TEXTOS TERTULIA ENTRELÍNEAS

Diego Pérez Sánchez

E-mail: persandiego@gmail.com

 

SOY PORQUE SOMOS

A Sabato, que recien nos dejó: honor y causa.

Recuerdo la realidad de las aguas corriendo frescas entre las rocas. Él se arremangó los pantalones y se introdujo en la corriente. Observé como el agua, arremolinada, torneaba sus piernas. Podía distinguir la espuma en el azul de sus ojos. “Te querré siempre”, susurré. En un lapsus regresivo, mi mente recordó el sabático ascensor, discurriendo en mi memoria como una película que no me pertenecía.

La pareja corría apresurada hacia el futuro, esas vacaciones que, se habían prometido, serían inolvidables. Por fin podrían estar solos en una paradisíaca playa en una isla olvidada. No habían tenido una luna de miel verdadera, a causa de la defunción inoportuna de la madre de él, quien iba a ser su madrina. Ahora iban a resarcirse con creces de aquella frustrada ocasión.

Dieron órdenes al mayordomo de cerrar la casa y apagar luces, dimisionándolo hasta su regreso, seis meses más tarde. En el camino al aeropuerto ella recordó su olvido: su pasaporte había quedado sobre el armarito del baño, descuidado en su acicalamiento. Al terminar, el espejo, le devolvió el rostro más bello que recordara nunca. Embelesada consigo mismo había abandonado el cuarto y, en él, todo lo que le recordara la máscara y el fingimiento. Nunca le gustó la foto que figuraba en su pasaporte: no estaba nada favorecida.

Aún podían regresar a casa y recuperarlo antes de que saliese el avión; por suerte habían salido con tiempo sobrado. Él abrió con sus propias llaves, pues las había cogido en previsión de que el mayordomo, por cualquier motivo, aún no estuviese a su regreso. La acompañó hasta el segundo piso donde estaban los dormitorios. Se habían prometido no separarse ni un minuto en aquellos días prometedores. Ella encontró el pasaporte y aún se entretuvo unos minutos ante el espejo. Salieron cogidos de la mano hacia el ascensor y, una vez dentro, pulsaron el botón. Estaban abrazados en un beso profundo cuando una repentina sacudida hizo que ella le mordiese la lengua hasta hacerlo sangre. El ascensor se había detenido entre dos pisos y la oscuridad envolvía sus cuerpos. Se miraron, pero en la obscuridad casi absoluta, apenas distinguieron dos chispas que denunciaban sus ojos. Ella quiso gritar, pero el sonido quedó ahogado en su angustiada garganta. Él reacciono de súbito, racional, aunque le temblaban las manos, y con lengua inarticulada, superando el dolor con la urgencia, acertó a invocar el nombre del empleado que, siguiendo sus órdenes, acababa de abandonar la casa y, con ello, condenado a sus dueños a una muerte cierta.

“Una insoportable agonía”, se estructuró en el pensamiento de ella mientras escupía la sangre que de él había quedado en su boca. Nadie acudiría a sus gritos en una mansión aislada en el campo. El encendió una cerilla, y otra y otra, mientras se miraban en silencio, primero a los ojos, después a la cerilla misma. “Guarda alguna, de nada sirve gastarlas todas”, dijo ella, sin saber muy bien por qué. Los silenciosos minutos que siguieron la parecieron siglos. Se vio envejecer, convertirse sus ungüentos en desagradables arrugas. Quizá fue la angustia que apretó sus intestinos, recordándole desagradables funciones solitarias. Los pensamientos se atropellaban en imágenes surrealistas. Recordó aquel ministro indio que bebía su propia orina matinal para mejorar su salud, y sintió una arcada, que supo reprimir. Imágenes de niños biafreños con sus barrigas hinchadas envueltos en moscas. Su fantasía voló en el avión que se estrelló en el hielo, entre las líneas que describían el canibalismo de los supervivientes. Intentó recordar su propia niñez, alimentando a los cisnes  junto al lago, pero las imágenes desfilaban con rapidez borrosa, sustituidas por la silueta, ya distinguible, de él, y de sus ojos ávidos de luz; y, en sus manos, las migajas de pan se convertían en vísceras.

Un pavor indescriptible se apoderó de sus nervios. El se había acuclillado, como rindiéndose al destino fatal, o quizá era tan solo para hacerle bajar la guardia y pillarla desprevenida. No pudo soportarlo más, descolgó el aplique de la pared y golpeó con todas sus fuerzas, repetidamente, aquellos ojos asesinos.

Diego Pérez

 

 

BANCOS Y RESERVAS

Han transcurrido diez mil años en la historia del ser humano sobre la tierra, considerando el periodo en que su población fue demográfica y emocionalmente capaz de crear sociedades supra familiares, se asentó y tomo propiedad de los territorios y comenzó a explotarlos racionalmente, es decir, calculando la manera de sacarles el mayor provecho. Comenzó la selección de especies animales y vegetales por su resistencia a las enfermedades locales y su productividad y facilidad de aprovechamiento. Se desarrollaron así, durante milenios miles de variedades de cada especie con valores específicos para cada región. Como con tantas otras cosas, el último siglo ha sabido borrar de un plumazo el trabajo humano de esos milenios, como las reservas naturales de millones de años.

En honor al ser humano como individuo, y para recuperar la memoria histórica, quiero recordar a Nikolái Vavílov, quien en 1926 tuvo la visión de recoger semillas de las diferentes variedades de especies vegetales cultivadas entonces en varias regiones del mundo, abrumado por la desaparición precipitada de muchas de ellas. Creo un banco de semillas, el primero, para preservar los genes que conferían a estas semillas características fundamentales para su supervivencia por su resistencia a las enfermedades o a condiciones climáticas extremas, con el fin primordial de remediar las hambrunas. Su fin personal fue de inanición en un campo de prisioneros estalinista, que consideró sus esfuerzos d e recolección de semillas una ciencia burguesa. Su banco de semillas le sobrevivió gracias a la inmolación de un grupo de científicos, individuos humanos, del instituto por el fundado, del que nueve de ellos, voluntarios,  murieron de inanición mientras vigilaban las semillas guardadas en los sótanos, cuando Hitler avanzaba por las estepas rusas con el proyecto, entre otros, de apoderarse de ellas.

Hoy existen numerosos bancos de semillas en lugares sumamente seguros, y reservas de animales en sus zonas de selección,  lo que no impedirá que la humanidad se vea envuelta en una hambruna generalizada, como la de la patata en Irlanda, debido a la escasa variedad de alimentos de los que depende,  pero que podrá paliar los efectos sobre las generaciones siguientes, cuando sus ancestros se hayan comido las monedas de los bancos y sus reservas de oro.

Diego Pérez

 
 

EL PRESUPUESTO VITAL

Ayer me dijeron que me quedan tres meses de vida. Hoy he vivido el primer día de mi cuenta atrás. Ayer lo empleé en organizar mi tiempo. La primera hora la dediqué a elaborar un esquema minucioso del tiempo pasado. He vivido 37 años, tres meses y 7 días. Para simplificar los cálculos, sin perder precisión, decidí hacer la contabilidad tomando como unidad el minuto, pareciéndome el segundo demasiado inestable,  a pesar de ser, indudablemente, más preciso.

El cómputo ascendía a 19.586.900, redondeando las centésimas. Unos 20 millones de minutos. ¿En qué había empleado este tiempo? La respuesta era fundamental, para, tras estudiar sus resultados de manera pragmática y objetiva,  poder proceder a una  buena planificación del escaso tiempo que me quedaba de vida.

El saldo mayor lo tenían, sin duda, las horas dormidas. Aproximadamente 1/3 del total: 6.528.970, redondeando esta vez las décimas. No se puede considerar un tiempo productivo, lógicamente, por lo que lo puse en la columna de perdidas. Unos 12 años.

En comer, preparar comidas y realizar los aprovisionamientos pertinentes calculé 1.632.240 minutos, que puse igualmente en la columna improductiva. Unos 3 años.

En aseo y menesteres similares, como vestirse, etc.: 448.860 minutos. Casi un año.

En traslados, viajes en servicios públicos o en coche propio al trabajo, por vacaciones, etc.: 1.230.020 minutos. Dos años y medio.

En estudios, que tampoco se pueden considerar directamente productivos, aunque ayuden a aumentar indudablemente la eficacia: 1.971.000 minutos. Casi cuatro años.

El saldo negativo ascendía por tanto a 11.811.090 o unos 22 años.

La columna productiva, de esta corta vida, no ascendía sino a 2.628.000, apenas unos 3 años y, de estos, cuantiosos minutos se habían perdido en charlas fútiles con compañeros.

Los beneficios de mi vida, por consiguiente, habían sido de 5.147.810. Una cantidad nada despreciable, que representa casi diez años.

¿Qué había hecho en esos diez años? Apenas recordaba nada. Cierto es que una parte importante del tiempo la pasé viendo la televisión, casi tres años. Leí casi otros tres y, del resto, la mayor parte se fue en salidas y conversaciones con otras mentes. En los 37 años de mi vida me había olvidado de mí mismo. Pero, ¡eureka!, aún me quedaban 1.410 minutos, que, aprovechados al máximo serian 84.672 segundos, contantes y sonantes. Más de los que nunca me dediqué a mí mismo.

Decidí ponerme manos a la obra.

 

Hoy no he dormido nada y he resistido a los intentos de mis familiares y las enfermeras de alimentarme, sin dirigirles ni una palabra. No tengo más tiempo que perder. Si consigo desarrollar con éxito mi proyecto, habré conseguido un beneficio enorme para mi empresa, la única que tiene verdadero sentido en la vida, encontrarme conmigo mismo. Y, por ello, en este mismo momento dejo la pluma para entregarme, en cuerpo y alma, a mi empeño.

Nada ni nadie me robará más segundos.

 

Diego Pérez



 

LA NO VIOLENCIA….

Pensar que el pensamiento

es la mecánica,

el proceder-

concedo su utilidad.

Pero pensar que la vida

se puede calcular,

es quimera y futilidad.

Por eso, ¡ríete conmigo!,

y deja que yo me ría,

que juntos riendo,

las risas

elevan la eternidad,

y el universo, en su nada,

crea vibrando

las cosquillas

que aún más risa nos dan.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

DESOBEDIENCIA CIVIL

Ríe el bebe y tú lo miras,

asombrado.

Vibra la vida con coraje.

Indefensa.

Con avaricia acapara-

lo que es:

el Amor infinito,

la locura innecesaria,

la verdad inconocible,

el presente inaprensible

y la fútil realidad.

Vida, que creaste el mundo,

¡corre, canta, vuela, fluye

sin detenerte jamás-…a pensar!

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

ESPERANDO

Si supiera vivir el presente…

Aunque-

ya voy mal para empezar.

Saber,

todo el mundo sabe:

desaprender va más allá.

Prendidos en lo aprendido:

aprehensión y retener

escombrando nuestras vidas.

Cuando la mente permite

que la belleza inunde

con su totalidad

esa verdad que fluye

cuando Todo no está.

 

 Diego Pérez Sánchez

 

 

LOS VIKINGOS

Wirdglaf se acercó a su hija, tendida sobre la esterilla, sus ojos vacuos, la sangre reseca en sus mejillas.

La rabia descendió en oleadas de la cabeza a sus pies, para subir en espírales sanguíneas hasta su cerebro. Tembló. Se acercó al cadáver y lo abrazó con fuerza, agitándolo sacudido por sus estremecidos sollozos. Permaneció allí, arrodillado, abrazado a la carcasa sin vida de su hija hasta que cesaron las convulsiones. Finalmente, depósito el cuerpo  con delicada ternura y, solo entonces, apretó con fuerza sus convulsas mandíbulas. Tomo el cuerpo en sus brazos y, con paso firme, salió de la casa. Le costó un gran esfuerzo no mirar aquel rostro desfigurado y, tras cubrirlo escrupulosamente con piedras, formando una pequeña máscara, se apresuró a ocultar los restos con tierra.

Entró de nuevo en la casa y, juntó al hogar aún encendido, escarbó en la tierra. Allí encontró el hacha y la daga con las que conquistó aquella isla. Nunca debió dejar a aquel niño con vida. Se odió por haber sido tan débil. Ahora, sin duda, sería un hombre fornido, ágil, que le esperaba en alguna parte, quizá en las cuevas de la playa. Sobre una piel de gamo  extendió las brasas y las llevó al granero. Allí las extendió y avivó hasta que unas chispeantes llamas prendieron en lo almacenado. Si moría, su enemigo no heredaría nada.

Penetró el bosque con sus pasos pesados, despidiéndose de cada árbol y de cada piedra. Era su isla, la había ganado en derecho, pero no había sabido ultimarlo. Había visto en el rostro de aquel niño la misma imagen aterrorizada de su hija cuando la arrastró consigo fuera de su casa en llamas, para abandonar su arrasado poblado para siempre. El viaje en barco fue terrible y estuvieron a punto de ser engullidos por las olas en más de una ocasión, pero abrazados, atados al palo mayor, sedientos y angustiados, consiguieron encallar en aquella isla, tras días incontables sin rumbo conocido.

Habían pasado muchos inviernos en la soledad de su isla. El perfil accidentado que la rodeaba parecía servirle de muralla ante las invasiones. Tan sólo en una ocasión, cuando la nieve formaba arroyuelos, pudo observar unos hombres que habían desembarcado en la oculta playa pero no tardaron muchos días en volver a embarcarse tras recoger algunos frutos y algunos animales vivos que atraparon con redes y trampas.

Hacía mucho tiempo que su vida tenía un solo sentido y ahora ya no le quedaba nada. Sintió resbalar una lágrima por sus mejillas mientras recuerdos vivos de su vida feliz en el poblado lo asaltaban.

Anochecía cuando llegó al otro extremo de la isla, y desde allí pudo ver un pequeño barco alejarse de la playa. Sintió una opresión en su pecho que apenas lo dejaba respirar. En la playa, depositado sobre un montículo de piedras, podía aún ver el cuerpo tendido de un animal.  Se acercó a lo que fue conformándose como un hermoso lobo y, cuando estuvo lo suficientemente cerca como para tocarlo, un grito ahogado desgarró su pecho.

Desde el rostro animal los perdidos ojos azules de su hija lo miraban.

 

Diego Pérez

 

 

QUO VADIS 15M

No cabe duda Nathaniel, hijo mío, que la civilización ha avanzado. Antiguamente el peligro venía por tierra y luego por mar, arrasando pueblos y familias a espada y fuego, con violencia feroz y sanguinaria. Después se descubrió America y se arrasaron con armas de fuego sus búfalos, y con enfermedades se exterminó a sus pobladores. Más tarde el fuego llegó del cielo, que democráticamente destruía todo.

 Los Reyes inventaron la Inquisición, selectivamente fueron acabando con los judíos conversos, y se les llamó católicos; cuando la matanza fue indiscriminada, se les llamó nazis.

 Las mujeres eran objeto de cambio y mercadería en la antigüedad, y ahora, en muchos lugares, eligen a sus maridos y sólo trabajan en casa cuando vuelven de hacerlo en casa del vecino. En la Grecia Antigua, la aristocracia derrocó a la Monarquía, avanzando hacia una República democrática, retirando el poder de uno para entregárselo a alguno.  Dos mil años después la burguesía enriquecida derrocó a la aristocracia, y algunos machos más consiguieron el voto. Hace ya más de cien años, en Occidente, la mayoría, sin distinguir género, pudo votar. Fue la Revolución proletaria, y el bolchevismo y su estado-policía se encargaron de sublimarla, es decir, de volatilizarla a un estado sólido sin pasar por el líquido.

 A cada revolución sucedió su restauración, y a esta, una nueva revolución, para restaurar el Tao. En la tortura y sus métodos, también se ha avanzado mucho, desde las bárbaras costumbres de golpes, mutilaciones, enterramientos y crucifixiones, pasando por métodos que evitaban señales, hemos llegado a la limpieza psicológica de un Guantánamo. En la familia primitiva comían primero los más fuertes, los aptos para la caza, y hoy los niños reciben antes y más de lo que desean, en regalos y en estudios, de manera que la duración de vida estimada de la antigüedad, se emplea hoy día en formación académica para la caza de un empleo. Toda la vida, si se pretende participar en caza mayor.

Y en vivienda, el avance fue espectacular. Tras vivir en simples cavernas naturales, hoy muchos disfrutan de las vistas de su ventana en el piso 27. Y para que nadie pueda quitarles ese pedacito de cielo, tan sólo tienen que trabajar desde que terminan sus estudios hasta la jubilación, cuando podrán disfrutarlo siempre que paguen las facturas del ascensor. Y, si medimos la riqueza en objetos acumulados, hoy hay más ricos que nunca. De hecho, con la explosión materiografica, las mujeres pudieron encerrarse en sus casas durante muchos años para entregarse al disfrute del cuidado de los objetos patrimoniales, mientras que el hombre podía emplear todo su tiempo en obtener más objetos y los medios de preservarlos.

