–Ves, otro lema. Es que estamos sembrás.
Franjamares
PERDIDA POR ESOS
MUNDOS
(Inspirado en el trabajo de la terapeuta Susanne Powell: El reset, las
adicciones y la psique)
La
vida y la muerte no son sino la propia respiración de la humanidad. Quien no
conozca ni sienta las claves de su existencia, y muera siendo esclavo de una
adicción, ya sea más física que psíquica o también emocional, puede acabar
anclado entre las más bajas frecuencias de su ser y del cosmos, como un ruido
repetido y desarmónico, perdida su esencia, descabezado el recuerdo de sí,
disperso su sino en el purgatorio de los inconscientes… Y, aunque inducido
meramente por la ley universal de la atracción, dispuesto a vampirizar a quien
en vida vibre en esas mismas densidades.
Teresa es una joven vital y atrevida. Su adolescencia rebosa entusiasmo; digamos
que es una chica tocada por la gracia. Sin embargo, su deseo de curiosidad peca
en exceso de impaciencia y temeridad. Tiene casi quince años y el cuerpo le está
estallando en medio del frenesí hormonal; la espuma de sus emociones brinca por
las olas de su mente, volviéndose sujeto y objeto de un mundo nuevo y por
descubrir. Parece a veces un mundo salvaje lleno de experiencias que siente como
impostergables y que azuzan su ánima y su imaginación ya de por sí ágiles. Muy
parecidas a la de su amiga Claudia, con quien sale los viernes y sábados al
socaire del ruido de máquinas y chicos de los billares del barrio. Allí han
conocido a dos muchachos de dieciocho. Llevan los calzones a lo cantinflas y los
pelos a Marly. En sus rostros blanquecinos brillan unos ojos extraños; sobre
todo los de quién responde al nombre de Yona, desdibujados en un fondo bermejo
como pequeñas hebras enraizadas en sus globos oculares.
Van los cuatro a la plaza del tranvía y toman un banco junto a los columpios ya
abandonados por madres y niños. Hablan de muchas cosas a la vez y ríen tapando
los silencios incómodos. Jesús ha sacado una piedra de hachís y, con gesto
solemne, comienza la ceremonia de liarse un porrito. Las niñas lo ven atareado y
ambas, mientras siguen con sus bromas, piensan para sí si probarán o no de ese
humo en ciernes. Saben que es algo prohibido y por eso mismo atrayente; además
el hervor bioquímico avivado por la proximidad del sexo contrario y las risas
adolescentes, ya han vinculado la balanza hacia el sí, si es que alguna vez el
platillo del No tuvo algún peso.
Jesús enciende el porro dando una larga calada y el humo se apodera de su psique
en segundos; perdido por momentos el control, da una nueva chupada aún más
dilatada que calienta todo el cigarro. Yona lo trinca con ganas, sopla sobre el
ascua encendida, dándole tiempo para que baje su temperatura, y le da un par de
caladas seguidas y profundas, de las que retiene el humo un buen rato.
–Te has pasao con la china, Jesu –dice Yona–, esto pega… Toma guapa –y le pasa
el porro a Teresa.
La muchacha lo coge por las uñas, lo mira desconfiada, se lo pone en los labios
y chupa con la fuerza con que dio su primera calada de cigarrillo meses atrás.
La tos es repentina pero no alarmante, por lo que repite la acción con más
destreza; tanta que el humo desciende por su laringe, llega a su sangre y sube a
su cabeza con tal fuerza que la deja colgada de un globo invisible, con una
sonrisa extraña. Su amiga repite el proceso con similares resultados; y luego
todos comienzan a reír por reír, a bromear por bromear, mientras los chicos
hacen sus parodias y mímicas, que motivan nuevas carcajadas.
Hasta aquí todo parece ir bien. Pero una vibración baja y desencarnada se agrega
invisiblemente a la reunión. Uno de los axiomas del libro del Kybalión, de la
escuela de Hermes, dice que el universo es todo vibración. Y como diría aquella
psicóloga que meses atrás dio una charla en el instituto de Claudia y Teresa,
esa frecuencia errante que acaba de sumarse al grupo tiene todos los visos de
ser la de un porrero muerto. Las dos chicas no recuerdan nada de aquella
ilustrativa charla, al menos conscientemente, sin embargo en sus mentes latieron
estas palabras que ahora no logran recordar:
Cuando una persona tiene una adicción y se muere, sigue teniendo su adicción y
le cuesta marcharse de este plano. Se queda aquí con la esperanza de poder
disfrutar de su droga, aunque no lo puede hacer porque no tiene un cuerpo
físico; por lo tanto ambiciona encontrar un cuerpo; y en el universo lo símil
atrae a lo símil. Así que un porrero muerto buscará a un porrero vivo. Si una
persona que consume porros no es consciente de las consecuencias y además pierde
el control, es una presa fácil para esos porreros muertos. ¿Cómo se puede
entender esto? Cuando alguien pone la intención de hacerse un canuto,
automáticamente, a la velocidad del pensamiento, acuden porreros muertos con el
deseo de robarle el cuerpo. Y esto se llama posesión. Se tiene que entender la
ciencia detrás de esto. Una persona está compuesta de un cuerpo físico y uno
mental; el mental es la parte que no se ve, y el físico es simplemente un traje
para el mental. El cuerpo mental es eterno, se pude llamar alma, espíritu o
frecuencia, de hecho es de multi-frecuencia, esa es la parte eterna del ser
humano. En tercera dimensión existimos físicamente pero en cuarta no tenemos un
físico. Cuando alguien muere por adicciones no va a donde tiene que irse, no
vuelve a su programa, no regresa a su origen, a su destinto, que nosotros
llamamos Paraíso. Y no puede porque tiene un fuerte apego a su droga; por eso se
agrupa en la calle con más de lo mismo, con más personas con la misma adicción.
Y ocurre igual en la sociedad: ellos se juntan físicamente con la misma
vibración y sintonía, lo símil atrae a lo símil.
Jesús siente otra vez ganas de colocarse. Es un ansia de hartazgo con la que
parece evadirse de la fugaz mirada aburrida de este mundo, para sentirlo de un
modo más placentero y dilatado. Yona seguirá las pautas de su colega pues ahora,
con la aparición de más sombras invisibles, su voluntad parece un eco en la
disolución de un enjambre densificado de vibraciones. Las niñas ven de nuevo
atareado a Jesús pero ahora sus pensamientos son dispares. Claudia nota en la
boca del estómago un nudo extraño, algo intuitivo que parece decirle, aunque
nunca se haya visto en otra igual, que su nivel ha sido ya rebasado y lo
siguiente sería terreno abierto al abismo, a la pérdida de control no deseado, y
tal vez a la angustiosa sensación que sintió hace semanas durante una pesadilla
de la que no podía despertar.
Teresa por su parte sigue subida a su nube y desde esa altura las profundidades
no existen, ahora ve el mundo de colores y cada color tienen su propia sombra.
Un apetito desmedido le hace abrir su bolso y sacar el paquete de ganchitos;
pero no lo abre aún, otro apetito, en el fondo de la garganta, le tienta a
tragar el humo que Jesús ya exhala por la boca a pocos centímetros de la suya.
Teresa trinca el canuto y chupa de él con la misma fuerza que el muchacho, y no
satisfecha todavía, vuelve al ataque succionador hasta casi quemarse los dedos.
Segundos después la nube de la que antes disfrutaba, se vuelve densa, su cuerpo
se acelera sin poder controlarlo y siente le falta el oxigeno aunque respira
aceleradamente, y enseguida cae sobre el banco dando hipidos de angustia antes
de quedar tirada, ida y semiconsciente.
–Coño Yona, a esta de la dao la “blanca” –dice jesús entre los gritos de
Claudia, que zarandea su amiga por los hombres sin hallar la mínima respuesta.
–Déjala un ratillo, ahora se le pasa… –le dice Jesús.
En efecto, unos minutos después comienza a reaccionar ante el asombro de todos.
Y hay que decir asombro, porque Teresa no parece ella misma sino otra persona;
su gesto es duro, sus movimientos extraños. Empieza a insultar a su amiga y a
echarla de su lado violentamente. Los chicos no saben qué hacer. Jesús propone
que la dejen un rato a solas a ver si se le pasa. Pero la niña, dejando el bolso
tirado en el banco, ha echado a andar entre tambaleos acera adelante.
–Voy a llamar a sus padres –dice Claudia cogiendo el móvil de su amiga.
–Será lo mejor –replica Yona–. Esperamos un rato y luego nos abrimos.
Y de ese modo ocurre. Los padres de la niña enajenada, tardan casi una hora en
aparecer, Y los muchachos, con la complicidad de la amiga, desaparecen en cuanto
los ven venir.
En los días siguientes Teresa cambia radicalmente su comportamiento. Ahora es
distante y anda siempre desconectada, evita las actividades escolares que antes
realizaba, tiene brotes violentos y no parece disfrutar de relaciones estrechas
con la gente allegada y de su familia. Sale ahora con una amiga que no es
Claudia y frecuenta parques retirados y escalones de barrio, en compañía de
chicos mayores, amés de las otras compañías invisibles, con quienes acaba
fumando de aquello que ya ansía, aunque no sepa bien si necesita. Ese es el
matiz, el ansia no proviene de ella, la necesidad sí. Su yo real está anulado y
una frecuencia intrusa ocupa su lugar. Ha de reencontrarse a sí misma y para eso
necesita la ayuda de alguien que sepa realmente lo que le pasa.
Sin embargo, un día, hartos y soliviantados, sus padres la llevarán a un médico
amigo de la familia. Éste, a ciencia cierta, les confiará a un colega psiquiatra
de su círculo; quien, tras un examen pormenorizado, diagnosticará el
comportamiento anómalo de la niña como un brote esquizoide, un trastorno
psicótico perfectamente catalogado en el Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales de la Sociedad Norteamericana de Psiquiátrica (DSM–IV) la
nueva Biblia de la psiquiatría clínica; y en donde se prescribirá una droga
sintética apropiada, una fórmula con efectos secundarios sufribles, con la que
tratarán de controlar los repentinos y persistentes cambios de comportamiento y
de humor de la niña, esperando que vuelva aquella Teresa viva y simpática que un
día se subió a una nube demasiado alta y de la que cayó empujada por una sombra
ladrona e indeseable.
Ojala algún día alguien, un terapeuta recomendado a la familia, sí sepa lo que
hacer y lo haga. Reconozca al intruso, éste sepa que ha sido reconocido, y acabe
expulsado. Teresa levantará entonces la cabeza, mirará a los ojos de esa
persona, sonreirá sin saber adonde se encuentra, ni porqué estaba allí, sin
recordar nada de todos los meses que ha estado fuera, perdida por esos mundos,
igual que si hubiera sido un largo y extraño sueño.
Franjamares
EL VIAJE:
Revolución española, Despertar de la conciencia, Nuevo paradigma
Javier ha ido a la
plaza de su ciudad con una convicción muy sólida. Se ha citado con unos amigos a
través de la red para engrosar la manifestación “Democracia Real Ya”. Es de los
jóvenes que no miran al futuro sino al presente, que han visto que el porvenir
se diseña con salario basura, con dinero deuda, que son victima de la
competitividad legal y presienten que algo está cambiando dentro y fuera de
ellos, pero que aún no saben el alcance real del cambio.
La plaza está abarrotada. Es el primer botellón reivindicativo y sin botellas,
aunque sí se ve comida y esto barrunta una estancia larga al raso. Hay que decir
que esta protesta es espontánea (aunque ya hay algunos que empiezan a buscarle
conspiradores), nacida de una indignación latente, de los efectos nocivos de un
sistema económico y político acabado, basado en la explotación indiscriminada de
los recursos y en lo humano como otro recurso subordinado. Una indignación
cristalizada quizá por la palabra encendida de los intelectuales viejos (Hessel,
San Pedro, Galeano, Sábato que en paz descanse) cuyos huesos no están para
marchas y corridas a pie de calle, pero cuya comprensión panorámica de diablo
viejo, les ha servido de luz y de modelo. Pero no parece que sea un nuevo giro
del efecto estroboscópico de las izquierdas y las derechas. A esta visión
algunos jóvenes le llaman holística y ahí creen que reside el cambio de
paradigma que están viviendo.
En el lugar de concentración el ambiente es un gran grito, polifónico,
heterogéneo, de síntesis, que concentra el fervor de la multitud como un todo
reivindicativo. Javier ha visto a jóvenes parados pues sólo tiene que verse a sí
mismo; también encuentra estudiantes hartos de bolonias, desempleados de larga
duración, desahuciados sin piso pero con hipoteca, incluso jubilados de la
jubilación y algún que otro perroflauta excitado por el ambiente.
Es difícil encontrar a sus colegas porque los compañeros y compañeras de rodal
se les parecen demasiado y la sintonía con ellos es parecida; con esta
complicidad el puzzle de la plaza grita y agita sus deseos y pancartas, como un
gran fractal del enojo de todo un país. Se sienten indignados, pero también
engañados y asimismo despertados. Han sido traídos por la red pero ya no se
sienten pescado.
Saben en sus adentros, aunque aún no lo comprendan del todo en sus mentes, que
la dualidad, la gestión de la escasez y sus feroces competencias han muerto, y
toda muerte es regeneración; que el materialismo tiende al colapso; que el
paradigma nuevo es el de la conciencia de una visión holística de la realidad.
Por ello evitan emplear un lenguaje alegórico de izquierdas y derechas, de
rojos, azules, verdes… y antes bien sienten la esencia de un lenguaje simbólico
y abierto que induce al encuentro de un significado propio y hasta
trascendental. El universo intelectual, arquetípico, de matemáticas y geometría
puras, frente al mundo físico y materialista de las percepciones, necesita del
alma humana como intérprete necesario para encontrar el equilibrio, para
reinterpretar el tiempo y zafarse de todas las esclavitudes mentales y de la
materia. Por eso carecen de líder y aglutinan de un modo orgánico y no
jerárquico el descontento social, por eso su grito es unánime pero
individualizado, donde la solidaridad (o la bondad entendida racionalmente) es
una suerte de egoísmo inteligente. Han sabido o van a saber que el cambio está
en ellos, en las profundidades de su ser, en el insondable océano del cosmos que
corre también por sus venas.
La historia de la humanidad es como una gran respiración, hay periodos de
inspiración prolongada y profunda que llena de energía a los pueblos, pero el
exceso de energía deflagra hasta que consumida se detiene; surge entonces un
lapso mágico donde gira el aliento de la humanidad, un vórtice de no tiempo y de
vacío, que será el punto de comienzo de una nueva expiración, prolongada y
necesaria, un vaciado que nos llevará directamente al abismo, al vórtice mismo
de toda la manifestación humana en el cosmos, al punto fijo que mueve la gran
rueda y mana el surtidor de la fuente. Esa respiración viene ocurriendo desde
que el hombre es hombre, es decir: alma y materia vibrando en el universo. Se
repitió en India, en China, en Egipto, luego en Grecia, luego en al-Andalus y se
está produciendo ahora.
Javier ha encontrado por fin a sus colegas. Se están preparando para pasar la
noche al relente. Unas nubes negras, que parecen la sombra de la campaña
política oficial y de las amenazas de desalojo, amenazan lluvia, por eso se han
hecho de lonas y cuerdas para montar un campamento improvisado. En la tarea del
amarre coincide con Julia. Mientras tiran de la cuerda y tensan un extremo de la
lona, juntan sus manos y sus fuerzas en una misma dirección. Entonces tiene una
especie de revelación. Ve en Julia el alma receptiva de la mujer y que a la suya
completa. Los cuerpos sucesivos de una búsqueda hedonista y ególatra ya no
parecen tener sentido. Cree que se ha enamorado, pero no es un deseo posesivo
hacia Julia, es un amor universal, un amor por la unidad y la síntesis, un amor
por la vida que también se mueve en los corazones de todos los de la plaza.
Franjamares
APRENDER A VIVIR (o Inocencio y el punto
de encaje)
Inocencio ha llegado decidido, pleno de convicción, esperanzado incluso, y con la sensación de que esta tarde, por lo menos, va a conjurar su aburrimiento en un lugar donde seguro aprenderá cosas nuevas. Para eso ha venido. Su amiga Claudia le habló de ello, de lo bien que le estaban yendo esas técnicas, de los cambios que había experimentado en su persona, cambios físicos, mentales y emocionales y, especialmente, de lo divertidas que eran las sesiones y de las personas tan interesantes y afines que estaba conociendo. Este fue el motivo principal que lo convenció. Desde su separación expres ha estado muy solo. Sobre todo porque se tuvo que ir a vivir al cortijo y la distancia y el silencio lo han ido aislando. Los primeros meses fueron los peores, por eso se apuntó al gimnasio, pero ya había pasado un año y el ambiente a sudor recocido, papillas energéticas y culto al cuerpo lo tenían enardecido y un tanto hinchado. Al punto de llegar pensar en medio de la masa humana del gimnasio: si seguimos así, esto no hay quien lo ventile.
Esta gimnasia parece distinta. Por lo pronto el sitio es muy hermoso. La casa
donde se dan las clases de “pases mágicos” está enclavada en una de las cuestas
que bajan hacia el mar desde el barrio del Albaicín de Salobreña. Es una casa
pintada de rojo bermejo, con flores, yedras y un pequeño huerto donde se alzan
titánicos dos cipreses y una higuera busca la sombra de un olivo viejo. Las
vistas son de un cromatismo particular. El azul intenso del mar y el celeste
profundo del cielo se unen al enjalbegado de las casas y a los verdes de la
vega. El paseo por esas calles merece la pena, y parece en si mismo una terapia
apropiada para él.
En el interior de la casa se reúne una docena de personas, todas con ropas
cómodas y mirada risueña. Han dejado los zapatos en el zaguán y se distribuyen
joviales por el amplio salón entarimado. Inocencio se ha presentado a casi
todos, hombres y mujeres, de quienes instantes después no recuerda el nombre. El
del maestro sí lo recuerda, César, pues lo ha repetido un par de veces. Aprendió
Tensegridad en Barcelona, después de quedarse parado en la crisis de 2007. Y lo
más curioso es que “El Nublao”, que es su mote familiar, está siendo profeta en
su pueblo, profeta de los pases mágicos, además de regentar con éxito un
herbolario junto a su mujer, a quien se trajo hace tres años de Mataró. Lleva
una barba que parece recortada esa misma tarde y su mirada de ojos negros ya ha
escrutado a todos sus alumnos, incluidos los nuevos, el más nuevo Inocencio que
ha creído ver en ese rostro aquella estampa de Jesucristo de los viejos
recordatorios.
Les dice que lo que allí van a practicar y aprender deviene de una remota
sabiduría, que desarrolla los movimientos del alma, del cuerpo, de la mente, del
Ser en su integridad. Pases mágicos que restituyen la energía original,
inspirados en la premisa de que al devolver la energía a nuestros cuerpos
físicos, se nos despierta un vínculo con la fuerza vital que nos sostiene. Es el
movimiento del punto de encaje donde la percepción ocurre. Sintonizar con la
fuerza activa y vibratoria del Universo que los chamanes llaman Intento.
Luego dice no se qué de los Toltecas y que lo que percibimos como “realidad”
existe en una posición específica dentro del huevo luminoso, que es una especie
de bola del tamaño de una persona con los brazos extendidos, receptáculo de las
emanaciones, comandos o cuerdas semejantes a filamentos de luz, que se extienden
por todo espacio y tiempo, en la totalidad del universo.
Inocencio está un poco desencajado con tanto punto de encaje, tanto filamento y
lo peor es que ahora ese Punto de Encaje se tiene que desplazar a la posición
correcta a través del diálogo interno y las conductas de vida habituales; o sea,
que hay que cambiar de hábitos para encontrar el escurridizo punto, porque esta
ciencia no es una propuesta intelectual, no es filosofía, es una experiencia y
para comprenderla hay que practicarla, jugar con ella. Y para rematar viene lo
de sacar nota, que aunque allí no parece existir la competitividad exacerbada
del gimnasio, sí están lo más aplicadillos, su amiga Claudia es una de ellas, y
es que la tarea culminante a la que algunos se preparan, es que su Punto de
Encaje se “suelte” de dicha posición por algunos momentos, para con ello
iluminar nuevas fibras encontrando una nueva alineación, un estado de
“percepción acrecentada”, y si el movimiento es suficiente: percibir otra
realidad completa.
Inocencio se ha puesto cerca de una ventana, donde el cálido abrazo del sol de
la tarde baña sus hombros y sus manos que ya empiezan a tomar las posturas
enseñadas por César. Fija la mirada en las palmas, hace dos respiraciones
profundas, cierra los puños y sube los brazos por encima de la zona suprarrenal.
Luego llega el turno de los pies dando tres pasos que llaman: chasquear,
dispersar, deshacer el exceso. De continuo, y meditativos, hay que relajar la
sienes usando los pulgares y después las mandíbulas. Más respiraciones hasta el
ombligo. Ahora llega el cruce de brazos para colocar la primera falange de los
pulgares en los ojos, apoyando los codos en las rodillas, y permanecer unos
segundos para luego deshacer el movimiento, y volver a construirlo.
Acto seguido Inocencio yace en el piso, boca abajo, con los brazos bajo el pecho
y los puños cerrados, mirando hacia la izquierda, con una sonrisa de oreja a
oreja, con el cuerpo trasero de una compañera a medio metro y el alma de toda la
clase flotando a ras de suelo. Es el momento de permanecer un rato en esta
posición examinando el día, siguiendo el flujo de la energía cósmica. La
compañera se ha vuelto y le sonríe. No recuerda haberla visto antes y eso que
saludó a todos los presentes. Parecen comunicarse sin hablar y esta agradable
sensación los lleva a reír a carcajadas.
Por ultimo cesar les contó una curiosa leyenda asiática. Un día, mientras Buda
meditaba bajo el árbol Bodhi, el árbol de la vida donde recibió la iluminación,
pasó por su cabeza la imagen de la triste condición del hombre: destinado al
sufrimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte. De los ojos del compasivo
Shidarta brotó entonces una lágrima y en el lugar donde cayó en tierra surgió el
arbusto del té, la reconfortante poción que habría de servir de alivio físico y
consuelo espiritual a toda la humanidad. En seguida el maestro sirvió a sus
alumnos una humeante taza de té, dejándoles la advertencia que el mejor té verde
de la Costa lo vendía en su tienda.
Esa noche Inocencio no sabe si ha movido su punto de encaje, aunque sólo sea un
poquito, pero sí se acuerda de su compañera de la última postura sintiendo un
leve hervor en el plexo solar. No sabe mucho de ella, sólo que se llama Amalia,
que trabaja en una pizzería del barrio alto y que libra los miércoles, que es el
día de las sesiones. Buen dato para que la semana próxima la invite a cenar algo
que no sea pizza.
La excursión a Salobreña ha merecido la pena, visitar ese barrio tan bucólico,
mover el cuerpo y hacerlo encajar con su mente y emociones, el descubrimiento
del sabor y el aroma del té, conocer a Amalia mientras se disolvían sus yoes
entra carcajadas, destrabados o no sus puntos de encaje; en definitiva: aprender
que se puede aprender a vivir de otra manera.
Franjamares
LA CERILLA
-Dame una cerilla,
he encontrado algo…
Lidia busca en su bolso.
-No prefieres la linterna. Sí pero también voy a encenderme un cigarro.
¿Quieres?
-¡Cómo vamos a fumar aquí! Estamos de incógnito no de marcha… si nos pillan…
-Es que estoy nervioso. Y no nos van a pillar: el celador es colega mío y me
debe unos favores.
-Ya conozco yo esos favores. Bueno, pues pásame ahora una calada. Toma las
cerillas. ¿Qué has encontrado?
-Es una carpeta, con un cuaderno dentro…
-Los grandes secretos del profesor…
-No creo que haya dejado el examen ahí tan fácil con solo abrir la tapa.
La cerilla arde con el furor del elemento ígneo y proyecta su luz ambarina y
destellante por todo el despacho. El bello rostro de la muchacha se ilumina y
sus trazos son ahora de pura geometría. Samuel la contempla sin noción del
tiempo. Luego abre el viejo cuaderno y comienza a leer mientras enciende su
pitillo, apurada la llama de la cerilla, tocando ya sus dedos, casi quemándose.
-Un Mundo (tal vez un Universo), ¡Ay! -se le apaga la cerilla-. Enciende la
linterna, Lidia. Ahora se ve mejor. Sigo leyendo: Un Mundo en el que todos y
cada uno de sus componentes están integrados, coordinados en una red que conecta
el mundo orgánico con el inorgánico, en la que todos, absolutamente todos sus
componentes tienen su papel.
-Eso no me suena a nada del temario –susurra Lidia dando su calada al cigarro–.
Pero está interesante, sigue un poco.
-Todos contribuyen (no digo “cooperan” porque ya hemos tenido “sobredosis” de
aplicaciones de conceptos sociales a la Naturaleza) al mantenimiento equilibrado
de la vida y la Naturaleza tiene sus propios medios para mantener este
equilibrio. Se acabó la lectura, que tenemos solo hasta las diez. Espera. Aquí
debajo hay unos papeles. ¡Bien! Son exámenes.
Samuel extiende los folios en el suelo y proyecta la luz de la linterna sobre
ellos. Descubre que uno pertenece al curso que buscan, tercero de biología, y es
de las materias contenidas en el temario. Además, tiene anotaciones nuevas y se
ven cambios en algunas preguntas. Parece una plantilla anterior a la que el
profesor le hubiera hecho cambios sustanciales para el inminente examen. Incluso
aparece una fecha en la parte superior: 31 de marzo. El día del examen, mañana
mismo. Excitado más que nervioso, le da la página a Lidia para que copie las
preguntas tipo test, y él transcribe el enunciado de las dos cuestiones de
desarrollo.
-Hecho. Con suerte mañana sacamos un sobresaliente.
-Esto no es suerte, Samuel, es juego sucio…
Esa noche estudian juntos en casa de Samuel, su madre trabaja y están solos.
Memorizan las preguntas y la plantilla de las respuestas. Se adentran en las
cuestiones de desarrollo pero la cercanía los libera. Sus cuerpos imantados se
tocan. Sus labios se funden y enseguida acaban enrollados en otras cuestiones,
más sensibles, profundas, impostergables porque nacen de la energía básica: el
sexo, y su puente de plata hacia el amor. Y con ello aprenden en la práctica
otros juegos sutiles de la biología. Pasada la una de la madrugada la acompaña a
su casa.
Al día siguiente, a segunda hora, se citan todos en el aula magna. Allí es el
examen. Un centenar largo de jóvenes de ambos sexos pululan por los pasillos,
ocupan sus pupitres, o echan el último cigarro en la puerta de entrada al
recinto, en la misma calle, a 50 metros de la entrada al aula, adornando de humo
blanco el cielo azul de la mañana. Samuel y Lidia se cuentan entre ellos.
-He leído en Internet que la nicotina del tabaco tiene un efecto neurotransmisor
positivo…
-¿Entonces ahora somos más inteligentes? –dice Lidia mirándole directamente a
los ojos.
Él la estrecha sobre sí, con sus dedos aparta su largo cabello negro de la
oreja, y le susurra rozándola casi con sus labios:
-Lo somos desde ayer por la noche.
La vivencia de la noche anterior que recuerda en ese instante la muchacha, no
está precisamente relacionada con la razón o el intelecto. Y ella siente en su
ser, y es lo que más le importa, que no hay bondad en un amor si la razón lo
gobierna.
-Esperemos que sí, Samuel.
-Sabes Lidia, no sé si he soñado contigo o he estado despierto toda la noche
pensando en ti.
Cuando llegan al aula están la mayoría sentados. Pero el profesor entra
justamente detrás de ellos y dice en voz alta, gritándoles en la espalda:
¡Espero que hayan estudiado! Sus palabras no van dedicadas especialmente a los
jóvenes, pero ellos lo sienten como una admonición solapada. Lidia se lleva un
buen repullo. Samuel asiente con la cabeza mirando al infinito.
-Pueden venir en silencio, de uno en uno y por filas a recoger el examen –dice
el profesor ahora desde su estrado-. Se acabaron los comentarios entre ustedes.
Tienen una hora y media. Demuéstrenme que han estudiado.
Lidia coge la hoja del examen y su gesto se deforma. Las dos primeras preguntas
son distintas, la tercera parece que coincide pero no está segura. De la cuarta
en adelante ya todo es un caos.
Samuel dirige primero su atención a las cuestiones de desarrollo. Absolutamente
nada que ver, con las que leyó en la hojilla del despacho del profesor. Y para
colmo apenas si le suenan… piensa decepcionado para sí: Esa fecha del 31 de
marzo sería la del año pasado. En la soledad custodiada del examen, Samuel se
hunde en sus propias dudas. Las preguntas test las rellena como la quiniela del
domingo. De las otras dos poco va a salir de su boli. De la primera escribe
algo, lo básico, que recuerda de las pocas clases que asistió y los apuntes que
le dejó su amigo Giner. De la otra solo deja el enjalbegado cegador de la hoja.
Tras un lapso gélido e inacabable, decide entregar el examen. Es el primero que
se levanta.
El profesor mira sus folios y dice:
-Falta un tema. Puede seguir, aún le queda tiempo.
Samuel se encoje de hombros y baja la cabeza. Luego se marcha mirando de soslayo
a Lidia, que parece luchar contra sus folios arañando migajas de sus neuronas.
Está lloviendo.
Las pompas que surgen y desaparecen sobre los charcos de la acera barruntan
lluvia abundante. Una nueva ley de anti-tabaquismo social limpia la terraza
techada de lona del café del barrio, donde ya empiezan a caer chorros alegres de
goteras. Allí los parroquianos suelen ir a diario a contarle al cofrade de mesa
o incluso al camarero o camarera los chismes cotidianos que pululan por su
mente. Otra manera de decir con la mano en el pecho: confieso que he vivido… Al
menos un día más, como prueba el sístole y diástole de la respiración; y ello,
gracias a la vida, la cual si no nos hizo agradecidos sí al menos desmemoriados.
E incluso a pesar de los pesares y las crisis, que cada vez pesan menos y de las
que se empieza a intuir su fatuidad: tantas gangas de consumo no eran tan
imprescindibles y sumaban poco a la vida, más bien restaban otras cosas más
baratas e importantes. Un viejo conocido lo resumiría así: el ayuno siempre
aclara la mente. Luego están los alicientes de la vida, los que mueven bajo
cuerda a las personas, que se sienten cada vez más en lo pequeño, en lo cercano,
en lo real, en lo concreto, ¡flatulencias las mínimas! Ahí están los sueños
sencillos, el quedarse eclipsado mirando la belleza oculta de la nada, y sobre
todo los disparates del corazón, las aficiones esféricas, el espejo de los
amigos y de los hijos, para quien los tenga, y algún que otro vicio ilegal y
nada seguro… Y esto a pesar de que nunca se haya leído algo de Neruda, al menos
de manera consciente.
Está lloviendo y el ambiente limpio de humo del interior ha de ser ahora el
ambiente de los fumadores. “¡Cómo muestran sus rostros las marcas del humo!”,
piensa en voz baja una señora aburrida más que observadora, ella dejó el tabaco
con el primer preñado. La segregación crea estas minucias analíticas. Uno de los
tabacómanos, de apellido Morillas, necesita de su cilindro encendido y prueba el
truco del instituto, es decir: meterse en el váter y echarse uno mientras drena
la vejiga. Pero a mitad del pasillo que lleva a los servicios escucha el acento
eslavo de la camarera: “Ya hay dos en el aseo”.
–Los dos en el de hombres…
–No –se ríe chillonamente–, ¡cómo va a ser! En el de mujeres hay una chica.
“Seguro que están fumando”, piensa Morillas que paga su consumición y se larga.
Acera adelante, esquivando paraguas y regueros de canelones, llega hasta el
soportal de una farmacia; como es un sitio amplio y bien techado, decide echarse
un cigarro mientras ve caer la lluvia. Pero antes de encender el cigarro un tipo
calvo hasta la nuca, con gafas de montura flotante y bata blanca, lo trinca del
brazo y lo arrastra al interior de la farmacia.
–Deje usted ese vicio asqueroso, buen hombre.
–Pero si es que a mí me gusta.
