TEXTOS TERTULIA ENTRELÍNEAS
Esther Luna
E-mail: lunaesther2005@hotmail.com
ESPERANDO A GODOT
(Samuel Beckett)
Se encontraba esperando a Godot en mitad de la nada, desde hacía mucho tiempo. No sabía exáctamente cuánto, pero le habían sobrepasado varios inviernos, y éste último le estaba resultando especialmente duro. Le parecía que su cuerpo estaba más débil, más cansado que en otro tiempo. Pero seguía esperando, sin saber muy bien por qué.
Su única compañía era un enorme pañuelo blanco que había heredado de su abuelo. Al principio jugaba a doblarlo y desdoblarlo de mil maneras posibles. Luego lo utilizó como bandera, y después para cubrirse del sol en los meses más duros del verano. Actualmente, le servía como un simple pañuelo. Y sobre él dejaba caer constantemente la gran cascada de mocos y esputos, que un maldito resfriado le regalaba, como si de frutas exóticas se tratase.
Echó de menos un compañero y un árbol, para poder pasar mejor el tiempo como en la obra de Beckett.
Recordó que alguien le había dicho alguna vez, que en realidad el tema era “Esperando a Good not”. Y se entretuvo reflexionando absurdamente sobre este absurdo y el suyo, mientras, sin darse cuenta, iba abriendo su poblado pañuelo, y con las dos manos iba removiéndo la masa viscosa que contenía, intentando darle alguna forma curiosa o estéticamente apetecible.
Pasó más tiempo absurdo, y de pronto, se levantó y se puso frente a su obra: le parecía fantástica (en todos los sentidos del término). Así que no se lo pensó dos veces: abandonó su puesto de espera y se dirigió a la primera Sala de Exposiciones que encontró para ofrecerla. Se la aceptaron enseguida, así que decidió quedarse esperando al público, con la misma paciencia con la que antes esperaba a Godot.
Pero nada, lo mismo que con él, nada llegaba. Y esa Nada absurda, llegaba de múltiples maneras cada día. Como en el caso de un típico estudiante de Bellas Artes que, admirado por la extrañeza de los materiales utilizados en su obra, se atrevió tímidamente a preguntarle de dónde procedían.
-Mocos, le respondió al fin.
-Mocos, apuntó aplicádamente el estudiante. Y se marchó satisfecho.
Pero, ay, le dejó sin la Nada y con una gran pregunta: ¿tan alejados estamos de nuestros propios materiales, que ya ni los reconocemos y tenemos que preguntar a otro por ellos? Esto le perturbó hasta tal punto, que abandonó inmediatamente la Sala de Exposiciones, y corrió a seguir esperando a Good not.
Tranquilamente.
Esther Luna
CIEN AÑOS DE SOLEDAD
La Bella durmiente pasó cien años de soledad durmiendo.
Pero un día, llegó un principe cualquiera,
y le arrancó con un simple beso
de sus sueños más profundos.
¡Un cuento con mucho cuento...y muy cruento!
Esther Luna
EL INVIERNO
El invierno le pilló desnudo. Durante el último otoño, había ido perdiendo todas
sus hojas.
Así que no le quedó más remedio, que exponerse así a la intemperie y desear,
pacientemente,
que un fuerte calor interno, le hiciese brotar algunas ropas nuevas.
Esther Luna
ESPERANDO A GODOT (Samuel Becket)
Se encontraba esperando a Godot en mitad de la nada, desde hacía mucho tiempo. No sabía exáctamente cuánto, pero le habían sobrepasado varios inviernos, y éste último le estaba resultando especialmente duro. Le parecía que su cuerpo estaba más débil, más cansado que en otro tiempo. Pero seguía esperando, sin saber muy bien por qué.
Su única compañía era un enorme pañuelo blanco que había heredado de su abuelo. Al principio jugaba a doblarlo y desdoblarlo de mil maneras posibles. Luego lo utilizó como bandera, y después para cubrirse del sol en los meses más duros del verano. Actualmente, le servía como un simple pañuelo. Y sobre él dejaba caer constantemente la gran cascada de mocos y esputos, que un maldito resfriado le regalaba, como si de frutas exóticas se tratase.
Echó de menos un compañero y un árbol, para poder pasar mejor el tiempo como en la obra de Beckett.
Recordó que alguien le había dicho alguna vez, que en realidad el tema era “Esperando a Good not”. Y se entretuvo reflexionando absurdamente sobre este absurdo y el suyo, mientras, sin darse cuenta, iba abriendo su poblado pañuelo, y con las dos manos iba removiéndo la masa viscosa que contenía, intentando darle alguna forma curiosa o estéticamente apetecible.
Pasó más tiempo absurdo, y de pronto, se levantó y se puso frente a su obra: le parecía fantástica (en todos los sentidos del término). Así que no se lo pensó dos veces: abandonó su puesto de espera y se dirigió a la primera Sala de Exposiciones que encontró para ofrecerla. Se la aceptaron enseguida, así que decidió quedarse esperando al público, con la misma paciencia con la que antes esperaba a Godot.
Pero nada, lo mismo que con él, nada llegaba. Y esa Nada absurda, llegaba de múltiples maneras cada día. Como en el caso de un típico estudiante de Bellas Artes que, admirado por la extrañeza de los materiales utilizados en su obra, se atrevió tímidamente a preguntarle de dónde procedían.
-Mocos, le respondió al fin.
-Mocos, apuntó aplicádamente el estudiante. Y se marchó satisfecho.
Pero, ay, le dejó sin la Nada y con una gran pregunta: ¿tan alejados estamos de nuestros propios materiales, que ya ni los reconocemos y tenemos que preguntar a otro por ellos? Esto le perturbó hasta tal punto, que abandonó inmediatamente la Sala de Exposiciones, y corrió a seguir esperando a Good not.
Tranquilamente.
Esther Luna