No quiero aburrirte más con esta prolongada enumeración de maravillas conseguidas por la civilización humana. Y prefiero, para mantener el balance positivo, no tocar aquí el coste que esto ha arrastrado para otras especies, animales y vegetales, como para la propia salud general de la tierra y sus elementos y minerales.

Ahora llegó la revolución política y se ha logrado gran cosa. Sabedores que la anarquía queda para los ángeles, hemos logrado controlar a la clase política. Pueden ser despedidos de sus funciones por votación popular y juzgados en cualquier momento, como un ciudadano más. Los ciudadanos ponen sus salarios a cada político cuando toma el cargo y deciden sus rentas cuando lo termine, con una simple consulta en Internet. La política deja de ser un medio para obtener poder y privilegios, lo que sin duda apartará de ella a quienes solo lo hacían con tales fines.

Pero, como la historia ha demostrado, una estructura solo se mantiene si participan en ella todos sus miembros conocidos. De lo contrario no durará mucho. No puede quedar una Suiza en la Unión Europea, ni un África en el mundo. Ninguna ley contendrá la fuga de capitales; ningún muro la de los hambrientos.

La democracia por tanto solo puede ser global. Y, si se vota, que también se pueda retirar el voto. Y si votan los enfermos, los analfabetos, los idiotas,  y los mismos políticos, ¿por qué no han de hacerlo los niños legos y los presos?

La civilización humana ha avanzado mucho, sí, pero la verdadera pregunta, la única que nos daría una respuesta clara y unívoca, es ¿cuánto ha avanzado el humano en serlo? O bien, si ésta está clara, ¿Cuál y dónde está el obstáculo que impide al humano serlo? Darle respuesta es nuestra responsabilidad y nuestro reto. Cuando la consciencia de esto último sea clara en una masa suficiente de seres, la tortilla dejará de dar vueltas.         

 

Diego Pérez

 

 

EL POZO SIN FONDO

Me pregunto si un movimiento como el del 15M podrá resistir los embates del sistema, ese sistema que somos todos. Internet es un arma muy poderosa, y como toda arma puede producir importantes daños colaterales. Si no surge pronto un líder-portavoz, el rebaño puede lanzarse al asalto, a la rapiña descontrolada, cargándose un posible cambio. O si el portavoz pide lo que muchos descontentos quieren: pan y circo.

 No creo en las revoluciones que cortan cabezas. Prefiero a Gandhi que a Lenin, a Mandela que a Mao, a Luther King que a Fidel. Cambiar los testaferros nunca cambió nada profundamente, y sí dejó castrada una sociedad. Quizá no prefiero la injusticia al desorden, pero la mayoría de la gente de este país sí, pues las masas se comportan como masas y necesitan de un guía.

Si este movimiento no sabe venderse, si no crea su propio orden, no durará mucho. La fuerza la tiene el sistema y lo sustenta la mayoría. Solo convirtiéndose en mayoría se le puede cambiar.

La rabia y la indignación son un primer paso necesario, pero incluso en una revolución con medios pacíficos como la India, fueron incontables los muertos, y millones los desplazados por la barbarie popular.

Si en las últimas municipales el partido con mayor orientación pro-sistema ha arrollado, por muy poco demócratas que seamos, tenemos que darnos cuenta que ellos, por muy estúpidos que les podamos creer, tienen la fuerza. Nunca venceremos con la fuerza, nuestra victoria está en convencer y, para ello, habría que unificar ideas, sacar lo elemental que nos une, o la división nos agotará muy pronto.

Todas las ideas pueden ser buenas, pero muy pocas de ellas podrán llevarse adelante con beneficio para la mayoría, porque aunque las ideas sean buenas, las personas no lo somos. Y esto no es un ideario que nos inculque el sistema. Basta con asistir a una simple reunión de vecinos para comprender lo mezquino del alma humana. Esto es lo que hay que cambiar. Moverse en los barrios, en las familias y en los colegios para crear un sistema democrático real ya. Conseguirlo a nivel nacional puede sonar muy bonito, pero, de conseguir esa utopia, y antes de que nos diésemos cuenta, unos nuevos perros y un nuevo sistema, con resabios, lo habrían suplantado.

Confianza en el ser humano no me falta, la historia me ha demostrado su evolución; incluso tomados de uno en uno, cada persona guarda unos valores universales maravillosos e inmensurables, pero cuando nos unimos en masa, escondida  bajo la piel del borrego, aparece el lobo; quizá simplemente por el sentido del territorio.

Hará falta mucha disciplina en las filas de los sentados para no levantarse ante la primera ofensa, ante la primera agresión. El martirio, tras la indignación, conquista corazones. La mínima respuesta violenta, un desafortunado insulto al sistema, encenderá la mecha del miedo de esa mayoría acomodada al sistema.

Y el miedo es muy mal consejero.

Todo esto surge de unas fotos de Barcelona en YouTube en las que se ve a los antidisturbios empujando a una masa de manifestantes. Atrás queda un disminuido físico en su silla de ruedas, acompañado por algún amigo. En una foto se ve a un antidisturbios empujando la silla, deducible por la posición de sus piernas, con su porra en posición de defensa. Llueven los comentarios insultantes en Internet hacia el trabajador antidisturbios, quizá un latino que no encontró otro medio de seguir alimentando a sus hijos, ante su supuesta, aunque improbable, agresión, como muestran otras fotos, en las que ni éste ni su acompañante parecen haber sido agredidos. Si me queda la impresión de que la persona en la silla pueda estar insultando al agente, pero tampoco me atreveré a deducirlo. Al menos, la fotógrafa incluyó, en honor a la verdad, otras fotos que ofrecen más datos. Pero la gente solo ve la foto de la portada, a nadie le interesa la noticia en profundidad. Muy pocas personas, en el mismo foro, hacen comentarios que no sean simples insultos, menos aun pidiendo más información para cerciorarse de la verdad. No han visto las fotos. No interesa la verdad, queremos manipular y ser manipulados: esa es la impresión que me quedo tras la lectura. ¡Hale!, al paseíllo de iras y no volverás. Alguien que no te quiera se chiva de algo, te señala con el dedo desde Internet, y cualquier desconocido que reconozca tu rostro te escupe en la cara. He encontrado el fenómeno en los foros universitarios, supuestamente los mejor preparados para no dejarse manipular.

Deseo fervientemente que este movimiento consiga andar, pero tendría que tener muy claro lo que le mueve y hacia donde le lleva.

De momento, descontento, rabia e indignación frustrada hacia el foro de la ciudad. Es allí mismo que tendría que nacer la democracia, y cuanto antes: ya.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

NOCHE DE BRUJAS

El camino hacia el crecimiento es algo doloroso. Tenemos que deshacernos de muchas pieles, algunas más duras que cortezas por haberlas permitido estar allí, envolviéndonos con sus conocidas formas arrugadas por demasiado tiempo, tanto que a menudo nos parecen formar parte de nosotros mismos. Se disimulan tan bien que se hace difícil reconocerlas. El espejo enamorado nos devuelve la imagen que le ofrecemos, y en la deformación del va-y-ven, se pierden las referencias, de forma que, lo que aparece en la superficie parece formar parte del fondo. El marco se agranda a conveniencia y, lo que en día nos pareció el límite de nuestra conducta formal, queda dilatado con un perfil que nos parece el nuestro de toda la vida.

Lo vida emotiva deja sus heridas, que a menudo permanecen abiertas, sensibles al menor roce, al punto que a veces preferiríamos morir. Es así que, para evitar la reapertura de esas heridas, oponemos resistencia al crecimiento. Y las heridas cicatrizan entonces, formando una rígida costra en la piel, que se abrirá de nuevo, dejando brotar la sangre escandalosa, ante cualquier movimiento. Pero hay heridas que nos hacen más fuertes, cuando dejamos que penetren en nuestro ser, no ya como una agresión exterior, sino haciéndolas nuestras, para curarlas desde dentro, disolviendo sus causas en lo más profundo.

Para eso hay que ser muy fuerte, para disolverse sin perder el marco de referencia y pocas veces estaremos dispuestos a ello. Y es sólo así, a través de esa herida inmensa, que puede penetrarnos lo que en común tenemos con el universo. Pero ahí estará la mente vigilante para impedirlo. Nos recordará el dolor de nuestros fracasos, aquellos que probablemente tuvimos por  no llegar hasta el fondo, mediocres realizadores de ningún sueño.

Y, entonces, viviremos una vida mezquina y resuelta, sin sobresaltos y, al cerrar definitivamente los ojos, en la lucidez relajada del que ya no tiene nada que perder y se entrega sin reparos, nuestro último suspiro será: “Ojala tuviera ahora tiempo para vivir una sola noche embrujada”.

Diego Pérez

 

 

QUE

Que tenga una función multiuso no le confiere ninguna especial importancia al monosilábico que o qué, a esa conjunción que puede ser pronombre, adverbio o adjetivo, y que aunque tratemos de evitar, aparecerá en nuestros escritos, esquemas, querellas, quejas, quereres, quebrantos; por todos lados y sin que pretendamos su presencia. Qué, cuando pregunta, representa todo. Cuando responde, introduce dudas sobre una única respuesta.

El qué planea en la existencia y en toda angustia del ser. El qué inunda la nada, que quiere ser. El qué invita al diálogo y llena vacíos en la conversación. Introduce oraciones subordinadas y encabeza, como si identificado estuviese con el sujeto de la principal, otras tantas acciones.

Es el rey de la palabra, de la oración y del sintagma. Funciona como sujeto, como objeto, como casi cualquier complemento. Si pudiera ser verbo, además de palabra, ocuparía todos los lugares. ¿Que qué dices que digo? Nada, que sin el qué, sobrarían el cómo, el dónde y el cuándo. No nos quedaría ni el porqué.

Apenas un mundo de ideas inconexas.

 

Diego Pérez

 

 

EL GRAN LIBRO DE LA VIDA

Del sentimiento trágico de la vida

Todo lo que sube, baja: es una ley gravitatoria que, aunque se ha visto después relativizada y cuantificada, aún permanece vigente. Pasa el tiempo, es decir, acumulamos recuerdos que nos producen esa sensación. Por que ¿qué es el tiempo? Sin duda un invento de nuestra mente, una manera de proyectarnos como seres en crecimiento. Seguramente no es sino una de las funciones de nuestra mente y, lógicamente, no podemos entender un concepto que, desde la nada, nosotros hemos creado. El caso es que un buen día, concretamente un lunes, el tan temido día de la semana, ese que nos amarga sábado y, sobre todo, domingo, dejamos de poner el despertador. Ya no tenemos que ir al trabajo. Ahora somos mayores de edad de verdad; lo que tanto hemos esperado desde niños. Ahora podemos dedicar nuestro tiempo a jugar con nuestros amigos, en la calle o en los salones recreativos; pasear por el campo o por las calles, cuidando de que no nos atropellen.

Si vivimos solos pondremos la televisión a buen volumen, no por estar sordos, sino para sentirnos más acompañados y, ¡qué carajo!, por que nos da la gana. Si vivimos en pareja podremos discutir de todo lo que nos apetezca, a uno u a otro, y a ello dedicaremos con entusiasmo el mayor tiempo posible: antes de salir de casa, al volver a casa, y por teléfono, que en esta generación disponemos de móvil.

Es el momento de viajar: ¡ay esos lugares exóticos con los que tanto hemos soñado! Ahora tenemos tiempo, y algún dinerillo, para visitarlos. Y así lo hacemos. Para evitarnos complicaciones elegimos un viaje organizado a Kenia, donde nos alojamos en un hotel de cinco estrellas -¡la verdad es que son un poco exagerados poniendo estrellas!- del que el guía, que habla perfectamente nuestra lengua, pese a ser negro, nos saca tempranito para, en un magnifico 4x4, torturar nuestros huesos durante horas por traqueteantes caminos antes de llegar a la sabana. ¡Ah, la sabana! Al mediodía el sol castiga los ojos, casi tanto como la piel; o la sangre, que parece que fuera a hervir en las venas. Parece que el aire acondicionado se había estropeado el día anterior, y esperaban que llegara el repuesto, en pocos días, desde Alemania.

Tras ver algunos animales rodeando el coche, en un entorno natural, llegamos destrozados al hotel. Mi mujer aceptó la amable invitación del guía para acompañarnos al día siguiente a visitar las tiendas de artesanía del lugar, lo que hicimos puntualmente.

De vuelta al casino del pueblo, disfruté enormemente relatando mis aventuras a mis amigos que me miraban, con ojos de inconfundible envidia, los unos; con una pizca de indisimulado sarcasmo, los otros.

Decidí no hacer más viajes. Aunque no sabía muy bien qué hacer pues con mi vida, de la que según las estadísticas, aún me quedaba un buen trozo. Esto me llevo a reflexionar, una vez más, sobre el tiempo. No el tiempo variable del que cotidianamente hablaba con mis amigos entre julepe y julepe, sino el otro, el impredecible, pero que siempre acude a su cita ineludible. Creo que, si pudiésemos apartar la muerte de nuestro pensamiento, o si realmente fuésemos inmortales, no existiría el tiempo, pues este es, sin duda, la única realidad que no es tal, que no existe sin nuestra percepción consciente.

Barajé y di una mano de cartas.


Diego Pérez Sánchez

 

 

EL GRAN LIBRO DE LA VIDA: Y SIGUE LA VIDA

 Llegamos a la edad compleja, cuando ya no somos niños, pero tampoco personas. Permanecemos en un limbo sin leyes claras, adoleciendo de todo y en plena e inevitable transformación. Ya no queremos ser niños y vemos el pasado conocido con superioridad. Pero esto implica mirar al futuro con un sentimiento contrario, con una inferioridad que no sabe a dónde se dirige. La inseguridad se ceba en nosotros y, para escapar de ella, buscamos imitar a los mayores. Pero ¿qué sabemos de ellos además de que son mayores y de que se comportan como niños que se toman en serio? Y decidimos ponernos serios. Como esto no concuerda bien con las hormonas del momento, se genera una presión y para liberarla, explotamos en rebeldía. Intentamos imitar la contención adulta y nos ponemos rígidos, sacamos pecho y levantamos la cabeza. En una sociedad diseñada por y para adultos jóvenes, nos encontramos, no ya desplazados como los ancianos, sino sin posibilidad de emplazarnos por falta de nicho. Y así, vagabundeando, pasamos esas edades intentando ganar experiencias, conocimientos, y, sobre todo, años, que nos permitan ingresar en el mundo social real, de los que tienen el poder de decidir sobre sus vidas, como así nos parecen. Descubrimos a Eros y a Tanatos, y nos afiliamos permanentemente a ideas y emociones consecutivamente pasajeras. Los años, aromatizados por los cambios, se recuerdan lentos, plenos, marcados por el deseo de llegar, mientras la sociedad nos prepara, sentados ante el pupitre, para una vida mejor, de lo que vamos generando nuestras dudas. Sometidos a estrictos horarios y continuas tareas, con el único aliciente del reconocimiento, la amargura se va apoderando de una adrenalina desbocada. Y así, la mayoría, consiguen llegar a una edad adulta. Ya podemos realizar nuestros sueños. Ahora somos dueños de nosotros mismos, libres de tomar nuestras propias decisiones. En algunos lugares podemos elegir, entre las personas que nos elijan, con quién compartiremos nuestra vida. Si, buenos alumnos y nos dejamos la columna inclinada sobre los años del pupitre, podremos elegir incluso el lugar donde reclinarla de nuevo, a cambio de unos ingresos en papel-confianza que nos permitirán reproducir nuestra vida en nuestros hijos, y ofrecerles, no sólo mejores pupitres, sino actividades extraescolares, para que no se diviertan, y puedan así, no sólo emular nuestras proezas profesionales, sino superarlas con creces.

Adultos entonces, podremos gozar de nuestra casa toda equipada, y, ¿cómo no?, de nuestro compañero, eventual o fijo. Los fines de semana, ¡libres al fin!, tras darle una limpia al coche, que ya le estaba haciendo falta, conduciremos elegantemente hasta el hipermercado donde podremos pasear eligiendo tranquilamente con que cargar nuestro carro para abastecer nuestra abarrotada despensa. Podremos visitar las estanterías de últimas novedades tecnológicas y discutir de prestaciones y calidades con nuestra pareja, si la tenemos y comparte nuestras aficiones, o con el dependiente de turno. Esta parte de intercambio dialogístico es muy importante para nuestra salud social y auto estima. Con esto salimos del mega-centro convencidos de nuestra grandeza intelectual y socioeconómica, que nos dura, al menos, hasta que tenemos que bajar todo del coche para acarrearlo a casa. Pero todo se arregla con un buen vaso y la contemplación evasiva de algo, según gustos, en la pantalla. El domingo sacaremos al perro, a los niños, o a ambos, al campo.