–Como le va a gustar esa cosa… Las peores enfermedades vienen de su consumo, ¿no
lo sabe? ¿No lee los carteles de los paquetes? Mire, me acaba de llegar hoy
mismo un método infalible para dejar ese habito insano. Helo aquí: La vacuna
antinicotina de los Laboratorios Nabi, eficaz y segura, con ella desaparecerá a
corto plazo la dependencia física, así que no sufrirá el síndrome de
abstinencia, y poco después se esfumará la psíquica, con lo que dejará para
siempre de pensar en el tabaco…
–No, gracias, no me interesa –sentencia Morillas cogiendo la puerta de salida.
–Pruebe al menos el cigarrillo electrónico, con él sentirá los mismos efecto del
humo, pero sin humo…
–Prefiero que arda el cigarro, creo que soy un poco pirómano.
Sale de la farmacia huyendo del farmacéutico a paso ligero, descubre entonces
con agrado que ha dejado de llover. Por fin puede echarse su apetecido pitillo.
Se lo pone en los labios saca su mechero. Prende la llama, la acerca a la punta,
da una primera calada preparatoria y de pronto un manotazo insospechado aparta
el cigarro de su boca. Luego una bota militar lo pisa sobre la tierra. Es un
número de la guardia municipal.
–No ve usted que está en un parque infantil.
–Sí, eso parece… pero no hay niños.
–Aún así no se puede fumar en los parques con columpios como esos…
–Entonces, ¡por amor de dios, dónde se puede fumar en este país!
–Ve usted aquellos bancos, están suficientemente alejados de los chiquillos.
Morillas sale disparado siguiendo el dedo índice del guardia, llega al banco,
seca con la mano, lo mejor que puede, las gotas de lluvia del respaldo, se
sienta y por fin procede a encender su cigarro, el último del paquete. La llama
se funde con el cigarro cuando un tipo se le acerca.
– Tiene usted un cigarro, por favor…
–Este es el último… Pero siéntese, lo echaremos a medias… llevo casi una hora
tratando de fumarlo… Tome, acábelo usted… –Morillas le ha dado un par de caladas
rápidas y le ha pasado el cigarro al advenedizo.
–Gracias. ¿Sabe?, confieso que he vivido, al menos, cincuenta años, que ya son
bastantes, y esta es la primera vez que un desconocido me ofrece fumar un
cigarro a medias…
–Será la nueva solidaridad del fumador…
–Puede ser.
–No parece usted de aquí.
–Soy inmigrante…
–Como todos.
–Cierto. La historia de la humanidad la han hecho los emigrantes, o sea, la
gente abocada a los cambios, luego otros la escribieron a su gusto.
–Muy acertado… Y ¿a qué se dedica usted?
–Ahora trabajo en la segunda economía de este país, o de cualquier otro, no soy
chovinista…
–¿en cuál?
–La economía sumergida.
–Entonces la primera será la que controla Hacienda.
–No crea, también gozamos de la economía ilegal: un monstruo de cinco cabezas:
El narcotráfico internacional, el trafico ilegal de armas, la prostitución, la
industria de las imitaciones y el tráfico de personas…
–Increíble, hemos llegado otra vez a la inmigración.
–¿Y usted en qué trabaja?
–Ahora estoy en el paro. Mi empresa ha declarado pérdidas durante algunos meses
y, con la nueva reforma laboral del despido barato, ha limpiado la plantilla. 25
años, que de dicen pronto.
–Lo siento.
–No, no lo sienta. Ahora se nos presenta una nueva oportunidad, las grandes
obras de la vida siempre surgieron de grandes cambios. ¡Ja! Eso me dijo un tipo
engominado que mando la empresa para darnos la noticia… Pero lleva una parte de
razón… todo este sistema de escasez y competitividad es una mierda. Y ahí creo
que se está produciendo mi cambio, a nivel mental. Una forma distinta de ver la
vida y sus relaciones, como dicen algunos un nuevo paradigma se está perfilando
y cuando surja lo hará de golpe, sin avisar… Y créame amigo, me siento ansioso,
y preparado, para recibirlo.
Franjamares,
enero 2011,
Tertulia Entrelíneas,
Nerja, Málaga.
Una tarde más un sol occiduo se cuela
por las ventanas, traspasa láminas de persiana, creando franjas bermejas de sol
y de sombra que inciden sobre las mesas, las sillas, las personas. Las voces se
entremezclan con la luz.
–¿Qué más te dijo? ¿Que pronto subiría el nivel de los mares, que nos llegaría
el agua al cuello mientras estallaba la tercera guerra, o algo peor todavía?
–Podéis reíros de mí, hacer bromas con mis revelaciones y hasta partiros de risa
cada vez que os cuento esto. Pero tened por seguro que es algo muy real, que de
veras me sucede y que, además, me siento afortunado de recibirlo; soy un tío con
suerte; una especie de elegido.
–Está bien, cuéntanos entonces la última visita, ¿qué te dijo esta vez tu amigo
misterioso?
–¿Qué me dijo?, muchas cosas. Esta vez su tono parecía más trascendental, y muy
cercano, como el de un auténtico profeta; ya no era sólo una voz, pude verlo por
vez primera, aprecié sobretodo el brillo de sus ojos, de un negro radiante, como
el firmamento.
‘Presta atención –me dijo–, el mensaje de hoy es muy importante, se avecina el
gran momento y tienes la misión de informar de ello primero a tus allegados y
después a toda la gente que puedas. Escucha: Es imposible que continúe por más
tiempo la manipulación y los controles que sobre la humanidad se han llevado a
cabo durante milenios. Ahora tenéis luz verde para hacer lo que se debe por la
armonía en la Tierra y en la humanidad. Porque la Tierra es un ser vivo con el
que os relacionáis. Esto acabará con el sueño oscuro que ha paralizado a la
gente a través de la pérdida de la sinceridad, de la irrupción de la soberbia y
el miedo, y otras anomalías en vuestra presencia esencial de seres tri-cerebrales.
Muchos humanos duermen todavía en esta ilusión, hipnotizados, y es por ellos por
lo que aparecemos de este modo espectacular… –y prosiguió ubicando en mi humilde
persona a toda la humanidad–… Limpien los armarios de su mente, iluminen su
cuerpo, sus emociones, y su alma, porque ya es hora de dar cabida a lo que
siempre estuvo en potencia, que no es sino lo Real ¡Estén listos para ayudar
donde haga falta y a quienes lo necesiten! ¡Esto es una llamada a la acción!
Sean claros y sinceros en cada aspecto de vuestro Ser para servir de ejemplo a
los que viven a vuestro alrededor, los cuales no han tenido aún esta eclosión de
conciencia y la sintonía con la inteligencia universal y con vuestros hermanos y
hermanas de las estrellas’.
–Luego enfatizó aún más sus palabras como si hablara a una multitud:
“No vuelvan a atraparse ni entramparse de nuevo en los juegos tridimensionales
donde quiera que estén. La tercera dimensión se va a evaporar, por decirlo de
algún modo. Imaginen una especie de escudo sutil e invisible bajo cuya sombra
han vivido ustedes como aislados en el planeta Tierra. Debido a la radiación
cósmica substancial, y su efecto rebote de muy baja resonancia, que en el
momento presente comienza a prosperar desde el centro de la galaxia, y que
negocia con vuestras moléculas de vida y consciencia, se va a abrir ese escudo
denso, por lo cual esta energía divina irisará vuestro cuerpo físico y vuestro
psiquismo transformándoos en quienes realmente sois. Los sentimientos que
tendrán ustedes durante este proceso serán muy elevados y edificantes para
vuestro conocimiento, y van a cambiar paulatinamente vuestra vida diaria.”
–¡Un momento! Eso de que no volvamos a entramparnos tiene su gracia; ¿quiere
decir tu colega de las estrellas que dejemos de firmar hipotecas, que no nos
endeudemos más para no crear de ese modo más dinero y beneficios para los
banqueros y otros oligarcas usureros del mundo moderno?… Pero si ya las tenemos
encima, si el más humilde peatón de este planeta lleva ya su hipoteca a cuestas…
¿Podría ser que cuando ese día de luz venga, se van a evaporar nuestras cargas
junto con el mundo tridimensional?, ¿o éstas al haber surgido como un valor
abstracto de la mente de los banqueros, van a seguir existiendo, con su loza de
dígitos, en ese nuevo mundo que se avecina?
–¡Calla, calla! Tú siempre con tus guasas. Esos temas materialistas se acabarán.
Él me dijo que por el momento nuestra presencia general está muy estresada,
debido a nuestro psiquismo disociado y a la alta vibración de la energía
cósmica. Ellos saben que el camino de vuelta ha sido largo y difícil para
nosotros, pero, que cuando regresemos, seremos recompensados ampliamente. Esta
suerte de reconexión merecerá bien la pena de tan ardua y prolongada
experiencia, ya que no hay palabras que puedan expresar la unidad con la fuente,
pues se sitúa más allá de los conceptos y las palabras. Nos toca concebir una
realidad eminentemente humana, relegar el falso consciente implantado en el
transcurso de la educación y potenciar lo que ellos llaman verdadero consciente
eseral y nosotros llamamos subconsciente, que permanece aislado desde que somos
pequeños, –Yo le llamo nuestro niño eliminado– y que en una existencia
responsable engendra las propiedades que le son inherentes: es decir: los
verdaderos impulsos esenciales sagrados, llamados fe, amor, esperanza, y
consciencia moral objetiva.
–Yo sí siento esa luz, Alberto. Además creo firmemente en esos seres de las
estrellas, pues el universo tiene más dimensiones de las que percibimos y todas
ellas están aquí, dispuestas para que nuestra fe las penetre como si fuera el
mismo reino de los cielos…
–Tú siempre tan cándida, Luisa… La creencia es la madre de toda ciencia, al
menos eso se desprende de la física cuántica. Pero oíd como continua este
mensaje descendido del que fui protagonista. Dijo:
“Estén alegres por todo lo que cambia, porque la vida es cambio. Los días y las
noches se fundirán para ser una sola luz brillante sobre la Tierra. No habrá
lugar para la oscuridad en vuestra conciencia, ni en las células de vuestro
cuerpo. Los días de gloria están dentro de ustedes, y son incompatibles con
vuestra vieja y falsa vida. Saluden con alegría y confianza el amanecer de cada
mañana. Y verán con los límites de vista aquello que existe y es, todas las
dimensiones que la gran naturaleza insinúa, el falso consciente oculta y la
intuición ve…
–Tanta luz me maravilla, Alberto, pero Yo creo que cuando una situación interior
se reprime, relegándola a la oscuridad, aparece exteriormente como un destino.
¿No serán esos mensajes de luz y gloria una creación de tus traumas reprimidos?
No será mejor que salgas de aquí y de tus paranoias, y veas en la vida real, en
tu responsabilidad, el modo de llevarlas a la luz?
–Tú Enrique, siempre has de decir la última palabra, tu acostumbrada frase
lapidaria… Bueno, me siento cansado. Gracias a Todos por venir, mañana podremos
reemprender la charla. Hoy el sol tiene un tinte especial.
En el pequeño canapé yace Alberto solo
como todas las tardes. Sus amigos invisibles han participado en sus discursos,
en sus silencios. El celador de la residencia conoce bien su cháchara diaria en
solitario, una tertulia en multitud consigo mismo, que esta tarde algo más
dilatada de enero, por la energía y ternura de su murmullo, lo ha conmovido
especialmente.
El funcionario sale al patio a echar un pitillo, mira el cielo amoratado por la
incipiente noche, y en ese instante, una extraña luz rasga el firmamento de un
lado a otro a gran velocidad. Ha seguido con la cabeza el sentido y dirección
del destello y en ese ángulo observa a Alberto asomado en la ventana, sonriendo,
saludando hacia el cielo con la mano, dibujando en su rostro un vivo gesto
mesiánico.
Franjamares,
enero 2011,
Tertulia Entrelíneas,
Nerja, Málaga.
SÁBANAS BLANCAS
Cuando niños,
los mejores cuentos siempre quedaban en el aire, las películas más interesantes
y misteriosas eran las de la productora “las sábanas blancas”. Era la hora de ir
a la cama y aunque nos habían contado todos los cuentos y sabíamos todos los
cuentos siempre, alarde de curiosidad infantil y ganas insaturables de juego,
que entonces era pulsión de conocimiento, queríamos ver y escuchar más cuentos y
más películas.
En la sala de proyecciones del dormitorio, los sueños campaban a sus anchas.
Volando por la planicie blanca y cálida, con olor a colada recogida a media
tarde, aprendimos que la vida sin sueños no era posible. Y que la noche sumía la
mente y el alma de los niños en aventuras profundas y maravillosas. A veces eran
terribles, la angustia se hacía sudor enjugado por las sabanas blancas y el
desvelo surgía a media noche con la amarga sensación de haber escapado de una
realidad tremenda, afortunadamente desbaratada por el sueño de la vigilia.
Más tarde las sabanas blancas de nuestra vida se fueron manchando de néctares
diversos, como los de la fiebre que te hacía alucinar en las dunas de la cama; o
como las huellas de inocencia con cuerpo de fuego que ardía en la penumbra
deshojando pétalos blanquecinos como gotas de cera. Flores rojas como las
entrañas de la vida que suponían el encontronazo con la verdad de las muchachas.
Por esto las madres siempre son el último testigo de los secretos más íntimos.
Las sábanas se arrastran bajo los cobertores sacudidas por manos amorosas y sus
secretos ya descubiertos van cayendo sin remedio en el alveolo de la safa.
Volverán limpias para abrazar con su ternura nuevos sueños dormidos y
despiertos.
Pero de todas las sábanas, las sábanas que dan cobijo y calor al amor realizado
son las más impresionantes. No son sábanas son vestidos que cubren cuerpos,
telas que insinúan lo deseable y se enredan, y juegan a ser serpiente, o paloma,
hasta que acaban caídas como telones del gran teatro del amor.
Las últimas sábanas de la vida pueden envolver la cáscara de barro, sudario de
una vida consumida que no consumada, de una resignación sin más preguntas que
las cedidas al abandono y con el gesto del enigma de una digna conciencia de sí.
FRANJAMARES, enero 2011, Tertulia
Entrelineas, Nerja (Málaga), Nerja Málaga
Por fin le han concedido a Luisa la tan esperada semana de vacaciones. Un año y tres meses trabajando de manera ininterrumpida, en jornadas de mañana y tarde, y hasta bien tarde que no hay día que no le den en la tienda hasta más de las ocho. Sólo descansa los domingos, que se le hacen fugaces, y los sábados por la tarde, los cuales suele dedicar a la limpieza más a fondo de su casa. Una casa enorme, herencia familiar, con dos plantas y una soleada terraza, también tiene un bonito patio, y el zaguán y a parte del salón, la cocina y el baño, posee seis dormitorios. Todos ocupados. Sus ocho hijos, cinco niñas y tres varones y la Tía Eustaquia, que se vino a vivir a la casa al morir su madre, y perder el alquiler antiguo que disfrutaban en el centro. Eramos pocos y parió la abuela comentaron sus hijas. Pero lo cierto es que Eustaquia da poco ruido y ayuda bastante a Luisa sobre todo en la limpieza diaria y en la compra. Además anima las veladas con sus teorías espiritistas.
Ahora Ellos, Luisa y su marido, van a disfrutar de una semanita de regalo. Por fin deja bien lejos el almacén, las telas, las tijeras y la cinta de medir… Han mirado un hotel en la costa de Almería, en un pueblo cerca de Cabo de Gata. Cinco días para que Julio y ella se pierdan por un tiempo como cuando novios. Él también se lo merece, aunque lleva parado desde que empezó la crisis, no ha dejado de hacer sus chapuzas en la calle, sus arreglillos en la casa y sus mancajazos en el huertecillo del patio.
Eustaquia les dijo anoche que notaba que en la casa había energías densas, sobre todo en el patio, adonde no se acerca desde entonces. Dijo de buscar un gato negro, y Luisa puso gesto de pensar: como si fuéramos pocos; esos animales limpian las sombras indeseables, las malas energías en ambientes domésticos. La tía está muy versada en estas cosas, por eso a tales fuerzas jamás les da el nombre de espíritus. No hay nada más alejado del espíritu, que es la parte más sutil del alma humana, que estos densos rastros de energías psíquicas dejadas por seres poco espirituales que no supieron vivir ni morir. Todo esto da un poco de miedo pero ella afirma que no hay que tenerlo en absoluto, que el corazón humano es lo más íntegro y fuerte del cosmos y que nada ni nadie puede apagarlo ni lastrarlo si se haya pletórico de amor y presente en la realidad de su existencia.
–El espíritu, sobrina –le dice a Luisa mientras toman el te en la cocina–, es siempre la parte superior del ser; pero lo que los espiritistas han dogmatizado, con sus libros, modas y películas (ellos sabrán qué perversos intereses persiguen), es justo lo contrario… así que tratan de confundir al espíritu humano con la fuerza residual del psiquismo de un ser, pretendiendo además que la personalidad del muerto quede impresa en la aparición del supuesto espíritu, trayendo del otro lado sus querellas personales o asuntos pendientes en su extinta vida. Hay que ser idiotas o malvados para creerse eso: el ego, la personalidad, no es nada, es menos que eso, es un refugio mental hecho de prejuicios y de miedos que cuando por fin estiramos la pata desaparece para siempre. El espíritu humano sí es trascendente, pero esa luz, no tiene nombre ni forma.
Después de aquel discurso, Luisa se va más tranquila de viaje con su marido. Si eso son sólo rastros psíquicos y no fantasmas descarnados con vilezas humanas, con pedirle un gato a La Petra, que los tiene a docenas y muchos de ellos negros, está todo solucionado, cuando vuelva irá a por el minino.
En Cabo de gata, las aguas trasparentes del Mediterráneo, le hacen olvidar los otros gatos y solo el azul felino de los ojos algo ajados de su Julio, le dan en aquel paraje soleado un sentido real del tiempo y del amor.
Pero a la vuelta descubre algo bello y misterioso a la vez. La Tía Eustaquia acababa de terminar en el ángulo del patio donde decía estar la mala energía, un singular circulo, hecho de azulejo y lozas de mármol blanco.
–Entre los sabios sufies –dice Eustaquia delante de otros dos profundos círculos, que eran ahora los ojos a Luisa–, se representaba a Dios con un círculo. Los cuadrados insertos son las cuatro funciones de la consciencia: pensar, sentir, intuir y percibir. Y los cuatro elementos, las cuatro estaciones, las cuatro edades de la vida, pero sobre todo, los cuatro puntos cardinales suministrando orden y fijeza al mundo. En un Circulo Mágico como este, sobrina, la persona que se coloca dentro de él se une en la vertical con su espiritualidad y en la horizontalidad, pues hay que poner los brazos extendidos, en oposición a la vertical del cuerpo, encuentra la serenidad, la quietud, la paz… Y eso a nosotras nos viene pero que muy bien.
Julio se ha quitado de en medio, el esoterismo le aburre; ya trabaja en su huerto, algo descuidado tras los días de viaje, limpia las cuatro hojas secas de los tomates y agarra el mancaje para labrar la tierra y distraerse un poco.
–El circulo representa también el tiempo –dice ahora Eustaquia–, sin principio ni fin, como un continuo paso de instantes, igualitos unos a otros. Por eso es en esencia un viaje para conocerse a una misma, conocer el mundo y conocer la realidad, la fuente, Dios. Es un viaje en donde el ego se deshace de las costuras y paños que cubren el corazón y el espíritu, para alcanzar la plenitud, sintiendo lo absoluto que se manifiesta en la vida diaria. Consiente al buscador saborear el momento. En este lugar seremos hijas del instante, nuestro esfuerzo, Luisa, será alcanzar la espiritualidad en lo cotidiano.
–Pero, ¿y esas energías malas que sentías precisamente en este lugar? ¿Qué hago ahora con el gatito? –las niñas pequeñas de Luisa han sacado de la jaula al minino y ya juegan con él. Es un bello ejemplar negro de apenas dos meses, con enormes ojos verdes, a quien le han preparado un platito con pan mojado en leche.
–Mira sobrina, esas densidades ya no están en esta casa, el círculo es como un sumidero. Los límites entre magia negra y blanca en el circulo son muy delicados y estrechos; en realidad no existen estas dos magias. La energía es siempre una y solamente la intención o el sentido marcan la diferencia entre blanco y negro, bien y mal, luz y oscuridad, eso nada tiene que ver con Dios. Si el propósito es lograr algo que sea beneficioso, los giros son en la dirección de las manecillas del reloj, si por el contrario es destructivo, eliminación de algún impedimento, lo giros son en dirección contraria, siempre dando como mínimo nueve vueltas sobre el propio eje individual. He borrado con mis vueltas ese rastro y ahora el círculo es para construir la felicidad de la casa.
El minino, que aún no tiene nombre, se ha escapado entretanto y ahora ocupa el centro del círculo, una agüilla transparente y amarilla sale de entre sus patas azabache.
Franjamares, diciembre de 2010, Tertulia Entrelineas, Nerja, Málaga.
El otoño reposa en el bruñido de las hojas amarillas y ocres, en los frutos sazonados. Hace frío y la música de los poetas españoles es canción vespertina preñada de melancolía. La luz tamizada del atardecer baña el salón de una casa apartada, en la colina dedicada a algún santo, junto a los almendros pelados, a la sombra del gran algarrobo. Las risas salen por la ventana mezcladas con las cosas importantes. El futuro parece motor de la historia, presente activo en estos momentos de ilusión y fuerza. La juventud canta a sus poetas muertos en un acto de mística ideología y los vivos claman por las esquinas y parques frases de panfleto entre carreras ensangrentadas y la fragancia de los últimos jazmines. Son tiempos de gritar, de construir… se entiende que de emprender una vida mejor, donde la luz de los hombres se sume en el bullir de la calle abierta, y sea camino de justicia, de respeto y de libertad. Constantemente se dicen y hacen cosas para demostrar, con un fondo de trascendencia, que la guerra contra el totalitarismo es lucha continua, demanda de hoy, que nunca se puede dar por perdida.
–Jugamos a las adivinanzas –dice Julia para animar la velada–, a ver, a ver: si lo ves, es invierno; si lo guardas, pereces; cada día lo tomas más de mil veces…
–Esa es muy fácil –replica Damián–, si sales afuera verás que es el aliento…
–Bien chicos –tercia Diana, pues las mujeres parecen las más prolíficas–, escuchad esta otra: vuela que vuela, allá va, allá viene, hace y construye, manos no tiene.
Nadie contesta. De golpe se oye un rugido:
–¡El avión!
–Anda Pedro, cállate, ¡cómo va a ser el avión! Es algo mucho más grande y de mejor tecnología: es la imaginación…
–Pues acierta esta si puedes –responde Pedro–: es una red sin medida, cuyos nudos no se ven y duran toda la vida. De esa red de pescar, unos quieren salir y otros quieren entrar.
–Esas son las oposiciones a Juzgados –irrumpe una voz grave.
–Déjate de coñas, Fidel, es lo que quieren todas las mujeres aunque se declaren feministas: el matrimonio.
–Vete al cuerno –grita Esperanza soltando el humo de su cigarrillo–, esa copla ya me la sé y está pasada de moda, el futuro va a ser de la mujeres, ya lo veréis.
–No sé, no sé… –aduce Rafa, que hasta el momento había permanecido ausente del juego, recolocándose sus gafillas a lo Lennon–… ojalá no hagan que os creáis vuestra propia liberación, la sexual, la de la moda y la imagen, la del mercado del trabajo en cadena, la de la maternidad frustrada… todo este cuento a riesgo de perder vuestra razón y esencia naturales. ¡Ja, liberadas por el Patriarcado!
–¡Retrógrado, misógino¡ –grita de nuevo Esperanza.
–Sí, misógino… al enjuagar lo veremos, como dice mi abuela.
–Escuchad esta –propone Adela–, quién la acierte dos besos: Es, cuando no es, y no es, cuando es. ¿Qué es?
Nadie dice nada. En el silencio, ruge con más fuerza el chisporroteo del fuego flameante y rojo de la chimenea.
Yo lo sé –irrumpe Fidel–; la regla de una novia que yo tuve, que nunca me dejaba luz verde.
–Es la mentira, idiota –sentencia Adela.
–Pues eso, que se quedaba conmigo…
–Oídme –dice ahora Pedro–: soy la roca más constante, de todo mal medicina, no hay trabajo que me espante, ni dureza que quebrante mi firmeza, diamantina.
Se oyen brillar algunas risas. Pero nadie se atreve a dar la respuesta.
–Creo gente, que esa hay que trabajarla en este preciso momento, ahora que las cosas parece que cambian no conviene fastidiarla –esta última frase es de Julia, que la remata subrayando una palabra–: Paciencia… pero al mismo tiempo perseverancia, eso es justo lo que le conviene a este país ahora.
–Libertad sin ira… eso está bien, Julia, –dice Fidel–, pero no te parece demasiada paciencia cuarenta años de dictadura…
–Vence al tigre y al león –tercia Pedro subiéndose a la silla como a un improvisado estrado–, vence al toro embravecido, vence a señores y reyes, y a todos deja vencidos.
–Los curas, la Iglesia –prorrumpe Rafa–, y sus acólitos del sanedrín y las finanzas…
–Incluso a esos les vence el sueño, no crees –dice Espreranza.
–No, chica, esa gente no duerme y además a nosotros nos quiere mantener dormidos: ese es el sueño americano, el sueño de la modernidad capitalista, pues para creérselo hay que estar dormido.
–Tienes el complot inserto en la mente –matiza Esperanza– de esa manera nunca avanzaremos… El cambio ha de ser íntimo y personal, en el corazón de cada uno, pero haciéndolo experiencia, andando el camino, como dice Machado.
–¡Silencio todos! –clama Damián–: una cosa muy potente, que sin piernas y sin alas, crece, vuela y atraviesa ríos, mares y montañas.
Esta última adivinanza unos creen que la saben, pero todos la intuyen. Es la voz, la voz humana, el verbo incesante que tiene la fuerza primaria del Logos. Pero ninguno de los jóvenes, ni macho ni hembra, rompe el hechizo dejado por el último acertijo, queda como adivinanza indescifrable, se concentran alrededor del rectángulo de la mesa, cogen cada uno su copa y la sostienen preparada. La botella del mejor vino ya está en manos de Pedro, el anfitrión. Ahora reparan todos en que la radio estaba encendida. Por fin el aparato deja oír una voz lastimera y quebrada; ya es un hecho lo que todos esperaban; un prolongado tiempo de paréntesis ha terminado, y la voz de la radio hace saltar el corcho para que el vino rojo, como la arcilla de las tierras de España, riegue el nuevo tiempo que se abre. Unos están serios o descreídos, otros bromean… Ninguno quiere pensar, bajo concepto alguno, que todo cambie para que no cambie nada.
Franjamares, noviembre 2010, Tertulia Entrelineas, Nerja (Málaga)
AMORES QUE MATAN (relato)
Ha llegado el momento. Haz el favor de contarlo todo, de escribirlo; muéstrate ante ti misma sin engaño, con la astucia única de la franqueza.
¡Así me gusta! Llevas años lamentándote de muchas cosas, y tal vez hiciste bien poco por cambiar tu suerte. Las mismas quejas siempre. Que nunca tuviste un amor sincero, que no puedes contar con un hombre que te quiera de verdad y no a ese reflejo de su egoísmo que ve en ti; que no sientes el temblor de palabras tiernas, ni suspiros al oído, ni caricias sin límite… Demasiado tiempo mirando la punta de flecha de tu fatídico destino, tratando de olvidar tantas cosas inolvidables, arrostrando los miedos enquistados en los rincones del alma. Y esa postura no es sino una huída hacia adelante. ¿Puedes dejar de parecer una mujer herida, una novia ahogada en lágrimas, o incluso una vengadora sin alma y sin conciencia…?
¿No quieres contarme por qué lo hiciste anoche? Te lo diré yo. Una mujer como tú, como yo, puede amar a un hombre feo, inválido, idiota, incluso a un hombre rencoroso, pero lo que no aguantará jamás es un cariño forzado. Mucho menos un chantaje bien cebado de amenazas de muerte. Usted señora lo ha hecho, y no podemos ahora lamentarlo. Con este crimen has manchado tu alma de sangre, pero has librado el cuello de la espada dispuesta de ese Damocles, ese que ahora yace inerte en la sala contigua y dentro de unas horas llenará en el metro cuadrado de un nicho. Ha sido un asunto de vida o muerte, tú te adelantaste a él y elegiste ambas opciones. Pero lo que más me asusta de ti es la forma en que lo has hecho. Ese rasgo tan nuestro no lo conocía.
Pasando las páginas del Corriere dela Sera, Humberto Eco ideó el modus operandi para su novelaEl nombre de la rosa, tú has ideado el envenenamiento de nuestro marido tras pasar la última página de la última paliza. Los niveles mortales de arsénico mineral, más conocido como matarratas, serán detectados en la autopsia y no hay otra escapatoria que afrontar los hechos. Pierdes la libertad para ser libre, zafia paradoja.
Me dirás que prefieres pasear al sol por el patio de alguna prisión provincial, evitando la sombra de la conciencia, que la cárcel en vida junto a ese tío intimidador que no sirvió ni para darte descendencia. Sí, el idiota creyó hasta el último minuto, justo antes de expirar entre retortijones, que él era el padre de su hijo. Pero tú le escupiste a la cara la verdad: ¡el niño no tiene tu sangre! ¡No es tuyo! No era necesario ver que agonizaba intoxicado y además con un dolor de cuernos.
Pero fuiste sincera. Días después de una bronca que acabó con sus manos alrededor de tu cuello, cuando los verdugones aún pintaban un collar en tu piel, te lanzaste a una embarazosa aventura. No era amor, aunque había cariño en la mirada de aquel muchacho; deseo sí existía en su justa desmedida; algo de despecho también; y un imán invisible de follar para engendrar a espaldas de ese monstruo, quizá lo que más.
No te lamentes, pues ese monstruo era para ti algo más que un monstruo. Era el suyo. Tú permitiste que lo fuera desde el principio, la cara amable del primer año derretía su cera, entonces el lobo no era sino un cordero con ojos de niño malo. Luego creíste que su cólera era tu protección y que esa era su forma de amarte. Reconoce tu parte de culpa o sigue lamentándote de los hechos. No hay culpables del todo ni víctimas irreprochables.
El tiempo que has pasado con él siempre fue igual de tedioso: un día indiferente, otro espantoso, el siguiente para borrarlo del cuaderno de la memoria, cuando menos lo esperabas crecía la bronca, sus manos de cobarde estallaban sobre tu cuerpo, hacían diana en tu semblante… y las amenazas de muerte si lo dejabas secaban por último tu llanto… y en la soledad de tu dolor sentías la boca seca y los pinchazos de la venganza. Una absurda tragedia. De los primeros actos surgió el despecho, el idilio fugaz y la vida de un hijo; los demás fueron alimentando uno tras otro este desagravio final precipitado tras la última paliza.
¡Crees que puedes engañarme! Seguro que logras engatusar a los del juzgado, a las funcionarias, a las asistentas sociales y psicólogas de la cárcel, o a las hijas de Lilit encaramadas en el feminismo combativo. A mí no me engañas. ¿Quieres hacerme creer que la única salida era matarlo? ¿Seguro que no había otras?
Preferimos no contestar a esa pregunta. Mejor así. Al menos no lo hicimos contra el padre de nuestro hijo; pequeño y estúpido resarcimiento, que no justifica gran cosa, aunque ablande algo la caída. Las mujeres tenemos una visión general y holística del mundo, menos lineal y temporal que los hombres, acaso eso también nos ayude a superarlo.
Usted es ahora una mujer libre, una mujer presa, pero también una mujer viuda, y alguien así, en lo más profundo del alma, siente que tiene que rehacer su vida dando lo mejor que toda mujer tiene. El amor desprendido a quien lo merezca. Tu hijo es por supuesto lo primero. Después acaso busques un lugar cálido lejos de aquí. Sientas el pulso acelerado en la meseta de la madurez trabajando con paciencia y ganas. Y aunque gato escaldado del agua fría huye, dejes al cabo el ánimo tan suelto como tu pelo, el pecho entreabierto, asomando la canal que deslinda la altura de tu corazón, por si acaso una mirada de ojos sinceros, pase a formar parte de tu vida; alguien ajeno de tus secretos; alguien a quien merezca la pena contárselos, y que también te cuide a ti.