Diego Pérez Sánchez

 

EL GRAN LIBRO DE LA VIDA: INFANCIA

En la infancia de la humanidad, todo transcurre sin problemas. Hay acontecimientos, más o menos excitantes, avatares, fases de crecimiento. Todo es positivo, crece, aumenta, recuerda, asocia, reconoce.

Vibra, cuenta, aprende, siente, comprende, corre, estrena, relaciona, descubre.

El mundo es inmensamente inmenso, impresionantemente maravilloso, incomparablemente grandioso. Y nosotros somos el centro. El centro desde el que exploramos la periferia, que pronto es también nosotros.

La vida sale al encuentro, plena, impetuosa, febril, acariciante.

Algunos recuerdan su infancia como el tiempo más feliz de su vida. Y tienen razón, porque la felicidad no es sino ese insensato vivir en el presente. No tiene nada que ver con la alegría, menos aún con el placer, aunque estos pueden ser sus residuos.

El niño vive su juego con toda seriedad, y antes y después, allí o allá, no existen. El juego del instante precario es la única realidad del niño soñador inconsciente; concentración meditativa que conecta con ese vacío único que llena.

Diego Pérez Sánchez

 

 

EL ESLABÓN PERDIDO, O EL GÉNESIS, SEGÚN EINSTEIN


http://blog.vayacruceros.com/wp-content/uploads/2010/05/Capilla_Sixtina.jpg

 

En el principio había Dios, y Dios creó al hombre, y lo hizo a su imagen y semejanza.
En la oscuridad de la noche Dios se levantó una mañana sin día y miró hacia su soledad sin límites.
Sintió un profundo aburrimiento.
Necesitaba algo con lo que entretenerse y, tras hacer algunas cabalas intemporales, su frente se iluminó. Hartó de mirar a ninguna parte, decidió que había de crear el espacio y, para prolongar la existencia del mismo, el tiempo.
Nadie sabe cuánto tardó, pues aún no existía el tiempo; menos aún con qué medirlo.
Y vio Dios que aquello era bueno, y sintió que su gozo se expandía con la contemplación de aquellos vastos espacios que se multiplicaban con el tiempo.
Pero el tiempo puso límites a su imaginación, y vio Dios su vacío interior reflejarse en aquellos desnudos espacios. Se dio cuenta de su error al crear aquellos vacíos; percibió, así mismo, cómo el tiempo limitaba su espíritu, convirtiendo en monótonas secuencias, en repeticiones insalvables, su gozo primigenio. Su creatividad había quedado limitada por aquellas coordenadas que él mismo había dispuesto. Y, por primera vez, sintió que había cometido un grave error y, por su excesivo alcance, lo llamo pecado. Se sintió expulsado, sin posible vuelta atrás, sin redención, de aquel estado paradisiaco en el que, sin saberlo, había vivido previamente; de aquella nada sin límites que, en su percepción sin referentes, le había resultado tan odiosa. “El mal ya está hecho”, se dijo. Y el sentimiento escapo proyectado y ocupó los espacios infinitos.
Para ponerle puertas al campo, Dios proyectó su infinito espíritu positivo y así nacieron los cuerpos estelares y, tras ellos, la luz que les relacionaba y daba forma. Y vio Dios que esto era bueno y, su creatividad exaltada, comenzó a jugar con las luces y las sombras, con las formas y colores; reorganizando la materia y creando infinidad de vínculos entre las partículas, que chocaban entre sí, bailaban, corrían y jugueteaban en círculos y espirales. Y, por alguna ley que escapó a su control, apareció la vida: materia consciente de ser materia, reflejo del espíritu divino, capaz de reproducirse y aprender, aunque lenta y dolorosamente, con los cambios. Y Dios receló de aquello que, sin proponérselo, había creado.
Pasó muchas eras analizando aquello que progresaba en su universo, escapando a su control.
Reflexionó, como nunca antes había hecho, sobre la posible formación de aquel brote, y dedujo que su origen se encontraba en la curvatura del espacio, que hacía que se envolviese a sí mismo, creándose así la consciencia.
Buscando entre recuerdos futuros, encontró la solución. Se trataba de inculcar un cuadrado en la parte más desarrollada y, por tanto, más vulnerable, del fenómeno vital. No tardó una diezmillonésima de segundo en alcanzar su objetivo: Adán.
Ahora, debido a su irredimible estupidez de haber creado el tiempo, sólo tendría que esperar.

Diego Pérez Sánchez

 

 

EMBARRARTE

Que estamos hechos de barro, alentados por el espíritu, no es ninguna metáfora, sino una realidad.  Las palabras pueden confundirnos, conformadas en ideas, proyectadas en ideales; pueden oscilar con nuestra percepción cambiante, como cambia el barro en el torno, bajo las manos alfareras; pero la realidad permanece. Y permanece porque nunca es la misma. Aquí podríamos hacer referencia a la identidad, eso que, como cualquier realidad, basa su estabilidad en la alteración; su estructura duradera en la permeabilidad al cambio. Eso es el barro, un ente plástico, deformable y conformable; permeable al agua y a otras substancias, cuando aún está vivo, como la carne; pero, ¡ay!, tras la hoguera esas características desaparecen. Habrá de ser molido por la naturaleza, convertido en polvo finísimo para, siempre después de mezclarse de nuevo con materia orgánica y agua, recuperar sus propiedades anteriores. El alfarero hará una nueva vasija, con forma y color parecido, pero ¿será la misma vasija? No. En artesanía cada vasija es única. Aún hecha con la misma pella de barro, aún si se consigue una perfección de parecido en la forma y los acabados, sus partículas se habrán ordenado de otra manera, habrá recogido otros microorganismos en el proceso.

El barro es la materia primaria de la vida, y en el están los tres elementos, aire, agua y tierra, pero además está la vida. La cerámica es un cadáver. Y esto sí es una metáfora, y doble. Metáfora que relaciona la rigidez de la muerte con la del cuerpo sin vida del barro anquilosado, transformado por el fuego. Metáfora que relaciona el desaparecido arte del barro, del que pronto no se encontraran nuevos restos en cementerios arqueológicos, a excepción de los dientes de porcelana, únicos resistentes a la incineración, y los contenedores para residuos nucleares, permeables a la radioactividad.

El barro, no obstante, ha tenido una larga vida. En la tierra existe desde que se formó la corteza terrestre, y sobrevivirá a la corteza de hormigón, barro aluminoso calcinado, al fin y al cabo. Acompañó al hombre, en su forma de roca- llámese terracota, gres o porcelana- desde que esté se sentó junto a un fuego. Y, al menos en Japón, las urnas para cenizas son de barro.

Pero tendréis que perdonarme tanta digresión sobre el verdadero tema: embarrarte.

Podemos embarrar nuestras manos para dar forma a una vasija; embarrar nuestro cuerpo, para cuidar nuestra piel, o como emplasto, ungüento o cataplasma de organoterapia, como cauterizador, cicatrizante o antiinflamatorio. Hay barros curativos por ingestión. El barro es nuestra madre y, si no rompemos el cordón umbilical, podemos recurrir a él en todo momento.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

EL EXTRANJERO

¿Quién soy yo? Yo soy quien veis en el escenario, y el que se cambia en los camerinos. Y no me identifico con uno ni con otro. Tampoco me avergüenzo de ningún papel representado, que `por mi no haya sido elegido.

 Nací dónde nací y no por ello soy de allí, pero tampoco reniego, ni me avergüenzo, ni trato de ocultar ningún origen casual. Solo siento vergüenza de aquello que me ha sido dado, y que no he sabido dejar atrás, después de utilizado, para seguir creciendo en la dirección de mí mismo. Todo sirve para ese fin.

En la búsqueda de uno mismo no hay que ir muy lejos ni disponer de grandes medios. Siddartha se sentó a esperar. Jesús se fue al desierto. No lucharon ni persiguieron ningún ideal: renunciaron. Dejaron atrás sus idas preconcebidas y se dejaron impregnar por el todo, que reside en el silencio de la nada, donde no cabe confusión.

Un extranjero siempre, sin raíces físicas ni ataduras morales, buscando lo que queda cuando callan los sentidos. Actor de mil personajes, sin casarse con ninguno, sin papeles ni ideales. Desnudo de todos ellos, quedo yo.

Diego Pérez Sánchez

 

 

EL PINCHAZO

Cuando se levantó aquella mañana, sintió que había llegado al límite de su resistencia moral. No podía seguir con aquel cargo de conciencia, pero no se sentía con el coraje necesario para afrontar entregarse a la policía. Todo empezó con aquella mujer que conoció en la estación. Se dijo que podría tener una pequeña aventura sin más consecuencias, pero las cosas se habían complicado demasiado en tan poco tiempo que no tuvo tiempo de asimilarlo. Cuando empezó a darse cuenta de lo que le estaba ocurriendo, estaba ya atrapado en una red de la que no veía como salir, en la que se enredaba más y más con cada movimiento buscando una salida. Debió darse cuenta que aquella mujer no estaba allí por nada. Su vestido negro lo atrajo con una fuerza morbosa que le impidió ver que, tras su provocativa mirada, escondía un reto de muerte. Casi sin darse cuenta se enamoró de su voz acariciadora, de sus labios prometedores de placeres prohibidos.

Se dejó llevar por sus pasiones. Se dijo que sería una experiencia más en su vida, un suceso sin mayor importancia. ¿Cómo pudo equivocarse tanto?

Nunca pensó tener tan bajo control de su vida, y ahora lo había perdido por completo. Cuando le propuso aquel disparatado negocio, él se opuso de inmediato. De hecho incluso amenazó con denunciarla. Pero ella tenía las cartas marcadas. “Tenía fotos de nuestra relación. Todo estaba muy bien planeado. De inmediato el amenazado era yo. No podía permitir, me dije entonces, que mi familia, mi mujer, mis compañeros de profesión recibieran aquellas vergonzantes fotos en las que mis fantasías sexuales se habían visto satisfechas con la mayor solicitud. Cuando me pidió los informes de 10 de mis pacientes a cambio de las fotos pensé que la tierra se hundía bajo mis pies, pero ¿que podía hacer? Decidí postergar el desastre, pues no fue sino eso. Traté de hacer la operación con la mayor discreción posible, estudié todas las maneras de hacer que mis huellas no apareciesen en ningún registro, pero todo fue en vano. Aquella mujer aprovecho de tal manera los datos que le facilité que la policía no tardaría mucho en estar sobre mis pasos. Cuando el primer paciente extorsionado llegó desesperado a mi consulta, no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Aquella mujer, aprovechando una de sus fases maníacas había conseguido enormes sumas de dinero, pero no contenta con ello, le había sometido a las mismas situaciones que me habían convertido a mi en un delincuente, para exigirle después, igualmente, información confidencial de su empresa, una agencia inmobiliaria. Él no llegó a imaginar el uso que se le podría dar a aquella información, como tampoco pude yo acertar con el uso que se podría dar a la mía. La noticia de una vertiginosa sucesión de robos en viviendas saltó a los periódicos. Mi mujer fatal formaba parte, ahora ya no me cabía ninguna duda, de un entramado mafioso muy bien organizado. Parece que habían realizado copias de las llaves de las casas más lujosas y aprovechado las ausencias de los veraneantes para registrar y robar todo lo que fuese dinero, joyas, ordenadores u otros valores. Empecé a pensar en el uso que podrían dar a los ordenadores y el pánico se apoderó de mí. ¡Y todo ello partió de una nota de información, apenas un nombre y una calificación facilitada a aquella mujer, a cambio de unas fotos vergonzantes! Creí que aquél había sido un encuentro casual, una ocasión fortuita, que ella quiso aprovechar personalmente. ¡Y yo que pensé que se trataba simplemente de una ninfómana! Ahora me daba cuenta con la fuerza de la desesperación que mi vida entera había sido una mentira, que todos aquellos años de estudios de la psicología humana, del comportamiento enfermizo de mis pacientes, no me había enseñado nada, que me había mentido a mí mismo, a mi psicoanalista y a mis pacientes, a mi mujer y a mis colegas. Y el fruto de tantas mentiras estaba en plena eclosión.  Y no podía acudir a nadie para que me ayudase. Sin duda me esperaban años de cárcel, de  inhabilitación profesional, de oprobio, ¿qué sentido le quedaba a mi vida? Me dije que lo mejor sería empezar de nuevo, pedir otra oportunidad…y, para ello, primero tenía que cerrar definitivamente esta etapa. Escribí mi confesión y me dirigí, resuelto, al botiquín. Debía de tener la tensión muy alterada pues parce que aquel inoportuno leve pinchazo en el dedo hizo que me desmayará. Nunca soporté esa sensación, ni la visión de la sangre. Por ello había elegido especializarme en cerebros, la parte aún inoperable del cuerpo. Cuando me reanimaron, simplemente no supe dónde estaba ni que decir”.

Diego Pérez Sánchez

 

 

CONFIESO QUE HE VIVIDO (PABLO NERUDA)

Lo que en el titular de periódico ponían era: "Muere un musulmán no identificado en un accidente de autobús." La UNED me proponía que había que sustituirlo por " un árabe".  Les contesté que no era un gran avance sustituir prejuicio religioso por racial. Propuse "una persona de rasgos árabes" aunque no me termina de convencer. El periodista debería limitarse a describir sin juzgar: "una persona vestida con chilaba", por ejemplo. Para los europeos occidentales nos da igual un iraní que un marroquí que un yemenita: no los distinguimos; en cambio cualquiera de ellos se ofendería si le confunden con el otro. La historia reciente marca las pautas de identificación de la gente: con un país, equipo de futbol, color de piel, ...que varían en importancia sin una norma fija, circunstancialmente, por profundos motivos de inseguridad sicológica.

Personalmente pienso que la identidad, si existe, no puede ser nada externo. Lo que sí es en cambio, es algo manipulable y encendedor de pasiones en aquellos que se identifican con otros. Como cualquier ideal.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

UN CUENTO CON MUCHO CUENTO
 

Tenía que empezar un cuento, pero no tenía nada que contar. Y de ello dependía su vida. Aquel enano lo miraba con mirada inquisitoria y no lo dejaba pensar. Recordó aquellos tiempos en que escribir cuentos formaba parte de su cotidianidad. Escribía cuentos por encargo, a dos dineros la palabra. Cuentos largos y breves, novelas, comedias y teatro. Su inspiración era ilimitada;  y su capacidad de imitación, su perfeccionismo copiando eran dignos de emular. Podía escribir diez mil palabras en un día corriente, pero había logrado doblar esta cifra sin merma de su calidad caligráfica, y por supuesto sin faltas, manchas ni tachones. Ahora era distinto. Tenía que inventarse algo original, algo nunca escrito por nadie. Aquel ordenador detectaría cualquier conjunto de cuatro o más palabras seguidas que ya hubiesen sido escritas. La historia escrita de la humanidad había sido informatizada por los enanos y tenían todos los datos para no dejarse engañar por los terrícolas. Su juego ultrahumano consistía en no repetir nunca la misma serie de palabras. Esto los mantenía vivos. Cualquier repetición de vocablos enviaba una orden al cerebro central que cortaba el suministro de oxigeno a sus cerebros y les asfixiaba, produciéndoles terribles trombosis que en el mejor de los caso les dejaban parapléjicos, incapaces de articular suficientes sonidos seguidos como para recibir un nuevo recorte de oxigeno que pusiese fin a sus pavorosos días. A mi paso  hacia la gran sala de recibimientos, cuando me bajaron de la nave, había podido comprobar el horroroso estado en que se encontraban aquellos miles de desgraciados. No me atrevía a pronunciar palabra alguna y, sin embargo el tiempo se me estaba agotando y tendría que recitar un cuento entero con frases nunca antes escuchadas. “Un purgatorio inexistente húbose una vez-empecé a balbucir-, más Su Infalibilidad lo convirtió en irrisoria ausencia, dejándonos insalvables miasmas infernales que poblar”. El Purgatorio tembló en ese mismo momento y me vi interrumpido por las infalibles palabras del Sumo Pontífice de Roma, que retumbaron en mis oídos y en los de todos los presentes: Purgatorium non est. La inmensa losa que cubría el lugar de tormentos se abrió y nos dejó caer a todos en el infierno, liberando así del sufrimiento temporal a millones de seres que purgaban sus pecados elocutivos. Moraleja, sé creativo, como Dios, que copiar ya no es pecado venial, sino mortal, como los humanos. Nos vemos pues en el infierno.

Diego Pérez Sánchez

 

 

LA NIEVE

 

No sabemos hacia donde va el clima. Las teorías se confrontan y hay suposiciones adecuadas para los intereses de cualquier grupo político y social. Lo que sí sabemos es que la nieve está desapareciendo del planeta. Tenemos inviernos con menos nieve en la mayor parte de la tierra, pese a puntuales nevadas extraordinarias en algunas zonas. Pero los grandes glaciares de las montañas y de los círculos polares están en claro retroceso y a una velocidad no registrada en ningún ciclo glacial. Hasta que punto esto es consecuencia de la actividad humana es algo que se presta aún a mayores controversias. Y, entre galgos y podencos, paralizamos las posibles acciones para evitarlo.

 

Para mí la respuesta es única, como así lo es la pregunta. Tanto si el efecto invernadero es causa del hombre, de lo que por otro lado no tengo personalmente ninguna duda, ni la tienen la mayor parte de los científicos, como si en ello no tenemos mayor incidencia, siempre podemos hacer algo y mejor es hacerlo cuando aún estamos a tiempo que esperar a que el cambio se nos escape de las manos. Seguir investigando en nuevas tecnologías es un paso adecuado y necesario, obvio, pero replantearnos nuestras expectativas en cuanto a gasto individual de energía es una cuestión primordial e ineludible. ¿Estamos dispuestos?

 

El ser humano no ha querido históricamente renunciar a nada. Pero ¿podemos seguir abarcándolo todo, utilizando la tierra como algo abstracto de lo que obtener nuestros recursos, reproduciéndonos ilimitadamente, reclamando mayor cantidad de bienes en progresión geométrica y sin freno? Nos  es patente que no. La naturaleza tiene una cantidad de oxigeno, agua y materiales, limitada y su regeneración se produce de una manera ordenada por millones de años de evolución. No podemos usar la tierra con el desprecio que lo estamos haciendo. En una familia se economizan las riquezas para prevenir el futuro de los que han de venir. En la familia humana parece que hemos decidido desheredar a las generaciones futuras.

 

Sin duda estamos errando el tiro.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

FICCIONES

El frío se había hecho insoportable

En aquel cubículo inapto incluso para el verano.

La losa que formaba el techo, con su inclinación,

Apenas abrigaba del viento, que a menudo

Soplaba del lado descubierto,

Y la lluvia se deslizaba por su superficie inferior

Formando goteras a intervalos variados e itinerantes.

Las gotas, ennegrecidas por el hollín del humo,

Se convertían en enrojecidos chorros

Cuando arreciaba la tormenta.

Te apretabas contra mí y yo contra ti,

Jaleantes y convulsos, tiritando estremecidos,

Susurrando inaudibles jadeos bajo el estruendo de los truenos,

Sombras flameantes de los rayos mitigados,

Desvanecidas siluetas de una noche espeluznante.

Así obtuvo sutil suerte el discurrir de la vida,

En un big bang creativo, modelando nuestros cuerpos

Con un placer infinito, generoso y derramado, sacudido y sensual.

Y durante una eterna fugacidad

Fue la noche más maravillosa de mi vida.


Diego Pérez Sánchez

 

 

 

AMORES QUE MATAN 

El ser humano, en su camino de superación ha tenido que ir dejando atrás  múltiples y poderosos  atavismos. El instinto animal, en todas sus vertientes, ha tenido que ser transformado o simplemente reprimido para dar paso a emociones más refinadas, sublimando los sentimientos que por evolución social han dejado de ser funcionales para la supervivencia. En el trayecto, la genética psico-emotiva no siempre ha conseguido adaptar con suficiente rapidez los cambios culturales y socio-económicos. Es así que hoy en día nos encontramos con comportamientos ancestrales en una sociedad supuestamente civilizada.

La violencia, en cualquiera de sus vertientes, no es sino una falta de amor, de empatía hacia un semejante. Con ella descargamos las frustraciones propias. Para desculpabilizarla, ninguneamos, desnudando de sus características humanas, al ser sobre el que proyectamos nuestro malestar. Nuestra diana será inferior, despreciable, merecedora. Nos cargaremos de sentimientos negativos, ira, celos, rabia y rencor, para acometer nuestro agravio. Y si, pese a ello la culpa nos supera, en nuestra locura, volveremos esos sentimientos contra nosotros mismos, rematando así la escena. Ante nuestra impotencia culpable para construir, destruiremos todo lo que nos rodea y, no conformes con ello, a nosotros mismos.

La sociedad evoluciona, a veces por delante, a veces por detrás de los individuos. Cuando hablamos de la violencia en el hogar, aún no hace mucho tiempo que era aceptada como un problema íntimo, en el que no debía inmiscuirse nadie y que sólo se castigaba tras un asesinato, siempre con atenuantes pasionales. Hoy día ya no se habla de violencia contra la mujer -que soportó milenariamente todas las violencias: físicas, por su debilidad;y psíquicas, en su sometimiento, interiorizado por siglos de educación patriarcal-, sino más bien de violencia de genero, buscando aproximarse más a la realidad. Quizá pronto hablemos de violencia familiar y finalmente de violencia y punto. Esto implicará que se habría andado un gran camino en el proceso de igualación y justicia entre los ciudadanos, sin distinción de edad, sexo, género o clase, inmigrantes incluidos.

No hay amores que maten, salvo los de la soberbia y de la arrogancia; los de las  frustraciones y los humores enamorados de sí mismos.

Diego Pérez Sánchez

 

 

¿TE PUEDO HACER UNA PREGUNTA?

Se habla del holocausto judío,… y se sigue hablando del holocausto judío. Aunque casi cada día hay un holocausto, aunque desde aquella despiadada matanza, desde aquel genocidio, ha habido, y hay, otros genocidios de parecida importancia, del mismo desproporcionado tamaño, de similar calidad.

En Ruanda, unas etnias también quemaban, totalmente, en holocausto, a otra etnia convecina. En la antigua Yugoslavia, etnias y religiones buscaban el exterminio de sus conciudadanos con “identidades diferentes”. En Congo, el ejército congoleño junto con el ruandés, a finales del último siglo, exterminaba a los cientos de miles de refugiados congoleños  y hutus ruandeses, casi todos mujeres, niños y ancianos o enfermos, en sus propios campos, a palos.

Hablar así del pasado no parece ayudarnos a aprender para el presente, a solucionar lo que aún está en curso, sino más bien a ocultarlo.

Los que creen en teorías y en conspiraciones, no dudaran en creer que fue el sionismo quien provocó el holocausto, como justificación para la creación de un estado judío. Y esto quizá les dé aún más fuerza para odiar a los judíos, para justificar asimismo la matanza de aquellos seres humanos indefensos, asesinados con indiferencia.

Les ponemos nombres y creemos así identificarlos, cuando no hacemos sino borrar su identidad.

El holocausto, el genocidio, continúa en la faz de la tierra: diariamente mueren miles de seres humanos de hambre. Niños recién nacidos, culpables de tener unos padres hambrientos de pan y cultura. Cualquiera puede coger un vuelo turístico e ir a verlo desde la ventana de su hotel, o pasearse entre los cadáveres de barrigas hinchadas, aunque, si se es algo sensible, se aconseja usar gafas de sol y mascarilla.

Que fueran los propios negros quienes vendían a sus hermanos como esclavos, como ocurre hoy con la trata de blancas, como siempre ha ocurrido desde Caín, me dice más sobre identidades que todos los discursos nacionalistas de los mejores oradores. Me enseña para lo que han servido las ideologías, desde la revolución rusa a la nacional-sindicalista, desde la cristiana a la azteca.

Habría que suprimir todos los nombres comunes, los que nos identifican desidentificándonos, convirtiéndonos en ganado, y empezar de nuevo, de igual a igual, sin más ideologías que nos separen, sabiendo que somos todos iguales, que no puede ser de otra manera, pues somos todos diferentes.

Diego Pérez Sánchez

 

 

SIGO COLAPSADO 

Sabemos, parece, que el universo se creó con una gran explosión. Que con él se crearon el tiempo y el espacio. Pero sigo colapsado. Si no había espacio, ¿Dónde se creo el universo? Y, si está en expansión, ¿sigue creando espacio a su paso?

Parece claro que si hay algo anterior al tiempo y al espacio, dios, vida o creatividad, sólo lo conoceremos, entre comillas, cuando seamos nada, otra vez entre comillas, que parece que es lo que había, antes de que hubiese algo; mucho antes, entre comillas de nuevo, pues el tiempo aún no existía, de que la ínfima pelotilla de energía, la que estaba en ninguna parte, explotase.

Sólo nos queda entre tanto relativismo, la paradoja como absoluto. Quizá la paradoja sea díos. Y paradójico es que sigamos intentando atrapar en el espacio-tiempo de nuestra mente lo que no es, que la vida siga interrogándose a sí misma.

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

Y tenía miedo, un miedo intenso.

Por la mañana iban a quemarla viva.

Más que a las llamas, temía,

a aquellas miradas abrasadoras,

rostros con ojos, humanas expresiones,

frente a sus ojos desorbitados por el sufrimiento.

Diego Pérez Sánchez

 

 

LA ARREMETIDA DEL TORO 

Su vida había sido un sin fin de arremetidas contra sus propias dudas. Le molestaba su debilidad ante cualquier decisión. Las cosas había que hacerlas y punto. La vida era elegir, desechar y llegar primero.

Nació en una familia burguesa en la que la profesionalidad era un sine qua non y cualquier desviación de esta norma atraía desprecio, incomprensión y aislamiento.

Tuvo una niñez regalada en la que, cómo hijo único recibió todos los mimos. Nunca se meo en la cama y a los siete años se enorgullecía de ser el que mejor montaba y controlaba a Lucero, el joven caballo entero que enorgullecía a la familia. Pocos se atrevían a montarlo, pero con él se realizo una simbiosis desde el primer momento. Termino por parecerle normal a la familia que, cada vez que se escapaba de la cuadra, recurriesen a él para lo devolviese al orden. Recordaba como lloró cuando vendieron aquel caballo, hartos de su carácter irascible e indómito. Años más tarde intento seguir su pista: parece que pocos años después, en tierras lejanas, alguien lo mando al matadero. Esta vez las lágrimas no salieron de sus cuencas, pero corrieron subterráneas por todo su ser, en convulsiones, nauseas y mareos.

Joven veterinario, algunos años después, nunca dudó en aplicar la inyección letal. Lo peor era el sufrimiento. Mantener vivos seres que no tuvieran la posibilidad de desarrollarse plenamente era una equivocación

Cuando el Partido subió al poder no tuvo tampoco ninguna duda. Por fin podría aplicar sus teorías y ayudar  a la humanidad a deshacerse del lastre que, por un mal entendido sentimentalismo, había ido arrastrando durante siglos. La indecisión humana había llevado a la decadencia insoportable de los últimos tiempos en que se sacrificaba la felicidad y el pleno desarrollo de infinidad de personas para cuidar y alimentar a seres que nunca podrían llegar a ser humanos, algunos con deformaciones mentales y físicas tan monstruosas e irreversibles, que su simple acercamiento producía repugnancia.

Un nuevo programa de salud pública y saneamiento había por fin sido puesto en práctica. Con los nuevos métodos para eliminar la sobrecarga del sistema público de una manera económica y eficiente, todos los esfuerzos se podrían concentrar en una investigación que pudiese garantizar en muy poco tiempo el bienestar y la salud de los seres humanos. Los límites que definían este derecho inalienable aún no parecían claros a algunos miembros reticentes del Partido. Lógicamente nadie hablaba de eliminar a los heridos de guerra, salvo que se determinase una incapacidad total.

Nunca pensó que no afrontaría su derrota. Cuando la  embestida de aquel toro bravo lo sorprendió en aquel prado idílico, la parálisis se apoderó de él en aquel mismo instante. La embestida no hizo sino confirmar físicamente el diagnóstico medular. Lloró amargamente cuando, al despertar, vio el rostro de su mujer, convencida eutanista, bañado en lágrimas. Comprendió de inmediato su destino, pero no podía aceptarlo. Él, él que tanto había hecho durante aquellos años por la humanidad, veía como su mujer firmaba, un día tras otro, la entrega de sus órganos vitales. La agonía duró poco tiempo. El ahorro en anestesia, en su caso de todo punto innecesaria, le permitió realizar la extracción de su corazón, aunque ya no llego a verlo con sus ojos, cerrados tras el estertor final.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

MI EBOOK Y YO 

Recuerdo, no sin nostalgia, aquellos tiempos de pluma y tintero, después estilográfica con cargador, más tarde bolígrafos con gel, tintas de alcohol  y similares. La máquina de escribir ofreció una nueva dimensión a la escritura, separando y uniformando las letras. No quiero lamentar todos esos cambios: ya me acostumbré. Escribir sobre un silencioso teclado, y visualizar lo que escribo en una pantalla, limpia y sin borrones, pese a las continuas correcciones, presenta indudables ventajas. Visualizo el momento en que mis manos quedan obsoletas y sólo mi lengua articula los sonidos, que quedan grabados, digitalizados, para su posterior tratamiento. Aún está lejos el día -no creo llegar a verlo- en que un sensor leerá mis pensamientos y los convertirá en palabras digitales; y mis sueños en imágenes de ordenador.

 Quedan lejanos aquellos cuentos con pastas acartonadas, recortados con la silueta del protagonista, muchos dibujos coloreados y letras enormes; del tamaño que me convendrían ahora. Imagino recordar aquellos libros en pergamino, copiados a pluma de ganso, con cuidada caligrafía gótica e ilustraciones originales, anteriores a la imprenta, ese devastador invento que acabo con la personalidad del libro, con su exclusividad, haciendolo asequible a cualquier burgués. ¿Quién recuerda las primeras tablillas de arcilla, con signos improntados?

Quedan lejanas las historias de mi abuelo, de su primera asistencia a una representación teatral en un local cerrado, en Madrid. Varias horas de viaje en el carro tirado por mulos. La emoción ante la trama de la obra de Moliere,  de su desarrollo por actores profesionales, fue inolvidable. Hoy día ya no necesitamos viajar físicamente. Tenemos todo en la pantalla, al alcance de un clic. Y los libros, junto con el mojarse el dedo para pasar página,  quedará pronto en el olvido. Cubiertos de polvo en los anaqueles de los anticuarios, los tomaremos con el cuidado con que recibimos cualquier reliquia arqueológica, procurando no abrirlos, por miedo a lastimarlos.

Ahora todo es distinto. Aquí en esta isla, conectado vía satélite, recibo en mi ebook las últimas novedades, que almaceno en su memoria, falto de tiempo para leer, con tanto espectáculo internáutico. A veces siento que estoy viajando a otros mundos, que el universo ya no tiene secretos sin digitalizar, nada nuevo que mostrarme.

Ya no echo de menos las ciudades ni sus atracciones…aunque algunos días me despierto, aún soñando, con aquel día de reyes en que, en mi mesita de noche, encontré la novela del Robinson Crusoe, y con aquella niña gitana que bailaba en la plaza del pueblo, acompañada por su padre con un organillo.
 

Diego Pérez Sánchez

 

 

EL VALOR DE LOS REFRANES

Hay un momento en la vida que no por ser el último es el menos importante. Todo lo contrario, gracias a él la vida cobra su auténtico significado  y con él se cierra el espacio y el tiempo, desapareciendo las dimensione; lo que deja borroso, desfigurado y nulo, cualquier valor, por importante que pareciera hasta entonces.

En ese momento es en el que ,si algún valor tenemos,  que demostrarlo hemos, y ya no ante nadie, disimulando, tratando de engañar con patrañas, apariencias y trucajes; sino ante nosotros mismos, sea lo que sea que seamos. Y habremos de estar preparados, pero, si ni siquiera sabemos quien somos, ocultos tras nuestra imagen a nosotros mismos, no habremos sabido ni como hacerlo, perdiendo todo a cambio de nada.

Podemos perder toda una vida, nuestra única vida conocida -aprehensible, real y realizable- buscando valores que no tenemos, acaparando ficciones trasnochadas y objetos destartalados, en una palabra, acicalándonos; pero cuando caigan las máscaras, cuando sólo nos quede el alma, desnuda de objetos y valores amurallados, entonces sabremos el auténtico valor de los refranes, y tendremos algo para olvidar, y algo para recordar, aunque probablemente de lo primero sea todo y de lo segundo nada.

Pero, mientras tanto, en el teatro de la vida, y para todos sus espectadores, señoras y señores, ante ustedes: “Tanto tienes, tanto vales”, tragedia en tres lapsos,  y ríanse del absurdo.

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

DONDE FUERAS HAZ LO QUE VIERES

Es este un refrán que cumple con todas las normas de un verdadero refrán: intentar consolidar las tradiciones. Una versión más revolucionará podría ser: ‘donde fueres, sigue siendo quien eres’.

Y posiblemente la autentica sabiduría esté en el equilibrio: conservar la propia identidad, tratando de respetar el entorno cultural y social, adaptando lo superfluo de nuestra personalidad al medio.