LA LÁMPARA MARAVILLOSA
El sol de la mañana muestra un peculiar cosmos de estrellas diminutas de polvo. Motas encendidas que vuelan erráticas a contra luz o a favor de ella, manejadas por el aire manso y cálido de la habitación, como en un firmamento celeste y cotidiano. Pronto se unirán en imperceptibles montañas de polvo sobre muebles y objetos, se introducirán sin prisa pero sin pausa por rendijas y rejillas acabando adheridas sobre la superficie de circuitos y componentes electrónicos, ya sea en la tele, en el equipo hifi, o de manera predilecta, como si les gustase especialmente tal destino, cautivadas por la corriente de sus ventiladores, en la placa base o el disco duro del ordenador personal.
En un último intento de funcionar, obstruido y rayado por una capa de polvo de meses sobre su piel de acero taiwanés, con todo un micromundo de ácaros habitando sus recovecos, el disco duro gime en postrero estertor, al tiempo que el zumbador del PC emite un pitido continuo, desagradable, y el dueño del aparato, de nombre Ignacio, suelta al unísono un lamentoso ¡Mierda! Pero esta mierda no es sino polvo, el mismo que ha provocado la caída a un pozo irrecuperable toda la información almacenada en el seno del disco. Es decir, que si el muchacho del taller de informática no hace el milagro de rescatarla –la última vez no pudo hacer nada y lo perdió todo–, lo esencial de su trabajo, las correcciones finales de su última novela, de título: la lámpara maravillosa, la cual ya tenía que haber entregado a su editor, serán presa del bicho del polvo, dato inerte de un viejo disco duro escacharrado.
Ignacio arranca cables y clavijas y, con el ordenador bajo el ala, vuela desesperado hacia el taller. Primer escollo salvado, el técnico está. Segundo escollo, más fácil aún: cuando le vea la cara de desesperación, es seguro que hace un hueco en cuanto esté haciendo para ocuparse de su moribundo.
Ya le dije que cambiara de equipo, un portátil por ejemplo… Y que hiciera copias de seguridad todos los días, en un simple pen como este, no cuesta nada… Ya lo sé, ya lo sé, repite Ignacio en voz baja para no despertar el mal fario, ¿Tendrá apaño? Este tipo de discos…, le contestó oscilando ojos y cabeza, Veremos a ver… En una hora se lo digo…
El tiempo transcurre ahora en contra de sus esperanzas. El trabajo de un mes pendiente de un cúmulo de bits atrapados bajo el polvo. Aunque si se piensa de otra manera, el polvo siempre estuvo dentro del PC y nunca había provocado mayores problemas. Su última y esperada novela otra vez atrancada, sin salida… Pero tal vez sea él mismo quien por algún motivo la retiene, acaso su falta de convencimiento sobre el resultado final le pone estas trabas, eso que acaba por concretarse en el mundo material con inesperados contingentes, averías de última hora, pejigueras que no dejan salir a la luz editorial su libro; el cual siente en su fuero interno como un espejismo propio, cargado de palabras e ideas pero que no sabe representar la esencia de su vida o la de los personajes que alberga, reflejos también de su existencia, sobre el blanco del papel o la pantalla..
Ahora cree que le sobran palabras. Que aquello cuanto allí cuenta, se podría decir en apenas un folio, incluso en un conciso párrafo y si afinamos con el título nada más. Miles de palabras para desmigajar una historia huérfana y pretenciosa, que no profundiza en las intuiciones que de un tiempo acá siente larvadas en su corazón. La intranscendencia ha relegado su novela al cajón antes siquiera de darla a conocer. Ese es el problema y no otro. Seguro que el hardware de su ordenador, a pesar de la montaña de ácaros, hubiera funcionado bien con algo distinto que contar. Un pensamiento bulle ahora en la mente de Ignacio. Una historia para la que no necesita máquinas para escribir sino su cabeza encerada y a la postre una simple libreta y un lápiz usado.
La sospecha que recorre su conciencia es que las palabras son humildes como el eco de los afanes cotidianos, pero que si el hombre inspirado logra romper la cárcel de los sentidos, un nuevo significado de sus palabras puede ser infundido a la materia –a las verdades demostradas–, una suerte de programación, que la haga memoria viva y pueda precipitarse en el alma sensible de quien las oye, de quien las lea. La energía sutil del alma y la gruesa y sensitiva materia guardan un afecto entre sí, si estuvieron una vez en relación, siguen influyéndose mutuamente de lejos después de cortado el contacto físico. Los científicos lo definirían como un principio de negociación cuántica, que une de forma sutil a todas las partículas que forman el universo.
La pregunta es: ¿Puede el escritor despertar con un nuevo y sibilino significado de sus palabras, las larvas dormidas de la conciencia del lector, viendo luces en el fondo oscuro de su interior, una lámpara maravillosa, tomando alas o activando una memoria prístina, aquello que siempre estuvo en nosotros, la puerta a una dimensión mágica donde nos ignoremos menos?
El secreto de las conciencias sólo puede revelarse en el milagro musical de las palabras. Como dice también Valle Inclám: El poeta debe buscar en sí la impresión de ser mudo, de no poder decir lo que guarda en su arcano, y luchar por decirlo, y no satisfacerse nunca. Ignacio añadiría –a pesar del nimbo de polvo cosechado en la mente propia o de una máquina –: habiéndonos decidido, manos a la obra, a hacer la limpieza, frotar y limpiar el polvo acumulado sobre nuestra arcana e intuitiva lámpara maravillosa.
Franjamares, noviembre de 2010, Tertulia Entrelineas, Nerja (Málaga)
SENTIR… HACER…
PENSAR…
Separas los párpados y la luz primera, imprecisa
te muestra un reflejo de tu vida en cada rincón,
lavas con agua los sueños y la cárcel de barro
y pruebas observarte con todos los sentidos,
notas el silencio de la mañana con el tacto,
el frío madrugador con el oído interno,
ves la luz del alba con todos los poros de la piel.
Has dicho los gestos de una oración prístina
y saboreas las mieles del desayuno
con la punta de la nariz.
Sales sin más a la calle, abrigado por el día,
y el impulso extraño que te hizo mudar los sentidos
te hace ahora sentiste más allá de ellos,
es el corazón que te duele de vida y de amor
que rasga la lona y la procesión
de pensamientos hace un alto.
¡Eres la belleza y eres la luz y la forma!
En cada arruga del tiempo,
en el dilatado instante de plenitud
que a esta revelación acompaña,
comprendes que acción y pensamiento
deben ir de la mano, que el sentir es intento
y éste siempre precede a la teoría,
que esta suma armónica es camino trascendente,
si se hace al andar…
Sentir, hacer, pensar, y soñar que despiertas
en un crepúsculo nuevo,
un mundo sin palabras, ni conceptos ni formas,
un seno donde se es para siempre,
donde nunca mueren los delfines viejos.
Un mundo tan sencillo y glorioso como el sol
Cuya luz muere siendo sencilla,
habiendo trocado sus trenzas de oro en bermellón.
Franjamares, noviembre 2010, Tertulia Entrelineas, Nerja (Málaga)
Es lo más difícil de
llevar a la práctica. En la experiencia cotidiana no hay margen para aplicar
tales sutilezas filosóficas. ¿Qué significa eso de la aceptación, de la
postración, de la sumisión, de la rendición incondicional al fluir la vida, a lo
que es, a Dios? En la brega diaria uno siempre va con la caja de etiquetas
mentales preparada, las hemos sacado del cajón del inconsciente para estamparle
a cada percepción de los sentidos o a cada suceso cotidiano, un sellito de algo
parecido ocurrido en el pasado o que temes que te ocurra en cualquier momento.
Buscamos una relación reactiva de gusto o de disgusto, de ponernos en guardia
con los prejuicios y hallar en demasiadas ocasiones un conflicto con alguien o
con algo. Esta actitud defensiva parece darnos seguridad para arrostrar el duro
camino diario, y decimos que duro, pues en la práctica lo llenamos de
resistencias: el sistema socioeconómico con el que convivimos, no es sino un
reflejo de ello: el darwinismo social y otras injusticias mentales y mundanales,
son parte de nuestra propia intransigencia. Tu identidad en la forma y no en la
esencia, a la que llamamos el ego, no puede ni quiere sobrevivir en la
rendición. Él siempre buscará la resistencia, la tensión, el estrés, porque cree
que está solo, porque tiene miedo y una acuciante manía de no disfrutar del
momento y proyectar sus cosas hacia el futuro: una conquista precaria del placer
que no encuentra la paz.
Pero he aprendido que la aceptación, la sumisión mental a lo que es, te lleva a un nivel más profundo de conocimiento, un espacio central donde tu estado de ánimo y tu sentido íntimo del yo, no dependen más de que la mente los juzgue como buenos o malos. Es entonces cuando logras sentir en tus tuétanos un espacio profundamente pacifico. Una paz de fondo que te acompaña inmutable en cualesquiera que sean las condiciones externas de tu existencia, las posibles vicisitudes, los rotos y descosidos de la vida, y también en los efímeros instantes de alegría. Son olas en la superficie de tu ser, que toma conciencia de que vive en la fuente de la que todo forma parte. Las más grandes tradiciones filosóficas y místicas le llaman el Uno, la Unidad, Dios…
QUIÉN TIENE UN LÁPIZ
Hay cosos que creemos importantes en la vida y no lo son tanto. Solemos buscar la felicidad para devorarla a dos carrillos, pero demasiadas veces no hallamos sino un goce momentáneo y el agujero resultante de la frustración. Sabemos que el placer adopta distintas formas, siendo en el fondo una sola: la reparación de nuestra insoportable soledad. La soledad de nuestra mente aislada. Lo perseguimos por ello en el tesoro de otras personas (muchas veces como auténticos vampiros), en meros bienes de consumo o metiendo aventuradamente las dos patas en alguna fronda de hedonismo y violencia…
Al final siempre es la misma deuda: el sustituto de la endorfina primera, de la primera teta; un sustrato del amor de mamá no comprendido ni superado; ese regusto en el paladar de la mente que con ahínco buscamos en soledad y cuya música siempre es tocada para el recuerdo. Tentado por esta nostalgia, conjurándola para eliminar lo absurdo de una vida aparentemente llena pero vana, en la cadencia del presente, como un observador consciente, es quizá cuando sientes que puedes vivir de veras; es decir: que puedes aceptar y aceptarte desde la conciencia; que formas parte de una misma familia humana; que aprendes del mundo que te rodea para conocerte a ti mismo; que notas que una extraña sincronicidad te inspira, que ves y admiras la belleza de las cosas… Y, sobre todo, que puedes y tienes el deber de amar y de sentirte amado.
Un amigo de noventa años me dijo una vez que el amor –y no únicamente el tiempo que dura un idilio, o el más dilatado de apego junto a otra persona, sino el amor abierto a todas las cosas, a la propia vida, a nosotros mismos–, hay que darlo sin prendas y saber recibirlo; sólo así hará a los hombres jóvenes, ya que la “vejez”, además de un periodo de declive físico, es, por encima de todo, un estado de ánimo.
Sí, las cosas que sentimos que son las realmente importantes en la vida, suelen ser sencillas pero intensas y, además, sólo comportan la dificultad del compromiso; por ello cuesta a veces distinguirlas tamizadas entre el ruido constante de la mente. A veces somos necios y vanidosos (entremos todos, ¡sálvese quien pueda!) en consecuencia, acabamos dejando ignorado a un lado lo verdadero, la vida misma que pasa mientras planeamos mil cosas en nuestra mente, dispuestos a lo que sea para reafirmarnos, inclinados a reptar felices entre los surcos del placer efímero fajado al sufrimiento y la mediocridad. Nos sentimos vulnerables. Creemos en la escasez y tenemos miedo de perder nuestras posesiones. Pensamos que casa de muchas puertas es difícil de guardar, sin damos cuenta de que salvo la propia vida, no hay nada más que proteger, sino el amor de los nuestros, la inocencia de nuestra alma y una mente abierta.
Apreciar por un lado la cara más malvada de la condición humana, el cuerpo personal y colectivo del dolor y del miedo; por ejemplo: la crueldad indolente de un grupo de poder manejando su maquina criminal –escenificado en los ojos enajenados de un niño soldado, Kalafnikov en mano, ametrallando a los suyos–. Y por otro lado, impregnarse de lo real y sublime de la existencia: el olor de la hierba pisada en libertad, la luz de una puesta de sol, la sonrisa de una niña… Ver la belleza en este contraste del “bien” y del “mal”, haciendo de ello un acto de amor, un mensaje artístico, un esbozo de trascendencia, una obra para deleite y estímulo de quien la haga suya, es ante todo un reto y, al mismo tiempo, un compromiso. Ese es el dilema trágico del arte, del tiempo, de la vida, y el secreto de su encanto: ¿sumisión consciente o indiferencia?
Recuerdo las palabras del viejo oráculo egipcio de los destinos: las buenas obras de los hombres regularmente se escriben en arena, las malas son gravadas en mármol.
O las del profeta Muhammah: las letras son los signos de la tinta. Realmente no hay letras, sólo marcas de tinta. No digas que la tinta es letra. La tinta estaba cuando las letras no existían. Y no digas que las letras son la tinta. Las letras se van, solo queda la tinta.
Y pregunto: Quién tiene un lápiz para escribir un poema a esta luz de septiembre, penetrante y auspiciadora del ciclo sucesivo y prodigioso de la vida, esta luz que alumbra las formas y colores también por dentro, a la que si miramos desde el silencio, con el corazón purificado, la sentimos más próxima a nosotros que nuestro corazón mismo. Es la luz que te muestra las puertas abiertas de una casa limpia y alicata de huertos y jazmines, un mundo distinto que podemos ver sólo con la voluntad de verlo, donde la paz y la verdad ya nos invitan a vivir. Un lápiz, por favor, con el que escribir y recitar este breve poema, este sueño del que el tiempo borrará primero la ferrita y luego el rastro postrero del surco, pero cuyo eco trascendental seguirá sonando siempre entre un latido y otro del universo.
Franjamares, septiembre de 2010, Tertulia Entrelíneas, Nerja, Málaga
LAS CINCO Y MEDIA
DE LA TARDE (relato taurino)
A las cinco de la tarde el albero parece de oro, sin salpicaduras aún de sangre. El coso se extiende redondo, interrumpido sólo por las aberturas de la puerta grande y los burladeros. El paseíllo levanta aplausos en los tendidos, más presurosos en los de sol, que el calor todavía aprieta y mete en esa parte de la plaza una fogosa sensación de premura. Monosabios y mulilleros, subalternos y banderilleros, caballos y picadores, mozos de espadas y matadores, todos desfilan con pompa y donaire, auspiciando la buena suerte, conjurando la adversa, mientras los toros, ausentes del jolgorio, soltando espuma por el hocico, traspiran bravura encajonados en los chiqueros.
Hoy recibe la alternativa en el tercer toro de la tarde Manuel el Pinta, joven imberbe pero con buena colocación de gónadas. La cogerá de manos del maestro Manuel Torrijos, con más corridas en sus piernas que un ladronzuelo de barrio, que hoy se ha ceñido por última vez la faja en un vientre ya algo adiposo y cuarentón, quien lleva altanera la montera sobre su calva, placita de toros de la coronilla, para en su primer toro lanzarla lejos de todas las manos, al regazo de su joven mujer. Ella está radiante. No tanto como anoche, recuerda el torero con un leve aflojar de piernas. Está enamorado, en esa fase instintiva de puro sentimiento y temeridad. Quizá eso le ayude en la lidia, el toro no olerá el miedo del torero y éste confiará en su faena. Pero algo le inquieta. Ha roto la regla de oro de la profesión: no tener relaciones sexuales la noche antes de la corrida. Y él no solo tuvo relaciones sino que bebió manzanilla más de la cuenta, abusó sin piedad del jabugo y movió el esqueleto hasta las tantas en el club latino, Que nos quiten lo bailao, dijo girando por la cintura a su bella pareja. Luego, sin indulto posible, acabada la música, la raptó para subirla al séptimo lecho del cielo de verano de esta ciudad andaluza, y hundirle allí el estoque bajo las estrellas. Por eso ahora le tiemblan un poco las piernas. Y eso le hace perder confianza.
Al Pinta por su parte le bullen los nervios en la barriga. Con diecinueve años y cientos de novilladas se siente como un muletilla dispuesto a levantar al público en un minuto robado de gloria. De la sombra del maestro, a la que camina, saca algo de frescura y calma; con todo, le sobra voluntad y a pesar o a cuentas de su edad: audacia y presencia. Trata de buscar esa parte auténtica que siente invariablemente en la dehesa, cuando va a ver a los toros en su campo, aprendiendo de ellos, viéndolos fundidos en la naturaleza. Entonces incluso piensa: Lástima que la muerte esté en juego, la del animal soberanamente segura, la del torero mínima, pero por mínima que sea: muerte. Desde la antigüedad el toro ha sido uno de los símbolos de las fuerzas del destino al que está sometido todo hombre. Esta tarde sobre el albero El Pinta confía en el que destino no le depare ninguna cornada.
El otro matador, David García: El Mulilla, es especialista en el salto de rana, herencia que ha cogido y perfeccionado del “autor de sus días”, como suele llamar en privado a su padre, de quien se ha puesto el apodo (éste a su vez lo había cogido del suyo que había sido mulillero de la Maestranza de Sevilla), pero el autor de sus días no lo reconoce como hijo, a pesar de que la genética saca a la vista de todos y sin tapujos el palo y la astilla. David es un torero de nervio vivo pero ejecutoria templada. De los que se arriman al animal ensangrentado para sentir cerca el poderoso cuello, el asta afilada y quitarse el miedo desafiándolo. Esto el público lo nota y lo agradece. En su cuarto, antes de salir por la puerta grande, reza mirando al techo, respira profundamente y le dice a su mozo de espadas: Vísteme despacio que tengo prisa. Lo que usted diga, Napoleón, contesta el subalterno, que ante todo es amigo, y le arranca una sonrisa cómplice mientras se ajustan los machos y las energías.
El primero de la tarde es un toro de casta cabrera, de cuernos enormes, un bicho 587 kilos de puro nervio que sale a la plaza corneando y saltando desde la puerta de toriles, un ejemplar al que El Mulilla va a tener que conducir a muletazos hasta el picador para que le sea rebajada una buena parte del brío. El primer puyazo en el morrillo, detrás de la nuca, es brutal y penetrante, pero el animal levanta su cuello poderoso levantando pica, picador y caballo y luego sacude la cabeza hincando las astas en el peto del percherón que acaba perdiendo el equilibrio y cayendo con picador sobre la arena. Los subalternos apartan con sus capotes al empecinado animal que no ha dejado de embestir sobre el bulto, furioso ya del dolor incisivo de su primera sangría. Como la cabra tira al monte, este toro cabrero no parece el más indicado para hacer una faena de arremucos y saltos de anfibio, así que puesto de nuevo en guardia el picador, se intensifican los puyazos, los capotazos, las banderillas, incluso a duo, que eso mosquea más al astado, y sin detenerse, suerte de muleta, muerte y despacho, sin apenas haber visto siquiera cuatro lances de faena.
El maestro Torrijos le toca un bello prototipo de casta navarra, Nublado de nombre, 536 kilos, de menos trapío pero muy bravo y que le arremete hasta a las moscas que pululaban por su hocico. El bicho ideal para terminar una carrera, piensa en voz alta el torero al verlo ya deslomado tras la suerte de varas. Pocas banderillas, con este cunde la faena. Esta fue su segunda frase y su primer error. El toro navarro, que siempre había conservado las ganas de embestir, aunque parecía acomodaticio, aguantó un par de naturales y un derechazo, pero en el remate de pecho hizo un extraño de cuernos con el que casi engancha al maestro. Éste saca arrojos pero las piernas empiezan solas a bailarle. El miedo ha bajado de su cabeza a los órganos más débiles ahora de su cuerpo. Mientras, el toro navarro parece haber recobrado toda su bravura y el dolor recibido encrespa más su mala leche y sus ganas de cornear al tipo del trapo rojo, pero no por su color, sino porque se mueve perversa como sierpe amenazadora en aquel erial extraño y asolador de la plaza de toros.
El mozo de espadas le entrega el estoque deseándole la suerte como siempre, hoy con más convicción si cabe. Torrijos se recompone, se va despacio para Nublado con el capote estático, al que sólo le da ligeros cortinazos a los que responde el toro con idénticas sacudidas de cuello. Parece que el animal dice que sí al juego de estrategia de Torrijos, sin embargo no consigue cuadrarlo, dejarlo colocado con las patas delanteras juntas como colegialas mellizas. Cuando cree que lo está, se va girando de perfil estoque en ristre, tensando pies y talones, a los que nota poco finos, y en el instante postrero en que ya se lanza, Nublado cruza las patas y Torrijos, volando espada en alto, ya no sabe donde cojones va ha clavarla. Toca hueso. Lo mismo que toca el toro navarro después de atravesarle la entrepierna con su asta derecha. La envestida del toro levanta en la plaza un ¡Oh! generalizado y dramático cortado con el desgarrado chillido de una mujer. Torrijos revolotea enganchado del cuerno como un monigote de setenta kilos movido por el cuello maquinal de Nublado. Los subalternos saltan a la plaza para llevarse por todos los medios al toro, y el torero, inconsciente y desangrándose sobre una camilla, es llevado en volandas a la enfermería.
Las cinco y media de la tarde. El joven Pinta, qué amargo trago, va ha recibir la alternativa de un matador medio matado, víctima de la incontinencia que no del miedo, en las puertas de la muerte.
Franjamares, septiembre, 2010… Tertulia Entrelíneas, Nerja (Málaga)
Manolito abre un ojo de modo mecánico, su despertador biológico a tocado a las cinco en punto. Tal y como lo había pensado justo antes de dormir. La nebulosa del sueño aún flota sobre su mente y se siente pesado, muy pesado. Sentado sobre la cama presiona el interruptor de la lamparilla, luego se pone de pie con más dificultades de las que hubiera imaginado y encamina sus pasos descalzos hasta el baño. Evacua la vejiga y el sonido de la fuente se modula con el de un bostezo sostenido, que acaba estirándose, casi dolorosamente, sobre en sus tendones y músculos. Se mira la cara en el espejo y se extraña de lo que ve. Tiene que frotarse los ojos para limpiar y enfocar la mirada; ha de encender la luz del mueble para ver con más claridad pero no se deshace el espejismo. En ese instante el pavor se apodera de su cuerpo… Un repullo frío tensa sus nervios como cuerdas de bandurria. ¿Quién es ese tío que ve reflejado en el espejo? O dicho de otra manera, ¿Qué carajo le ha pasado que ni siquiera se reconoce? Tapa su cara con ambas manos y observa sus dedos rebolondos, sus nudillos abultados y peludos, un anillo de oro… ¿De quién son esas manos? No parecen las suyas pero las siente como propias. Las separa poco a poco y observa aparecer su rostro. De nuevo esa cara redonda, extraña, rutinaria. Ahora sin embargo sí se distingue. ¡Claro, es él!, pero tapado tras la deforme máscara, globo ojeroso de tez macilenta, con varios dientes podridos, arrugas solapadas y narices abiertas. En un tenue brillo allá en el fondo de su mirada, aparece su verdadero rostro. Está reflejado en el interior de la pupila, invisible pero latente. Ahora recuerda y lo hace de golpe, como si le hubieran caído encima los peores años de su vida (los últimos) y con ellos todos los problemas, las crisis, los hábitos alimentarios y tantas manías personales que le han hecho merecer semejante aspecto.
Se ha levantado tan temprano porque un amigo lo ha convencido para que fueran juntos a las olimpiadas rurales. Es el segundo año que se celebran, y se repiten por haber gustado sobremanera tanto a los del pueblo, como a los que vienen de veraneo. Se practican viejos juegos pasados de moda, aquellos ya olvidados de cuando niños; los mismos que la Peña El Almocafre ha venido retomando para chicos y mayores, para que no cayeran en el saco del olvido como tantas otras cosas del acervo. Los juegos se disputan en las distintas modalidades, y más desde un espíritu de divertimento y cultura que de mera competición, aunque eso sí, se reparten premios sorprendentes, y no sólo a los ganadores.
Manolito sabe que no por mucho madrugar amanece más temprano, pero esa mañana ha prometido asistir al más madrugador de cuantos juegos se programan: nada menos que a las siete de la mañana. Allí los competidores verán salir el sol por los cerros de levante mientras nadan de una a otra orilla de poza, y la Rondalla de la Aurora canta sus coplillas preferidas a la Virgen del Agua, patrona del pueblo. Desde luego no se encuentra en su mejor estado de forma, nada que ver como cuando mozo, que ganaba todas las pruebas de nado. Treinta quilos de sobrepeso, algo de lumbago, dolores en un hombro y una pizca de hipertensión nadarían en su contra. Además no se ha mojado el ombligo en la poza o en la playa desde hace años.
Sí, lleva una temporada rara, se le queda a veces la mente en blanco o de repente recuerda cosas muy remotas y olvidadas; tanto que a veces las confunde con sueños, o incluso no le parecen propias. Hace unos días recordó una historia medio borrada. De chico se escapó a la era para ver a los mayores en la noche de carnaval; se habían disfrazado de brujas, zombis y diablillos y formaron una suerte de aquelarre con olla de sangría, bota del vino del terreno, chorizos picantes y morcillas de la chacinería… y un arroz con leche con mucha canela que había hecho su madre por encargo de su hermano. Éste parecía ser el mejor motivo de su escapada; probar la cremosa textura del arroz; y allí estaba, escondido tras una carreta, esperando el momento dulce para entrar en escena. No entró en escena, porque cuando sacaron el arroz una pareja se vino arremolinada hacia donde él estaba, por lo que tuvo que buscar escondite detrás del algarrobo, y los tórtolos ocuparon su lugar. Los chicos comenzaron a reír en voz baja y a besarse; en seguida, entre suspiros, se desnudaron a medias y acabaron fundidos en un baile rítmico y excitante que los dejó boquiabiertos y fascinados, a él por supuesto también.
Manolito descubrió de este modo el amor carnal a los cinco o seis años. Luego, en su segunda vez, él era el protagonista. Pero al mismo tiempo se sentía también espectador, como si la presencia de ese pequeño inocente también estuviera en ese momento de idilio observando a los amantes. Por eso no se extrañó cuando su novia le dijo en mitad del juego:
–Espera, tengo la sensación de que alguien nos espía. Alguien que nos ve desde algún lugar.
–No te preocupes, a este sitio nunca viene nadie. Cuando quiero estar solo, vengo aquí.
Aquella segunda vez fue la primera para Manolito y también para la chica que se ofrecía con atenta inocencia, instinto pasional y la excitación más magnética que jamás sintió en muchacha otra. Después de aquello, se vieron un par de veces más y, luego, dejaron de verse.
Este tipo de recuerdos antiguos le vienen nítidos, mientras que se desvanecen los más recientes, los detalles que no el fondo, los que con diferencia son más dolorosos. Sucedieron hace siete años, pero las lagunas en su mente distorsionan el tiempo. Una mujer tendida en la carretera, agonizante; el volante clavado sobre su pecho; una familia rota… Y luego la desesperación, la sombra, el hoyo, el olvido parcelado y sin avisar de las cosas más cotidianas, que lo dejan en blanco, encogido, con el eco latente del dolor constante y mortífero en su corazón.
Seguro que el chapuzón a las siete te viene bien, eso le dijo su amigo, ¡venga cabezón anímate! Se ha puesto ya el bañador, ha preparado la toalla, se ha tomado un café solo, y sale por la puerta a poco más de las seis para buscar al cómplice. Ha madrugado más de la cuenta para que Dios le ayude en la carrera (y en la vida), para que ganando o no, se encuentre feliz consigo mismo, como no se ha sentido desde hace años.
Por Franjamares
* A propósito de los temas: “Aquelarre”, y “No por mucho madrugar…”, Tertulia Entrelíneas, Nerja, agosto 2010
Mi nombre es Zayd; que significa abundancia. El afán por tener nace de la íntima creencia en la escasez. Si uno piensa que carece continuamente de cosas es imposible que llegue a sentirse pleno. Parecido a un pozo sin fondo, donde el deseo nunca es satisfecho, semejante a una escalada exponencial en la que nunca puedes alcanzar la cima, así sientes que la abundancia nunca llega a tu vida. Siempre queremos más y más, y mucho más… porque teniendo nos sentimos seguros, porque le damos el valor de lo que somos a las cosas que logramos tener y esta identificación es errónea, nunca llenará tu corazón de paz, ni tu mente de sosiego y silencio, es frustración continua intercalada de escasos instantes de fugaz satisfacción por tener y disfrutar el nuevo juguete.
Tal vez debería pensar de otra manera. Concebir que, para sentirme colmado, no necesito invertir en cosas que no valen realmente nada. La conciencia sin forma se hace consciente de sí misma a través de mí. Eso soy, eso somos. Tengo que reconocerme a mí mismo y esa no es sino una búsqueda espiritual. Para saber de esta pregunta me han ido llegando ecos y señales de muchos caminos. La Biblia, a pesar de su letra menuda y sus hojas finas, siempre fue una valiosa lectura, llena de símbolos y arquetipos; Sin embargo, el Dios Yahvé del antiguo testamento resultaba decepcionante; su carácter implacable, vengativo y justiciero, se alejaba de mi sentido íntimo de la religiosidad. Se parecía demasiado a un teniente con quien topé en la infantería de marina, que no dejaba de repetir en el fragor de las maniobras: ¡Yo soy aquí vuestro único Dios, y se hace la voluntad de mi santos cojones!
Los evangelios me hablaron con más dulzura de la piedad y el amor de Cristo, pero su puesta en escena en la iglesia y en la calle ahondaba sobre todo en el pecado, el sufrimiento, la crucifixión y la muerte; la luz de la resurrección apenas era una anécdota en el contexto de aquella enorme cruz llena de sudor, sangre y pecado. En los pasos altos y duros del piquete de semana Santa, dolorosa formación procesional, se machacaba con pasión esta idea. El teniente Yavhe escogía a los mejores para cada desfile. Aquel año me libré.
Más tarde cayó sobre mis manos el Libro de los Milagros, un largo texto dictado a una psicóloga atea por canalización y escritura automática. Interesante la teoría, pero sus ecos disociativos entre la mente separada, el ego, y la mente recta o espíritu santo, me causaron una cierta esquizofrenia, que no llegué a superar con los 365 ejercicios que el libro complementaba.
Por la red pesqué un día un libro titulado Yoga-Vasishtha, más conocido como Mahara-mayana, sus treinta y dos mil versos escritos por el sabio indio Valmiki, primer poeta que se expresó en lengua sánscrita, su atenta lectura y la figurada vivencia de sus enseñanzas, hicieron sentirme a veces tan liviano como para alzarme por encima de las limitaciones de la materia, experimentando entonces cierta exaltación espiritual: una beatitud de la que hice partícipe al prójimo (el más inmediato mi mujer); o sea, me sentí buena gente, aunque eso creo que ya lo era.
El sufismo sopló entonces en mi oreja como brisa de oasis. Supe que las raíces de Al Andalus seguían dando tallos, flores y frutos en el pensamiento contemporáneo, que habían etiquetado con las siglas PAC. Por la red compartí ideas e impresiones con estos artistas, que bebían y llenaban la renovada fuente de la que todos bebíamos. El dátil de los viejos sabios andalusíes aún conservaba su principio de energía, su exotismo y su dulzura, y quise comerlo sin demora pues bajo aquel sabor y aquella sombra me sentía como en casa. El amor de los místicos andaluces por el Corán me hizo aprender el árabe clásico para poder leer el libro sagrado en la misma lengua de su revelación. Aquella caligrafía dibujada, el sonido de sus consonantes, parecían despertarme una íntima y profunda sintonía con el Islam y su idea iconoclasta de la religión. Creo que también acabé conectado con esta cultura por mi carácter renuente, por llevar la contraria, yendo a contracorriente de la islamófobia, idea que se trataba de propagar incitada por intereses inconfesables, orquestada por el aparato logístico de los things tanks occidentales y justificada por terrorismos con turbante.
El profeta Muhammah, la paz y las bendiciones sean con él, fue un espejo de misericordia e iluminación al que quise emular subiendo al cielo con mi mujer a lomos de nuestro caballo de amor; algo parecido a lo hizo el profeta de la mano del arcángel Gabriel, a lomos de Alborac, mientras soñaba junto a su esposa Aisha en Jerusalem. Nos convertimos, abrazando los cinco pilares del Islam. Íbamos a la mezquita, rezábamos en total sumisión a las leyes de Dios. Éramos parte de la Unna, la comunidad musulmana, y de la humanidad entera, y nos sentíamos en perfecta estabilidad, orden y armonía con todo el Universo; nuestro libre albedrío nos daba la racionalidad de aquella decisión de pertenecer al Islam, palabra que significa además de sumisión a Dios, paz, armonía orden y serenidad.