Como todo refrán, necesita un contexto para concretarse y validarse. No es un punto de partida, no tiene una validez general, sino una posible aplicación situacional concreta.

De los refranes, más que aprender enseñanzas  para la vida, podemos obtener, analizándolos, enseñanzas sobre la torpe simpleza y la evolución del pensamiento humano.

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

COSAS QUE SE PUEDEN CAMBIAR Y COSAS QUE NO SE PUEDEN CAMBIAR

Queremos lo que no tenemos y difícilmente apreciamos lo que tenemos. Apreciamos el cambio; lo inmóvil es inapreciable para la consciencia. Lo cambiante trae estímulos biológicos, exigidos para la adaptación al nuevo reto.

Las cosas no se pueden cambiar si antes no hemos cambiado nosotros. Las cosas cambian por sí mismas, a su libre albedrío, y nosotros queremos someterlas al nuestro. Empresa ridícula que nos envuelve en su cadencia. Queremos transformarlo todo y ni siquiera nuestra transformación está a nuestro alcance.

Condicionados por la realidad cambiante buscamos adaptarnos cambiando nuestras expectativas y nuestros sueños.

Despertamos del sueño reparador, a veces sin reparar en que de esos primeros minutos depende el nuevo día. No podemos cambiar nada…pero sí nuestra percepción, la vivencia de lo que es. Y esto nos parece a veces insuficiente. No contentos con estar vivos, deseamos vivir, convertir nuestra vida en vivencia. Torpeza absoluta, que sólo cobra valor cuando relativizamos.

En medio de la tormenta deseamos la calma, y tras la calma ansiamos la tormenta. Siendo mortales, la inmortalidad. Si fuésemos inmortales ¿Qué desearíamos?

Los deseos nos mueven, nos impulsan hacia delante…no hay vuelta atrás. Ni siquiera el estancamiento existe, sino como un cúmulo de monótonas variaciones, regulares alteraciones que pasan desapercibidas: si sabemos lo que viene después, por simple costumbre, dejamos de esperarlo con esperanza, con ilusión, y sólo esperamos que pase, para dar nuevo espacio a lo futuro, a lo nuevo. Pero todo es nuevo, y solo la mente lo registra como repetido.

La memoria salvaguarda nuestra supervivencia animal, y frena nuestra imaginación, estriñe nuestros deseos. Interpreta el presente con el pasado, desnudándolo de su novedad, para hacerlo más asequible a su escasez neuronal.

Sólo el momento en que podamos sentirnos completos, en el tiempo y en el espacio, dejaremos de desear otra cosa. Si la vida no es capaz de enseñarnos esto, tendrá que enseñárnoslo la muerte, ese maestro supremo, del que la vida no es sino un hijo predilecto encarnado en la tierra.

Diego Pérez Sánchez 

 

 

EL AQUELARRE

Aquel ‘arre’ salvó mi vida. No había soltado las riendas y aquella orden, que no era sino un grito de auxilio, me sacó de las ciénagas. Siempre pensé que los idiomas eran fundamentales.

 Diego Pérez Sánchez

 

 

 

 

 

NO HAY MAL QUE...

Conocemos el mundo en tres dimensiones, pero la vida tiene al menos cuatro. 
El tiempo añade una perspectiva que escapa a la mirada y por ello no podemos apreciar 
la cualidad real de lo que nos sucede. Lo que comprende escapa a la comprensión, 
no puede ser abarcado por lo comprendido. Y, en esa confusión, las cosas no son lo 
que parecen. Valoramos el suceso presente por la sensación tridimensional que 
nos causa; sin perspectiva, aislándolo para mejor poder estudiarlo. 
Un cerebro en formol nos puede decir muy poco sobre su funcionamiento. 
Cuando interpretamos un dolor como un mal, que en realidad puede ser una 
reacción vital en lucha con un mal anterior, en nuestra simple torpeza, intentaremos 
combatir el dolor, la alarma de la máquina orgánica en funcionamiento, el indicador 
de que algo iba mal y tratamos de arreglarlo haciendo callar a la máquina, deteniendo 
con ello a veces la reparación, 
que no habrá sido sino pospuesta para un momento más urgente y doloroso.
No hay mal que por bien no venga, e incluso la muerte, entendida como mal, 
viene de un bien, la vida, y pone remedio a sus males, por lo que no es sino un bien, 
ahora sí, definitivo.
No siempre despertamos con el sentimiento de bendecir el nuevo día, 
y no necesariamente por haber dormido poco, lo que podría parcialmente justificarlo. 
Si cuando despertamos, nuestro primer pensamiento fuese el de que, algún día como hoy, 
vamos a morir, la ansiedad de ese temor generaría la adrenalina suficiente para hacernos 
saltar de la cama, para emprender con entusiasmo un nuevo día, quizá el último 
de nuestra existencia.
Diego Pérez Sánchez
Somos como niños

Buscando siempre límites

Como si no supiésemos

Que el límite

Son nuestros deseos

Si crees que has llegado a la cima

Ya sabes: solo te queda bajar.

Diego Pérez Sánchez

 

 

NO POR MUCHO MADRUGAR AMANECE MÁS TEMPRANO

No por mucho madrugar amanece más temprano

Aunque a quien madruga, Dios le ayuda.

Y no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

Cada cosa a su tiempo...y los nabos en Adviento.

A camino largo, paso corto, que con paciencia se gana el cielo.

Y más vale tarde que nunca.

Y si el tiempo es oro, no es oro todo lo que reluce,

 ni hay que empezar la casa por el tejado,

Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo,

que hay más días que longanizas,

y es mejor consultar con la almohada.

  Diego Pérez Sánchez

 

 

"DONDE LAS DAN, LAS TOMAN"

 

Donde las dan las toman

 

 Como cebas, así pescas 

 Cría cuervos y te sacaran los ojos, pues

 A cada cerdo le llega su San Martín

 A un gustazo, un trancazo, y sí

Al freír será el reír, al pagar será el llorar, que

 Al que al cielo escupe, en la cara le cae, y

El que juega con fuego, se quema, o

El que la hace la paga.

Cada palo que aguante su vela, quedando

Lo comido por lo servido, y si

No hay atajo sin trabajo,

Tampoco barranco sin atranco

 

Ni dos sin tres,

Ni gusto sin disgusto.

Ni miel sin hiel,

O pecado sin remisión

 

Ojo por ojo, diente por diente.

Quien a hierro mata a hierro muere

Y quien busca halla, que

Quien siembra vientos recoge tempestades


Diego Pérez Sánchez

 

 

 

HAY COSAS QUE NADIE PUEDE HACER POR TI

El ayuno es la meditación del cuerpo. Si la mente no cesará de pensar nunca, si no se detuviese en su ronroneo en ningún momento -no para reflexionar, que eso no es sino pensar con lógica- sino totalmente, no se recargaría energéticamente, y la locura se apoderaría de ella.  Necesitamos el sueño para que el inconsciente trabaje con libertad, y la meditación para que el consciente se libere del ronroneo inconsciente. De la misma manera, el cuerpo necesita del ayuno para recuperarse. Digerir alimentos es un proceso que exige casi tanta energía como la que esos mismos alimentos proporcionan, apoyándose en el principal alimento material conocido que es el aire, seguido en importancia por el agua. Sin comida podemos vivir muchas semanas; sin agua apenas unos días; sin aire, segundos.

Las grandes filosofías han recomendado un ayuno ritual de un día a la semana, además de un ayuno prolongado una vez al año, para limpiar más a fondo el cuerpo.

Cuando ayunamos, el cuerpo utiliza, para convertir en energía, los alimentos acumulados; y empieza, sabiamente, por los más perniciosos, las toxinas de todo tipo acumuladas en las grasas. Nos deshacemos de todo lo superfluo y sólo entonces el organismo recurre a las reservas vitales.

El descanso regular de todos los órganos digestivos, estómago, riñones, hígado, etc. es tan beneficioso como el reposo nocturno lo es para los músculos y los huesos.

En la sociedad de la abundancia en que vivimos, el ayuno voluntario cobra una importancia inusitada. Una importancia que tiene también un carácter moral, pues no todos pueden permitirse en esta tierra de comer todos los días. El ayuno conlleva meditación y solidaridad.

Un día de ayuno a la semana en los países desarrollados significaría la resolución de los problemas del hambre en los países necesitados, una disminución gigantesca en los problemas sanitarios del primer mundo, y una toma de conciencia de nosotros mismos que revolucionaría nuestros esquemas, ideas y sentimientos, cambiando con ello el mundo en profundidad.

El ayuno es la panacea para resolver los problemas del mundo. No es la única, pero es la más sencilla.
 

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

PRINCIPIO ABIERTO-9 (Diego Pérez Sánchez - Lola Carmona)

En el silencio trágico de la noche buscamos una salida para nuestros miedos y esta no se produce siempre en los sueños. Estos no son a veces sino el reflejo sísmico de nuestra mente turbada. Acumulamos, en la vigilia, vivencias y emociones, que brotan en duermevelas desenfrenados, en sueños profundos olvidados o abruptas pesadillas. Y no entendemos demasiado el funcionamiento de todo ello.

Tenemos pensamientos y emociones que llamamos nuestros, aunque, en el mejor de los casos, apenas intuimos su procedencia. Pareciera, más bien, que tuvieran existencia propia, corporeizándose en nuestro organismo cuando estamos abiertos a ello. Esto es así que tenemos miedo de algunos de nuestros sueños,   pensamientos y emociones. Y, ¿es que tenemos miedo de nosotros mismos? Decimos “me conozco, no me tientes”, ¿es eso conocerse?”. Más bien parece que decimos: “¡cuidado, no tengo control de mi mismo!” La mente está organizada para funcionar en el terreno de lo conocido. Cuando la sacamos de ese terreno, enfrentándola a algo desconocido, siente vértigo al vacío, aparece la emoción del miedo creando sus barricadas, dando estocadas en todas direcciones, buscando al enemigo invisible, pues convertimos lo desconocido en enemigo, en “el otro”. Al no poder aprehenderlo, le negamos la vida.

La mente confunde amar con poseer seguridad de ser amado. Busca seguridad en todo, cuadrar el círculo. No acepta ser contenido y busca ser contenedor. Quizá, en su evolución, ha quedado obsoleta. Ha dirigido nuestra historia durante muchos siglos, pero quizá se ha visto desbordada por la inflación de los últimos siglos. Necesita de otro órgano que la controle y dirija. Y ese órgano, por etéreo que sea, debe encontrarse ya sin duda en nuestro ser.

Algún día el “yo” se difuminará apaciblemente y desaparecerán nuestros anhelos de certeza, y con ellos nuestros miedos ya no serán nuestros. Y conforme desaparezcan los miedos, empezáremos a sentirnos libres y ya no será posible hacernos daño, pues seremos dueños de nuestro destino.

 

 

 

PRINCIPIO ABIERTO-1 (Diego Pérez Sánchez)

La noche, pese al espeso manto de nieve, era oscura como boca de lobo en aquella selva inmaculada. L estaba agotada por la marcha, pero no podían perder ni un minuto. La frontera estaba aún a más de 20 Km. y su ausencia habría sido notada ya, sin  duda, por los guardias de la milicia.

  ¿Qué interés podían tener en retenerla?, se preguntaba inocentemente. Le habían hecho la vida imposible, desde la remota infancia. Sólo gracias a sus grandes esfuerzos y a las trampas de sus profesores subiéndole las notas, había conseguido terminar  la escuela secundaria, superando todos los impedimentos que iban colocando a su paso. Había tenido que hacer su aprendizaje en la trastienda del  laboratorio de un antiguo amigo de la familia, clandestinamente, sin obtener por ello ningún papel oficialmente válido del régimen. Nunca la dejarían trabajar fija en nada, menos aún en ningún trabajo cualificado.

Sin embargo le costaba dejar ese país. En él había nacido y, hasta la desaparición de su padre, su infancia había sido muy hermosa. Allí tenía a sus escasos amigos y había conocido su primer amor. Para ellos, aquellos que fueron primero recibidos como libertadores, para convertirse muy pronto en sus verdugos, su desaparición debería ser un alivio. Aunque sin ella y otros como ella, el partido perdía la posibilidad de un martirio ejemplarizante. Pues, ¿Qué sentido había tenido si no el perseguirla de aquella manera? Bueno, ahora tenían una razón para perseguirla. No que ella estuviese de acuerdo con esas leyes que prohibían a la gente viajar, sobre todo fuera del país, sin un permiso especial, siempre arbitrario; pero al menos esta vez había hecho algo a sabiendas de lo que arriesgaba. Pero, hasta entonces, ¿Qué había hecho para merecer aquél enconado desprecio social?

La marcha por la nieve recién caída era agotadora.

bullet

Necesito descansar un poco- se atrevió a balbucear con sus labios templados por el frío-.

bullet

Lo siento pero no hay un minuto que perder, tenemos que cruzar las alambradas antes de que amanezca.  He oído de muchos que se quedaron en el intento. La noche es nuestro único aliado. Conozco el camino, sabes que hice esto varias veces cuando era niño.

La familia de su padre le negó  su nombre, despreciada por ser hija de una católica; los nazis se llevaron a su padre, por judío; la guerra se llevó su infancia y la posguerra le negó un futuro por un apellido que nunca tuvo.

Su primo tenía razón: ella no le debía nada a aquel país que le había arrebatado todo, que le había negado incluso unos fundamentales derechos humanos; un país cargado de prejuicios y rencores rancios y olvidados.

Siguió caminando, hundiéndose en la nieve, durante lo que le parecieron horas infinitas sintiendo como le iban abandonando sus últimas fuerzas. Su primo la instaba a seguir adelante, con palabras de ánimo, suaves y temblorosas, en el silencio de la noche. En la lejanía se oyó el aullar de un lobo y otros le siguieron.

Estaba a punto de desmayarse cuando oyó decir a su primo:

- hemos llegado, la frontera está tras aquella loma. Al otro lado deben de estar esperándonos Janus y Yuri con algo caliente.

Despertó en una cama limpia, rodeada por rostros amables y sonrientes.

No hay duda”, dijo, “el cielo existe”.

Diego Pérez Sánchez

 

 

PRINCIPIO ABIERTO-1 (Diego Pérez Sánchez-Nekovidal)

Habían sido dieciocho familiares, dieciocho personas de todas las edades, desde el abuelo Paulo, a punto de cumplir un siglo, hasta la pequeña Katy, de apenas dos meses. De todos ellos, cuando los rusos liberaron el campo de exterminio, quedaban sólo ella y su primo, los demás habían ido desapareciendo, algunos a las pocas horas, otros lentamente, devorados por el hambre, el trabajo y el frío.

Ella, a pesar de todo, y sin comprender muy bien la razón, sentía cierta tristeza al abandonar la tierra que había sido su hogar, la que también guardaba, al lado mismo de recuerdos innombrables, la dulzura de una infancia feliz. Pero . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

Su primo tenía razón: ella no le debía nada a aquel país que le había arrebatado todo, que le había negado incluso unos fundamentales derechos humanos; un país cargado de prejuicios y rencores rancios y olvidados.

Siguió caminando, hundiéndose en la nieve, durante lo que le parecieron horas infinitas sintiendo como le iban abandonando sus últimas fuerzas. Su primo la instaba a seguir adelante, con palabras de ánimo, suaves y temblorosas, en el silencio de la noche. En la lejanía se oyó el aullar de un lobo y otros le siguieron.

Estaba a punto de desmayarse cuando oyó decir a su primo:

Hemos llegado, la frontera está tras aquella loma. Al otro lado deben de estar esperándonos Janus y Yuri con algo caliente”.

Despertó en una cama limpia, rodeada por rostros amables y sonrientes.

No hay duda”, dijo, “el cielo existe”.

Diego Pérez Sánchez

 

 

Principio abierto


Cuando se instalaron en el poder, la verdad que la mayoria de nosotros los pensaban necesarios. El caos y la corrupcion se habia apoderado de los estamentos mas basicos del gobierno y la sociedad. Pensabamos que de su mano se podia recuperar el orgullo nacional de pais grande y fuerte, rico y culto. Todos estabamos equivocados, aun los que sufrimos en carne propia o cercana, las mayores vejaciones, negabamos que esto ocurriera en nuestro pais. Nacionalistas estupidos, orgullosos de quien sabe que. 

Pero cada quien tenia amigos, amigos de amigos y hermanos de otros y poco a poco, no quedo universitario, sindicalista, autonomo, obrero, estudiante o vago callejero, sin que algun representante de su gente cayera en manos de estos asesinos. 

La que les habla, tuvo la inocencia de creer en su pais, y la desgracia de compartir dolores con alguien que fue encarcelado, torturado, vejado.......  no se que mas acciones o adjetivos le podria agregar a esta acccion. El, nunca volvio a ser la misma persona, soñaba crueles torturas, tenia armas en la casa para defenderse, de que?, de quien?, tristes realidades ya que el arma habia llegado a sus manos de las de un militar corrupto, uno de tantos de los que habia. Pero todo se termina, este infierno de seis años empezo a resquebrajarse de la mano de la guera de Las Malvinas, el año 1982 fue el invierno mas crudo que conoci en el sur argentino, los reservorios de agua en los techos de las casas, aparecian congelados mostrandose cubiertos de estalacticas magicas, magicas si no las hubiera acompañado la muerte, el miedo, el dolor. A esas alturas ya nadie sabia quien es quien ,   teniamos miedo de estar dentro de las casas y tambien  de estar afuera. 

Nuestro campo es amplio y acogedor, solitario y enorme, hospitalario en los muchos ranchos que lo pueblan. Alli nos fuimos a un ambiente denso y oprimido que solo contenia una cama que ocupaba todo su espacio, pero era seguro, quien iba a acercarse alli entre nieve y tempestades. Cuatro personas en una cama de uno cincuenta, al abrigo de mantas y fogones de leña. Pero tampoco podiamos seguir alli por siempre este delirio ya duraba dos meses quien sabe cuanto mas nos podia mantener alli encerrados, comiendo carne seca y salada, alimentando a los niños de leche de oveja. Decidimos intentarlo,  la frontera aunque no nos atraian nuestros hermanos chilenos, estaban solo a pocos kilometros, claro, poblados de inconvenientes, trampas geograficas, gargantas entre altas montañas..... cordillera en pleno invierno, frio, desierto, soledad, nunca pudieron controlar aquella larga frontera de 5000 kilometros, eso fue nuestra salvacion ...... salimos del rancho seis......... lamentandonos de abandonar nuestro pais, de los bandidos que nos habitaban, caminabamos en silencio con los niños a las espaldas a modo de mochilas, a veces dormidos, pero siempre llorosos y cansados. Su primo desde hace años guardaparques en esa zona, los acompañaba guiandolos entre los invisibles caminos en la nieve. ( Alicia Gaona)

 

Su primo tenía razón: ella no le debía nada a aquel país que le había arrebatado todo, que le había negado incluso unos fundamentales derechos humanos; un país cargado de prejuicios y rencores rancios y olvidados.

Siguió caminando, hundiéndose en la nieve, durante lo que le parecieron horas infinitas sintiendo como le iban abandonando sus últimas fuerzas. Su primo la instaba a seguir adelante, con palabras de ánimo, suaves y temblorosas, en el silencio de la noche. En la lejanía se oyó el aullar de un lobo y otros le siguieron.

Estaba a punto de desmayarse cuando oyó decir a su primo:

Hemos llegado, la frontera está tras aquella loma. Al otro lado deben de estar esperándonos Janus y Yuri con algo caliente”.

Despertó en una cama limpia, rodeada por rostros amables y sonrientes.

No hay duda”, dijo, “el cielo existe”.

Diego Pérez Sánchez

 

 

CAUSALIDAD VERSUS CASUALIDAD

El humano tiene que buscarle explicación a todo, explorar y reconocer su entorno y, cuando esto no es posible, trata al menos de reducirlo a leyes que lo enmarquen, para poderlo asir. Convierte así lo incomprensible en presa de su cerebro. No es casual, por tanto, que le encuentre causas a cualquier acontecer. Pero esa casualidad y esas causas no son sino la casual causalidad de una casualidad. En otras palabras, la causa que le encontramos a algo, no es si no  una limitación del acontecer continuo, un paréntesis separador de la vida para categorizarla, segmentarla y poderla comprender con nuestra lógica matemática, ese código que, aceptado socialmente, se ha convertido en realidad única, tamiz por el que ha de pasar lo inaprensible, el continuo vital.

Independizamos un suceso y otro y otro…después buscamos un nexo que los relacione, una ley que justifique su parentesco, y decimos que uno ha causado el otro.

Y siempre acertamos, pues la realidad es causa de si misma; y su efecto, y todo lo que en ella existe, tiene una relación causal, pues en el continuo acontecer, causa y efecto son tan sólo progresiones del continuo.

La casualidad en este sistema, en el que todo está unido por leyes, por fuerzas que lo relacionan, no puede existir. La casualidad es lo creativo, cuando algo nuevo entra en el sistema establecido, causal, desbaratando todas sus leyes. En nuestro universo esto se llamaría Dios o algo así. El resto es determinismo.

Diego Pérez Sánchez

 

 

El alimento de los dioses

Katiya se levantó  esa mañana como todos los días antes de amanecer para ir a buscar agua. Tenía que caminar varias horas antes de llegar al manantial en el que podía abastecerse. El hilo de agua que brotaba de la tierra apenas tenía tiempo de regarla y moría en una pequeña poza que se formaba allí mismo. Aldeanas de muchos kilómetros alrededor aprovechaban el alimento de los dioses de forma que siempre había turno de espera.

Katiya había vivido ya tres generaciones y recordaba muchas cosas. Se veía de niña yendo a buscar agua, esta vez a un pozo muy cercano, desde el que se veían las canas del viejo Kilimanjaro, donde vivían los dioses. A lo largo de su vida la montaña había ido perdiendo su manto de nieve, mientras el agua, sin llegar a abundar iba creciendo en los pozos. Esto duró algunos años. Después –recordaba-, con el nacimiento de su primera nieta, vio como desaparecía el último punto blanco de la cima divina. Sin duda fue entonces que los dioses, carentes de alimento, abandonaron las montañas. Los pozos comenzaron a secarse uno tras otro y la ansiedad por encontrar agua fue creciendo con los años, con los meses, con los días.

Ahora tenía que pagar para poder obtener algunos litros del líquido vital. Y comprendió que la madre había quedado estéril, que el gran pecho que había amamantado a los hombres y a los dioses, se había secado para siempre. Y, sin él, ¿Cuánto durarían sus viajes al amanecer buscando un pozo?

Recordaba cuando de niña caminaba  entre árboles y arbustos para acercarse al pozo de la aldea donde las mujeres reían mientras conversaban sobre sus maridos. En el lejano pozo al que tenía que acudir hoy día reinaba el silencio, salvo cuando era roto por alguna disputa en la que los soldados rápidamente intervenían. Y el gobierno había dicho que pronto retiraría los soldados de aquel pozo, que nadie querría apoderarse ya de aquel hilo de agua que había que perseguir cada año más adentro, sin resultado alguno.

La escasez de agua se había visto paliada por la intensa emigración de los aldeanos más jóvenes, aquellos que habían sido criados para ocuparse de sus ancianos. Katiya se sentía muy vieja ya para abandonar su aldea y sus campos estériles y decidió quedarse.

Diego Pérez Sánchez

 

 

NO, ÉSE NO, ÉSE NO
 

A lo largo de la historia, el ser humano, como un ciego súbitamente plantado en el mundo físico, con un cerebro adaptado exclusivamente para entender aspectos básicos de la materia, tropezó con innumerables ideologías, religiones, creencias. Cuando conseguía levantarse de una caída no fue sino para tropezar con una nueva piedra, sobre la que edificará una nueva iglesia. En ese largo camino nunca llegó a la conclusión de que el problema eran las piedras, que la única solución, la única manera de evitar esas caídas, sería evitar las piedras, identificarlas, y pasar dándoles un rodeo.

          En su ceguera rebañista busco siempre un guía, y su gran capacidad intuitiva le llevó siempre a elegir a algún tuerto que le mostrase el camino. Y los tuertos, con un solo ojo, no pueden ver la profundidad de las cosas. Así, la manada de ciegos, se ha ido dejando arrastrar de una teoría en otra y, en cada momento, pensó que era la única y verdadera. Y para confirmar su autenticidad, su uniquidad, nada mejor que destruir todo aquello que pudiese ponerla en duda.

            Pero las ideas son indestructibles, pues no existen por sí mismas: había que destruir a los otros ciegos que las albergaban. Así fuimos evolucionando de fundamentalismo en fundamentalismo. Cada vez que algún vidente aparecía en el horizonte social, se buscaba destruirlo de inmediato, tratando de preservar la idea del momento. Si pese a la eliminación cruenta del revolucionario, la idea se contagiaba y extendía, la manada de ciegos dejaría de ver la antigua idea como única y ahora la única sería la nueva: arrasaba de inmediato todo rastro de la antigua, para fijar, limpiar y dar esplendor a la nueva. El dogma proscrito se instalaba como autoridad y borraba de la memoria moral el dogma anterior, adquiriendo la cualidad de verdadero, único y definitivo.

        En este círculo vicioso se ha desarrollado la historia del pensamiento. La comunidad de ciegos necesita estabilidad, principios universales que guíen sus pasos, cualquier cosa excepto abrir los ojos y mirar por sí mismos la realidad. No, eso no, …el cerebro construye su ego, su realidad material, en torno a un ideal, pero los ideales no tienen fronteras geométricas, comprensibles; en realidad no existen, son la antítesis de lo real, que, por otro lado, es lo único real, inestable, inasible, cambiante cada instante. El cerebro, incapaz de asir esa realidad en su totalidad, siente vértigo y buscando un referente fijo, una seguridad, busca encuadrar la realidad, limitarla, domesticarla y hacerla propia: la idealiza según su conveniencia del momento, mata su esencia, oculta el cadáver en los entresijos de la memoria, y sigue su vida como si nada hubiese pasado. Si alguien le descubre, le recuerda su crimen, tendrá también que matarlo, de lo contrario su artificioso equilibrio mental, tan costosamente elaborado, se derrumbaría.

             El nuevo crimen es cometido para salvar el destino ideal, en lo universal, de la manada, quedando así idealmente justificado, desrealizado.

Diego Pérez Sánchez

 

 

EL SECRETO DE LA VIDA



por Diego Pérez Sánchez

Entró en la caverna, decidido a descubrir de una vez por todas, el misterio de la creación. No radicaba, de eso sí que no le cabía la menor duda, en la repetición, por eso sabía que tenía que alejarse de su ego, siempre buscando reflejos y espejos en los que proyectar su engreído sí mismo, el mismo que, buscando seguridad, repetía los mantras en aquel monasterio donde le llevo su engañosa búsqueda. No, no era buscando en el pasado, ni en nada conocido, donde podría encontrar lo desconocido, lo verdaderamente creativo y nunca visto. Sólo en aquella caverna podría desvelar los misterios, deshacerse de las sombras que perseguían sus días.
Entró, sin pensarlo más, como atraído por un fuerte imán hacia el centro de la tierra. ¡Qué curioso que en los libros de astrología se hiciese tanto hincapié en el sol y la luna, en planetas y estrellas lejanos, y no se mencionase la tierra! Como por nuestro ego, estamos tan penetrados por ella que ni la vemos. Pero está ahí, y nos sujeta con su fuerza geocéntrica, impidiéndonos volar, como una madre temerosa y cauta.
El pasillo se hacía cada vez más angosto y la oscuridad enunciaba su triunfo, lenta pero confiada, inexorable, envolviendo su temblorosa decisión. No tenía miedo, ¿qué podía pasarle? En el peor de los casos, y si no encontraba nada, siempre podía volverse atrás, a la monotonía de sus días, la vacuidad de sus noches, el cómodo desamparo de lo conocido.
Siguió penetrando más y más los entresijos de aquella gruta, de la que había desaparecido ya todo rastro de luz diurna, pese a que el sol brillaba en su cenit.
El frío de aquella noche inviolada le calaba los huesos y su piel tensa, impulsándolo a moverse con mayor rapidez, siempre adelante. Empezó a olvidar el tiempo que llevaba dentro de aquella caverna, caminando con prisa, siempre hacía dentro, como buscando el fondo. El estrecho pasillo descendía efectivamente, con una inclinación vertiginosa, pero esto, más que detenerlo, lo invitaba a avanzar. El frío se fue trasformando en calor: sin apenas percibirlo se encontró ardiendo, abrasado por la luz.

 

 

EL SECRETO DE LA VIDA

Entró en la caverna, decidido a descubrir de una vez por todas, el misterio de la creación. No radicaba, de eso sí que no le cabía la menor duda, en la repetición, por eso sabía que tenía que alejarse de su ego, siempre buscando reflejos y espejos en los que proyectar su engreído sí mismo, el mismo que, buscando seguridad, repetía los mantras en aquel monasterio donde le llevo su engañosa búsqueda. No, no era buscando en el pasado, ni en nada conocido, donde podría encontrar lo desconocido, lo verdaderamente creativo y nunca visto. Sólo en aquella caverna podría desvelar los misterios, deshacerse de las sombras que perseguían sus días.

Entró, sin pensarlo más, como atraído por un fuerte imán hacia el centro de la tierra. ¡Qué curioso que en los libros de astrología se hiciese tanto hincapié en el sol y la luna, en planetas y estrellas lejanos, y no se mencionase la tierra! Como por nuestro ego, estamos tan penetrados por ella que ni la vemos. Pero está ahí, y nos sujeta con su fuerza geocéntrica, impidiéndonos volar, como una madre temerosa y cauta.

El pasillo se hacía cada vez más angosto y la oscuridad enunciaba su triunfo, lenta pero confiada, inexorable, envolviendo su temblorosa decisión. No tenía miedo, ¿qué podía pasarle? En el peor de los casos, y si no encontraba nada, siempre podía volverse atrás, a la monotonía de sus días, la vacuidad de sus noches, el cómodo desamparo de lo conocido.

Siguió penetrando más y más los entresijos de aquella gruta, de la que había desaparecido ya todo rastro de luz diurna, pese a que el sol brillaba en su cenit.

El frío de aquella noche inviolada le calaba los huesos y su piel tensa, impulsándolo a moverse con mayor rapidez, siempre adelante. Empezó a olvidar el tiempo que llevaba dentro de aquella caverna, caminando con prisa, siempre hacía dentro, como buscando el fondo. El estrecho pasillo descendía efectivamente, con una inclinación vertiginosa, pero esto, más que detenerlo, lo invitaba a avanzar. El frío se fue trasformando en calor: sin apenas percibirlo se encontró ardiendo, abrasado por la luz.

Diego Pérez Sánchez

 

 

LA CIGARRA
 

Cantaba la cigarra

 Con su guitarra

 

Achicharrada en su olivo

La canción del olvido

 

Cantaba la cigarra su canción, bajo el sol abrasador del verano. Esa canción que aprendió de sus padres y estos de sus abuelos y así hasta el primer día que una cigarra cantó.

Contrariamente a lo que divulgaban las hormigas en sus ratos de ocio, la cigarra no pasaba el tiempo sin hacer otra cosa que cantar. Buscaba su alimento y disfrutaba de él mientras entonaba su eterna canción. Pero las hormigas no cantaban, trabajaban para su reina y su hormiguero, incansables, almacenando para el invierno. Así lo habían hecho siempre y esa costumbre no podía cuestionarse. Era una cuestión de supervivencia, decían. Y trabajaban sin cesar.

Cuando llegaba el invierno la cigarra dejaba de cantar y se adormecía en un sueño parásito. Las hormigas dormían también… pero ellas se lo tenían bien ganado.

Los años pasaban y las costumbres no cambiaban. Las cigarras cantaban incansables y las hormigas arrastraban sus fardos para que nunca les faltase en invierno. Cada primavera, una nueva reina salía del hormiguero y arrastraba tras de sí un ejercito de hormigas trabajadoras, que formarían otro hormiguero en algún lugar cercano, multiplicándose así sin cesar. Estaban muy bien organizadas. Tenían hormigas guerreras que se ocupaban de guardar su territorio que, debido a la creciente población de la especie, no dejaba de tener cruentos choques.

Las cigarras morían de una en una, con su escasa familia, en la crueldad del invierno.

Llegó el día en que la población de hormigas, debido a su excelente organización llegó a ser tan alta, que las luchas entre hormigueros eran continuas y, con la proximidad, llegaron las enfermedades.

Las escasas cigarras observaban los combates desde los olivos, y seguían cantando su incesante canción.

La comida empezó a escasear para las hormigas hasta tal punto que su alimento principal pasaron a ser los despojos de las batallas. Aprendieron a matar y que matando, podían alimentarse también en invierno. Llevó algunas generaciones, hasta que algunas hormigas olvidaron que trabajar, almacenando para su reina y el invierno, era el cometido de sus vidas. Dejaron de trabajar y mataban cada día hormigas de otros hormigueros para sobrevivir, hasta que fueron escaseando las hormigas y empezaron a matar a sus hermanas. Las reinas, cada vez más escasas de comida, empezaron a comerse sus huevos y finalmente dejaron de poner huevos y murieron.