La paz duró poco. El terrorismo llamado yihadista (que alzaba falazmente, ensangrentándola, la bandera del Islam) ya venía actuando sin piedad, sembrando el terror, en distintos puntos del planeta; algo que ocurría en casual retroalimentación, principalmente, con el fundamentalismo republicano estadounidense. Los extremos se tocan. Habían caído las torres gemelas, el miedo visceral se apoderaba de la población. Y los poderes coercitivos ya tenían motivos patrióticos y carta blanca.
Un día luminoso irrumpió la policía en casa. Lo revolvieron todo: sacaron el coran de la estantería, el ordenador del escritorio, todas las carpetas del cajón y finalmente me apresaron. Salí sin despedirme de mi esposa y mis hijos con una gruesa brida de polietileno uniendo mis muñecas por atrás. Nadie aclaraba los cargos en mi contra. Solo me decían que estaba detenido. Una nueva ley antiterrorista cayó sobre mis humildes derechos humanos; con esa ley me subieron clandestinamente a un avión de los servicios secretos y volamos varias horas hasta algún lugar, luego supe que en el caribe. Al salir a rastras del avión en aquella bahía, de la que sentía su calidez y olor, no pude ver en cambio nada: ni el color de sus aguas, si eran azules o turquesas, ni el brillo de sus palmeras, ni ningún hombre sincero de los que crece en la palma, ni por supuesto a ninguna guantanamera; una capucha negra modelo inquisición, cubría toda mi cabeza. En los interrogatorios me torturaban para que les dijera los nombres de los otros miembros de trama de financiación irregular del grupo terrorista al que supuestamente me hacían pertenecer. Gritaban que mi ordenador estaba lleno de pruebas. Listas de entrega de cantidades de miles de personas. Y aquello sí era cierto: durante un tiempo me hice cargo del cobro periódico del zakat, tercero de los pilares del Islam, un tributo fijo de todos los musulmanes para ayudar a un hermano que había sufrido un accidente y cuya familia estaba pasando grandes necesidades.
Mañana me ponen en libertad, que yo sepa sin cargos… Ha sido una pesadilla de diez años: algo para olvidar. Algo para recordar también pero sólo en lo que ha supuesto de duro reto y sabiduría para mí y para mi familia. He sufrido en mis propias carnes la impotencia, el abuso, la mentira, la ira, la avaricia, la vanidad… he sido un cabeza de turco de todas las violencias de la mente psicótica humana, recreada en el ruin imperio militar capitalista y sus “contrarios armados”. Esa parte del hombre que como dijo el profeta Jesús “no sabe lo que se hace”, que está separada de la fuente, que no es sumisa del amor de Dios que habita en nuestro corazón, pero sí del miedo y el oprobio que conforman nuestra falsa e insaciable identidad.
Mi nombre es Zayd y ahora la abundancia llena mi vida.
Franjamares, agosto 2010, Tertulia Entrelíneas, Nerja (Málaga).
MIEDO
Olía a verano. Sobre la piel cuajaba un sudor fino mezclado con el salobre. Alguien había comentado que cuando se llegaba a la costa, si te pasabas la lengua por la superficie de la piel notabas el sabor salado del mar. El mismo día que salí de la “Alsina” y trotando fui a asomarme al mirador del paseo, lo hice: lamí mi antebrazo con curiosidad y ganas y me quedé absorto, cautivado ante la inmensidad azul que tenía delante, inundando el horizonte todo, desde mis ojos a mis narices. Que bien olía aquella masa marina, aquella brisa, auténtico sabor de la respiración del mar. Algo sublime, apenas comprable con ese regustillo a sudor que había sacado de mi arrebatado brazo, último rompiente del mar interior de nuestro cuerpo.
Sabía, aunque de una manera inconsciente, que todos habíamos venido del mar, que la vida, apenas unicelular, había nacido en las aguas de un océano primigenio y que ahora ese mismo medio básico se reproducía en nuestro organismo, para que vivieran las mismas bacterias primitivas, alojadas en nuevas y complejas células, en tejidos y órganos inteligentes, en perfecta simbiosis, surtiéndoles del oxígeno la energía necesaria para reproducir a cada instante el milagro de la vida.
Camino del apartamento vimos el anuncio del cine de verano. El cartel de la película de esa noche parecía tener un sello indudable de intriga: la silueta en negro de un personaje con sombrero, frente ala cancela de una casa de la que irradia una luz misteriosa, por delante de su propia sombra alargada. “¡El Exorcista –exclamó mi hermana–, luego podemos ir a verla!”. La idea de ir al cine me fascinaba, y el título de aquella película, entonces incomprensible para mí, me atraía de una manera extraña, sutil, pero persuasiva.
Esa tarde la pasamos en la playa hasta que un sol remolón, reticente a irse, se posó sobre los cerros de poniente. Apenas salí del agua. Observaba mis grandes manos arrugadas bajo el cristal acuoso y aumentativo del rebalaje, donde también brillaban las chinas en el vaivén de las olas. Era una dulce sensación de placidez y de parentela con las aguas.
Luego, cuando ya oscurecía en el apartamento, aún quedaba turno de espera en la cola de la ducha; vigilantes todos de la botella, para que el termo no se quedara sin gas. Ese fue el pretexto perfecto, la razón insoslayable, para que mi hermana, promotora de la idea, y todos los de la casa, evadieran lo de ir al cine. Armado de arrojo e ingenuidad, cogí veinte duros de la hucha y decidí ir solo. Ya digo, aquel título me atraía.
Así que saqué la entrada y acabé en un asiento metálico en una de las filas del centro. Comenzó el reparto con una música penetrante y misteriosa. Una gárgola con la imagen del maligno se recortó de pronto en la pantalla con los últimos fragores de la música.
La trama empezó bien. Una niña encantadora, con una casa de ensueño y una familia perfecta de clase acomodada, se orinaba por las noches, y tenía horribles pesadillas… pero cuando me quise dar cuenta, la cosa no tenía arreglo. La niña ya no era la niña, una voz nacida en las propias mazmorras del infierno, me puso los bellos de punta, y a punto estuve de salir del cine. Era la voz del demonio que ahora desfiguraba la bonita cara de la chiquilla. Creo que me quedé en el cine por los diez duros que pagué en la entrada, o por la misma extraña razón que me había llevado hasta allí. Resistí entonces sobre la butaca de hierro, con el miedo helando mi sangre de trece años, mientras veía con los ojos de par en par la entrada en escena del cura, que también era psiquiatra; o como saltaba la cama acolchada con la niña poseída amarrada a los varales; y cuanto soltaba por la boca el angelito, con su voz espeluznante, encendidas blasfemias a su madre y sobre todo al de la sotana y a su jefe, para quienes remataba el acto con convulsiones y vómitos verdosos y humeantes…
Lo soporté todo hasta el final. Pero creo que la impresión me había perturbado los niveles vitales. Tenía frío y hacía un calor sofocante; creo que me temblaba todo, hasta la voz, aunque apenas podía hablar; y en la cabeza retumbaba aún aquella voz salida de los altavoces del cine y del rostro deformado de la niña. El miedo en estado puro se apoderaba de mi mente adolescente, que se pensaba blanco perfecto para todo tipo de ánimas malignas que deambularan buscando alguna alma cándida a la que poseer…
Para colmo el bloque adonde teníamos el apartamento, con problemas con el constructor en la entrega de obra, no tenía el ascensor en marcha y tampoco alumbrado de escaleras; así que cuando mi hermana me vio venir desde la terraza y le grité que me abriera, apenas si le dio tiempo de levantarse y atravesar el salón hasta la puerta, cuando ya estaba yo arriba, jadeante, aterrado, tocando en la puerta, después de haber subido de tres en tres los escalones de las cuatro plantas.
Por suerte con el tiempo he descubierto que el miedo es el producto de un estrés negativo acumulado, en otras palabras: la ausencia de amor recibida en la cera virgen de tu emotividad durante el proceso vivencial y educativo. Es el vértigo que se traduce en tu mente aislada como miedo al dolor y a la muerte, por dejar que existir. Que los fantasmas y demonios viven solo en nuestro inconsciente (caja de Pandora de traumas biológicos y emocionales), y aunque puedan existir entes energéticos de dudosas intenciones, jamás su grasienta oscuridad ensombrecería la luz de una persona en armonía y paz interior. Lo que creo importante con respecto al miedo es el poder de observarlo, alumbrarlo, desactivarlo, pero aceptándolo y llegando a convivir con él, como la sombra que contrasta y realza la luz. Ese parece ser el secreto de la vida, el misterio de Dios, si queremos llamarlo así, saber que somos manifestación de lo creado, una gota de agua del gran océano del cosmos, cuyas aguas unidas y en simbiosis fluyen por dentro y por fuera de nosotros (lo de arriba es abajo, dice el principio hermético) usando los mismos patrones de amor; los científicos que unen la ciencia con la conciencia lo llaman: Radiofrecuencia Cuántica Diferencial, otros igual de “heterodoxos” (como Wilhem Reich) la describieron como energía orgónica; para los antiguos sabios y filósofos no era sino el éter o quintaesencia; y para las antiguas ciencias orientales: el Chi. Y todos estos nombres no son sino la energía cósmica primordial, la luz, el conocimiento y la inteligencia de Dios, Dios mismo (Allah), una información que todos podemos negociar en nuestro ser energético y biológico, en nuestro corazón, en nuestro ADN, para vivir en la frontera de un nuevo paradigma, de una nueva dimensión.
Franjamares, julio 2010
FOLIO ARRANCADO (relato)
Ha entrado en el templo con la displicencia propia de quien visita una iglesia tras otra, una más, y en esta mañana intensiva de excursión organizada, ya llevan al menos cuatro, contando la que tiene ahora delante de sus narices y cuyo frescor y aroma a incienso comienzan a sugerirle. El maestro de historia que lleva dentro abre pues los ojos; se adormece el turista.
No ha querido coger el audífono, pues está comenzando a odiar los chismes electrónicos que se pegan a la oreja. Se ha separado también del rebaño del guía, pues su voz engolada de seminarista le molesta en los oídos. Se tiene que apañar con una cartulina plastificada que le han entregado a la entrada y donde aparece el plano del templo con los elementos importantes señalados y acotados con una escueta leyenda… La gran reja forjada y policromada; el impresionante altar con el retablo de la Transfiguración, talla de Berruguete, aunque sólo se conserva del ilustre escultor la imagen del cristo; dice la cartulina que el resto fue destruido durante la guerra civil. La pérdida realmente importante de esa tragedia –piensa invariable al respecto– fue el escandaloso número de vidas humanas. Y la sacristía, en cuyo pórtico de entrada aparecen dos hermosas sibilas con sus turgentes pechos al aire y, por encima de ellas, la virgen llevando a un niño en el altar del cielo. El magnetismo de este pórtico atrae al maestro que, desgajado del grupo, entra en el interior de la sacristía mientras sus compañeros aún degluten entre bostezos las palabras del monitor.
El interior es rectangular y armonioso, de proporciones perfectas. Aparecen otros personajes que descollan de las columnas sosteniendo el abovedado: nuevas sibilas, firmes atlantes y distintos símbolos paganos que se entretejen con los religiosos: calaveras, flores de liz, escudos de armas, serpientes, medallones… Y los siete ángeles del juicio final, como flotando sobre la cúpula, que parecen anunciarle que algo importante le va a ocurrir.
Siente el impulso de captar una imagen de todo aquello, pero recuerda que allí dentro no se pueden hacer fotos. Dispara no obstante una primera instantánea que apunta a uno de los atlantes llevando sobre su cabeza, a modo de tocado, el rostro de un león. El flash no parece aún delatarlo y nadie surge por la puerta para interrumpir su mágico momento. Los bajorrelieves comienzan a sugerirle cosas; parecen personajes de una historia modelada en piedra que quisiera revelar algo a quien tenga el conocimiento de verlo. Siente entonces que la enigmática estancia había sido un lugar de culto o de reunión, no la mera trastienda del templo; que para lo que menos se había usado en su época, fue acaso como sacristía. Una mesa central delata la celebración de algún ritual sagrado; y tantos símbolos gnósticos hacen pensar que tal vez lo que allí se reuniese fuera alguna orden renacentista de carácter secreto, que manejaba textos antiguos, conocimientos herméticos, además de ostentar y ejercer un inmenso poder político, económico y eclesiástico.
En esas elucubraciones anda enmarañado, cuando una muchacha sale por la única puerta que tiene la sacristía, sin contar la entrada en esviaje. La joven lo mira con gesto incierto y se le acerca. La luz que entra por las altas ventanas realza su figura juvenil enfundada en una falda hasta la rodilla, camisa blanca y chaquetilla corta.
“No se pueden hacer fotos en el templo” –dice esbozando una sonrisa. Él percibe que la reprimenda carece de rigor, que más parece una forma de entablar diálogo. “Bueno, es sólo una norma de la fundación” –vuelve a decir y sin más preámbulos sentencia–: “Ven, quiero que veas lo que nadie jamás puede ver de este lugar”.
La muchacha lo trata como si ya lo conociera, con claridad y confianza, como si por algún motivo lo hubiera estado esperando… Por eso sobran las preguntas del hombre quien, seducido y sin nada más importante que hacer, se deja guiar tras la estela de ella. Atraviesan el umbral de la puerta, la cierran tras de sí, y toman por un corto pasillo que se adentra en la luminosidad de un esplendido jardín. Un sauce, una perfumada higuera, los setos y arriates cuajados de flores, otorgan al huerto una belleza regocijante. “Sabes, mi padre es uno de los conserjes además de jardinero”. Las rosas rojas deslindan un sendero por el que ahora discurren impregnados en su olor. Llegan al otro lado del jardín y toman por un pasaje encalado bajo cuyos arcos entra la luz del sol, más blanca que las paredes. La hija del jardinero se detiene delante de una puerta, saca de un pequeño bolso un manojo de llaves, elige una y abre con sigilo.
–Estamos en la biblioteca privada de la fundación”, dice en voz baja mientras pulsa el interruptor de la luz. La visión es impresionante. Altas estanterías pueblan los muros soportando enormes volúmenes, acaso incunables, otras baldas guardan miles de ejemplares más pequeños y todo tipo de objetos antiguos y reliquias… Pero ante aquella riqueza, el maestro de escuela, tal vez colapsado, no muestra ni un ápice de asombro.
–Una cosa es la historia que se muestra –rasga el silencia la voz de la muchacha–, la que ha dejado escrita la oficialidad, y otra muy distinta y más verdadera la que permanece secreta, la que no interesa, y hay que escarbar para descubrirla. El hombre que mandó construir todo esto, Francisco de los Cobos, secretario de estado del emperador, que vivía allí mismo en el palacio colindante del templo, es ejemplo vivo de los dos tipos de historia. Andaba a diario en la corte entre los grandes de la España católica, contrarios a toda reforma, pero tenía confidencias y tratos con los heterodoxos y erasmistas. Estos representaban lo que se ha dado en llamar “la tercera España”, la cual había tomado las ideas de Erasmo como salvavidas, la que pretendía una posibilidad de secularización y aperturismo de una España en la que tuviese cabida el riqueza cultural de Al-Andalus, cuya esencia ya se había filtrado en Europa a través de las traductores judíos y mudéjares; prueba de ese cúmulo de ideas, era el propio Erasmo.
–Mira este ejemplar, uno de los primeros salidos de la imprenta, es el Enchiridión del pensador de Rótterdam, que se leía más en las tabernas de España que en los salones palaciegos europeos… Estos de aquí –y señaló el interior de una vitrina–, son dos ejemplares similares a los libros plúmbeos hallados en Granada por aquellos años; curiosos trabajos con los que se perseguía el milagro de dotar a lo cristiano viejo de prístina arabidad para que entonces se aceptara como parte de un mismo tronco a lo morisco converso, y que fuera digerido por la cerrazón católica y contrarreformista que dominaba aquel periodo.
–¡Espera, espera! –corta el maestro que por fin reacciona–. Todo esto me parece increíble. En estas semanas me han llegado datos, libros y otras informaciones sobre esta ciudad y esta Iglesia; yo lo achacaba al augurio providencial del viaje: a mi me pasa que cuando ando imbuido en algo, surgen, cuando menos lo esperas y si aciertas a entenderlas, cosas muy interesantes relacionadas con el asunto. Pero el encuentro contigo, ¡y este privilegio! –exclama señalando en circulo con la cabeza y los brazos abiertos–, no lo hubiera ni soñado”.
–La sincronicidad interrelaciona nuestras vidas, todas las vidas. Yo tampoco lo he soñado, pero en cuanto te vi entrar en el templo, supe que eras tú quien esperaba.
–¿Nos ha unido el azar o la Fortuna? –pregunta él.
–Han sido más bien nuestros deseos más íntimos.
–O el destino… –y el maestro hace una pausa como si pensara en un nombre que todavía no conoce.
Tan en conexión se encuentran, que ella parece captar su pensamiento.
–Fátima –dice ella–, me llamo Fátima.
–Pues el destino, Fátima, que une nuestras almas o tal vez las reencuentre porque ya antes estuvieron unidas –y concluye–: Yo soy Pedro.
Con sus ojos minerales y rasgados Fátima lo observa más allá de su mirada. Aún tiene guardada una sorpresa, que ya no puede esperar. Engancha con firmeza y ternura el brazo de Pedro y lo lleva a un ángulo de la sala.
–Aún no has visto lo más importante –dice abriendo el cajón central de un bonito y antiguo bargueño.
Saca del hueco un cartapacio de cuero negro y lo abre. Protegida tras un fino papel transparente aparece un folio amarilleado por el tiempo y elegantemente manuscrito. La caligrafía es graciosa y perfecta, del texto distingue algunas palabras sueltas, pero parecen estar escritas en castellano antiguo y cuesta, sin ser experto, entender el contenido.
–Tienes ante tus ojos, Pedro, nada más y nada menos que la página que le falta al texto original de “El lazarillo de Tormes”. Fue arrancada antes de su definitiva publicación, cuando ya su autor: Alonso de Valdés, secretario de cartas del emperador, había fallecido. La obra es una larga carta dedicada a una señora, una misiva de justificación y disculpas. Aquí podemos leer su nombre, Isabel, y todo parece apuntar a que se trataba de doña Isabel de los Cobos, sobrina del señor de esta casa; razón última para forzar el secreto del motivo de la obra y el anonimato de su autor, tal y como ha pasado hasta nuestros días.
–¿Un amor imposible? –pregunta Pedro.
–Un romance maravilloso habría mejor que pensar, que dio como fruto la primera gran obra novelada de la literatura española, y europea, narrada en los escenarios y con los personajes reales y picarescos de aquella España, heredera del mantillo de Al Andalus, a punto de ser amordazada. Al mismo tiempo era una sátira erasminana, en consonancia con el gran conocimiento que Valdés tenía de los ideales y circunstancias de Erasmo y acorde con el momento crucial por el que pasaba el reinado de Carlos V.
–Un amor anónimo, un libro condenado al anonimato, una España como un añoso árbol patriarcal formado por tres grandes ramas: La España expulsada como ya sentenciaba el epitafio de los reyes católicos, la que expulsa y cierra sus tierras cercenando su cultura bajo el pendón inquisitorial, y la tercera España, conversa, desubicada, extirpada, que se asomaba con redoblado deseo a las brisas reformistas, como agua de mayo, a un estado de opinión ético. El cuerpo místico de Cristo, concepto estrella del erasmismo: todos pertenecemos a un solo cuerpo espiritual, todos pues cabemos, sin títulos de senectud cristiana, en la España de aquellos años.
Franjamares, Julio, 2010
Vienen asegurando algunos expertos en economía física, que la crisis que venimos arrostrando, con peor suerte los más desfavorecidos, no es sino sistémica. Es decir: que su origen radica en el agotamiento de los propios mecanismos del sistema capitalista. Se colapsa una forma de economía fundamentada en el crecimiento exponencial del dinero creado con la deuda, en el despilfarro sistemático y antiecológico de los recursos naturales, en la corrupción empresarial y política, y en la especulación monetarista transnacional barajada “en el gran casino” de las bolsas de valores, llamadas eufemísticamente mercados. Estos mercados no se parecen a sus homónimos, los que residen en una plaza de nuestras ciudades o pueblos y donde la gente sencilla compra y vende sus necesidades primarias sin más ambición que el cobro ajustado del producto y el beneficio de su obtención y consumo, mucho mejor si es con una sonrisa, una pieza de regalo y “el trato humano” que a mi modo de ver enriquece hasta los alimentos.
No. Los mercados bursátiles y sus acólitos: los bancos de inversiones, agrupados en la “gran corporación” (monstruo psicópata porque piensa como una máquina de hacer dinero: sin complejos ni prejuicios, por encima de consideraciones humanas o ecológicas), son diametralmente distintos, simbolizan la institucionalización de la usura, de la rapacidad como instrumento para crear dinero virtual (sin conexión con la economía real productiva) como si fuera bueno, por medio del engaño y la manipulación mafiosa de ciertas estrategias e informaciones privilegiadas. Estos capos parecen ser los que marcan las políticas nacionales de los estados soberanos. Y lo llevan haciendo desde hace demasiados años. Un ejemplo: Las reuniones en secreto del club Bilderberg, a las que ahora nos enteramos han participado los reyes de la economía y sus súbditos de las casas reales, ciertos políticos escogidos y fieles jefazos de los medios masivos de información y desinformación.
Estos plutócratas, ideólogos y ejecutores del neoliberalismo, de la globalización y del nuevo orden mundial, han cundido la trampa del macro endeudamiento (la famosa burbuja), la droga del consumismo comparativo, del individualismo egocéntrico, y la banalidad refinada más grasienta y superficial, usando para ello su aparato psicológico y mediático. Han usurpado la mentalidad del occidental medio, se han instalado en su sistema operativo, y no hacen otra cosa que manejarnos como a pataquitos virtuales. Tratan de mediatizándonos sin cesar y el “miedo” es una de sus mejores armas (con la gripe A, lo comprobamos); su estrategia es hacernos definitivamente “medios” que no íntegros; separados de nuestro verdadero ser, sordos a las íntimas frecuencias de nuestro corazón de hombre y de mujer.
La moda del capitalismo popular cundió entre los trabajadores del primer mundo; ya podíamos tener nuestra pequeña cartera de valores, jugar a serminibroker, trabajador agresivo (ya que no ejecutivo) y comprador compulsivo de cosas costosas que no sirven para nada sino para intoxicar.
Pero lo más importante de esta alienación globaliza, y lo primero que habría que erradicar para cambiar las cosas, es el veneno de la “competitividad”, y no sólo en el ámbito de la economía. La lucha encarnizada de unos contra otros no conduce a nada positivo. Es más rentable a corto y medio plazo la cooperación entre trabajadores, empresas y países, y la eficiencia productiva. Lo primero ya sabemos lo que nos ha traído: deslocalización de empresas, desmantelamiento del tejido industrial de muchos países, para trasladarlo a donde la mano de obra es más barata (¿más competitiva?), es decir: sueldos ridículos y ausencia de derechos laborales y sindicales.
Pero el mundo está cambiando. Ya no es cosa de uno sólo. El bloque económico, estratégico y militar USA-UE, tiene ahora por delante otro bloque emergente nada desdeñable: el llamado BRIC (Brasil, Rusia, India, China), al que ya se le ha sumado la T de Turquía, y si añadimos además las 118 naciones No Alineadas, que apuestan siempre por la capacidad diplomática del BRICT, veremos en breve como ejercen su peso en el G-20 y se arrogan de un papel protagonista en el futuro inmediato de la economía y la política internacionales.
La solución de esta crisis pasa pues por la democracia participativa, por el establecimiento de la banca pública, por la eficiencia política, energética y tecnológica, por la cooperación internacional y por cambiar paulatinamente los gastos militares por inversión productiva que genere mejoras sociales que extiendan por todas las naciones del mundo los sistemas públicos de bienestar social.
El cambio no obstante empieza por nosotros mismos, en nuestra conciencia y nuestra mentalidad: en hacer que triunfe el amor en nuestra vida cotidiana y que ese milagro multiplicado por miles y miles, cambie la realidad social que nos rodea.
Fco. Javier Martín – Franjamares, julio 2010.
“La dictadura económica del capitalismo”.
Reflexiones de José Saramago (su energía crítica vive con nosotros)
Por Franjamares
Por la cuidad cunde el rumor del nuevo descubrimiento. Es un ejemplar excelente el ahora hallado en unas obras en el monte Valparaíso. Se trata de un libro en láminas de plomo llenas de círculos y estrellas con caracteres alineados donde predomina la caligrafía árabe. En estos nuevos textos desenterrados también se habla del apóstol Santiago, se citan nuevas revelaciones de la Virgen María y relatos de los santos de estirpe árabe Tesifón y Cecilio.
Es curioso que para abrir esta España, que cada día se cierra más en su armadura católica, hayamos tenido que recurrir a tales tretas. Granada es aire y esencia de una cultura que se niega a morir y que de hecho vivirá siempre inserta en el terruño y las gentes. Somos los granadinos viejos que no hemos podido o no nos dejan ser mudéjares, sino moriscos a juzgar y exterminar, que vivimos bajo la amenaza del destierro, y he de confesar, que no deseamos sino quedar en nuestras casas y nuestras tierras, porque nada consideramos fuera de la luz y el aroma de Granada… Somos pues un puñado de los nuestros con la ayuda de algunos castellanos los que ideamos el misterio de los documentos y reliquias, fuentes quiméricas que a modo de buen jofor, sirvan para la asimilación de nuestra idiosincrasia andalusí en el cuerpo de la cristiandad, forjada por la férrea horquilla del santo oficio.
Las
primeras láminas con textos en árabe, latín y español, junto con unas reliquias,
en plúmbea caja y con signos del mismísimo sello del rey Salomón, los
encontraron adonde había que encontrarlos, en el derribo de la vieja torre
Turpiana, alminar de la mezquita mayor de Granada. De ellos surge el personaje
más señero de esta ya cuantiosa retahíla de descubrimientos de libros plúmbeos
–que ahora culmina en el monte Valparaíso–, San Cecilio. Sobre el plomo se
escribe de él que era de origen árabe, que se convirtió al cristianismo y que
fue muerto con otros cristianos castellanos por los romanos. Mártir y santo,
árabe y cristiano, la fusión perfecta para que los hijos de la granada mora sean
considerados fieles conversos en la nueva Granada cristiana a imagen y semejanza
del mártir San Cecilio.
A mi modo de ver la destilación de lo moro en lo cristiano es un hecho ineludible y necesario. El mismo fraile Juan de Yepes Álvarez*, pidió encarecidamente mis dotes como traductor aljamiado y conocedor de la tradición morisca para que lo acompañase a casa de una sibilina de Úbeda, conocida popularmente como la mora de Úbeda, y que atesoraba en sus entrañas toda la espiritualidad musulmana y la vía tasawwuf.
Este es por siempre nuestro sueño: la amalgama de ambas fuentes en las acequias de Granada, en los jardines y fuentes de esta ciudad. Una ciudad nacida en el Islam a la que tendremos que dotar de un pasado católico, para que la historia quede en tablas y que los moriscos seamos consentidos y asimilados sin podas irreparables o insufribles destierros.
Y si al final nada se consigue, o si la broma acaba siendo descubierta, y para colmo trocada en algún nuevo mito sobre el que cimentar el cierre definitivo de España –el triangulo: Santiago, Zaragoza y Granada–, que al menos permanezca en la sangre de las nuevas generaciones lo que nunca podrá desleírse; no ya la depurada filosofía, no ya la religión del profeta, ni siquiera los modos, comidas y artesanías, o los grandes palacios y obras de arte… sino el cúmulo cultural de un largo pretérito muladí, que forma parte intrínseca de la esencia española, al punto de que España no podría ser de otra manera sin esos siglos andalusíes.
La historia tiende a seguir bebiendo de ella misma. Es una ley universal. Es la ley que solapa el tiempo y hace que las nobles ideas del hombre, de búsqueda, de trascendencia, sean siempre un centro común, por distintos caminos. La armonía universal une todas las dimensiones; nuestras almas no son católicas ni siquiera musulmanas, son la luz que brilla porque hay sombra y que tiene que reconocerse en su fulgor para brillar con más fuerza.
Que sea pues así, que el invento no se descubra, que se tolere la amalgama, que con todos nuestros sentidos girando sobre el alvéolo del corazón, sintamos una vez más el paraíso en los bosques de la Alhambra…
Y si no al infierno de los inquisidores, donde, supongo, al menos, habrá buenos chuletones de Ávila a la parrilla y buen vino de La Rioja…
Alonso del Castillo. Granada, año 1595.
*Juan de Yepes Álvarez: San Juan de la Cruz
…para saber más sobre esta apasionante episodio de la historia de Granada:http://www.triforio.com/blog/difusion/los-libros-plumbeos-del-sacromonte
PRINCIPIO ABIERTO 4 (José
Guerrero Ruiz-Javier Martín Franco)
NASTY
Nasty tenía ampollas en las manos y vejigas en la boca. No podía continuar con esa sarna que le picaba demasiado en sus proyectos nublándole el horizonte. No podía caminar así. Se lió la manta a la cabeza, se pintó los labios, cogió su pequeña maleta y se embarcó rumbo a lo desconocido. Anhelaba respirar otras fronteras, otros paisanajes, y se fue a países ricos, según le habían contado, con intención de labrarse un futuro más halagüeño y esperanzador. No soportaba por más tiempo la cochambre en la que se hallaba atrapada.
Había visto reportajes y películas de países lejanos impregnados de un brillante ambiente, de leyendas fantásticas, de paraísos servidos en bandeja y un resplandor tentador la sedujo de tal modo que se le mudó el color de la piel lanzando los dardos de su interés a ese núcleo vital, y tiritaba de emoción pensando en aquellos idílicos parajes donde vislumbraba un rico maná con el que saciaría su endémica hambre y la miseria que la enmascaraba con una fiel tortura.
Sus padres trabajaban de sol a sol y a malas penas podían sobrevivir, o caer en la tentación de comprarle un sencillo vestido para mitigar su frío amargo o calzarse unos rudimentarios zapatos.
Nasty llegó en un vuelo patrocinado por una firma de moda que, ofreciendo las mieles del confort en los más excelsos escaparates repletos de excelencias y bocados de enriquecimiento, se encargaba primordialmente de extender sus tentáculos firmando un contrato de trabajo a las personas que se alistaban desde su lugar de origen, o llegaban de allende los mares con las manos vacías y la cabeza llena de exuberantes expectativas de ensueño.
Al poco de llegar al nuevo territorio Nasty fue alojada en un almacén de las afueras de la ciudad, al igual que las demás compañeras, donde se guardaban toda clase de herramientas y utensilios, tractores, cachivaches, sacos descoloridos, coches viejos, cajas con productos que no se sabía lo que contenían pero que por la apariencia delataban algo que exhalaba un agrio aroma, un no sé qué que no era apetecible para nadie ni del que se pudiese uno fiar pues apuntaba atisbos de sustancias raras, acaso de contrabando, sustancias a todas luces prohibidas que las introducían clandestinamente burlando la vigilancia policial.
El caso era que Nasty acababa de llegar a su nueva y ansiada casa empujada por la precariedad que le apretaba el cuello y no tenía más remedio que adaptarse a su nueva situación si quería seguir viva, que junto a las nuevas compañeras que acababa de conocer sería allí y con ellas donde tendría que abrirse un futuro mejor.
Por la noche le ordenaron que se lavase a conciencia todas las partes de su cuerpo en el único grifo que había en el almacén utilizando para secarse una áspera y deshilachada toalla y a continuación se perfumase especialmente en las zonas más recónditas con unos frascos que le habían colocado en una caja que yacía como un veneno ubicada en un rincón. Todavía no se había percatado de la encerrona, de las músicas que le iban a acompañar en las primeras actuaciones, cuando obligada por el encargado se dispusiera a asistir al local donde los clientes que acudiesen a ver el “mira quién baila” le echasen negras flores o una lluvia de rijosas miradas de todos los colores hasta el punto de que descorazonada se le cayera el techo encima pudiendo sucumbir por mor del murmullo silencioso que se montase en aquel burdel entre aluviones de borracheras y gente sin escrúpulos compartiendo el sórdido local, desfilando ligera de ropa y cargada de vergüenza siendo lanzada al circo de las fieras a luchar como pantera domesticada con todo en contra, teniendo todas las de perder en aquel lupanar, porque el engaño y la falsa moneda de la estafa habían escalado tan alto que la caída del muro la aplastaría sin remisión. Era algo que no se lo podía ni imaginar.