La cigarra observaba todo esto muy extrañada. En cierto modo siempre había envidiado a las hormigas y a su capacidad organizativa, aunque nunca comprendió que no cantasen mientras comían. Eso le parecía muy duro. Cuando ya no se veía ninguna hormiga recorriendo los campos, la cigarra, en un momento de iluminación, se dijo:

-Ya me parecía a mí raro que se pudiera vivir sin cantar.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

HOMENAJE A DON QUIJOTE

Se ha llamado al Quijote la primera novela moderna y quizá, su prosa, pertenece a ese tiempo. Sus ideas, en cambio, son eternas…tan eternas como pueda serlo el ser humano. Quien no haya disfrutado leyéndolo, quién no se haya sentido elevado con los planteamientos del caballero, enternecido con la sencillez del escudero, no ha captado la profunda humanidad del relato, en el que la lucha perpetua del hombre, entre la carne perecedera y sus anhelos eternos, se reflejan en la ternura exquisita del discurso, sin caer en la sumisa complacencia.

No pretendía Cervantes acabar con las novelas de caballerías, como afirman algunos, sino restablecerlas en su esencia, desnudando de cursilería el romanticismo de sus planteamientos. Se guía don Quijote, en sus cuitas, por su conciencia individual, la que subyace al fondo de la humanidad, desterrando pleitesías a reyes, iglesias, justicias o gobiernos, si estos fueran contrarios a sus convicciones.

Traducido a más de cien lenguas, no pierde en ellas calidad su discurso, pues no es la prosa - aunque también- lo que hace de esta obra un valor universal, sino su espíritu.

Murió  Alonso Quijano, murió Sancho Panza y murió don Miguel, pero don Quijote no morirá, pues forma parte de nuestra genética básica, esa que nos ayuda a superarnos cada día, a ser, en cada generación, más humanos.

Diego Pérez Sánchez

 

 

FINAL ABIERTO 4 (José Guerrero Ruiz-Diego Pérez Sánchez)

Aquel día Roberto se levantó muy consciente de lo que hacía. Se colocó la corbata en el punto justo, abrochándose los botones de la camisa con cierta prisa mirando hacia ninguna parte y se calzó los zapatos nuevos. Iba más elegante que de costumbre. Hacía semanas que lo llevaba madurando, aunque había días que se le iba de la mente. El recuerdo de las últimas jornadas le fue avivando el rescoldo de cuando estuvo con ella en el chalé verde a la vera de la playa durante uno de los fines de semana. Allí bailaban y se bañaban al arrullo de las olas, sus pies eran acariciados por las aguas nada más pisar la arena. Se divertían como niños pateando la espuma que salpicaba la última ola.

   El bañador preferido de Roberto estaba ya un poco descolorido por el paso del tiempo y el uso. Últimamente Laura no lo besaba como antes. Los labios destilaban un olor agrio de sucia borrachera, de turbia resaca.

   Desde hacía un tiempo ella no usaba sujetador por prescripción facultativa, debido a una inoportuna y virulenta alergia que sufrió la pasada primavera, que la había tenido postrada en el sofá de la casa más de lo que ella esperaba golpeándole con saña.

El último día que lo pasaron juntos, sin la menor sospecha y como el que no hace la cosa Laura se arregló en un descuido y salió del hogar a las siete y cuarto de la tarde como si fuese de compras, demostrando que nada extraño pasaba por su cabeza, acaso los diferentes saldos o gangas que pudiera hallar en alguno de los grandes almacenes o boutiques de moda.

   Sin embargo el hallazgo de unos pendientes de oro y un frasco de colonia selecta que dejó tal vez olvidados en la mesita de noche la delató ante los ojos de Roberto en ese instante, aunque luego la cosa en sí pudiera no revestir mucho fundamento, nada más que meras sospechas a causa de la incertidumbre que rodeaba el caso y los hechos, ya que ella no se prestaba a ese juego de amantes, más que nada por pura soberbia heredada de su abuela paterna…  
 

Roberto salió a la calle con el paso decidido de esas personas que poseen una vida organizada hasta el último detalle, con horarios y resoluciones tomadas con anterioridad agobiante, entrenados desde su infancia para una vida respetable, burgueses con aspiraciones aristocráticas reveladas en los mas minuciosos detalles de su enjalbegado devenir. Sabía lo que tenía que hacer, lo sabía desde hacía mucho tiempo, su actuación venía determinada por siglos de adiestramiento, desde mucho antes de su servicio entusiasmado a la exigente patria. Recordaba sus años mozos en el regazo de su madre y su aleccionamiento metódico y sin disensiones. No aceleró su paso pausado y firme sino que lo mantuvo en su primorosa cadencia, mientras dejaba que los amilanados recuerdos de su mimada, anquilosada consciencia, se regodeasen ampulosamente en un ir y venir sin solución de continuidad.

Encerrado en quién sabe qué rutilantes ensoñaciones subió las pulidas escaleras de la estereotipada mansión, dejando a un lado los balaustres y atravesando los opulentos salones repletos de figuras desnudas, de paredes obscenas apenas disimuladas por los ampulosos tapices.

Ramón de Almodóvar, abogado”, rezaba el cartel de la puerta en la que, con firmes nudillos, golpeó ligeramente antes de girar su reluciente picaporte y entrar en la antesala del despacho de su consejero vitalicio.

Ramón no le dejó apenas hablar, a buen entendedor pocas palabras bastan. Le aconsejo que no diese a entender lo evidente; que con disimulo saldría de aquella lidia mejor parado que lanzando su desventura a los cuatro vientos, lo que no sólo ensombrecería su prestigio y su honor sino que le pondría en desventaja en la querella; que quien pega primero pega dos veces, que pruebas son amores y no buenas razones y que, con prudencia y buenas maneras, escaparía sin duda aventajado en su litigio. Y con estas y otras tan buenas maneras le entretuvo algún tiempo, no más del necesario, saliendo tras un fuerte, aunque comedido, estrechamiento de manos del despacho con el convencimiento cierto de haber dejado su asunto en las mejores manos y, con las mismas, tomó un taxi y se condujo a su lugar de trabajo.

Diego Pérez Sánchez
 

 

 

FINAL ABIERTO - 5 (Franjamares-Diego Pérez Sánchez)

 Lluvia y lluvia. 

 El olor a tierra mojada es ya insoportable. Más de cuatro meses lloviendo sin apenas parar es demasiado. Ese primer perfume del ciclo glorioso del agua que había sentido con las primeras y esperadas lluvias, se ha transformado en un tufo persistente de fría humedad que parece inundarlo todo, incluso el ánimo de la gente. Su propia vida lleva un tiempo de tristeza sincronizado con el de las precipitaciones.  Sí, con aquellas luces menguantes de noviembre llegaron las peleas, las no reconciliaciones, las heridas, las amenazas… El sol invicto, que este año parecía muerto más que ausentado, trajo finalmente las sombras rezumadas de la separación. Se sucedieron entonces las lágrimas y las tormentas que parecían estallar dentro de su cabeza, pues corrían torrenciales corazón abajo hasta los muslos, escurriéndose por las rodillas, encharcando sus lacerados pies, que apenas la sostenían, bajo aquella lluvia interminable. Una lluvia de adentro y de afuera que desleía su vida como un terrón insignificante de arcilla.

 La misma arcilla en donde está excavada su casa, o mejor dicho: su cueva. Que ahora, empapada de lluvias y lluvias, comienza a desmoronarse por los techos, manchando y agrietando las paredes encaladas, hundiéndose en algunas partes, forzándola pues a salir del calor de su hogar, a las desoladoras paredes de un cuarto prestado.

 Su vida se desmorona como un terrón de arcilla  y cada vez encuentra más lejos los días de alegría, de sol y de esperanzas sin aguaceros...

 Javier Martin Franco

 …Pero todo llega pronto o tarde y el sol radiante llegó, como traicionando al invierno, con fuerza abrasadora, lacerando sus pupilas aún húmedas de llantos ocultos, obligándola a cerrar su interior bajo sus párpados, devolviéndola al hogar que había dejado de sentir como suyo aquel otoño aciago. Parte del techo dejaba entrar la luz por las grietas entre el estuco que embadurnaba la alfajía. Las paredes, corridas por regueros de launas multicolores, formaban extraños dibujos, que las unían con los suelos de barro tantas veces barridos. Salió al tinao y se lavó la cara en la pileta. Sintió como un temblor recorría sus piernas, como atenazaba una mano invisible su pecho y su garganta, pero echó a andar por la cuesta sin mirar atrás, por aquel sendero de guijarros que tan bien conocía, y del que se despedía como quien despide a un amante, querido pero imposible, ya irreal pero aún soñado. Con aquel hombre, en aquel cortijo, había dejado los mejores años de su vida, o eso pensaba entonces. Miró atrás con sus recuerdos; intentó remontarse a épocas antiguas, de antes de aquellas lluvias; cuando aún vivía su casa, o ella creía que la vivía, esperando hora tras hora su regreso, para ayudarlo a llegar a la cama, en aquel estado lamentable, en una mueca su bello rostro desencajado.

 Fue entonces que llegaron las lluvias y se derrumbaron los campos, los balates y las casas, la convivencia, imposible bajo las cocinas, intentó escapar por los anegados caminos, con la arcilla pegada a sus talones, salpicando las pantorrillas fugitivas, cayendo en su lecho fofo, resbalando en la escorrentía, y fue a perderse en las ciudades del asfalto, donde la vida parece transcurrir sin estaciones.

 Y, de pronto, como si siempre hubiese estado ahí, el sol brillaba radiante sobre sus pensamientos, y saltando aquí, tropezando allí la ayudaba a encontrar el destrozado camino.

 Diego Pérez Sánchez

 


 

FINAL ABIERTO 7 (María Bueno-Diego Pérez Sánchez)


Elena se ha levantado esta mañana muy vital, es primero de mayo, mientras desayuna mira por la ventana. El día se presenta espléndido, un sol radiante y un cielo de un límpido azul sin una pequeña nube, prometían una jornada de fiesta primaveral estupenda.

Después de todo el mes de abril haciendo honor al refranero, aquel día era como un regalo.

Elena se decidió, metería unos bocadillos en la mochila y se iría a pasar el día en el campo.

Después de varias horas de caminata llegó a un claro cerca de un riachuelo, “¡ideal!”, pensó, y se dispuso a comer. Tras el almuerzo extendió la esterilla y se tumbó en la mullida hierba. Con el estómago lleno y la caricia de los rayos solares se quedó dormida, cuando despertó se había nublado completamente. “Vaya, parece que el invierno quiere tragarse la primavera, habrá que ponerse en marcha”. Fue a incorporarse y se le escapó un quejido, cuando se levantó vio con asombro que tenía un vientre enorme, como si estuviera embarazada. “¡Embarazada!”, pero que tontería estaba pensando…

si el recuerdo de la última vez que se había acostado con un hombre estaba perdido en su memoria, de una manera que dudaba mucho que pudiera volver a encontrar. Pero no cabía duda de que algo se gestaba en su vientre. Echo a andar penosamente por el camino empinado, sujetándose la barriga con ambas manos. Aquello parecía seguir creciendo, incluso podía sentir un cuerpo extraño moviéndose dentro. Nunca había tenido hijos, aunque bien que le hubiera gustado tenerlos. Hacía más de diez años que su marido había muerto en aquel desgraciado accidente.

Pensó en la Virgen María. Ella también quedó embarazada, sin mediar relación física. Claro que aquello había sido un milagro, y además le había sido anunciado por un ángel. No, su caso era muy distinto. No podía ser sino un accidente fortuito, una broma -¿broma?- de la naturaleza. Apresuró el paso; empezaba a sentir como unas punzadas. “¡Ya está, las contracciones!”, se dijo, asombrándose de su convencimiento. Sintió una sed repentina y más y más punzadas. Sudorosa se sentó junto a una roca. Sintió como un frío intenso se apoderaba de sus extremidades, mientras su vientre se dilataba con un calor interno inexplicable.

Cuando encontraron a Elena días más tarde su cuerpo estaba irreconocible y sus ropas parecían abrasadas. Nunca se encontró una explicación a su muerte.

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

FINAL ABIERTO-8 (Lola Carmona-Diego Pérez Sánchez)

En aquella selecta reunión se encontraban 12 personas cuando hizo su entrada la profesora Bilderberg. Todas las miradas se volvieron hacia ella, en el momento que la puerta se abrió. Ella, tranquila y relajada se quedó mirando al grupo de mirada expectante y les dijo ¡Lo hemos conseguido! Los gritos, saltos y muestras de alegría del grupo chocaban con sus trajes y rostros circunspectos. Una vez que se hubieron serenado, se volvieron a sentar alrededor de aquella mesa ovalada, dejando a la doctora el espacio principal. (Lola)


Quiero aprovechar para dejar plena constancia de que este   logro ha sido consecuencia del magnífico trabajo de equipo que hemos realizado entre todos los presentes, sin olvidar por ello al desaparecido profesor Rivaldo Arenas, del que aún no se conoce el paradero”. Los aplausos, breves pero contundentes, marcaron el final de estas palabras. “El trabajo de tantos años de desvelos ha, finalmente, ofrecido su fruto -prosiguió-, y hoy, la transformación reversible atómica en cuantos, es una realidad accesible al ser humano”. Más aplausos. “No cabe duda, bien es cierto, que el problema del envejecimiento celular, en el proceso transformacional, aún ofrece un nudo gordiano de difícil solución, pero esto no es óbice para el desarrollo de nuestro programa. El tiempo juega en contra nuestra, y debemos acelerar su cumplimiento antes del previsible desastre interplanetario. Cuando F3HM345 golpee a nuestro sol dentro de  27 días, sacándolo de su orbita, nosotros ya estaremos viajando en forma cuántica a la tierra de KLO356K20, donde podremos emprender una nueva civilización. Esperemos que para entonces el profesor haya sido encontrado y pueda acompañarnos en nuestro viaje”. Asentimientos y más aplausos.” Sólo me queda añadir, antes de apremiarles en su labor, que los niños seleccionados para garantizar la supervivencia de la especie, así como los bancos genéticos de especies animales y vegetales, habrán de ser sustraídos con el máximo secreto; como asimismo habremos de proceder con el resto de nuestro plan y, por tanto, se dejarán para los dos últimos días. Nada más. Les ruego que procedan de inmediato a realizar sus funciones. Buenas tardes camaradas”. 
 
 Diego Pérez Sánchez

 

 

 

LA LEYENDA DE LA ASOCIACIÓN SIN NOMBRE

En un lugar de la costa, de cuyo nombre no quiero acordarme había no hace mucho tiempo una aldea compuesta por amantes de la palabra.

La armonía gobernaba sus designios y la vida social latía suave y acompasada por el rumor de las olas en sus reuniones regulares.  No se oía una voz más alta que otra en la nave velada por los discursos, y las palabras convivían fraternalmente con los aldeanos.

La vida hilaba su curso y se desmadejaba generosa al primer tirón. Así pasaron muchas tormentas por el cielo mientras todo en la aldea parecía inmutable.

La aldea estaba creando una leyenda y todos en los alrededores se referían a ella con respeto.

En eso que un día llegó por allí un viento de cambio. Desde la ciudad cercana les llego una propuesta de crear una asociación que fuese ejemplo de las que desde entonces pudiesen crearse. El progreso era inevitable, decían, y llegaría algún día en que se unirían al grupo personas venidas de otros lugares con proyectos nuevos y propuestas atractivas. Tenían que organizarse para que esto fuera en provecho de todos, para poder dar consecución válida a estas acciones, que en cualquier caso serían inevitables.

Hubo largas sesiones en que se discutieron los pros y los contras pero el hecho mismo de haberse planteado el tema exigía algún tipo de resolución y esta no podía ser el statu quo: habían entrado en un viaje sin posible retorno.

Por fin se decidió la conveniencia de crear una asociación con unos estatutos, una junta directiva y toda la parafernalia que esto llevaba consigo.

Muchos pensaron que esto se solventaría sin más problemas pues hasta ahora la concordia había sido la nota dominante. Pero no fue así: había que tomar decisiones y esto exigía consenso. Lo que en el mundo ideal de las palabras era libertad absoluta, elección personal que no necesitaba rúbrica de nadie, se convirtió, en la práctica burocrática, en un laberinto del que nadie encontraba la salida.

Dirimieron muchas cuestiones con gran facilidad pero en algunas de apariencia  simple, como el nombre con el que pasarían a denominarse como asociación, se convirtió en un obstáculo insalvable. Definir su proyecto de las palabras con una o dos palabras era la tarea más difícil con la que se podrían enfrentar. Las palabras dejarían por ello de ser fraternales y sólo algunas llevarían el peso y el honor de representación. Además, en otros lugares, se les habían adelantado en su organización, creando asociaciones con nombres de todo tipo. Su asociación tenia que tener un nombre no elegido por nadie. Se buscaron nombres y se desecharon o fueron refutados por la administración registradora durante mucho tiempo. Pero la asociación tenía que formarse, de esto no cabía ya ninguna duda; no podían quedarse atrás, dejar que otros se les adelantasen indefinidamente.