La familia no sabía el paradero y todos los días le preguntaba al cartero si traían noticias de Nasty recibiendo la negativa por respuesta, deslizándose por los acantilados de una sombría pena que no podían superar.
Una noche la sacaron a la calle y la azotaron porque le había venido la regla sufriendo unos horribles espasmos y no podía levantarse del asiento cuando algún cliente llegaba solicitando sus servicios. En ese momento reaccionó con la uñas y se las clavó en el cuello de aquel buitre que la picoteaba en las entrañas de suerte que casi lo estrangula, por lo que fue retirada inmediatamente de la sala pasando a un reservado donde fue vapuleada con saña por el vigilante de turno.
Ella chapurreaba entre dientes palabras ininteligibles, pues no conocía aún el nuevo idioma, pero a malas penas articulaba desesperada unos monosílabos que traducidos venían a atestiguar algo así, p o r f a v o r e m i s e r i c o r di a n o a g u a n t o m á s y qui e ro morirme de una puñetera vez. Finalmente se desmayó rodando por el frío mármol con síntomas de haberse convertido casi en un cadáver, abrazada como estaba al polvo del mármol que masticaba si no fuera porque aún entre tinieblas se vislumbraban deshumanizados suspiros de esperanza. José Guerrero Ruiz
Aún no sabe si el escozor que todavía siente en su entraña cuando un hombre la abraza desaparecerá algún día, o si es ya parte de su mente. Quizá por ello visita a mujeres maltratadas a las que escucha y asesora, aprendiendo con ellas que la venganza no cura las heridas, sino que acaso sólo las alivia por momentos, prolongando su recuerdo. Quizá espera que en un futuro ideal, más allá de sus sueños, surja un nuevo mundo, un orbe de armonía y perfección donde sane por siempre la herida
Franjamares
PRINCIPIO ABIERTO 4 (Alicia Gaona-Javier Martín Franco)
Estaba
allí quien sabe cuanto hacia, había ingresado un día cualquiera manoseada y
humillada, violada y maltratada, nunca pudo darse cuenta de como había llegado a
esa situación, en que momento las palabras amables y cariñosas se tornaron en
reproches y ofensas, cuando fue la primera vez que la golpeo y menos la razón,
había razón?...... En ese momento ella creía que si, su autoestima era bajísima,
le habían enseñado en su infancia a temerle al padre, a atender a su hermano
menor, los varones, los varones siempre marcando un liderazgo no ganado,
solamente otorgado por haber nacido en el sexo creído superior.
Igualmente ella también era culpable, se había sometido haciendo todo y mas por
tenerlo contento, si era la comida siempre para el era lo mejor, aun en desmedro
de sus propios hijos, si era la ropa, en la calle pensarían que era un duque,
nada alcanzaba...... "ni señora en la mesa, ni puta en la cama" como solían
decir sus vecinas y ella seguía esforzándose en hacer todo cada vez mejor, pero
nada alcanzaba. El menor descuido era el pasaporte a la violencia y ella
solamente callaba.
Cuando ingreso estaba medio muerta pero los médicos y los servicios sociales se
habían esforzado en salvarla, salvarla para que? para quien? no lo sabia, sus
hijos aunque adolescentes, ya caminaban solos por la vida, el hogar violento los
había arrojado a la calle a buscar refugio en hogares de amigos y familiares,
mas placenteros y apacibles. Prácticamente no paraban en casa, estuviera ella o
no.
Y el, ahora si, pasaría largos años entre rejas........
Eso no le devolvería su risa cantarina y sus sueños de amor, no le devolvería el
respeto de sus hijos, ni la alegría de sentirse mujer, difícil asunto aquel de
acercarse a otro hombre, si, si, difícil ya que ella . . .
Alicia Gaona
Aún no sabe si el
escozor que todavía siente en su entraña cuando un hombre la abraza desaparecerá
algún día, o si es ya parte de su mente. Quizá por ello visita a mujeres
maltratadas a las que escucha y asesora, aprendiendo con ellas que la venganza
no cura las heridas, sino que acaso sólo las alivia por momentos, prolongando su
recuerdo. Quizá espera que en un futuro ideal, más allá de sus sueños, surja un
nuevo mundo, un orbe de armonía y perfección donde sane por siempre la herida
abierta.
(Javier Martín Franco- Franjamares)
PRINCIPIO ABIERTO 4 (Nekovidal-Javier Martín Franco)
Durante más de treinta años había arrastrado la herida de aquella violación de su adolescencia: no podía ya ni imaginar como habría sido su vida sin esa tragedia por medio. Durante años odió, luego intentó olvidar para, más tarde, harta de luchar contra la memoria, decidir tener una vida de esas que llaman normales. Se casó, su marido era un buen hombre al que nunca confesó su drama y que se resignó a sus cambios de humor como si fueran parte de su personalidad. Con él tuvo dos hijos antes de enviudar, y ya cuando éstos eran mayores, dedicó todo su tiempo y esfuerzos a la ayuda de mujeres violadas o maltratadas.
Un día llegó a la ONG donde trabajaba una grabación con los testimonios de docenas de mujeres violadas en la última guerra civil del Congo. Fue escuchando los testimonios uno tras otro, terribles historias de niñas, jóvenes madres y abuelas, y en todas notó algo muy diferente a los testimonios anteriores, todos ellos de mujeres occidentales: en cada frase, lo más resaltado por las víctimas no era la vergüenza padecida, ni la agresión sexual en sí, de la que se facilitaban detalles con total naturalidad, sino la violencia de la misma, que había incluído en muchos casos una amputación o intento de asesinato posterior. Había una diferencia que no llegaba a captar en su totalidad, pero que presentía encerraba una de las claves que la liberaría de sus sombras.
Meses después pudo viajar a África y conocer en persona a varias de las víctimas. Entre todas, el testimonio de una mujer de mediana edad era el que más la había impresionado: narró con frialdad y distancia el episodio de la violación, sin darle apenas importancia, pero se deshizo en llanto cuando recordó el momento en que aumentó la violencia y temió por la vida de uno de sus hijos.
Se lo preguntó directamente: “Comprendo que temieras por la vida de tu hijo y que eso te provocara un dolor mayor que el de la violación, pero me sorprende la frialdad y hasta indiferencia con que la cuentas . . . “
La mujer la miró, esbozó un gesto parecido a una sonrisa y respondió: “Conozco a varios occidentales, misioneros y monjas belgas y franceses sobre todo, católicos todos ellos, y he observado que vuestros conceptos de vida y muerte, dolor y placer, son muy diferentes a los nuestros”. “Para nosotros, prosiguió, el sexo es una parte más de la vida, con todo lo luminoso y oscuro que pueda conllevar consigo, pero no implica una carga de vergüenza o remordimiento: violar es como robar a esa persona, como explotarle en el trabajo o engañarle en un negocio, es doloroso, y, en algunos pueblos, aunque no en el mío, lo peor viene después, al ser repudiadas por nuestros maridos. Pero la violencia, cuando el ser humano actúa como un leopardo sin tener hambre ni necesidad de matar, es lo que más miedo nos provoca, es lo traumático. Por eso podemos sobrevivir al trauma de una violación, pero pocas sobreviven al drama del terror, aún cuando no haya heridas graves por medio. Todas nosotras arrastramos vergüenza y miedo, pero para ustedes la primera pesa más que la segunda, y para nosotras es al revés: para nosotras, que te violen es que te roben, pero cuando vemos y padecemos a un hombre sin límites a su violencia, es que ya no es humano, y ese miedo nunca lo podemos olvidar, porque nuestras sociedades, más que las vuestras, se basan en la colaboración y el respeto, aquí no llega la policía, aqui la ley la hacen los consejos de ancianos y vecinos”. “Espero que comprendas que con esto no menosprecio vuestro dolor, continuó, pero sé que la mayoría de las violaciones en vuestro Primer Mundo incluyen mucha menos violencia que aqui, en plena guerra, y hay veces en que he pensado decir esto a mujeres como tú, que presiento que has sido violada, pero presiento también que te duele más la humillación y la verguenza que el terror del acto, que la violencia que implica ver a un hombre que deja de serlo para transformarse en la peor de las bestias”. La escuchó con atención, lloraron y, ocasionalmente, rieron juntas en un acto de fraternidad que duró toda la noche.
Doce días después se encontraba de regreso en su ciudad y ante las puertas de la ONG. Estaba convencida de que esas nuevas grabaciones y testimonios que llevaba en su bolso ayudarían más a las víctimas que todo un equipo de psicólogas hablando de dolores y sufrimientos que, por suerte para ellas, nunca habían padecido. Lo presentía porque a ella ya habían comenzado a ayudarla.
Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net
Aún no sabe si el escozor que todavía siente
en su entraña cuando un hombre la abraza desaparecerá algún día, o si es ya
parte de su mente. Quizá por ello visita a mujeres maltratadas a las que escucha
y asesora, aprendiendo con ellas que la venganza no cura las heridas, sino que
acaso sólo las alivia por momentos, prolongando su recuerdo. Quizá espera que en
un futuro ideal, más allá de sus sueños, surja un nuevo mundo, un orbe de
armonía y perfección donde sane por siempre la herida abierta.
(Javier Martín Franco- Franjamares)
PRINCIPIO ABIERTO 4 (Mari Carmen Martínez-Javier Martín Franco)
MUJERES MALTRATADAS
Sobre este tema podría hablar pero no escribir demasiado ,escribir aun le costaba.
Cualquier cosa que quedara reflejada en algún tipo de soporte podría ser usada contra ella .
No seria la primera vez,que a la primera de cambio usaban un informe medico para tirárselo a la cara o que usaban en su contra información privilegiada ,que como una tonta había confiado a ,como no otro hombre ,con la esperanza de que no todos eran iguales .
De nuevo defraudada...
Los informes médicos afortunadamente los había destruido todos y la ley de protección de datos funcionaba ...Las amigas de los hospitales tambien...cuando él pedía información sobre su estado la avisaban para que viera que estaba tramando .Tramaba siempre lo mismo quitarle la custodia del hijo...
Un atajo de cobardes mal tratadores , coartadores de libertades ,eran ,para ella, a día de hoy todos los hombres ,todos menos dos claro : El hombre de su vida, su hijo, y otro un surgido de la nada que a veces le prestaba su sofá y la consolaba con abrazos que no estrechaban ,con detalles de manzanas peladas...
Porque los parimos nosotras que sino...se oía a menudo decir a si misma.
Su muy primer Amor ,cuando acababa la primera etapa de la segundaría ,cuando ya sus caminos se desviaban le dijo en la escalera del instituto ,ante su declaración :” me olvidaras”.
No lo había habido entre ellos ni un beso ni una caricia ,sino una ingenua complicidad de mutua ayuda ...Cuando se encontraban en el camino del colegio ella andando y el en bicicleta ,el se baja y seguía a pie. Cuando él no daba la talla en literatura o latín ela le ayudaba ,cuando ella no entienda como resolver una ecuación ella él quien se volcaba. No no lo había olvidado ,es más de vez en cuando lo seguía por Internet ,era ahora ,un gran matemático francés...
Su segundo Amor ,su amor no resuelto es que aún escocía en el recuerdo le dijo que se pondrá gorda ,le presentó a Goytisolo ,con sus palabras para Julia, lo único bueno que hizo en aquella etapa...Cuando ella le dijo que quería viajar mucho le contestó que tenia muchos pájaros en la cabeza..pero ,para viajar había viajo ,el gordo ahora era él ...y colmo de los colmos de un pediatra no había podido tener hijos con su mujer...Pero como no en todo podía estar equivocada ni enamorarse de hombres vacíos ,había demostrado junto a su esposa que eran dignos de querer ,habían adoptado 3 niños ...3.
Y con el paso del tiempo la ayudo ,era a él y solo a él a quien debía no haber sido ingresada en ninguna institución cuando la violación...
Después se casó ,con el hombre errado,porque le parecía mucho físicamente al anterior, porque tenia una casa ,porque quería huir de la de sus padres y porque al fin y al cabo su gran Amor se había casado..Craso error a los 2 días del matrimonio ya sabia que había sido un error con el tiempo las cosas fueron a peor.
Cuando aparecieron las taquicardias ,la de la noche peor ,por no alborrotar a familiares le dijo :”- Quedate con niño aquí , yo me voy en la ambulancia .”
Llamó al servicio de urgencias y la trasladaron .
Ya motirorizada y el hospital la frecuencia era de 280 latidos por minuto ,y se encontraba mejor...
Al mañana siguiente le pidió al cardiólogo que avisara su su segundo Amor ,respuesta de este: “No puedo bajar ,tengo mucha gente en la consulta...HOMBRES
Le hizo saber ,por escrito después, que no necesitaba un médico sino una mano amiga ,en esa mañana en alto riesgo.
Cuando su marido y una amiga fueron a recogerla al hospital él dijo: “¿ No ha sido nada verdad?
-no contestó ella ,nada ...
Solo por la tarde ,cuando ya había dormido y descansado algo ,al verla salir de la ducha (lo llamó porque se sentía mareada) ,entonces vio los morados de los 2 brazos donde había tenido los sueros y le preguntó :”_Pero te han puesto sueros?
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No ,si al hospital fui ,a pasar la noche porque me apetecía...por variar de compañía... |
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¿ conoces a fulano ? |
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-si |
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¿ Has vivido con él ? |
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-No |
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Entonces ,no lo conoces... |
Aveces la asaltaban ideas neo nazis de crear un buen banco de semen y que por ingeniería genética seleccionar solo a machos sanos y sensibles para perpetuar la especie .
Luego se acordaba de un mundo feliz y se decía que cada vez se acercaban más a él .
El mundo feliz de Huxley ,si pero sin hombres...bueno mientras alguien no inventara un útero artificial...
Entonces sacudía vivamente la cabeza y se deshacía de las malas ideas...No podía permitir que los hombres le provocaran en ella esas ideas, era volverse como ellos...
¡NO!
Ni uno ,no ponía la mano en el fuego por ninguno... pero tenia un hijo y era su único motivo para vivir ...incongruencias de la mente humana...Esperaba no equivocarse y tener que decir algún día “_ TU QUOQUE ...
Había sido violada física y psiquicamente y vivía asqueada ,viviría asqueada sino el resto de su vida si por muchos días.
Solo evitar le el calvario por el que había pasado, por el que aun pasaba, a otras mujeres , la consolaba ...
Por eso no obstante, todavía lo intentaba a veces lo intentaba.
Pero hasta en el ultimo intento se sintió ultrajada por alguien quien supuesta mente pretendía ayudarla . ¡Valiente ayuda !Esta vez se había hundido psicologicamente , había naufragado ante un prototipo de mal tratador psíquico ,quien encima decía pretender ayudarla ,cuando lo único que intentaba era cortarle las alas ,hacerla vivir según su modelo,decirle cuando follar , (1 vez al mes ) y que encima pretendía hacerle creer que eso era Amar ... y para colmo enseñarle.
Valiente maestro en el Arte de Amar... .Si amar sabia ,lo que no se había sentido nunca era amada ..uff pero eso tambien ya había , ya había pasado.
Aún no sabe si el escozor que todavía siente en su entraña cuando un hombre la abraza desaparecerá algún día, o si es ya parte de su mente. Quizá por ello visita a mujeres maltratadas a las que escucha y asesora, aprendiendo con ellas que la venganza no cura las heridas, sino que acaso sólo las alivia por momentos, prolongando su recuerdo. Quizá espera que en un futuro ideal, más allá de sus sueños, surja un nuevo mundo, un orbe de armonía y perfección donde sane por siempre la herida abierta.
FINAL ABIERTO -
5 (Franjamares-Nekovidal)
Lluvia y lluvia.
El olor a tierra mojada es ya insoportable. Más de cuatro meses lloviendo sin apenas parar es demasiado. Ese primer perfume del ciclo glorioso del agua que había sentido con las primeras y esperadas lluvias, se ha transformado en un tufo persistente de fría humedad que parece inundarlo todo, incluso el ánimo de la gente. Su propia vida lleva un tiempo de tristeza sincronizado con el de las precipitaciones. Sí, con aquellas luces menguantes de noviembre llegaron las peleas, las no reconciliaciones, las heridas, las amenazas… El sol invicto, que este año parecía muerto más que ausentado, trajo finalmente las sombras rezumadas de la separación. Se sucedieron entonces las lágrimas y las tormentas que parecían estallar dentro de su cabeza, pues corrían torrenciales corazón abajo hasta los muslos, escurriéndose por las rodillas, encharcando sus lacerados pies, que apenas la sostenían, bajo aquella lluvia interminable. Una lluvia de adentro y de afuera que desleía su vida como un terrón insignificante de arcilla.
La misma arcilla en donde está excavada su casa, o mejor dicho: su cueva. Que ahora, empapada de lluvias y lluvias, comienza a desmoronarse por los techos, manchando y agrietando las paredes encaladas, hundiéndose en algunas partes, forzándola pues a salir del calor de su hogar, a las desoladoras paredes de un cuarto prestado.
Su vida se desmorona como un terrón de arcilla y cada vez encuentra más lejos los días de alegría, de sol y de esperanzas sin aguaceros...(Franjamares)
Entró en la cafetería donde solía desayunar y, mientras con la mirada perdida introducía los terrones de azúcar en el café pensó: “Así se está deshaciendo mi vida, como este azucarillo, pronto no quedará nada . . . ”. Cuando se disponía a tirar el sobre del azúcar en el cenicero, vió que había en él algo escrito:
"No penseis en dirigir los caminos del amor; es el amor quien, si os encuentra dignos, dirigirá vuestros caminos." Gibran Khalik Gibran, El Profeta (1923).
Y como aquella inolvidable vez, cuando apenas tenía ocho años, comprendió, como una iluminación, que ella era ella, y que esa separación ya irrevocable de sus padres y de cuanto la había atado a algo externo, la convertía en alguien único y más grande dentro del universo.
Así lo comprendió, ahora debía dar otro paso, separarse física, pero sobre todo anímicamente, de la persona con la que había compartido media vida, y esa separación, ese paso, si era de crecimiento, no había razón para que fuera doloroso, como no lo fue aquel de su infancia.
No tenía derecho al rencor hacia su pareja, pero tenía derecho a seguir su camino. No tenía derecho a la ira, pero sí a la libertad de continuar su proceso vital, que esa persona ya no quería ni sabía compartir.
Lo comprendió, respiró hondo, salió a la calle y, como haciéndole un guiño, el sol asomó levemente tras un mar de nubes grises, tal vez queriendo recordarle que en toda oscuridad habita una luz, y que no puede existir la una sin la otra.
Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net
FINAL ABIERTO - 5 (Franjamares-Diego Pérez Sánchez)
Lluvia y lluvia.
El olor a tierra mojada es ya insoportable. Más de cuatro meses lloviendo sin apenas parar es demasiado. Ese primer perfume del ciclo glorioso del agua que había sentido con las primeras y esperadas lluvias, se ha transformado en un tufo persistente de fría humedad que parece inundarlo todo, incluso el ánimo de la gente. Su propia vida lleva un tiempo de tristeza sincronizado con el de las precipitaciones. Sí, con aquellas luces menguantes de noviembre llegaron las peleas, las no reconciliaciones, las heridas, las amenazas… El sol invicto, que este año parecía muerto más que ausentado, trajo finalmente las sombras rezumadas de la separación. Se sucedieron entonces las lágrimas y las tormentas que parecían estallar dentro de su cabeza, pues corrían torrenciales corazón abajo hasta los muslos, escurriéndose por las rodillas, encharcando sus lacerados pies, que apenas la sostenían, bajo aquella lluvia interminable. Una lluvia de adentro y de afuera que desleía su vida como un terrón insignificante de arcilla.
La misma arcilla en donde está excavada su casa, o mejor dicho: su cueva. Que ahora, empapada de lluvias y lluvias, comienza a desmoronarse por los techos, manchando y agrietando las paredes encaladas, hundiéndose en algunas partes, forzándola pues a salir del calor de su hogar, a las desoladoras paredes de un cuarto prestado.
Su vida se desmorona como un terrón de arcilla y cada vez encuentra más lejos los días de alegría, de sol y de esperanzas sin aguaceros...
Javier Martin Franco
FINAL ABIERTO - 5 (Franjamares-Alicia Gaona)
Lluvia y lluvia.
El olor a tierra mojada es ya insoportable. Más de cuatro meses lloviendo sin apenas parar es demasiado. Ese primer perfume del ciclo glorioso del agua que había sentido con las primeras y esperadas lluvias, se ha transformado en un tufo persistente de fría humedad que parece inundarlo todo, incluso el ánimo de la gente. Su propia vida lleva un tiempo de tristeza sincronizado con el de las precipitaciones. Sí, con aquellas luces menguantes de noviembre llegaron las peleas, las no reconciliaciones, las heridas, las amenazas… El sol invicto, que este año parecía muerto más que ausentado, trajo finalmente las sombras rezumadas de la separación. Se sucedieron entonces las lágrimas y las tormentas que parecían estallar dentro de su cabeza, pues corrían torrenciales corazón abajo hasta los muslos, escurriéndose por las rodillas, encharcando sus lacerados pies, que apenas la sostenían, bajo aquella lluvia interminable. Una lluvia de adentro y de afuera que desleía su vida como un terrón insignificante de arcilla.
La misma arcilla en donde está excavada su casa, o mejor dicho: su cueva. Que ahora, empapada de lluvias y lluvias, comienza a desmoronarse por los techos, manchando y agrietando las paredes encaladas, hundiéndose en algunas partes, forzándola pues a salir del calor de su hogar, a las desoladoras paredes de un cuarto prestado.
Su vida se desmorona como un terrón de arcilla y cada vez encuentra más lejos los días de alegría, de sol y de esperanzas sin aguaceros... ( Franjamares )
Y en medio de tanto desatino climatico empezaron los desatinos populares, alguien saco a relucir las profecias del calendario maya, se adelantaba el dos mil doce?otros no quisieron ser menos y desenterraron las profecias de Fatima, en ese momento mi cuarto prestado se encontraba en el hogar una señora mayor, pisaba los ochenta, y no ayudaba justamente a la resolución del panorama, día a día, me decía: se terminara el mundo? se terminara el mundo? y yo trataba de calmarla con mi lógica irrefutable diciendole: de algo hay que morir, porque preocuparnos del como, a estas alturas de la vida? ella no lo comprendía, quiza por que su sueño era morir en una cama tibia rodeada de familia que ya no tenía, pero no sosobrar en medio de una ola gigante.
FINAL ABIERTO - 5 (Franjamares)
Lluvia y lluvia
El olor a tierra mojada es ya insoportable. Más de cuatro meses lloviendo sin apenas parar es demasiado. Ese primer perfume del ciclo glorioso del agua que había sentido con las primeras y esperadas lluvias, se ha transformado en un tufo persistente de fría humedad que parece inundarlo todo, incluso el ánimo de la gente. Su propia vida lleva un tiempo de tristeza sincronizado con el de las precipitaciones. Sí, con aquellas luces menguantes de noviembre llegaron las peleas, las no reconciliaciones, las heridas, las amenazas… El sol invicto, que este año parecía muerto más que ausentado, trajo finalmente las sombras rezumadas de la separación. Se sucedieron entonces las lágrimas y las tormentas que parecían estallar dentro de su cabeza, pues corrían torrenciales corazón abajo hasta los muslos, escurriéndose por las rodillas, encharcando sus lacerados pies, que apenas la sostenían, bajo aquella lluvia interminable. Una lluvia de adentro y de afuera que desleía su vida como un terrón insignificante de arcilla.
La misma arcilla en donde está excavada su casa, o mejor dicho: su cueva. Que ahora, empapada de lluvias y lluvias, comienza a desmoronarse por los techos, manchando y agrietando las paredes encaladas, hundiéndose en algunas partes, forzándola pues a salir del calor de su hogar, a las desoladoras paredes de un cuarto prestado.
Su vida se desmorona como un terrón de arcilla y cada vez encuentra más lejos los días de alegría, de sol y de esperanzas sin aguaceros...
Por eso llamó por teléfono a su amiga Susana. Llámame, no seas tonta. Por eso ahora vive provionalmente en su apartamento.
Está frente al espejo, que esta vez no la engaña. ¿Es tarde? No, la hora justa para ir a donde nunca creyó que iría. Se ha puesto su ropa interior preferida, sin lazos ni corazones, se ha enfundado el vaquero desgatado, una blusa negra con pocos botones y lleva sobre los hombros la chupa de cuero. Perfila sus ojos sin excesivo contraste, se pone una sombra estucada como el cielo de una cúpula gótica y usa un pintababios de brillo en tono claro, casi blanco.
Sale a la calle aferrada a su bolso pequeño bajo el ala. Está lloviendo. Qué novedad. No tiene paraguas, ni ganas de volver a por él. Pasea por las calles bajo la lluvia, bajo los soportales… Encuentra un taxi a tiempo de acabar chorreando. El taxista, gordo y colorado, la mira a través de una gafas de sol. Se sabe la ciudad de memoria y no sonríe a escuchar el destino. Club Susana, calle Azahar.
Su amiga está riendo a carcajada limpia, pero es una risa cómplice que para nada le molesta. La besa, la sostiene por los hombros, como si valorase sus más denuedos por estar allí, que sus encantos.
Estás estupenda. Un poco más delgada, pero eso ahora resulta in.
De veras…
Si yo lo sabré…acompáñame, aquí charlaremos más tranquilas.
Caminan al paso, como dos gemelas, y los taconazos de Susana parecen animar a los suyos.
No te preocupes, Sole. Comprendo como te sientes y creo que sé lo que necesitas. Este sitio, que parece tan embarullado, es no obstante idóneo para pensar en nada. Y a veces hasta para dejarse llevar... El tiempo aquí corre arrebatadamente y tu trabajo es procurar que no deje de correr a ese ritmo. Los ves… Esos tipos tienen su nivel de testosterona por debajo del del alcohol…
Los consejos de su amiga empiezan a agobiarla; casi la pinchan a salir de allí por piernas…
Para, para… No me digas más, te lo agradezco, pero prefiero descubrirlo todo por mí misma, sin saber demasiado… Como si tuviera recién abierta delante de los ojos una novela de esas raras, o como si te topas con una película empezada haciendo zaping… Mi vida de antes me importa una mierda, o al menos eso creo. Quiero hacer esto y no es por despecho ni por resentimiento. Tal vez siempre quise hacerlo… Escucha: conservo en la memoria los versos de un poeta: … Las mujeres se abren para el vicio / y los hombres ignoran / al desgarrar un vientre / que están presos… Siento que hay algo fundamental en estas palabras y ese magnetismo siempre me atrajo. ¿Conocer de cerca, bien de cerca, los vigores y flaquezas de los tíos, de todos los tíos que una pueda y quiera? Puede ser… No si me explico.
Sí, te explicas de maravilla... Además, estás en el sitio indicado. ¿Qué poeta es ese?
Manuel Altolaguirre. Estuvo exiliado en México tras la guerra civil. Murió en un accidente de tráfico al estrenar en España su última película escrita, que dirigió su amigo Buñuel: “Subida al cielo”.
Pues seguro que está allí, en el cielo, pero en el cielo de los poetas y las putas... Y cómo sigue el poema:
Dice: Las carceleras débiles / huecas mil veces, huecas, / las malditas, / se ensañan y seducen traicionando. / El amor impotente / contra el placer fugaz se rompe el alma. / Y yo me rompo el alma / contra los horizontes de la vida.
Javier Martín Franco
Náufragos (del intercapitalismo)
Franjamares
Mientras las bolsas se columpian en los parqués globalizados –suben, bajan–, polarizadas por los especuladores (con su ataque carnicero al euro, han dado el ultimátum a ZP y arrimado el ascua a la sardina de los Tory en las elecciones británicas); mientras rescatan con dinero real de nuestros impuestos la híper-deuda-griega, amañada por la derecha neoliberal, dejando a los de la vieja acrópolis listos para que les den por el griego; mientras la veleidosa nube de cenizas volcánicas se pasea cerrando aeropuertos, por la meseta ibérica, soplada ahora por los vientos del norte; en tanto el rey de España (fumador empedernido) pasa por quirófano con amago de cáncer de pulmón, que aseguran es benigno (razones borbónicas); mientras hace frío y hasta nieve en el mes de mayo, para que no nos quitemos el sayo ni la leyenda lobby nuclearista del CO2; mientras la corrupción de los gürtel petrifica el rostro ya pétreo de la derecha nacional y los tardo-franquistas consiguen echar de la Audiencia a Garzón; en tanto y cuanto el ínclito ZP improvisa mientras se alcanzan los cinco millones de parados y hace mutis por la manga con su mano izquierda para sacar la derecha (otro plan de ajuste a la griega); mientras esto pasa (adobado con las peras internacionales: como la súper-marea negra del Golfo de México, los asentamientos judíos en palestina, los bombazos en Irak, el “temido” programa nuclear iraní…); y todo ello nos lo cuentan en la tele digital, que falla más que una escopeta de feria, las personas físicas, decía, tratan de vivir y de amar (interesante labor)… quieren ser felices, a pesar de los pesares.
Ahora más que nunca se nota que la política y la economía están alejadas de la gente. El poder financiero privado (cada vez en menos manos), solapado en las grandes corporaciones, los bancos centrales y comerciales, tiene las riendas de las democracias, dictaduras y dicta-blandas del ínter-capitalismo globalizado en donde vivimos (incluidos rusos y chinos).
Los bancos centrales imprimen los billetes “falsos” para venderlos como buenos; los bancos comerciales compran estos billetes (que no son siquiera de papel sino meros datos cliquedos en una macro-computadora) y los prestan al empresario y ciudadano real (economía física), multiplicados hasta por 5 (índice de caja fiduciario), quedándose con intereses y capitales, siempre por 5. Sí, ustedes lo han pillado: es a través de nuestra deuda como convierten en dinero real, el sacado de la chistera. Una deuda con cara de conejo que tendremos que pagar de por vida: caudal contante y sonante, listo para sacar de circulación y amasarlo junto al negro en los distintos paraísos financieros.
Crearon una descomunal burbuja, vendiendo hipotecas hasta debajo de las alcantarillas. Los famosos Ninjas, subterráneos con ojos de gelatina, subidos en caimanes blancos por las cloacas de la gran ciudad, que eran titulares de hipotecas trampa, garantes de bonos basura y de sus derivados, para inflamar el mercado de dinero virtual e impagable; es decir, de bancarrota asegurada. Asegurada si no fuera por que estos gerifaltes del capitalismo liberal se adjudican las ganancias y socializan las perdidas. Controlan por supuesto a los políticos (de izquierda y derecha), que apresuradamente han creado macro-rescates (billones de dólares y euros en deuda pública), para salvar su sistema usurario. Pero a cuenta de nuestros impuestos, la prórroga indefinida de la recesión y las mermas sociales y laborales en todos los países. Y si nos descuidamos tal vez quieran quedarse con los servicios públicos esenciales al modo americano (educación, sanidad…) Y extraigan de ellos el máximo rendimiento para dejar sin escuela ni salud a amplios sectores de la población. Primer mandamiento del capitalismo: comprar barato y vender caro.
Pero el monstruo aun aguanta en sus pies de barro. Los tutores del capital, usan su propaganda y sus mass media para adocenar la opinión pública, fraguando sus intereses en la olla a presión capitalista: la amenaza terrorista de los (en nómina) de al-Qā’ida, la nueva guerra fría (con rusos, persas y chinos) por el control de los recursos fósiles energéticos del planeta, ubicados, mira tú por donde, en Oriente Medio y Asia Central.
La nave ínter-capitalista hace aguas por todas partes. La vía griega en la más gorda, aunque también hay otras sangrantes como la de Dubai, en cuyas altísimas azoteas rascan el cielo las huríes.
Un barco con ese sistema de navegación está condenado al zozobre. Nosotros ya somos los náufragos: inmigrantes sin papeles, parados, contratados basura, hipotecados hasta el cuello, deudores post mortem, Paganinis de facturas e IVAs engrosados, consumidores de petróleos por la nubes y tabacos en órbita, mocosos de la alergia y la gripe A, enfermos de cáncer, inmunodeficientes y fibromialgios, hinchas de su equipo, peatones con el depósito vacío, consumidores consumidos… y por encima de todo: personas con el alma en la boca que buscan ser felices…
Y es que tenemos la manía de ser felices aunque nos engañen, nos endeuden, nos manipulen, nos la metan doblada, y nos arrojen por la borda del sistema globalizado sin salvavidas. Náufragos de la vida, que empezamos a descubrir que el naufragio solo se produce en nuestro esquema mental heredado. Que podemos cambiar por dentro para cambiar lo de afuera. Y que aún no queremos poner en práctica eso de que el pirata es valiente mientras el náufrago se lo crea.
Franjamares
Por Franjamares
Aún guardo en mi bargueño, como si lo sacara recién de las alforjas, aquel secreto de Samarcanda. Visto ahora desde la experiencia de su auge, ha supuesto un descubrimiento maravilloso. Un salto de provecho en la transmisión del conocimiento. La prosperidad de las ciencias y las artes que ahora pueden salir del estrecho celo de unos pocos para propagarse fácilmente copiadas por todos los rincones del mundo.
Este secreto custodiado en Samarcanda en tiempos remotos, donde resultó mejorado, fue arrancado de los labios trémulos de dos oficiales chinos prisioneros tras la colosal batalla de Talas. El intérprete del general abbasí Ziyad, no daba crédito a sus oídos: el secreto del papel de arroz desgranado con todo lujo de detalles por aquellos infelices, dos supervivientes que se contaban entre los escasos oficiales, pues solo una décima parte del ejercito chino quedó con vida en aquella campaña tras la algarada de sables árabes, persas y turcos, a orillas del río Talas.
La fábrica de papel de Samarcanda era un lugar restringido, pero no inexpugnable, menos para un joven taalib huésped del alfaquí, como yo era en aquel entonces. Su blanca, útil y barata producción acabó distribuida por todas las tierras del Islam. Pero la fórmula de su manufactura ya no podía aguantar más entre sus muros. Y otras ciudades del oriente arabófono han conseguido también su alquimia y ya se prodigan en su fabricación.
Nosotros la trajimos para el occidente. El nuevo soporte de la escritura ya se exhibe en los zocos de Al-Andalus. La medina de Játiva compite con las principales ciudades árabes en la fabricación de este magistral invento. La calidad de nuestros papeles alcanza la altura de nuestras sedas, de nuestras telas, de la industria de Tiraz, que en Córdoba se especializa en la fina cordonería.
El coste elevado del pergamino acabará relajándolo en todos los reinos del norte al polvo húmedo del olvido, el precio del papel que estamos elaborando ya provoca una revolución cultural por cuanto supone de propagación del material escrito, y de mejoría en la publicación de libros. Como este que ostento entre mis manos y que pronto las manos de mi mejor kaatib trasladarán al papel una y cien veces.
Se trata de una obra admirable, a la misma altura sino por encima de las letras árabes que vienen como paradigmas del Oriente. El Collar Único de ibn Abd Rabíhi, que toma su título por alegoría con un collar de perlas, es un conjunto de saberes árabes y universales; un libro que pretende albergar en su seno el alma de todas las artes, ciencias y filosofías de la vida; es por tanto el libro de la vida.
Cada capítulo de El Collar Único, engarzado y pulido, lleva por nombre una piedra preciosa, veinticinco piezas que bajo su nombre presenta y desarrolla un arte distinto. Caben como ejemplo las azoras de la Perla, acerca de los brillos y sombras de la poesía; el Topacio, lleno de refranes sobre la generosidad humana, a cundir como dechado en este nuestro Al Ándalus; el Zafiro, dedicado a las ciencias; el Coral que versa del protocolo y los buenos modales; la Plata, que narra historias de embajadas y anécdotas de ilustres delegaciones, desde los califatos Fatimí y Abbasí hasta el propio Bizancio; el Oro, que transmuta los secretos de la algarabiya, la lengua y la gramática árabes… y otras gemas con las que educar en la cultura oriental a los jóvenes andalusíes.
El Collar único verá en mi alhóndiga de papel y tinta su primer y gran renacimiento. El papel lo hará volar como paloma blanca por todos los confines de Al Ándalus y el mundo mediterraneo y oriental con el que compartimos idioma.
La mofa acuñada por el poeta de sobrenombre Al Qalfat, mote que proviene de calafatero, el peón que unta brea a los barcos, tal vez puesto por el color terroso de su piel o por su higiene mejorable, que ha comparado la obra del Collar con una ristra de ajos, no es otra cosa que envidia y buscado menosprecio, propios por otra parte del ambiente de afilada competencia cultural y poética que se vive en los campos y madinas de Al Ándalus en estos tiempos bulliciosos,
La daga del cálamo del poeta calafatero ya ha destrozado la obra poética de otros autores, pero nada podrá hacer contra las piedras preciosas del Collar de ibn Abd Rabihi, verdadero libro de la vida, que coloca nuestra cultura a la altura del mundo civilizado.
Pero si El Collar Único es el libro de la vida, de la vida social, cultural y administrativa del estado, otra obra que espera turno de escritura de otro compatriota, del ínclito Ibn Masarra, no es sino el de la vida prístina y espiritual: el Libro de la explicación penetrante, que contiene, sin duda, la clave de un sistema esotérico, de una filosofía inspirada en Empédocles, el más antiguo de los sabios griegos. Era éste todo un hierofante, un profeta consagrado a la enseñanza y las prácticas espirituales, que vivía retirado del bullicio mundanal, que rechazaba honores, y realizó su gran viaje iniático a Oriente.
Ibn Masarra también vive apartado en la sierra de Córdoba, en su pensamiento heterodoxo, racionalista y de iniciativa en la interpretación y la indagación personal –ya tratada en otras de sus obras, como el Libro de las letras, sobre los arcanos del álgebra mística–, se sublima la teoría de la emanación jerárquica de las cinco substancias: el elemento primordial o materia prima, que es la primera de las realidades inteligibles; la inteligencia; el alma; la naturaleza y la materia segunda o corporal…
Estos libros de Ibn Masarra, copiados por mi fecundo kaatib, circulan de mano en mano, y no solo entre los simpatizantes mutazilíes, son buscados como el agua por las almas ávidas de conocimiento: no hay autoridad más allá que la intelectual, afirma Ibn Masarra. Se alternan a veces con las cartas clandestinas de los hermanos de la pureza, eludiendo la vigilancia de los alfaquíes, exacerbando su cólera, pero escapando de su intolerancia como el agua entre los dedos.
Llegarán estos libros hasta el Oriente, donde los maestros ortodoxos abordaron la tarea de refutarlos. No deseo que estos anatemas, corrompidos con la envidia, lleguen hasta los tribunales de aquí o de allá y se acuse al sabio Ibn Masarra de hereje o de zindiq, agitador de dogmas. Este humilde comerciante, amigo del maestro, velará por su integridad como persona, de la calidad como maestro que ha hallado la vía, y su talento como escritor, cuyos libros clarifican a quienes los leen.
Sólo me resta dejar para otra carta el análisis con más extensión de su obra.
Taayib al Kitaab. Almería. 299 hiyra.
* (A propósito del tema El libro de la vida, tertulia Entrelíneas, abril de 2010, Nerja)
Franjamares
Por la cuidad cunde el rumor del nuevo descubrimiento. Es un ejemplar excelente el ahora hallado en unas obras en el monte Valparaíso. Se trata de un libro en láminas de plomo llenas de círculos y estrellas con caracteres alineados donde predomina la caligrafía árabe. En estos nuevos textos desenterrados también se habla del apóstol Santiago, se citan nuevas revelaciones de la Virgen María y relatos de los santos de estirpe árabe Tesifón y Cecilio.
Es curioso que para abrir esta España, que cada día se cierra más en su armadura católica, hayamos tenido que recurrir a tales tretas. Granada es aire y esencia de una cultura que se niega a morir y que de hecho vivirá siempre inserta en el terruño y las gentes. Somos los granadinos viejos que no hemos podido o no nos dejan ser mudéjares, sino moriscos a juzgar y exterminar, que vivimos bajo la amenaza del destierro, y he de confesar, que no deseamos sino quedar en nuestras casas y nuestras tierras, porque nada consideramos fuera de la luz y el aroma de Granada… Somos pues un puñado de los nuestros con la ayuda de algunos castellanos los que ideamos el misterio de los documentos y reliquias, fuentes quiméricas que a modo de buen jofor, sirvan para la asimilación de nuestra idiosincrasia andalusí en el cuerpo de la cristiandad, forjada por la férrea horquilla del santo oficio.
Las primeras láminas con textos en árabe, latín y español, junto con unas reliquias, en plúmbea caja y con signos del mismísimo sello del rey Salomón, los encontraron adonde había que encontrarlos, en el derribo de la vieja torre Turpiana, alminar de la mezquita mayor de Granada. De ellos surge el personaje más señero de esta ya cuantiosa retahíla de descubrimientos de libros plúmbeos –que ahora culmina en el monte Valparaíso–, San Cecilio. Sobre el plomo se escribe de él que era de origen árabe, que se convirtió al cristianismo y que fue muerto con otros cristianos castellanos por los romanos. Mártir y santo, árabe y cristiano, la fusión perfecta para que los hijos de la granada mora sean considerados fieles conversos en la nueva Granada cristiana a imagen y semejanza del mártir San Cecilio.
A mi modo de ver la destilación de lo moro en lo cristiano es un hecho ineludible y necesario. El mismo fraile Juan de Yepes Álvarez*, pidió encarecidamente mis dotes como traductor aljamiado y conocedor de la tradición morisca para que lo acompañase a casa de una sibilina de Úbeda, conocida popularmente como la mora de Úbeda, y que atesoraba en sus entrañas toda la espiritualidad musulmana y la vía tasawwuf.
Este es por siempre nuestro sueño: la amalgama de ambas fuentes en las acequias de Granada, en los jardines y fuentes de esta ciudad. Una ciudad nacida en el Islam a la que tendremos que dotar de un pasado católico, para que la historia quede en tablas y que los moriscos seamos consentidos y asimilados sin podas irreparables o insufribles destierros.
Y si al final nada se consigue, o si la broma acaba siendo descubierta, y para colmo trocada en algún nuevo mito sobre el que cimentar el cierre definitivo de España –el triangulo: Santiago, Zaragoza y Granada–, que al menos permanezca en la sangre de las nuevas generaciones lo que nunca podrá desleírse; no ya la depurada filosofía, no ya la religión del profeta, ni siquiera los modos, comidas y artesanías, o los grandes palacios y obras de arte… sino el cúmulo cultural de un largo pretérito muladí, que forma parte intrínseca de la esencia española, al punto de que España no podría ser de otra manera sin esos siglos andalusíes.
La historia tiende a seguir bebiendo de ella misma. Es una ley universal. Es la ley que solapa el tiempo y hace que las nobles ideas del hombre, de búsqueda, de trascendencia, sean siempre un centro común, por distintos caminos. La armonía universal une todas las dimensiones; nuestras almas no son católicas ni siquiera musulmanas, son la luz que brilla porque hay sombra y que tiene que reconocerse en su fulgor para brillar con más fuerza.
Que sea pues así, que el invento no se descubra, que se tolere la amalgama, que con todos nuestros sentidos girando sobre el alvéolo del corazón, sintamos una vez más el paraíso en los bosques de la Alhambra…
Y si no al infierno de los inquisidores, donde, supongo, al menos, habrá buenos chuletones de Ávila a la parrilla y buen vino de La Rioja…
Alonso del Castillo. Granada, año 1595.
*Juan de Yepes Álvarez: San Juan de la Cruz
…para saber más sobre esta apasionante episodio de la historia de Granada:
http://www.triforio.com/blog/difusion/los-libros-plumbeos-del-sacromonte
Franjamares
Veo
veo, ¿qué ves?…
Mis ojos creen que ven…
la mente sueña despierta que ha visto.
Veo el aire correr por esa loma
subiéndose a las copas de los árboles,
veo la sonrisa de la lluvia guiñar en siete colores
sobre el azul copulador del cielo;
miro el silencio que sale de mis labios muertos
como en un supiro, sin aliento, para renacer luego
y mirar en mis pupilas en el alveolo del espejo.
Miro porque gozo de vista y sueño despierto
porque de imaginación padezco.
Soy hombre y respiro el presente perfecto que la luz me presta.
Miro el mundo con la vista desenfocada
y lo siento parte extendida de mi pensamiento.
Veo la belleza… y la luz diamantina de un orgasmo
me hace feliz dentro del pellejo, responsable de mis huesos,
consecuente con mi sangre, que es gota de sangre del mundo.
Miro tus ojos y veo en ellos el amor que te tengo;
merced a la vista puedo masticar tu deseo,
puedo comerme tus besos,
y sentir juntos la cópula mágica del sueño.
Gracias al gran sentido que nos mantiene alertas,
podemos entrecerrar los ojos y seguir viendo.
Entrelazados, despertaremos oteando las sombras y luces
de un día ininterrumpido, una mañana luminosa,
una tarde de noviembre nos aguarda juguetona
con sus sorpresas y sus formas .
Tengo la vista y soy afortunado por ella, si no la tuviera
mi mente tal vez sintiera las luces que mis ojos ahora ignoran.
Nunca fui secretario de nada. Además odiaba serlo, a tal punto que me enfadé seriamente un día durante una reunión del bloque: se me ocurrió ir, y alguien con buena o mala intención me propuso para el cargo. Lo mío es un apodo y nada más. El que he heredado de mi padre y éste de mi abuelo. Y quién sabe si el abuelo lo heredó de su progenitor y ese hombre decimonónico fue en su vida secretario de algún sitio. Tal vez de una peña taurina, o flamenca, o de un concurso de dominó en el casino o de unos juegos florares. Y por qué no, acaso secretario del sindicato local, o del partido rojo o azul, que quién sabe cuáles eran los colores del gusto del bisabuelo. El caso es que soy el Secretario aunque jamás ni en sueños lo haya ejercido. Los motes pesan al menos en ese mundo de avenidas estrechas y calles empinadas y retorcidas que es mi ciudad.
Hará unos cuatro años me lié la manta a la cabeza y me embarqué de camarero en un buque de placer que hacía cruceros por el Mediterráneo. Allí pasé los primeros mareos con dedicación servicial, buscando el equilibrio con el Martini rosso y desahogando la exuberante rutina del mar con paseos por la borda y charlas con los colegas de pajarita. En la segunda travesía conocí a Hugo, un viajero muy simpático. Hombre joven e importante a juzgar por su derroche. Me aseguró con calmoso acento argentino que un servidor era el tipo que mejor había visto descorchar botellas de vino en toda su vida. Claro, aquella noche lo impresioné abriendo junto a su joven y bella esposa, un Châteauneuf-du-pape, producción limitada, tinto Francés para una velada romántica de 900 euros, más la propina, que fueron cincuenta.
Días después me dijo que le hubiera gustado que un hombre como yo formara parte de su equipo, que trabajara para él, en sus negocios en Posadas, a orillas del río Paraná. En fin, que hicimos una especie de amistad informal que apenas distanciaba el uniforme y que nos acercó a una suerte de complicidad surgida de forma espontánea. “Si yo fuera rico sería como él”, llegué a pensar incluso.
Chasqueando en el paladar el quinto güisqui de la noche, Hugo me contaba cosas de su vida, de su empresa televisiva en argentina, de sus oficinas finacieras, de que era el secretario de un gran productor de cine y que él mismo tenía en marcha una pequeña pero valiosa productora. Cuando hablaba de esto último ponía un énfasis propio de artista que a veces se imponía a la evidencia de su aspecto duro, de mafioso guapo, que oculta tras la sonrisa cálida, el iceberg hundido de sus negocios turbios.
Uno de estos negocios, lo leí más tarde en la prensa, era el tráfico de divisas en dólares provenientes de distintas redes, que solía “lavar” mediante financieras ubicadas en el pueblo limítrofe de Encarnación, en Paraguay, con la intención de remitir el dinero a un banco off shore de Puerto Rico. Un negocio redondo, neoliberal y muy lucrativo que estaba alzando en la espuma de nuevo rico y filántropo local a mi flamante amigo de alta mar.
Pero a Hugo creo que lo buscaban por otras razones. Cosas más gordas. Lo relacionaban con el asesinato del productor de cine Claudio Nozzi, seguramente el mismo del que él me dijo que era secretario, muerto en un yate en aguas del río Paraná. La policía paraguaya había encontrado la primera pista cuando lo reconocieron en unas fotos. Advirtieron que era parecido a un tal Menocchio, alias “Gusano”, quien ya había tenido problemas con la Justicia por piratear señales de cable y que podía estar involucrado en otro doble crimen, el crimen sin resolver de un empresario argentino junto a su joven amante. Primero cotejaron las huellas de Hugo con las de la ficha de INTERPOL de Menocchio y les dio una coincidencia sustantiva. Luego las compararon con las de la ficha original de la policía de Misiones. Y, ¡eureka!, se confirmó que el sospechoso usaba una falsa identidad. A fecha de hoy andaba misteriosamente en paradero desconocido. Desde pocos días después del asesinato, nada se sabía de él en Posadas ni en Encarnación. Un soplo llegó a oídos del comisario Silva, sabueso de la investigación, situando a Hugo en un crucero por el Mediterráneo. Las distintas navieras no pudieron encontrar al sospechoso, con ese nombre, en las listas de embarque, y entre las reservas para esas fechas era casi imposible localizarlo. Había que entrar en los barcos en travesía y realizar la investigación a bordo.
Aquí es donde entro yo. Una pareja de policías secretas griegos se enrolaron durante el atraque en El Pireo. Eran de la INTERPOL, y se les notaba demasiado. Se fueron entrevistando con todos los camareros y cuando llegó mi turno, colocaron frente a mis ojos la foto de Hugo en dos instantáneas distintas, debajo se leía su verdadero nombre: Luis Menoccio.
–¿Ha visto usted a este hombre a bordo, puede que esté cambiado y seguro que usa otro nombre?
Sin duda era Hugo. Me quedé sin palabras pero creo que el gesto no me delataba.
–No, no lo he visto –negué con seguridad, pero en el velo del paladar se me quedó sin decir una última palabra: “hoy”.
Efectivamente esa mañana Hugo no había acudido al lunch en el solaruium de la cubierta principal, y más tarde tampoco lo vi en el salón de té con su atractiva esposa. Se había esfumado. El sospechoso era parte de los pasajeros a los que yo atendía personalmente y por tanto mi silencio se convertía en un peligroso secreto, mantenía a Hugo fuera de rastro, y a mí me hacía potencialmente cómplice. Al día siguiente llegamos a Estambul y los policías seguramente abandonaron el buque sin haber encontrado al prófugo.
Yo bajé a media tarde a estirar las piernas en suelo firme. Fui al barrio sefardí de Torre Gálata, para toman un te y hacer unas compras en sus bulliciosas tiendas. Y en la algarabía del zoco lo vi, en un galería de arte, deleitándose con una exposición de bellos grabados japoneses. Mi vista llamó su atención porque se giró de inmediato, puso sus ojos en mí, sonrió con complicidad y me llamó con un gesto de su mano. Al acercarme, abrió los brazos y me ciñó en un fuerte abrazo.
–Gracias por guardar el secreto –me susurró al oído–. Desde que te vi, supe que podía confiar en ti.
–Te gustan estos grabados –volvió a decir señalando las obras que nos rodeaban–. Elige el que quieras, que yo te lo compro. Un regalo de amigos, de amigos de verdad, de esos que saben guardar un secreto.
Me decidí por uno en el que se veía una gran ola devorando a dos bellas geishas, me lo empaquetaron y me despedí de Hugo con otro abrazo.
–Volveremos a vernos –remató con un tono que parecía más bien interrogativo–. Cuidáte, che.
Lo dejé allí junto a su mujer, como recién casados buscando la decoración de su primera casa. No he vuelto a saber de él. Tal vez vaya de acá para allá gastando el dinero que acaparó con sus turbios negocios y sus crímenes, o acaso esté ya entre rejas sufriendo en la soledad de la celda la falta de libertad, con ojos hasta en la espalda. Yo me acuerdo de él cuando miro el grabado japonés colgado en el salón de mi casa. ¿Será naufrago de la propia tempestad de su vida, una vida que quiso vivir rápida, impetuosa, violenta, a costa incluso de otras vidas?
Franjamares, nov. 2009
Todo va al mar y del mar todo llega,
vienen los ríos rodando, los vientos, las tormentas.
La mar inmensa se ondula de placer agasajada por la luna.
Un solo mar extendido sobre Gaia,
en la piel adolescente de una sola tierra.
Una mirada inocente al verde glauco de las olas.
Un silencio de placer a las crestas de espuma del gigante,
que hacen soñar con la belleza primera,
que salpican los carrillos de tu alma.
Una mirada, esta vez de vergüenza,
a la mácula nauseada del sueño ido del hombre,
aprendiz de demiurgo, separado de su fuente,
nadando a dentelladas entre plásticos y peces,
soltando aliento fétido en chimeneas que no calientan hogares,
envenenando el aire, el agua, la tierra…
con el fuego fatuo de sus vanidades.
Todo va al mar y del mar todo llega.
Vienen los sueños, las palabras, las caricias.
La grandiosa azul nos hace gotas saladas en el ciclo de la vida.
Un solo océano sugerido de ondas y corrientes
como sangre de la tierra.
La madre Gaia, amante de la Luna, fecundada por el sol
cuyo semen de luz es plasma cebado de guirnaldas,
de galaxias y de estrellas.
Todo va al mar y del mar todo llega.
¿Llegará el nuevo hombre?, ¿romperá aguas
en un nuevo mundo de luz?
¿Vendrá del presente franqueando el pasado?
¿O quedará sólo la huella borrada sobre la arena?,
¿el rastro de un tipo envanecido, desaparecido,
que jugaba a no ser hombre, y pasó sin gloria ni pena?
Franjamares, nov. 2009
FRANJMARES
Una mirada al mar de Gaia…
Todo va al mar y del mar todo llega,
vienen los ríos rodando, los vientos, las tormentas.
La mar inmensa se ondula de placer agasajada por la luna.
Un solo mar extendido sobre Gaia,
en la piel adolescente de una sola tierra.
Una mirada inocente al verde glauco de las olas.
Un silencio de placer a las crestas de espuma del gigante,
que hacen soñar con la belleza primera,
que salpican los carrillos de tu alma.
Una mirada, esta vez de vergüenza,
a la mácula nauseada del sueño ido del hombre,
aprendiz de demiurgo, separado de su fuente,
nadando a dentelladas entre plásticos y peces,
soltando aliento fétido en chimeneas que no calientan hogares,
envenenando el aire, el agua, la tierra…
con el fuego fatuo de sus vanidades.
Todo va al mar y del mar todo llega.
Vienen los sueños, las palabras, las caricias.
La grandiosa azul nos hace gotas saladas en el ciclo de la vida.
Un solo océano sugerido de ondas y corrientes
como sangre de la tierra.
La madre Gaia, amante de la Luna, fecundada por el sol
cuyo semen de luz es plasma cebado de guirnaldas,
de galaxias y de estrellas.
Todo va al mar y del mar todo llega.
Vendrá en el futuro lo que vino en el pasado,
La huella borrada sobre la arena
de un tipo envanecido, desaparecido,
que jugaba a no ser hombre, y pasó sin gloria ni pena.
Franjamares, nov. 2009
¡Señoras y señores, prepárense! Ha llegado el momento que todos esperábamos: la culminación de nuestro curso intensivo tiene ahora su justificación.
Tomen aliento, respiren con tranquilidad y dominio y dispónganse a darle la vuelta a sus vidas. Cuando salgan por esa puerta, ya nada será lo mismo. No duden en aplicar ipso facto lo aquí aprendido. En la primera ocasión que tengamos, cuando se nos presente de golpe la disyuntiva, abatámosla de inmediato, sin miramientos, sin cortapisas, sin recelos… sin sufrimientos ni miedos…
Ustedes siempre tienen la última palabra. La palabra y su intento es nuestra. Y la fuerza de esa palabra nos hará libres. Busquemos el sitio cómodo en nuestro interior, sintamos el eje de nuestras vidas, intuyamos lo que Shekespeare denominó el Ser, y que sólo puede ser eso: el Ser, porque si no, no lo sería. No nos dejemos arrastrar por la dinámica ni por la costumbre, echemos a un lado la condescendencia, disolvamos los consentimientos implícitos esperados por todos, sobre todo los más cercanos a nosotros…
Seamos rebeldes, que eso reverdece mucho. Rompamos los moldes de nuestra vida y por favor…. Contestemos No, así con mayúsculas.
Un ¡No! Bien grande, rotundo.
Y si alguien replica desafiante ¡que porqué!, soltémosles otra loza con calmada entereza:
¡Porque No pede ser!
Nos quedaremos tan anchos como largos agarrados al timón de nuestra vida…
Franjamares, Noviembre, 2009
UN HOGAR EN EL MUNDO (poema)
Un hogar en el mundo para ser… y para hacer.
Un sitio hermoso clavado en el espacio,
en el paisaje limpio tras la tormenta,
fajado al lapso sucesivo del instante sagrado.
Una dimensión de clarividencia y justicia
que nos salve de la ceguera y las caridades.
Un hogar de niños de ojos abiertos,
derramados de preguntas;
de hombres de sonrisas blancas como la harina
y mujeres con la sangre de Gaia con cada luna.
Un rodal que se expande por doquier
para gente amable y sin dogmas.
Un poblado de sujetos consumados,
que no consumidos por el consumo.
Un lugar extenso para la Libertad del Ser:
cometa al viento, volando, sostenida por hilos de seda:
cordel de hombres libres y gregarios concientes de su reflejo.
Un hogar de silencios nutritivos,
de palabras entendidas, de voluntades e intentos,
de luz de sombras ardidas
y de conocimiento.
Un paradigma hecho con todas las culturas del mundo:
mestizaje del alma, sincretismo del cuerpo.
Una calle de adoquines de sol y prójimos conversando,
sin miedos ni prozac… El dolor de la existencia el maestro,
compromiso colectivo el desconsuelo.
Una casa caldeada con el calor del fuego,
un espacio fundamental que empieza desde adentro.
Un hogar en el mundo para emancipados.
Ya quedan atrás: el humus sangriento de los monarcas,
el karma de próceres dementes (con su ley del juego),
los monjes de reparto,
la triste seguridad del esclavo.
Franjamares, Octubre, 2009
Por Franjamares
Ya les conté cómo sucedió todo; la incontenible rapidez con la que se desencadenaron aquellos terribles sucesos. La única prueba que puedo ofrecer, es el impreciso flujo de mis recuerdos; y lo califico de impreciso, porque acontecieron tan misteriosa e inesperadamente que, por mucho que pienso en ellos, por más vueltas que les doy, no dejan de parecerme extraños e inconexos.
El día amaneció plomizo y frío. Un silbante viento del norte soplaba con bríos en el bosque, entre las profundas cañadas de la sierra; sin embargo, en el interior del hotel la temperatura era aceptable. Como hacía todas las mañanas, dejé preparado el automóvil para llevar a Paula a la ciudad. El gélido ambiente de aquella mañana de noviembre hacía prever la formación de hielo y escarcha sobre algunas zonas del firme; pensé, por consiguiente, en moderar la velocidad.
Paula entró en el vehículo como de costumbre, mostrando su sonrisa redonda a pesar de lo temprano de la hora y del día tan desagradable. Manipuló en su teléfono móvil, tal vez para llamar a alguien. Pero no pudo, no parecía haber cobertura y además el aparato le hacía cosas extrañas. Lo desconectó soltando un descriptivo: ¡porras!, y dejó perdida la mirada en los confines del paisaje. Seleccioné entonces su programa preferido de radio: sólo clásica, pero misteriosamente tampoco funcionaba la emisora.
Fue tras las primeras curvas cuando noté una de las cosas que, inicialmente, me extrañaron y asustaron: al salir de uno de aquellos pronunciados giros, el automóvil, patinando de las ruedas traseras, zigzagueó peligrosamente. Parecía como si una fuerza misteriosa lo hubiera sacudido con brusquedad. “¡El hielo!”, atiné a pensar, aunque no con demasiada convicción. La curva era de orientación su y no se apreciaba ese característico reflejo blancuzco que la escarcha suele dejar sobre la humedad del asfalto; además, la había tomado a una velocidad moderada. Bajé del coche, observé detenidamente los neumáticos; incluso, me hinqué de rodillas y miré los bajos del vehículo, pero no hallé nada fuera de lo común. Subí y arranqué; antes de reanudar la marcha, escuché durante unos segundos el sonido motor, todo parecía correcto y continué con el viaje.
El viento comenzó a caer racheado. Un gran número de hojas secas en suspensión, creando perceptibles remolinos nos envolvió de repente. El día, inmerso aún en la oscuridad, no terminaba de alzar (unas tupidas nubes surgían raudas desde levante). Quizá por eso, mientras miraba y manipulaba su reloj, Paula me preguntó extrañada la hora; “las nueve menos veinte”, le dije, tan sorprendida como ella, después de haber mirado el mío. Una vez que hubimos pasado el albergue juvenil y tras cruzar el puente del arroyo, una señal de obras en la calzada nos desviaba hacia otra carretera, una antigua ruta de montaña, cuyo asfalto negro, que parecía recientemente echado, centelleaba cual azabache. Tras varias curvas cerradas, asomó al fondo de una pequeña recta el negro agujero de un túnel.
De pronto, una amarga e inquietante sensación me aquejó, una punzada que me presionaba desde el estómago hasta el pecho; un sudor frío empapó mi frente y las piernas comenzaron a dolerme, me pesaban como mochos de ancla; me entraron ganas de frenar y salir del coche… Nunca había sentido nada parecido. La negra visión de la boca del túnel parecía haber activado en mí un miedo recóndito e irracional.
Traté de sobreponerme; era algo absurdo que aquello pudiera ocurrirme. Me aferré con fuerza al volante y pisé un poco el acelerador; había querido pensar que, tal vez, la amarga sensación desaparecería igual que había surgido, sin más… Pero, desafortunadamente, no iba a ser así.
El agujero del túnel nos engulló; encendí las luces de cruce y, ante mi extrañeza, no respondieron; nervioso, volví a manipular el interruptor, pero nada; quise frenar, pero los frenos tampoco funcionaron; una secreción de pánico erizó hasta el último de mis vellos. Enmudecida, oí un extraño y creciente sonido, similar al fragor del viento huracanado. El acelerador se hundió, sin que yo lo pisara, hasta el fondo, y un fuerte hedor a quemado se mezcló en el aire de la cabina atufándolo todo. El automóvil se aceleró de forma tan vertiginosa que noté como mi cuerpo era empujado con fuerza contra el espaldar del asiento. Creo recordar que miré a Paula, pues ésta gritaba horrorizada. Apenas si lograba distinguirla entre la creciente densidad de la penumbra y tampoco pude entender nada de lo que me decía; lo que sí notaba eran sus manos presionando despavoridas contra mis hombros, hincándome sus uñas con fuerza. Este es el último recuerdo que tengo de ella: la velada imagen de su rostro en la oscuridad y sentir sus manos, tensas y temerosas, clavadas sobre mí.
La oscuridad se cernió plenamente y el estruendo y la velocidad progresaban sin que parecieran poder detenerse. Fue entonces cuando vi la luz; eran centenares de estrellas que aparecían súbitamente entre la oscuridad y al cabo de unos segundos se unían formando la más misteriosa y hechizante de cuantas luces contemplé jamás. Luego, debí de perder el conocimiento porque no recuerdo nada más; mi siguiente imagen mental es verme en este extraño lugar, conectada a estos cables y tubos…
Se trata de una amplia sala bañada con una luz diáfana, como salida de la transfiguración de un sueño. Unos pequeños seres me rodean y van de un lado para otro. Se comunican conmigo sin mover siquiera los labios; son cuatro tipos pavorosamente fríos que me aseguran que nada va a pasarme. Que no tenga miedo…
Pero yo no dejo de repetirles que ¿dónde estoy, que qué quieren de mí?
El silencio helado es ahora la respuesta. Estoy segura: lo que quieren de mí ya lo han conseguido. Los cuatro enanos grises de ojos ovalados profundamente negros, manipulan con sus dedos puntiagudos en una pantalla enorme en la que aparecen sobreimpresionados distintos gráficos y esquemas. Creo identificar en una de las imágenes la secuencia del ADN, con su cremallera genética, y cómo las manos de uno de estos grises trastocan algunas secuencias, modifican los genes, remodelando la información contenida en el seno de las células. Una idea gélida y afilada como carámbano me atraviesa el alma, temo que estos seres sin sentimientos quieran dejar su semilla en mí creciendo en mis entrañas un ser diabólico… y de este modo puedan interferir en nuestra reproducción biológica, y en nuestra respuesta bioquímica y por tanto en nuestras emociones y nuestras mentes… Creo que estos demonios llevan siglos y siglos haciéndolo, estoy seguro de que se nutren de nuestros bajos instintos, de nuestra miseria; sí, lo sé, mi intuición aquí es fundamental: la violencia y el horror que por largos periodos hemos provocado en nuestras sociedades, producto de nuestra falsa identificación mental, les reporta energía emocional densa. De tal modo buceamos y nadamos entre esta mierda existencial, con la paradoja de vivir una esclavitud tecnológica que nos hace cautivos sin que nos demos cuenta.
Pero lo peor de todo está aún por descubrir. Estos diablos del inframundo, atrapados invariablemente en la trama de la dimensión material, han contado con una ayuda muy importante. El hombre es lobo para el hombre. Si una persona está separada de su verdadero ser, si no es consciente de su unidad con el todo y anda perdido en las obsesiones de su importancia personal, en buscar compulsivamente la seguridad en el control o la dependencia de los demás, en el bocado energético sacado del pecado, del juicio, de la crítica, la envidia, el resentimiento, el mea culpa…; o en el hálito del placer fugaz, conseguido a costa de otros seres; si este ser sobrevive amilanado por estos miedos, que no son sino falta de luz interior, falta de amor, se convierte sin remedio en la mejor arma, en la más devastadora contra la evolución de la conciencia del conjunto de la humanidad. Los grises lo saben, siempre lo supieron, y por eso la primera trasformación genética la usaron para crear una élite de individuos que dominara a sus congéneres, que acabara lastrando con dogmatismos y ortodoxias las evoluciones y revoluciones que el alma libre del hombre ha ido creando en los distintos momentos de su historia.
Ahora me ha tocado a mí. Pronto arrastraré a mis congéneres a la esclavitud total. Puedo ver mi futuro… Somos una grey de taumaturgos oscuros que vivimos en el anonimato. Desarrollamos el programa a la perfección, en poco tiempo aceleraremos todos los coadyuvantes para lograr la alienación psicológica definitiva y el deterioro orgánico de tres cuartas partes de la población mundial. Puedo verlo, pero no es sino una proyección mental inducida por estos individuos, radicalmente ajena a mi intención. Porque antes de terminar así, prefiero acabar ahora mismo con mi vida. No tengo miedo a la muerte, quizá sea el único modo de despertar de esta pesadilla. Pero igual que en una pesadilla, no logro mover mi cuerpo, mis músculos no responden, y la impotencia total me domina. Me siento subyugada, un terror atávico me esclerotiza el alma… creo que ahora sí han leído mis intenciones. Estos enanos grises se acercan prestos a terminar su inmundo trabajo en mí.
“Has de observar el miedo desde tu verdadero ser, de este modo estarás presente; siéntelo y no te opongas a él… nota la intensidad de esas emociones, pero siendo tú mismo el observador”. Esta idea sacada de no sabría dónde, llega a mí en el momento justo. Sigo el proceso: siento el temblor frío y la agitación cardiaca del pavor más espeluznante… noto a esos seres oscuros hurgando con sus tentáculos en mis entrañas, irrumpiendo en mi mente, sacando de ella los arquetipos más recónditos del miedo: un nauseabundo diablo pisa mi corazón con sus pies de cabra, se apodera de mi voluntad y me veo fugazmente como demacrada poseída… un terno de sombras negras envuelven mi cuerpo, penetran por mis poros y consumen mis órganos y mi alma… pero fuera de la escena estoy yo misma, viéndola, observándola. Estoy parada en un rincón de mi ser, de mi verdadero ser. Tomo conciencia de la nueva situación y los temores desaparecen como tragados por la luz… Puedo verme a mi mismo como el arcángel Miguel, cuyo nombre quiere decir: quien como Dios, quien como el Ser.
Por fin puedo ya moverme. Me incorporo sudando de la cama… Es noche cerrada. Noto una racha de aire frío. La ventana del cuarto está entreabierta. Veo desaparecer fugaces, como destellos sondando el firmamento estrellado, unas luces anaranjadas en movimientos concéntricos… Siento un extraño escozor bajo la piel del antebrazo. Tengo que ir a beber agua. El susto ya ha pasado.
EL
UNIVERSO ELECTRÓNICO (relato)
Por Franjamares
Sus artículos en la revista Astronomy habían causado una expectación sin precedentes, desde hacía años ninguna teoría lograba tanto interés y curiosidad dentro de la elitista sociedad científica, así como en el mundillo de los medios. Sus teorías, sus experimentos en laboratorio, sus observaciones y sus cotejos con otros estudios y con otras disciplinas tradicionalmente antagónicas, parecían haber encendido su mente y su percepción sobre la naturaleza de lo existente, la cual se movía ahora sobre las cargas eclécticas, los campos magnéticos y las corrientes trenzadas que sobre un plasma cósmico daban unidad y sentido físico al vasto e infinito Universo.
“Lleno absoluto”, exclamaba el gerente de la organización. En el auditorio faltaban asientos, la gente se agolpaba de pie en los pasillos laterales y detrás la última fila, entre los fotógrafos y periodistas. El presentador comenzó dando la palabra a su colega de investigación y además coautor de la teoría del “Universo eléctrico”, el profesor Talbott, teórico y experto en mitología comparada.
Puso éste de relieve, en sus primeras palabras, que la representación morfológica de los mitos de la antigüedad en las distintas regiones del mundo, su unicidad de caracteres a pesar de que sus civilizaciones jamás tuvieron contacto entre sí (no hay ideas solitarias en el nivel del arquetipo), guardan una correspondencia directa con las formas que adoptan las descargas de plasma observadas en laboratorio. Estas culturas antiguas y aisladas fueron testigos de un cielo distinto que el de la actualidad, un firmamento en el que probablemente acontecieron fenómenos celestes extraordinarios, pero fácilmente explicables ahora en esta comparativa con los modelos eléctricos en un campo de plasma. El Uróboros: serpiente devorando su propia cola que representa la naturaleza cíclica de las cosas; la columna cósmica sosteniendo la rueda del cielo: símbolo del templo cósmico, la cuidad de los dioses, el Olimpo, el reino del cielo, descansando invariablemente sobre esta columna cósmica; y los cuatro ríos o sendas irradiando desde el centro de la rueda del cielo hacia fuera, hacia el horizonte de la circunferencia, cuyo centro da propósito al viaje del héroe, y la madre diosa encuentra su identidad.
Las ideas de Talbott despertaban el interés y la incredulidad a partes iguales. Eran suposiciones muy arriesgadas pero que el profesor lograba hacerlas ver claras, incluso demostradas, y siempre, por supuesto: posibles. De pronto se apagaron las luces de la sala y un murmullo sibilino, como las dudas de los más incrédulos, fue saltando a impulsos desde la línea del silencio, hasta que comenzaron a proyectar diapositivas de las representaciones mitológicas implicadas en la charla. Talbott echó el resto de su haz de convicciones sobre aquellas imágenes, que parecían hablar por sí mismas sobre la veracidad de sus descubrimientos. Acabó su disertación y los aplausos arrancaron en el rostro del ponente una amplia, y yo diría que anhelada, sonrisa de satisfacción. El nuevo conferenciante, el profesor Thornhill, silenció el chapoteo de los aplausos.
El físico empezó explicando que el plasma, por así decirlo, es el cuarto estado de la materia, amén de que por su naturaleza disgregada no sería sino: el estado fundamental de la materia. Un estado donde las partículas cargadas eléctricamente (una lista de protones y electrones), están separadas unas de otras en distinto grado, no forman estructura atómica alguna, pero sí mantienen un equilibrio eléctrico: por medio de corrientes de electrones que a su vez inducen un campo magnético. Pues solo una corriente eléctrica es capaz de crear un campo magnético. Esta energía, millones de veces más fuerte que la de la gravedad, fluye a veces en vastos filamentos de plasma. Pasillos electromagnéticos de corriente, como enormes cables trenzados, que discurren por toda la inmensidad del cosmos y adoptan las diversas estructuras celestes que se observan en el espacio y que nunca pudieron ser explicadas por la teoría de la gravedad y tampoco por el comportamiento de gases neutros en el vacío.
Afirmaba Thornhill que el plasma se ha encontrado en el 99,9 por ciento del universo físico, y por lo tanto sería imposible explicar una cosmología del universo que no tuviera en cuenta el plasma. En esta línea expuso que las estructuras de filamentos de plasma, como tendidos eléctricos, llevan corriente a través del espacio y pueden observarse e identificarse no sólo en las redes de al rededor de galaxias y estrellas, sino también en las colas de los cometas y en los planetas. Esta Visión del Universo eléctricamente interconectado nos desvincularía de la idea del aislamiento, situándonos dentro de un ambiente de soles donde nuestro sistema solar sería parte de un ambiente galáctico que estaría conectado entre sí y con todas las galaxias.
El físico, usando una voz modulada y vibrante, señaló que la comunidad científica sabía, siendo un hecho incuestionable por las mediciones de campos magnéticos de los radiotelescopios, que el universo contiene una ingente cantidad de energía eléctrica. La cosmología moderna, influida por la teoría de la relatividad de Einstein, con sus ideas del big bang, el universo en expansión, la teoría de la inflación, etc., se basan en una suposición que ignora esta parte ponderada y esencial de la naturaleza física del universo, imprescindible para dar explicación teórica y matemática a la complejidad del cosmos: es decir (y volvía a reiterar): es una cosmología fallida puesto que no tiene en cuenta a la luz eléctrica.
Un zumbido estridente aunque lejano se moduló entre sus últimas palabras, en el preciso instante que se volvía a ir la luz de la sala. La mayoría del público pensó que iban a proyectar nuevas diapositivas, o algo así; sin embargo, esta vez el foco del proyector también quedó apagado y las luces de emergencia, en su mayoría fundidas o parpadeantes, quedaron como único alumbrado, una luz que no lograba sino distorsionar la visión entre las sombras, creando una semi oscuridad nerviosa en todo el recinto. Alguien comentó que olía a cables quemados: segundos después el olor resultaba evidente.
– ¡Todo un universo eléctrico y a ustedes se les va la luz!… –gritó alguien entre las butacas.
– ¡Se les ha fundido el plasma a los doctores! –chanceó otro.
– ¡Por favor, señores… Mantengan la calma! –exclamó sobre el escenario el director del evento–. Ha habido al parecer un problema técnico… En seguida, se subsanará y volveremos a tener luz. Permanezcan por favor en sus asientos!
– ¡Hay algún electricista entre los presentes! –volvió a gritar el gracioso–. Pero de los prácticos no de los teóricos, que de esos aquí nos sobran.
Algunas risas se descollaron entre el afonía bulliciosa de la sala… Por las ventanas se veía un bello firmamento encendido de estrellas y constelaciones, envuelto sin embargo en una fantasmagórica nebulosa de color azul verdoso, de la que refulgían como una especie de ondas teñidas de distintos colores, era una asombrosa aurora boreal, que salpicaba desde la profundidad del espacio, los contornos esbozados de los árboles y del horizonte.
Uno de los científicos presentes en la sala, señalando por la amplia ventana, no tuvo por menos que prorrumpir con la fascinación, que no el miedo, centelleando en sus ojillos profundos:
¡Parece la tormenta electromagnética, de una gran explosión solar!
El olor del paraíso
Por Franjamares
Encerrar la esencia primaria del hombre en un frasco, poseer el aliento dulce e incisivo de su dilatada existencia física, el deleite veleidoso de su sudor emocional, el olor a oxígeno exquisito de su alma inmortal disociada del recuerdo, el aroma profundo e inmaterial del amor efímero, el efluvio de feromonas que le insuflan la pasión del sexo y la fiebre de la conservación… emanaciones sutiles concentradas en una sola gota. Una lágrima derramada en el mentón o la cerviz de un hombre lo convierte en ángel caído y excelso. Tocado de este elixir, nace la irresistible fragancia del paraíso en su presencia, pero antes ya notó el alma y la pituitaria femenina la fruta más dulce del infierno, la miel de la flor de lis sublimada por la brisa del éter… En su variante para la mujer, siente el hombre la llamada de la diosa divida y su universo de sensualidad… Sí, señor Lirio, estas ampollas de cristal posee el olor del paraíso, que como le decía antes, no es sino la suma del rastro de todos los olores anteriores del mundo.
–¿Y cuánto estima que valdría?
–¿Valer? No tiene precio… porque no hay valor material que pueda comprar tal esencia…
–¿Quiere decir que no se vende… o que su precio lo valúan tan alto que acabaría por lastrar su fortaleza comercial?
–No, no, no, quiero decir que para llegar a esta mínima cantidad de esencia, a este poso liviano y transparente, el maestro perfumero empleó toda su vida.
–Lógico, la investigación es lo que primero se estima en una operación de este tipo… Sin embargo, la fórmula ya está ultimada y la repetición del producto no ocupará más de unas horas para litros y litros repartidos en miles de frascos. Y luego tenemos el gasto que acarrea el lanzamiento comercial, ya sabe, aunque usted venda el mismo elixir de la vida eterna, no vale nada comparado con meados de camello con una buena campaña publicitaria por detrás… En fin, tome esta propuesta de contrato y tómese unos días para pensarlo. Luego sólo habrá que buscar el precio que enaltezca su calidad.
–Sabe cuando usted me llamó, creí por un momento que era distinto de los demás mercaderes y engañabobos vendedores de pócimas, pero ahora comprendo que estás todos ustedes cortados con el mismo patrón, tienen la sensibilidad amortizada, en el olor a linotipia y sudor de los billetes usados encuentran ustedes su suerte… Para mí y para el viejo amigo que la descubrió, esta mágica esencia está tocada con la luz del conocimiento, tenerla cerca aumenta la vibración, dilata las moléculas y energías vitales de quien la lleva, es una suerte de iluminación que usted quiere, etiquetar y facturar y quién sabe si después adulterar, como todo lo que tocan en sus industrias deshumanizadas. Deleznable señor Lirio. Ahora que si multiplicamos por 10 la cifra esta, cerramos el trato.
–Casi me tenía usted en fuga, sus palabras me han llegado hondo, no crea que somos así de insensibles quienes nos dedicamos al comercio, aunque a veces lo parezca. El doble, doblaremos esta cantidad. Ese es tope al que puedo llegar…
–Su tope solo tiene límite en la altura del valor del producto que tiene delante de sus narices, y nunca mejor dicho… Huela usted de nuevo esta esencia… Lo nota, siente la brisa del edén, el perfume de lo árboles frutales, el aroma de los cabellos de la mismísima Eva… el néctar de la fruta prohibida debajo del árbol del conocimiento… Con esta fragancia uno se siente libre de remordimientos y pecados originales, es libre de verdad, para aceptar lo mismo y con el mismo ánimo amoroso, su pena y su felicidad, y para que su conciencia se expanda, como los propios vapores del perfume… Un cero más por detrás o nada, usted decide.
–Sí, sí, el producto lo vale; si no, no estaría aquí, pero y el gasto añadido de su puesta en producción y de su salida al mercado… eso lo ignora usted totalmente…
–No le de más vueltas, quédese con la fórmula, revolucione con ella el mundo de los perfumes. Usted es un mago para estas cosas, su empresa verá unos los benéficos nunca vistos… ese es el propósito último de ustedes y este es el precio para lograrlo. Ponga un cero más ahí debajo…
–¡Vaya! Desestimé su poder negociador, ahora creo que sería capaz incluso de venderle una nueva conciencia al grillo de Pinocho.
–Puede ser señor Lirio, pero lo único que importa es que esta fórmula, esta aura, armoniza directamente al hombre y la mujer con su conciencia… No lo piense más…
–No, digo sí; en fin…, ahora soy yo quien necesita unos días para pensarlo.
*A propósito del tema “El olor del paraíso”, Tertulia Entrelíneas
LA DAMA DE
NOCHE
Por Franjamares
No, no hablaré de la dama de noche. Ella será quién dirá de mí a su momento. Su perfume de anochecer es ya todo un discurso. Mi discurso. Habla de recobrada armonía, de regocijo, de paz… Así me siento en este instante de mi vida, en esta meseta cálida en la cual ya puedo merecer, donde el horizonte es de roca lejana y el aire limpio deja en el corazón y los pulmones una delectación incomparable. No importa el pasado, no es más que un montón de escombros de memoria que tendré poco a poco que barrer. No importan los problemas del día a día, suelen ser pequeñas voces que te dicen cosas: hay que sacar de ellas lo sustantivo, sin más apuro. La belleza de la vida es lo más importante. Esta noche incipiente la puedo comprobar, no ya con mis sentidos, que se fascinan con ese cielo encendido de rojo, los rayos de sol invicto tras la montaña, y su luz vesperal que atraviesa las formas alumbrándolas por dentro, sino también veo la belleza con los ojos de mi alma de hombre.
Sin embargo, este olor de la dama de noche, mujer ideal, que cruza el jardín como un recuerdo intenso, no deja llamarme, de provocarme. Siento ahora, en este instante presente y dilatado, que puedo estar en paz con mi vida, con mi conciencia, con mis recuerdos, incluso puedo estar en paz con mis errores, con mis sombras… con las manías, con ese destino pegado a mi carne que me hizo caer hasta las pecinas en el alveolo de la locura. Sí a veces estoy loco... Y entonces lo estuve… En aquel tiempo la dama me tenía obsesionado, no sabía qué hacer para tenerla, para compartir un mismo espacio, aunque fuera a la fuerza… Estaba ciego a tal punto: que fui yo quien desconectó los cables de la batería de su coche, quien fingió salir en ese momento y ofrecerse para llevarla al trabajo; quien sufrió una especie de calentura, de remolino de ideas que confundía su cariño de amiga por la entrega total de una amante esclava, fui en definitiva quien en medio de este ventarrón mental intenté hacerla mía sin la respuesta de su sonrisa…
Pero no fue mía, ni podía serlo jamás de ese modo. La dama de noche retuvo para sí su perfume no dejándome olerlo… y yo cercené mis narices para no poder sentir más esa delicia irresistible, esa tentación. Huí, como un niño tras una travesura imperdonable. Estuve lejos tanto un tiempo hasta serenar mi conciencia y soltar por el desagüe la culpa ya bendecida, hasta que el péndulo de mi alma volvió a subir y me hice más liviano, más permeable al amor, capaz de amar por encima de todo.
Regresé y su nombre seguía escrito en el buzón de la verja al lado del mío. La vi pasar un día junto a mí: ella desvió la mirada. Esta tarde busqué las mejores rosas del jardín, abrí la verja temeroso y toqué en su puerta… Me abrió con gesto serio. Los segundos pasaron lentos… Al fin sonrió levemente y me hizo pasar…
--Preciosas rosas, y lo bien que huelen… ¿qué andarás buscando hoy?
--Son el regalo perfecto, para su hermosa dama, de un marido enamorado…
--No, si lo que es labia no te falta… Anda, pasa para adentro… voy a poner las rosas en agua… Ahí en la cocina he preparado té. Lo tomamos y recogemos a la pequeña.
EL PATIO
Aquel patio del Albaicín no era ya sino un fantasma ajado y solitario, nostalgia en ruinas de lo que fuera en los tiempos en que rebosaba de vida. Cuando los olores del brasero y las flores de las macetas llenaban el espacio común, cuando el bullicio juguetón de los niños sacudía el cemento del suelo, el sol de la tarde salpicaba la cal de las paredes, y las vecinas charlaban reían, lloraban y cantaban según se les presentara el día. Sus columnas de piedra gris, sus ladrillos colorados, sostenían los pasillos que rodeaban el patio arco tras arco, y sobre el adobe de sus sólidas barandillas trepaba la parra, la hiedra y el jazmín, para llenar con su fragancia las tardes interminables de junio.
Una casa de vecinos desvencijada, un corral de viviendas humildes con las puertas claveteadas, crecida la mala hierba por sus rincones y un cartel descolorido de inmobiliaria arriba del portón de la entrada, cerrado a cal y canto por una gruesa cadena y un enorme candado. Aquel patio había muerto y su cadáver yacía más tiempo del razonable entre las notas del agente de ventas, cuya oficina había cambiado de manos, y estas habían dejado la casa del Albaicín en el fondo sombrío del cajón. Era historia la ilusionada espera de los primeros meses, cuando aún vivía su dueño legítimo, el funcionario soltero don Luís, de apodo Pitín, por su extrema delgadez, cuando en lo albores de los noventa los sobrinos usufructuarios imploraron un buen comprador, o como solía decir don Luis antes de aliñarla, un “tío flamenco” que quisiera hacerle reformas a la casa para vivir cómodamente en ella o, en su defecto, disponerla de apartamentos de alquiler para japoneses y otros estudiantes foráneos que pululaban desde hacía años por el barrio nazarita.
Las últimas condiciones ineludibles de la gerencia urbanística de la ciudad fueron pronto su gran inconveniente. No se podía subir ni un metro la altura construida, ni alterar el aspecto de la fachada exterior ni del patio interno. Era un inmueble protegido, el edificio perfecto para que la iniciativa pública lo pusiera en valor como una especie de centro lúdico social, que era lo que faltaba por esa zona, pero las iniciativas de los políticos se constreñían al mismo nivel que las líneas públicas de financiación. También sería buena adquisición para un caprichoso con dinero propio en la caja fuerte. O para un inversor de medio plazo, aunque tras la postrera crisis de estos inversionistas quedaban menos que de corto plazo, no había dinero circulante y la banca descapitalizada, con las cifras de morosidad por las nubes, y beneficios por debajo de la usura de sus expectativas, se arrogaba por ello el mea culpa debido al desenfreno de años atrás en los préstamos y al freno actual.
Por todo esto la casa vecinal con patio solead del Albaicín, llevaba años y años con el cartel de venta y ya atesoraba todas las posibilidades para convertirse en zona idónea de usufructo OKUPA.
Y así fue. Fueron llegando poco a poco. Primero entró un grupo de músicos callejeros, flautas hindúes, panderos, tablas…: dos parejas que entraron por la puerta trasera del huerto y que llenaron con sus sonidos dulces y orientales el ambiente adormecido del patio. Luego por la misma puerta de atrás entró una pareja de artesanos del cuero con el pelo a lo rastafari, y otros tantos vendedores de baratijas que llenaban en los atardeceres de San Nicolás, con la Alhambra en llamas, la plaza del mirador. Al cabo de unas semanas eran por lo menos una veintena de colegas okupas. Sacaron los clavos, limpiaron por encima suelos y paredes, arrancaron unas yerbas y plantaron otras… y ocuparon sin demasiado ruido las habitaciones de la casa. El reflejo de las farolas del alumbrado público era su única iluminación en las noches sin luna, suficiente, para charlar sentados junto al aljibe en el centro del patio, fumando en hermandad y bebiendo te recién hecho. Aquella ocupación prometía durar algunos meses. Si lograban echar el invierno completo sería estupendo.
Pero al cabo de mes y medio uno de los vecinos hizo una llamada a la policía local.
“Aquí en la calle Tiña, que se han metido a vivir en el 17 un grupo de hipies. Unos veinte o treinta, más o menos. Ya sabe, ocupas de esos. Es que la casa está en venta hace muchos años, pero nada… pobre don Luís, con la de criaturas que tenía ahí viviendo a baja renta… hasta que se fueron todos pal Polígono… ¿Qué quién es Don Luís? Su dueño legítimo, el del ayuntamiento, mu buena persona, que en gloria esté, murió hará unos 10 años. Sí en el 17, calle Tiña. Ahora los sobrinos parecen haber dejado la casa como cosa perdía… Yo creo que quieren que se caiga a pedazos, que se venga abajo, y así vender el solar. Pero ya está todo fotografiao, pero que mu bien fotografiao… y más de la obra que había, nada… Y como estaba, eh, que este barrio es patrimonio de esos.. del mundo. Usted ya me entiende… Sí en el 17, calle Tiña.”
Cuando llegaron los municipales, uno de los músicos, el que tocaba la flauta india, se presentó como el portavoz de los ocupas.
–Mire ustet –le dijo con su acento alemán-granaíno– tenemos permiso de uno de los dueños. Nos ha dejao vivir a cambio de cuidar la casa y tenerla limpia y arreglá. Ya sabe, las casas abandonadas se llenan de gatos y de otros bichos… y la lluvia y el viento acaba por dejarlas en ruinas… Pueden comprobarlo. Es el señor Juan José López Castro, de Madrit…
La artimaña del músico estaba perfectamente estudiada y para ello había trabajado semanas antes de la ocupación. Había averiguado los nombres de los herederos y había escogido a uno de ellos. Ahora ganaban tiempo. Y el informe de los guardias constaría como un asunto “pendiente de comprobación del permiso de los dueños”. Y esos temas se suelen dejar para lo último, y lo ultimo tarda en llegar porque hay otros temas urgentes y, en estas, el tiempo corre a favor del grupo de ocupantes con permiso…
¿Cómo seguir viviendo? Se preguntaron aquella noche durante la velada en el patio, a la luz de la luna. “Esperando que el lento engranaje de la burocracia nos permita al menos echar el invierno y que el perfume del otoño nos de la bienvenida”, dijo el que había hecho de portavoz. “Viviendo y dejando vivir… ¿tan difícil es?”, dijo una de las chicas… “Cantando y haciendo música, para alegrar el cuerpo y el alma”, dijo un tercero. “O como esta vieja casa de vecinos, –terció el chico de las rastas– que se ha vuelto a llenar de vida, renaciendo, viviendo día a día… ¿os apetece otro té?”
*A propósito de los temas: 2¿Cómo seguir viviendo?”, “El patio” y “Olores y perfumes”, Tertulia Entrelíneas, Junio 2009.
Javier Martín Franco
INMORTALIDAD VIRTUAL
Por
Franjamares
En un chip del tamaño de un grano de arroz queda encerrada toda mi vida. El campo contratado de mis recuerdos ocupa algo más de la mitad de la información, unos 600 terabytes, mínima capacidad para toda una andadura vital. El resto son datos fisiológicos, psicológicos y mentales que tratan de componer con márgenes de error ínfimos el perfil más idóneo e íntegro de mi persona. Hay que decir que me he adscrito al contrato básico de vida “Tipo medio”, de sólo 1k2 terabytes de capacidad, lo justo para las cuatro anécdotas de la niñez, dulcificadas si se quiere para infancias tortuosas, las nostalgias efervescentes de la adolescencia y juventud; a saber: primeros contactos sexuales, primera borrachera…
Y la segunda juventud y madurez con sus baches y altibajos emocionales, pero sin pasarse en número ni en complejidades que en estos chips limitados no entran tantas cosas. Lejos quedan por supuesto los formidables chips Yotta de hasta el septillón de Bytes, que resultan inaccesibles a la inmensa mayoría, pero más que por su precio, ya existen unidades piratas asequibles a bolsillos mileuristas, por el complejo y costoso programa de secuenciación y procesamiento llamado Madre Vitae a través del cual, en exclusiva, se logra acceder al Programa Universal de Vida Prorrogada (PULP, por sus siglas en inglés) comúnmente llamado “Inmortalidad virtual”.
–Y para qué quieres tú una vida de clase media baja, aburrida y además inmortal. ¡Lo que hay que hacer es saltar por los aires toda esta mierda!
Las palabras de mi novia Estrella no logran apartarme del propósito. Seguir existiendo tras la muerte con mi propia personalidad, como el individuo que soy, es para mí una meta irrenunciable. Estar dotado de un cuerpo virtual inmortal, detentar la libertad de vivir en el sistema sin sentir el fastidio del tiempo, sin las fatigas físicas ni emocionales, como un heroe mitológico, experimentando nuevas sensaciones con distintas personas, en un mundo de símbolos, pero sin compromisos emocionales ni apegos ni nada… Vamos, una especie de paraíso para el que sólo hay que satisfacer una renta mínima en vida y luego, ya en los lodos de la vejez, cuando uno lo desee, estregarse a la muerte dulce y al renacimiento en la matriz de la Madre Vitae.
–Una gilipollez para sacarle los cuartos a incautos como tú. ¡Ven suicídate dulcemente para renacer en nuestra máquina de los infiernos! Sí, eso es lo que es, un averno a la medida de gente sin alma y sin esperanzas… y por eso os han implantado debajo de la piel ese microchip espía, como la propia marca del diablo.
–Desde luego Estrella, no sé cómo te aguanto.
–Porque sabes que digo la verdad. Por eso sigues conmigo. Creo que soy para ti como una última llama de luz; tu alma triste y eclipsada la necesita… Yo no puedo engañarte, porque me engañaría a mí misma. En nuestra lucha simbiótica el beneficio de todos depende a veces de la conciencia de uno sólo. Pero los ojos de la conciencia no se le pueden abrir a alguien, si antes ese alguien no los ha abierto por sí mismo.
–Bobadas… a vosotros, a todos los que abomináis del sistema pero vivís muchos de ellos a costa de su engranaje, sólo os queda la autocomplacencia, la pueril satisfacción de llevar la contra para sentiros especiales… Sí, os pensáis íntegros, en posesión de la verdad y la justicia, por encima del bien y del mal, libres en las brechas de vuestras maquinaciones… Pero no nada sacáis en claro. Os reunís en cualquier cuchitril para conspirar y fumar canutos, corréis si se tercia detrás de los antidisturbios, la mayoría ya sin tener edad para ello; a veces os toca pernoctar unos semanas a la sombra de algún calabozo, y acto seguido a volver a empezar con los huesos molidos y la mente febril y enfurecida. A remate terminaréis envejecidos y achacosos, seguramente papeando a diario un engrudo asqueroso, rebañado por la caridad de algún centro asociado al sistema. El mismo sistema contra el que malgastasteis la vida luchando, y por el que entonces esperaréis la muerte con su hueste de gusanos agazapados tras la calavera blanca y desgastada de una existencia perdida… y finita.
–Pero de verdad te crees que vas a seguir viviendo… Una vez que esos vampiros te chupen la sangre para que mueras dulcemente… acabarás en un contenedor de órganos para el tráfico clínico privado. Y esa mierdecilla de chip que tú llamas personalidad inmortal, acabará en el cubo de la basura de alguno de sus modernos centros globales o en la papeleara de reciclaje del procesador central del sistema, como un activo tóxico amortizado en el detritus sedimento del nuevo orden.
–Vuestra desconfianza se equipara con vuestra paranoia conspirativa. En este mundo sin ideologías la equidad neutra de la máquina es nuestra última alternativa. El sistema está diseñado para existir más allá de los tiempos, su energía es inagotable como el magnetismo inmanente de los cuerpos celestes. ¿Qué mejor futuro se puede esperar?
–Ese es tu problema y el de la mayoría. Vivir proyectando el pasado, incluso embutido entre los datos de un circuito integrado, deseando sin vivirlo un futuro ideal que nunca llega. ¿Donde está vuestro presente? Por qué no te detienes a pensar, o mejor dicho a sentir, que todo cuanto sucede, sucede al amor del presente y que el tiempo no es más que la ilusión que marca el sentido en este mundo tridimensional, en este cubo en el que vivimos insertos pero al que no pertenecemos aun formando parte de su materia. Nosotros somos estúpidos idealistas, pero no queremos entregar nuestra alma a un puñado de circuitos conectados bajo la intención de unos condenados, quienes preexisten eternamente en este mundo cuadriculado y materialista, por haber caído al hoyo oscuro y grasiento de la materia. Ese no puede ser tu final… Ven acompáñanos.
–¿Acompañaros, adónde? ¿A una manifestación con cadenas y bates de béisbol?
–No. Vamos a un lugar que está naciendo al nuevo paradigma. Un lugar de armonía. Allí se usa la tecnología para el bienestar y el desarrollo de todas las personas y del medio ambiente. La biosfera, o mejor dicho la noosfera: que incluye a la sociedad humana armonizada, late en sincronicidad a la frecuencia cósmica de la vida. La única condición para contribuir a este proyecto es olvidarse del control de los demás para el beneficio propio. Y cambiarlo por el desarrollo de tus capacidades para el bien colectivo; ahí nace nuestra responsabilidad con el prójimo y el medio, como nuestro más inalienable derecho.
Verdaderamente sus palabras son persuasivas, esa vehemencia a flor de piel y esa chispa en sus ojos, como dos carboncillos negros con el brillo hipnotizador de una estrella. Me hubiera dejado convencer si no fuera por que ya no creo en nada ni en nadie, parecerá absurdo pero el desencanto le ha dado razón a mi vida.
–La verdad es que suena bien… pero enseguida la condición humana acaba por aguar la fiesta, lo echa todo a perder y la guerra de egos y de intereses acaba con el proyecto. Me conozco bien esos sueños… he participado en alguno y tú lo sabes… Que tengas suerte y esta vez lo consigas. Yo me quedaré aquí, trabajando en la rutina de siempre, consumiendo lo que toque sin pensar demasiado, esperando que llegue mi hora…
–Bueno, si es eso lo que quieres.
–¿Estás decepcionada?
–Siempre pensé que vendrías conmigo. Sigo dándole demasiada relevancia a los sentimientos… Pero en este mundo desgajado de las emociones…
–Me acordaré de ti.
–Sí. Pero por favor, no me incluyas en el programa de tus recuerdos… Piensa en mí mientras vivas y ya lo estarás haciendo eternamente…
Me hubiera gustado tenerla para siempre en la memoria. Vivir la inmortalidad con ella. Pero sus deseos son órdenes
–Está bien. No digitalizaré tu recuerdo. Adiós, Estrella.
–Adiós Istúbar.
Javier Martín Franco
¿QUÉ BUSCAMOS?
Por
Franjamares
Se han citado a las cinco de la tarde frente al portal. Manuel, el primogénito, llega el primero y solo. Aparca el ciclomotor junto a una señal de prohibido aparcar y saca de su bolso bandolera un ranchito de llaves. Son las llaves de la casa de papá, el cual se las dejó en confianza antes de morir, como al mayor de los hermanos. Abre luego el portaequipajes de su moto y extrae de su seno un extraño tarro de cerámica negra con adornos dorados. Es la urna cineraria con los restos cenicientos del viejo, el cual la tarde anterior, entre lágrimas finas y silencios guturales, fue pasado por el horno en el tanatorio municipal.
Ha llegado el segundo hijo, Dani, con su mujer alemana. “¿Qué?”, se saludan los hermanos al modo local. La germana dibuja una mueca de circunstancias guipando de reojo el bote con las cenizas del difunto.
–¿Era necesario que trajeras eso? –inquiere Dani señalando la urna.
Manuel la camufla dentro de una bolsa del súper.
–Él tiene que estar presente para esto. Si en vida fue todo una tumba, quizá nos rebele algo ahora en muerte.
–Sí, de cenizas presente –dice irónico–. No entiendo nada.
Antes de que Manuel explique mejor sus argumentos, oyen el claxon de un coche. La hija menor, Paula saca como siempre su sonrisa por la ventanilla para decirles que va a buscar aparcamiento y que en seguida está con ellos. Momentos después, un tipo melenudo con vaqueros roídos y camiseta heavy viene a su lado escoltándola a grandes zancadas.
–Este es Rorro, mi novio. Todo lo que tenga que ver conmigo tiene que ver con él. Quiero que esté presente en todo. ¿Hay problemas?
Por mi parte no –dice Dani estrechando la manaza repleta de anillos y pulseras de Rorro.
–Al menos podías haber avisado –protesta el primogénito–. Venga, está bien. Vamos para dentro.
Manuel prueba las llaves hasta que da con la que abre la cerradura. Los goznes del portón crujen ante la presencia del grupo que entra despacio en el zaguán. Un olor a meados de gato, humedad y mala ventilación flota en el ambiente oscuro de la casa. Avanzan hasta el salón agrupados y recelosos, tal vez como intrusos, allanadores de una morada a la que a penas habían querido ir en vida del viejo. El suelo está pegajoso, sucio, cubierto de una capa de roña encima de las baldosas.
–Qué hacemos aquí? Huele fatal ¿Qué buscamos? –pregunta Dani haciendo rebotar sus dudas en las paredes de la casona
–Ssschiii –lo manda callar Manuel–. Acercaos, que os explique.
–Más todavía –protesta la alemana con gesto torcido, agitando las manos ante la nube de humo de tabaco de liar de Rorro, que por otra parte, tamiza el fuerte olor del ambiente.
–Estamos aquí para buscar un escondite secreto. Puede ser un cofre olvidado en cualquier rincón, una caja de seguridad detrás de algún cuadro, una falsa loseta, un departamento secreto en el hueco de las escaleras, una falsa pared, o un armario empotrado con doble fondo. El caso es que el viejo guardaba ahí sus ahorros… Todos los billetes que cobraba de su paga los empaquetaba y guardaba la vieja que estuvo viviendo con él hasta su muerte.
–Y ¿como lo sabes, tú?
–Él mismo me lo dijo cuando me entregó las llaves… “Tenéis que buscar por toda la casa, debéis encontrar un escondite secreto, porque Antonia, que en paz descanse, cobraba y guardaba mi paga y la suya mes tras mes, año tras año durante todo el tiempo que vivimos juntos. Y ya sabes que nosotros no gastábamos casi nada… Yo nunca quise saber nada de cobros ni de cuentas… Y todo ese dinero tiene que estar guardado, si no se lo han comido los ratones…” Luego dio tres carcajadas. Y ya no dijo nada más hasta el día que murió, que llamó por su nombre a sus padres y hermanos…
Un momento, ¿quién es Antonia? –pregunta Rorro metido cada vez más en la historia.
–Antonia era la señora que vivió en esta misma casa con mi viejo durante diez años, hasta que falleció hará unas dos semanas.
–¡Vaia! Y él, unos días después… le ha seguido. Bonito… –matiza la alemana como si realzara una linda historia de amor.
–Sí una bonita historia si no fuera porque la señora se ha llevado el secreto a la tumba.
–Qué interesado eres, Manuel…
–Venga, manos a la obra, dividámonos la casa por sectores. Que tenemos que dar con ese tesoro…
Manuel pone la urna con las cenizas del viejo encima de una mesa de camilla que hay en el centro del comedor. Y va presto a buscar por la cocina, el lavadero y el patio. A Dani y a su mujer le tocan los dormitorios y el baño de arriba, y Paula con su novio Rorro se ocupan del comedor y el dormitorio de abajo, donde habían pernoctado juntos los tórtolos octogenarios hasta la muerte de ella.
La búsqueda es intensa y minuciosa. Registran todos los rincones y todos los muebles sacando cucarachas y cagarrutillas de ratones entre los chismes oxidados y los trapos viejos. Inspeccionan los somieres y colchones pero sólo hallan la inmundicia y hediondez de años de impregnación de fluidos humanos. Descuelgan todos los cuadros y solo encuentran el rodal amarillento de su vida colgados, o algún bicho del polvo agazapado tras el marco. Luego con un martillo de fibra, Manuel va golpeando por el suelo pegajoso buscando una losa hueca, y por las paredes de cal agrietada buscando algún falso tabique.
Después de tres horas de rastreo. Nada han logrado.
–¿Esa Antonia tenía familia? –pregunta Paula– Lo mismo se lo entregó todo a alguien antes de morir.
–No. Creo que no –dice Manuel–. No tenía hijos, y su única sobrina no tenía contacto con ella, nunca la visitaba. Eso sí, estuvo en el velatorio en el tanatorio y luego en el entierro, pero no pisó esta casa, ni reclamó nada de los objetos personales o bienes de la difunta; que por otra parte eran inservibles y nulos.
–Y eso, después de no haberle hecho ni puto caso en vida… –remata Rorro.
–Pues hay que seguir buscando –anima otra vez Manuel–. En algún rincón de esta casa, tiene que haber por lo menos 20 millones de pesetas. Sí, como habéis oído, millón arriba, millón abajo, cálculos aproximados; y seguro que en billetes antiguos, algunos con lagañas, fuera de circulación, y otros nuevos, recién planchados.
–Veinte kilos, sí, –dice Dani–. Pero hemos buscado por todas partes y…
–Por todas no –tercia Rorro señalando la mesa de camilla con la urna del abuelo encima.
Como llamados por una misma intuición corren los tres hermanos hasta la mesa. Uno quita la urna, otro aparta la mesa, alzando la ropa y dejando al descubierto sus escuálidas patas de madera. En la mesa no hay nada. Pero en el lugar que la ocupaba, encuentran la respuesta. No hace falta siquiera que Manuel golpee el suelo con su martillo de fibra. Las marcas de una loseta falsa parecen evidentes a pesar de que la suciedad acumulada cubre por completo las juntas. Buscan un cuchillo para limpiarlas y pronto notan que se mueve, con otro cuchillo levantan la loseta y sus ojos se llenan de esperanza., una bolsa negra aparece cubriendo el hueco. La saca Manuel ávido de abrirla y conocer su contenido. Dentro aparece un baulillo de madera y caña. Lo abre entonces con tanto ímpetu, que el contenido sale despedido y queda flotando en el ambiente, avivado por la corriente de aire que a la sazón circula desde la ventana al patio. Todos mastican un polvillo asqueroso que les hace toser.
–¿Qué coño es esto?
La pregunta sobra.
Son las cenizas de Antonia que vuelan alegres por el comedor hasta posarse sobre la urna del hombre que compartió con ella sus últimos años de vida.
–¿Y quien coño ha metido aquí estas cenizas?
–Puah, serán las de la vieja.
– ¿Y el dinero…?
Vete tú a saber.
*A propósito de los temas “Qué” y “¿Qué buscamos?”, de la Tertulia Entrelíneas
Javier Martín Franco
LAS TRES LLAVES
Por
Franjamares
No he cejado de pensar
en la invitación desde que ayer la recibí. La suerte parece haber llegado por
fin a mi vida. Ese anagrama de pantalla líquida con letras y signos ilustrados,
ha caído entre mis manos en el momento justo. Presiento que ese visado en forma
de mensaje, es la puerta abierta que estaba esperando y que tengo la intención
de atravesar. Podré tentar ahora la intimidad de una mujer que hasta el momento
se me resistía. En algún lugar leí que cuando una mujer pone sus manos sobre tu
cuerpo, es decir: cuando una mujer te toca, quiere decir que cuentas a tu favor
un alto porcentaje de éxito para acostarte con ella. Ayer por la tarde me tocó
en dos ocasiones, una vez en los hombros con ambas manos, la otra en el brazo. Y
ahora este mensaje. “Necesito tu opinión, tengo una pregunta importante… llámame
porfa a las 5”. Seguro que es por lo de su marido. Anda metido en un buen lío.
Firmó demasiados papeles con el banco, cosas a su nombre, como la propia
vivienda, que nunca tendría que haber expuesto, y ahora está con la soga al
cuello. Esta crisis no perdona. Trataré de ayudarles. Esa mujer me gusta más de
la cuenta para ser una señora casada. Una cita con ella en estas circunstancias
es excitante y peligrosa, si es que existe peligro alguno en seducir o se
seducido por una mujer como ella.
En todos mis años de experiencia con las mujeres he aprendido que se necesitan tres llaves para ligar con ellas, tres llaves para horadar en su intimidad y hasta para acabar soñando juntos. La primera es la llave bioquímica, si no existe feeling las otras llaves no surgirán ni por asomo con esa persona y además es mejor que no aparezcan. Luego de la química, conectados con la inteligencia emocional, se logra ver el ojal luminoso de la segunda llave, a ésta yo la llamo la llave mental, en este punto es muy importante para descorrer todas las cerraduras hacerla reír y hacerla pensar, con mayor efecto si logras las dos cosas al mismo tiempo. Una vez abierta esta puerta la visión de su historia personal, de sus recuerdos compartidos y de su cuerpo desnudo suelen entretejerse en un mismo campo de batalla. La última llave es la llave del corazón y esta es mejor no abrirla, aunque la tentación te la ponga entre las manos y algún instinto primario estalle en tus tripas y las suyas como un volcán de mariposas.
Y en este momento la estoy esperando. “¿Nos vemos en mi despacho?”, le dije anulando la cita que tenía para esta tarde. “Estupendo, me queda cerca, en media hora estoy allí”. Ya pasaron los treinta minutos y siguen pasando algunos más, sin embargo, el hacerme esperar es una buena señal. Lo tengo comprobado la mujer que se dilata en la espera suele luego dar más juego y más batalla. Ahí viene, escucho tacones de mujer por el pasillo. Ha tocado el timbre dos veces… como las dos veces que me tocó a mí…
–Gracias Pedro por recibirme.
–No es nada, mujer, los amigos estamos para eso, y para lo que haga falta… –el tono de esta última frase me ha salido un poco cutre–. Sentémonos aquí en el sofá, estaremos más cómodos. Quieres tomar algo. Tengo café recién hecho. ¿Una copa?
–No, nada. Como siga esto así nos van a embargar… Se pueden quedar hasta con el piso…
–Eso sí que no… –afirma con rotundidad, seguro de contar con la solución del problema, dispuesto a soltársela de inmediato–: Verás, lo primero que tenéis que hacer es declararos en suspensión de pagos individual o familiar, presentando concurso de acreedores ante el juzgado más próximo. Yo os lo prepararé todo. No importa que aún podáis pagar haciendo esfuerzos sobrehumanos: vuestro tren de vida es ahora insoportable, y tenéis derecho a declararos en suspensión de pagos. Ello paraliza, vuelve cero, los pagos de todas las cuotas de hipoteca y otros créditos. Tu caso, entre otros miles y miles que paulatinamente van a surgir, no se verá nunca por el Tribunal. En estos casos se suele decir Que pague Rita, pero como tú te llamas Rita, pues que pague otra.
Bingo, las primeras risotadas han iluminados sus gruesos labios encendidos. La segunda llave me funciona, pero hay que ser cauteloso, prosigo:
–Por lo tanto es importante que lo hagáis voluntariamente cuanto antes, o seréis embargados por el banco, esta gentuza, sólo mira sus intereses usureros y son expertos en joderle la vida entera a las familias. Si no os declaráis pronto en suspensión de pagos, habréis de pagar hasta después de haber perdido el piso.
–Bueno, Pedro, lo hacemos, y qué pasaría después.
Ahora es el momento de hacerla pensar, y que mejor argumento desgranar ante su nariz de corte egipcio el sistema de vida americano.
–Si el concurso prosperase, se negociaría obligatoriamente con el banco, que se vería forzosamente obligado a una “quita” de hasta el 50% de la deuda. Hacienda también entraría en la negociación, con lo cual, veréis reducidos incluso vuestros impuestos. Y lo más importante, no perderéis la casa. No perderéis nada. ¡Es el american way of life, la única parte buena del sistema en el que estamos metidos, siempre que tengamos los cojones bien puestos y juguemos con fuerza al mismo juego que juegan nuestros explotadores!
–Qué alivio hablar contigo, Pedro. No veas el panorama que nos pintó el abogaducho ese que le recomendaron a Juan –bien, no ha dicho mi marido, sino que lo ha llamado por su nombre–. A ti se te nota que sabes lo que dices, y además ofreces la única solución que nos conviene, ir a por todas y no perder la llave de casa que es lo único que nos queda. Si te digo la verdad, esa mala fama que tienes, no se justifica… Siempre supe que eras un hombre maravilloso.
–Simplemente trato de acostarme todas las noches a dormir, con la conciencia tranquila. Y tú siempre me pareciste una mujer estupenda… distinta, con estilo… –he tocado su rodilla, es una de las pruebas de fuego, si aparta las piernas, mira al frente y cambia de tema, todo está perdido, si me mira a los ojos y me hace un cruce de piernas a lo Sharon Stone, todas las esperanzas están abiertas…
Me ha mirado y ha girado juntas sus rodillas, enfundadas de vaquero; lo del cruce de piernas seguramente sólo se practica con falda.
–Tenéis que llevar tanto como podáis una economía sumergida, ahorrar debajo de una losa o del colchón. Nunca en un banco. Invéntate un trabajo autónomo y procura que esté relacionado como eso que siempre te gustó hacer, pero que nunca pusiste en práctica por falta de tiempo u oportunidades… Eso se llama trabajo lúdico…
–A mí siempre me gustaron las leyes… ayudar como tú hacer a la gente más humilde, con menos posibilidades…
Me ha vuelto a mirar con chispa.
–Ahora no tengo a nadie en el bufete y no creas que no me vendría nada mal una ayuda. Aunque por lo pronto no podría haber nada de contratos ni seguros…
–Sumergida en tu despacho, Pedro.
Ahora es ella la que ha tocado mi rodilla.
–Eso, sumergidos los dos aquí, para sacar a flote a nuestros clientes pobres.
Ha vuelto a reír. He tocado su mano, está fría, suave y yo diría que entregada. Creo que la segunda llave ha abierto la mente y puede abrir el cuerpo de una mujer excitante.
–Ahora sí me voy a tomar esa copa.
–Que sean dos.
Javier Martín Franco
ATRAPADO EN EL TIEMPO
Por Franjamares
¿Qué es el tiempo?
Una flecha disparada atravesando muertes y vidas.
La gran rueda dentada que gira en espiral
por entre los ángulos del espacio, llevando consigo a gentes y cosas.
Un torbellino invisible y sucesivo que nos atrapa
y nos consume, victimas de nuestra torpeza,
al no mirar entre sus líneas,
al no ver su cara fehaciente de luna
de cabellos de helio y ojos negro infinito.
Me siento atrapado en el tiempo cuando me faltan minutos
o me sobran horas,
si mi corazón no es golpeado por la euritmia
derramando luz sobre la vida;
si no me detengo a escuchar el silencio y sus sonidos…
y en este lapso mágico observo como propio el paso de la gente,
me encuentro con mis amigos.
Me siento atrapado en el tiempo
si en la fatiga cotidiana lucho ridículamente contra el reloj
obviando que su presencia constante es mi vivencia;
si no me permito un momento siquiera para soñar,
si no dejo libre la caja tonta de nuestra mente,
donde pueda ver pasar como pájaros los pensamientos;
o si no empleo mis horas para sentir que todo sucede al propio tiempo,
para modelar la realidad que determina nuestra vida,
(participando de la mente creativa del universo)
y así hacerla más humana, más sincronizada,
más atemperada, más divina.
Javier Martín Franco
TÚ
Y YO Y LAS MARIQUITAS
Por Franjamares
El sol permanece más tiempo fuera del horizonte en estas fechas primaverales. Su altura en el cielo, como un gran farol encendido de oro y azul, nos hace personas más alegres, regocijadas en su calor vehemente, que quita cada día más ropa como un amante deseoso y entregado. La primavera altera la sangre de toda la biosfera, calienta la vida a fuego lento y nos hace libres inmersos en un mar de luz, sintiendo el canto de los pájaros rabiosos de amor, entre los insectos pletóricos y olores de flores reventadas de color que a veces también vuelan como mariposas.
Conduzco por la carretera que lleva hasta la sierra, vienes conmigo y tu luz brilla igual que el sol de ahí afuera. Las curvas te arriman a mi hombro. El aire perfumado pasa a través de nosotros como entre las ramas de los pinos. En ese instante me cuentas lo bello que es el paisaje, y la carretera parece entonces una línea intemporal y sinuosa que nos hace libres y dichosos. Dos marinitas unidas saltan a nuestro parabrisas. Una sobre la otra Comienzan un baile amoroso que recorre el cristal frente a nosotros; somos espectadores de un amor que parece metáfora del nuestro. Todo el campo está haciendo el amor en derredor y tu sonrisa cómplice nos hace reír a carcajadas… hasta nos entran ganas de aplaudir el alocado lance amoroso de los insectos, enajenados por la pasión, volando sin rumbo unidos por el sexo, posados en nuestra luna, haciéndola luna de miel para nosotros.
En una de las curvas las
mariquitas fundidas en un sólo abdomen rojo de pintas negras saltan impulsadas
por la fuerza centrífuga, perdiéndose entre los matorrales, nuestro coche parece
volar sobre la curva siguiente pero los neumáticos se adhieren al asfalto
devolviéndonos a la calzada. Llegaremos al pueblo ese que nos recomendaron,
pasearemos por sus calles de piedra, visitaremos sus bares confundidos entre sus
parroquianos, dispuestos a recomenzar la libación del vino joven, probaremos del
queso viejo y exhaustos de ternura probaremos del boca a boca el reconfortante
hipocrás, viviremos juntos este momento de dicha, notando el mundo que queremos
notar, relegados al placer de compartir, olvidados por el gran relojero en un
cruce cualquiera de la maraña, sin ánimos de volver… dispuestos a reinventar…
* A propósito de los temas “Las mariquitas” e “Hipocrás”, Tertulia Entrelíneas, Nerja, mayo 2009.
Javier Martín Franco
Por Franjamares
Alberto tiene suscrita una hipoteca millonaria como tantos otros clientes numerados. Inflamada durante el boom inmobiliario, concedida por un apartamento de escasos 60 metros cuadrados, cuyo valor real no vale ni la mitad, esta trampa se engulle cada mes el 60 por ciento de su sueldo como administrativo, y actúa como una pesada loza sobre su economía domestica de tipo medio. Él mismo, siendo más realista, después de que su mujer perdiera su trabajo, califica ahora su estatus más que de medio de mediocre. Una mediocridad en números rojos que amenaza sin ambages su único título de propiedad, su deuda gigante en la vida, su pequeña casa.
Por todo esto, Alberto tarda en conciliar el sueño durante las horas dilatadas de la noche, sobre todo desde que estalló la última crisis. Trata de borrar de su cabeza los supuestos problemas económicos por los que atraviesa su empresa, una gestoría de renombre con cartera de seguros y administración de fincas. Dificultades contables que a cada momento cacarea su jefe, que por otra parte no es su jefe, sino un gerente de tres al cuarto, corto de vista, y largo de lengua. Acaso también por esto Alberto huye de su apartamento con su familia todos los domingos que puede, que no son muchos; y a menudo pasea a solas y a deshoras por el parque del barrio, entre los columpios desvencijados que los críos ya no usan, como si en ellos viera el futuro roto y abandonado de un sistema de vida obsoleto basado en la competitividad y en el miedo.
De un tiempo acá anda con el susto en la boca del estómago; lleva un hay silencioso en la punta de la lengua cuyo ácido poco a poco parece perforar sus tripas. Qué susto si esta crisis fuerza a reducir personal en su empresa; qué susto si le toca a él la china y quien acaba en la puta calle no es otro sino él; qué susto si no pudiera pagar los plazos de la hipoteca, si nadie puede ayudarle y todo termina en una nota de juzgado por desahucio; qué susto si los gorilas del banco entran a punta de orden en su casa para llevarse hasta la ropa del pequeño…
Y Qué susto si su mujer lo dejara al haberse vuelto entonces un hombre sin empleo ni futuro. Los diez años que tardó en convencerla para que se casara con él, la poca fe en sus posibilidades, que es recelo propio más que de su mujer, parecen oprimir de nuevo su corazón de hombre asustado, y este peso acaba licuado en bolsas de fatiga bajo sus párpados insomnes, que empañan con su vaho de tensión y desconfianza, la luz de su mirada.
“Un hombre no puede vivir con tanto miedo”, se dice esta noche en el parque viendo las cadenas rotas de un balancín (última fechoría de los chicos del barrio) de las que cuelga, a un lado y otro, el asiento partido, como si fueran los cimientos de su propia casa. “Un hombre tendría que vivir sabiendo que su futuro depende de su esfuerzo personal y colectivo y no de las veleidades o las maldades de un modelo económico inhumano”.
Esa noche repasó con su almohada todos los sustos que logró recordar, primero le vinieron los recibidos durante meses por los distintos informativos: invasiones, guerras, atentados terroristas, crisis financieras, recesiones globales con efectos de deflación, aviso (eso decían los “expertos” del café de la oficina), de una posterior hiperinflación, demoledora ésta, que barrería sin remedio la economía mundial y sumiría en el paro y la pobreza a millones de personas. ¿Estaba él ente ellas?
Más tarde, hiperdesvelado por el insomnio, le vienen por puro fastidio otros sutillos: Que si lo para otra vez la guardia civil de tráfico (como le pasó hace unas semanas) o lo retratan al volante (como le contó un amigo) y por algún despistillo casual acaban por quitarle un puñado de puntos; ya no le quedan suficientes y tendría que ir forzosamente a la autoescuela… Que si le meten un paquete en forma de sanción o suspenden su servicio de Internet por bajarse unas canciones o unas pelis para verlas su mujer antes de ir a la cama; leyó en el periódico que algo de eso estaban urdiendo… Que si se encuentra un papelillo doblado de multa por haberse excedido unos minutos en la zona azul… Que si le entran a robar al piso como dicen que está ocurriendo en el barrio…
Va camino de las enfermedades cuando se queda por fin dormido. Tal vez el agotamiento de verse en el cuartelillo, jodido e impotente, denunciando el robo, roba sus últimas reticencias contra Morfeo.
¡Qué susto! El despertador ha trepanado su cabeza borrando de cuajo su último sueño. Esta mañana su reloj biológico no ha funcionado y las molestias al respirar le avisan de un día asqueroso con la alergia. Tal vez la culpa (otro susto) la tengan esas estelas químicas que fumigan a diario los dichosos aviones fantasma. Además, cree que al levantarse ha puesto en el suelo la pierna izquierda y al afeitarse se ha cortado tres veces, sólo falta que se cruce con un gato negro al salir a la calle…
Con todo llega a tiempo al garaje y entra en su coche pero comete un fallo, pone las noticias en lugar del cd del pianista cubano que tanto le gusta. Tiene entonces una sensación extraña, todas estas cosas las ha vivido antes, pero no es un recuerdo cotidiano sino una especie de deja vu que lo deja detenido y pensativo frente a la puerta automática de la cochera, la cual ante su eclipsamiento se cierra frente al parachoques tras agotar su tiempo. Tiene que apretar de nuevo el mando a distancia para salir por fin a la calle. Lo primero que encuentra es a una mujer joven andando con una mascarilla que le cubre nariz y boca; a la sazón el locutor en la radio parece más bien el de una película americana de catástrofes.
La gripe que llamaban porcina y ahora A, que parece ser una variante además de la gripe aviar y de la humana, que ningún experto se explica como ha podido mutar tan rápido de forma natural, saltándose la barrera biológica de las especies, para contagiarse de persona a persona con inusitada virulencia, esta influenza criminal se está expandiendo por toda Norteamérica, sobre todo en México, donde ya ha causado la muerte de decenas de individuos, los más afectados jóvenes de 20 a 50 años… Y también ha saltado a puntos de Europa, principalmente en España, donde ya se han contabilizado centenares de casos. Las autoridades sanitarias avisan de la gravedad del brote y de que puede tratarse de una pandemia de consecuencias impredecibles. Y, para colmo, hay un invitado en la radio que afirma que la última gran pandemia fue la de los años 1918-19, y que según estudios recientes se calcula que el número de muertos a nivel global por causa directa de aquella influenza (mal llamada española) rondó entre los 50 y los 100 millones de personas.
¡Qué susto! Afirma ahora Alberto con rotundidad. Y reflexiona: “Todavía con la crisis la cosa era jodida pero no tanto, si pierdes el trabajo y más tarde el subsidio, todavía puedes buscarte la vida con imaginación, e incluso organizarte para cambiar las cosas o empezar incluso una suerte de revolución… Pero con este terrorismo biológico nos van a eliminar enseguida, nos van a borrar del mapa antes de que reaccionemos. ¡Coño!, exclama para sí, ¡qué virus más raro!, si los afectados son casi en su totalidad jóvenes entre los 20 y los 50 años, con esto no hay siquiera que leer entrelineas, resulta meridianamente claro que estos cabrones que controlan el cotarro global quieren cargarse a las capas más jóvenes y rebeldes de la sociedad, para así evitar posibles revueltas sociales o revoluciones que pongan en riesgo su negocio, que acaben con su sistema, con el banquete al que sólo ellos están invitados y para el que los demás mortales sobramos. Ya lo dijo Maltthus hace dos siglos, y ahora los príncipes “verdes” del WWF, Felipe y Bernardo, lo reafirman: para que el mundo con toda su diversidad biológica sea sostenible la población mundial tiene que reducirse drásticamente de los 6,5 millones de habitantes actuales a no más de 2.
¡Terror en las filas! ¿Estaremos invitados a ese banquete? Se dice Alberto que enseguida piensa en su hija de dos años y en su mujer. Es mejor que hoy no vaya a la oficina. No puede perder tiempo. Debería de preparar muchas cosas. La casa vieja del pueblo les espera, fue donde nació su padre y que ahora está medio abandonada. Allí la gripe seguro que no llega. Sólo tienen que sacar del banco los exiguos ahorros, comprar comida en abundancia y conducir sin perder tiempo hasta la ladea. El resto lo escucharán por la radio.
Con esta idea llega al parking de la oficina. La realidad cae sobre él como un plomo invisible. Se topa con su encargado que mira el reloj con gesto helado. Pasan dos minutos de las nueve de la mañana y Alberto va a fichar un día más en su puesto de trabajo. Sin embargo su actitud ha cambiado, cree que no es solución la huída, que tiene que superar sus miedos y sus cadenas, empezado por sí mismo, por su espacio cotidiano.
Cuando llega a su mesa ve una mascarilla encima del teclado, mira en derredor y descubre a todos sus compañeros como si estuvieran en una sala de operaciones. “Ponte la mascarilla”, le ordena una voz tamizada que surge desde atrás. “Son cinco euros”, se te descontarán de la nómina. En esta pesadilla matutina, su jefe el gafotas, también lleva mascarilla. Poniéndose el cubreboca ante la mirada alienada y desconfiada de los demás, vuelve a pensar que tal vez la mejor idea era la de la huída.
* A propósito de los temas: “¡Qué susto!”, “El gato negro”, “Entrelíneas”. Tertulia Entrelíneas, Nerja, mayo 2009.
Javier Martín Franco
La tertulia de los viernes*
Por Franjamares
He estado todo el día pensando en cómo podía ser el nuevo lugar de encuentro con
los compañeros de la tertulia, no tanto el lugar físico el cual a poco que
funcionara la empresa iría tomando el aspecto agradable de todas aquellas
voluntades reunidas. Hay que pensar más bien en el lugar de las energías
íntimas, de las relaciones conjuntas, en el espacio emocional que ocuparían
todas esas personas llenas de ganas de reunirse para charlar y escribir sobre la
vida. He paseado y pensado, y dando vueltas a la cabeza me digo:
Puede ser un lugar donde el sol se proyecte en las paredes con la misma claridad que alumbra los corazones y las mentes de los que lo conforman.
Un lugar donde en el ambiente siempre flote el éter de la inspiración y el oxigeno llene los pulmones de buen humor y sentido común.
Un lugar en donde las personas escuchen con los oídos del alma a otras personas, donde no prevalezca la competitividad entre los escritos de unos y otros, ni la comparación que no sea entendida como mosaico de voces, taracea de opiniones, convergentes o divergentes, pero siempre respetuosas.
Ha de ser también un lugar donde el pensamiento libre vuele por los firmamentos y las dimensiones más diversas, que abarque el análisis racional, la digresión intelectual, o el aleteo veleidoso de la imaginación y la fantasía.
Un lugar donde establecer complicidades que sirvan para entender mejor los minutos y las horas en esta vida. Donde la amistad, a poder ser, sea corazonada y no compromiso.
Un lugar de fuente y suma para crecer por dentro y por fuera.
Un lugar donde las normas de convivencia contengan las aristas del respeto y la tolerancia, donde prime la libertad poliédrica como compendio de todas las libertades.
Un lugar donde asomarse al balcón de las palabras, para lanzarlas al viento, recitadas, leías o incluso gritadas, para intercalarlas con los silencios y los justos sorbos de vino.
Un lugar para pasear sin ambages ni caminos, donde el andar sea la senda y de su movimiento broten las ideas y los escritos con las que llenar nuestro recorrido juntos.
Un lugar de intercambio y no de robo de energías, donde las farsas lleven máscara transparente, donde no haya hueco para los que no saben reír, porque no saben distanciarse de sí mismos.
Un lugar también para el debate y la confrontación, siempre pacífica.
Pero por encima de todo un lugar para la tertulia, la tertulia de los viernes, día del calendario en honor del mito de Venus, diosa del amor, la belleza y la fertilidad.
“Todas estas cosas –me digo acabando el paseo– pueden definir este lugar. En cuanto llegue a casa, trataré de plasmarlo con palabras frente al teclado, si es que retengo a salvo todo este caudal”.
Por ello a remate me lamento: “Voy a tener que echarme al bolsillo la libretilla de campo”.
*A propósito del tema
“cómo nos gustaría que fuese la nueva tertulia
Javier Martín Franco