Fue así que nació, y creció en su leyenda, la Asociación sin nombre.

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

TEXTOS SIN FRONTERAS

Algo se desmoronaba. El texto en aquel contexto ofrecía un pretexto para cruzar la frontera, no ser uno más, pero me quedé, como el resto. Escuché en silencio la sentencia, me llevé el fusil al hombro y disparé. No lo hice con saña: simplemente apreté el gatillo.

Era muy fácil, apenas requería esfuerzo: lo único que sabía de aquel pecho que se derrumbó ante el impacto era que había sido un traidor. Un traidor al texto del contexto que me ofrecía un pretexto para obrar como el resto.

Pero sentía que con ello había cruzado una frontera: otra frontera; tan fácil de traspasar como aquel pecho, pues estaba dentro del mío. Fue dentro de aquel contexto que más tarde leyeron mi texto y me llegó la tortura al cuerpo.

Entonces mentí, juré  y traicioné. Pero ya no me sentí un cobarde pues fue con el primer texto, en aquel primer contexto, que me abandonó el valor: el coraje que no había empleado cuando aún estaba a tiempo de atravesar la frontera.

Y seguí viviendo con mis recuerdos en la frontera de mi mente. Vivo sigo en este banco desde el que se contemplan muy cerca esos recuerdos, mientras toda especie de parejas  se entrega besos callados. Y me duele el corazón, torturado por punzadas, incapaz para el amor, buscando en este contexto, un pretexto para morir, cruzar esa frontera que me devuelva al ser. Un ser con su propio texto. 

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

LA NOTICIA DE LA SEMANA

La noticia corrió como la pólvora, pronto todos los circuitos estuvieron atascados. Al principio las dudas se extendieron por todo el sistema neurológico. Algunos decían que se trataba de un virus que se había extendido en forma de span desde alguno de los cerebros del taller de reparaciones, otros hablaban de fuerzas extraterrestres que habían creado interferencias en el sistema central. Se buscaron culpables entre las mafias, los poderes religiosos, los masones; renació la teoría de la conspiración, pero pronto no cupo la menor duda: Dios era el único autor posible del mensaje. Y el mensaje era muy preciso: él existía y todo lo demás no eran sino sus etéreos pensamientos, fruto de un instante de inconsciencia. Nadie ni nada existía, el mundo material se deshizo en millones de irrealidades que sólo tuvieron sentido como realización perentoria de las elucubraciones de la mente única, divina, eterna y omnipresente. La primera reacción fue de bloqueo, la vida, el mundo quedo inerte, apenas movido por la inercia restante. Después la somnolencia se fue apoderando de todos y cada uno de los seres del universo, hasta que pronto el silencio del vacío se soñó a sí mismo, en un sueño atemporal, sin principio ni fin.

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

OTRO MUNDO ES POSIBLE

Arcadio Pelotero se sentía el centro del mundo. Vivía en una zona ligeramente elevada del país, con unas vistas inmejorables hacia los cuatro costados. No costaban sus propiedades de límites definidos, lo que representaba algunos problemas jurisdiccionales pero que se resolvían en su mayor parte gracias al buen hacer de Octópata Aracnín, el juez de paz que mediaba en los asuntos del país. Su forma de gobierno era muy sencilla: cada uno de los habitantes del país podía utilizar los recursos que necesitase para su subsistencia y alimentar a su prole, utilizando sólo aquellos materiales de desecho que no importunasen el normal desarrollo de la piel, del manto humano, sin penetrar demasiado para no producir reacciones de irritación de la madre nutriente, lo que traería como consecuencia tormentas, tempestades y terremotos, con sus consiguientes desastres para la población epidérmica de muertes y desapariciones. No todas las especies animales que poblaban la corteza humana tenían las mismas necesidades: algunos eran celulívoros, carroñeros otros; unos se alimentaban apenas de pequeñas bacterias, que a su vez vivían apenas de la capa atmosférica que rodeaba la superficie, o de sus manantiales salados. Infinidad de especies se repartían el territorio, entremezclados, aprovechando al máximo los recursos: hongos, bacterias y protozoos eran muy abundantes, con poblaciones tan concentradas que a menudo desestabilizaban el equilibrio ecológico, obligando a intervenir a la especie superior acárida. No faltaban tampoco los caníbales, aunque estos tenían que trabajar con sigilo pues su actividad no era bien vista por la especie superior, la de Arcadio, que no dudaba en atarlos a algún grueso pelo o introducirlos en algún poro y dejarlos morir de inanición o intoxicación respectivamente. La especie superior, los ácaros, aunque divididos en miles de razas que ocupaban cada una un diferente nivel alimentario, consideraban tabú comerse entre ellos, un acto totalmente indigno de seres civilizados. Tampoco estaba permitido tener relaciones sexuales entre razas, cosa repugnante y desnaturalizada según los pensadores de la época.

Su sociedad tenía por tanto unas reglas sencillas y todos vivían con parquedad.

Un mal día llegó a su país, como ocurría tantas veces, trasportados por un fuerte ventarrón acompañado de inmensas gotas de agua salada, un grupo de ácaros nunca vistos en él. Se trataba de tres hembras entradas en años que inmediatamente pidieron asilo, alegando que de dónde venían habían sufrido un ataque químico de naturaleza desconocida y que el resto de su pueblo había sido sin duda totalmente aniquilado. Clota, Láquesis y Átropa entraron así a formar parte de la sociedad que les dio asilo. Octópata Aracnín no quedó sin embargo muy convencido con la nueva adquisición. Y no andaba equivocado: poco tiempo después las tres bienvenidas dejaron salir de sus vientres millones de huevos que eclosionaron de inmediato y, trasportados por cualquier movimiento atmosférico se introdujeron en sus traqueas, asfixiándolos hasta la muerte.

La epidermis quedo desnuda de ácaros y, roto el equilibrio natural, otras especies mal adaptadas tomaron el relevo. El caos se extendió por toda la corteza humana, ardían fuegos por todas partes y las luchas entre las especies resultaron tan encarnizadas que se extendieron más allá de los confines de la piel, penetrando en otros mundos interiores, hasta que por fin sólo los grandes gusanos carroñeros sobrevivieron, alimentándose de los despojos de lo que un día fue todo un universo, convirtiéndolo en un montoncito de polvo cósmico que pronto se esparció por la nada.

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

ESTOY PERDIDO
 

Tenía que encontrar a mi padre. Habían venido a buscarlo un par de individuos vestidos de civil, unos días atrás. Mi madre les escuchó decir que necesitaban brazos para levantar un campamento de prisioneros aliados. Se consideraba cercana, pese a la propaganda, la entrada de estos en el país. ¿Qué sentido tenía construir más campos de prisioneros? La populación veía la proximidad de la derrota y el fin de la guerra con alivio y no comprendía el loco frenesí de detenciones de los últimos días. Los alemanes habían invadido el país poco antes, y judíos, gitanos, así como cualquier extranjero sin un claro linaje ario, eran arrastrados lejos de su hogar y no se volvía a tener noticias de ellos. Por entonces eran elegidos aquellos que destacaban por su riqueza o profesión: médicos, abogados, profesores, comerciantes, fueron desapareciendo uno tras otro. Meses después, con los aliados rompiendo las fronteras, hombres mujeres y niños, fueron deportados por millares. Cuando las tropas liberadoras avanzaban sobre Budapest, cortando las vías del tren, las etnias inferiores eran fusilados en grupos y arrojados desde los puentes al Danubio, algunos aún vivos. Cuando comenzó a escasear la munición, maniataban sus cuerpos, de dos en dos, hombres, mujeres y niños, y eran empujados a las aguas.

bulletEstoy buscando al coronel retirado Sargal- dije con ímpetu juvenil al policía húngaro de la puerta del cuartel de la GESTAPO.

No había conseguido obtener sino vagas informaciones en la sección de deportados.

bullet¿Coronel Sargal? No  conozco ningún coronel con ese nombre. Pregunté al hombre tras del escritorio,  en el primer piso- me indicó, frunciendo escrutadoramente el ceño.

Le di las gracias y me adentré  por la ampulosa puerta en dirección a las escaleras que se encontraban frente a ella. Estaba muy asustado pero decidido a averiguar el paradero de mi padre. No acababa de llegar al primer rellano cuando un oficial me espetó:

bullet

¡Hail Hitler! Larguese de aquí, esperamos la llegada inminente del general, no puede quedar nadie ajeno a la GESTAPO en el edificio.

bullet

Busco…-balbuceé en mi bastante correcto alemán, pero su rostro airado no me permitió continuar.

bulletSalí del edificio y sólo mucho más tarde comprendí que había estado perdido, al borde del abismo, y que aquel oficial me había salvado la vida. Algunos años más tarde averigüe en la Cruz Roja de Ginebra que mi padre había sido inmediatamente deportado a Polonia, tras su detención, en un tren con dirección a Auschwitz y que allí se había perdido su pista. No lo volví a ver.


Diego Pérez Sánchez

 

 

LA DISTANCIA NO PUEDE SER UNA MIRADA AL MAR

El sol se ocultaba tras las dunas. Su mirada intentó penetrar sus pensamientos.  Se había alejado demasiado de sí mismo y no encontraba la manera de volver a su interior. La vasta extensión de arena se extendía a sus pies en todas direcciones y no sabía adónde dirigir sus pasos. Estoy clavado en el instante, se dijo, mientras su triste mirada se perdía en aquel mar de arena que tornaba a reflejar el cielo, rojizo ahora, pronto negro, moteado de infinitos puntos luminosos, según avanzara la noche. Había conseguido poner una distancia entre el mundo humano y su ser, y ahora estaba sólo. ¿Era aquello lo que tanto había anhelado?

Miró a su alrededor buscando algo en la distancia, algo que no podría encontrar. Sintió sed y una sensación punzante en el pecho le devolvió a la realidad. Quizá estaba perdido, quizá no podría encontrar más el camino de vuelta. No se puede volver al pasado, y cuando el futuro tiene el color de una noche en el desierto, en la soledad de las dunas, las preguntas surgen ineludibles: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? Y las respuestas están en las preguntas mismas. Soy quien pregunta, y vengo de allá adonde voy, que no es sino donde estoy. Mi límite soy yo mismo y es conociéndome que introduzco barreras y definiciones, que sin dejar de ser yo mismo, me hacen pensar -esa facultad de la materia organizada-, que pienso, y que yo soy ese pensamiento que quiere ser inmortal, como si pudiese ser de otra manera. Y la materia organizada pretende también ser eterna, pero esto ya es un imposible, pues lo único inmortal es el caos.

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

YA QUE ESTAMOS

Me pregunto por qué se fabrican esos coches tan potentes que pueden alcanzar hasta los 250 Km. por hora o más, para luego poner límites de velocidad que nadie cumple.

Es como dar un juguete a un niño y luego decirle que sólo puede usarlo hasta la mitad de sus posibilidades. Y ya que estamos me pregunto también por qué la Iglesia católica se ha tomado tantas molestias en demostrar que su Dios es el único y verdadero; porque si lo es para qué tiene que andar todo el tiempo demostrándolo o convenciendo con el miedo o la tortura a quienes no están de acuerdo. Cómo pueden conjugarse dos términos tan contrapuestos como guerra y santa.

Si somos seres racionales ¿por qué no usamos la razón para hacer nuestra vida más sana y acorde con la naturaleza? Si el planeta tierra es nuestra casa por qué llenamos nuestra casa de basura, y abrimos los grifos hasta agotar el agua y asaltamos la naturaleza como depredadores. Se venden productos que no son adecuados para nuestra salud.

Y muchas veces con el visto bueno de la OMS; el negocio también está en la salud.

En una empresa de comunicaciones se han suicidado 23 personas al parecer por estrés laboral. ¿Qué es más importante la empresa o las personas? ¿O hemos absorbido hasta tal punto el capitalismo que no vemos más allá del capital? Un alto ejecutivo decía ayer mismo que no hay desarrollo económico sin desarrollo social ¿Son sólo declaración de buenas intenciones? Vivimos bajo la psicosis de la producción. Pero ¿producimos para vivir mejor? Porque si no es así ¿qué sentido tiene? Escuchamos continuamente los términos, empresas, producción, mano de obra cualificada, bolsa de valores, suspensión de pagos… las empresas son muy importantes, suponen el entramado productivo de una economía pero ¿qué son las empresas sin trabajadores?

¿No es pues una relación bilateral en la que ambas partes son importantes y necesarias? ¿Por qué se prioriza tanto el papel de las empresas frente a las necesidades de los trabajadores?

¿Dónde está el dinero que han ganado las empresas en estos últimos años de bonanza económica? ¿Por qué cuando todo iba bien y se ganaba dinero no se hacía reparto de beneficios y cuando as cosas van mal los primeros en pagar las consecuencias son los trabajadores? Se ha construido por doquier y a mansalva ¿A dónde ha ido a parar todo ese dinero?
 

Diego Pérez Sánchez

 

 

LA MENTIRA

Sintiendo que mis días tocan a su fin, he querido dejar estas confesiones escritas por si fueren de ejemplo y provecho espiritual para las almas que las leyeren. Quiéralo así Dios nuestro Señor.

Siempre he querido llevar una vida integra y verdadera desde que tengo uso de razón. Mi vida ha sido variada así como rica en su variedad. De niño disfrute jugando con mis amigos con toda la inocencia que la edad nos permitía

De adolescente mantuve una larga relación, feliz aunque turbulenta, en la que con mi compañera espiritual dimos varias vueltas al kamasutra. La relación no fructificó finalmente, nunca he sabido muy bien porqué; entonces decidí que tenía que ponerme al servicio de los demás y con tal fin   ingresé en el ejército y serví a mi patria durante varios años sin lamentarlo nunca.

Estando en el ejército sentí la llamada de Dios, su voz penetrante de amor que me pedía que entrase a formar parte del sacerdocio y así lo hice.  Tomé las órdenes y tras varios años de servicio, casualmente, aunque yo siempre creí que por voluntad divina, me toco la lotería en un número que casualmente me encontré a la puerta de mi iglesia. Ante esta indudable señal divina, opté por dedicar el resto de mi vida a la mayor obra que ser humano puede emprender en este mundo material: la evangelización de los pueblos que, en su defecto, morirían en pecado. Fundé una orden con la que conseguí convertir a más de un millón de almas. Para mantener su infraestructura cree una ONG que agraciada por Dios sin duda, tuvo ingentes ingresos que fueron siempre utilizados en la ampliación de la obra evangelizadora. Así fue que la fe pudo ser extendida por todo el mundo para gloria de Nuestro Señor y la salvación de tantas almas pecadoras en su ignorancia.

Ahora que me siento ya viejo y cansado, he decidido renunciar al mundo y a sus obras y aislarme en el recogimiento de mi alma para establecer así un contacto directo con mi Señor, sin interferencias mundanas. Vivo en esta residencia en la montaña con apenas algunos criados sordomudos que se ocupan de las necesidades más perentorias de mi ajado cuerpo, que sólo desea encontrarse ya con su Creador.

No tengo grandes pecados que confesar, sabiéndome infinitamente pequeño ante su Grandeza. Desde estas alturas ofrezco mis votos y mis rezos al Altísimo Creador y le pido que me tenga en la gloria de Su Santidad por el fin de los siglos. Amén.
 

Diego Pérez Sánchez

 

 

EL NEGOCIO FARMACÉUTICO


 

Occidente investiga y produce la mayor parte de las posibles drogas utilizadas para restaurar la salud. En el sistema sanitario español como en el de la mayoría de los otros países desarrollados, la sanidad de los ciudadanos es una cuestión de estado, siendo su gratuidad desde casi absoluta a relativamente precaria.
El sistema público español de sanidad garantiza a todos los ciudadanos el acceso a los recursos materiales y humanos del estado cuando nos encontramos enfermos. Sobre cómo se eligen esos recursos y el tipo de medicina a la que se puede tener acceso no hay ningún debate.
Los españoles que tienen la cultura suficiente para tener acceso a otras formas de recuperación de la salud, suelen tener los medios económicos para procurársela. Esto último queda favorecido en general por la enorme diferencia positiva de costes de la mayoría de medicinas alternativas.
No obstante, el estado ha ido históricamente seleccionando la medicina farmacopeica. Esto tiene sin duda una sencilla explicación: las empresas farmacéuticas, y por encima de ellas, los laboratorios tienen unos enormes beneficios. Sólo estados en necesidad extrema y, normalmente acusados de revolucionarios y mal vistos por la comunidad internacional se atreven ocasionalmente a producir genéricos, es decir la parte activa, efectiva, de una medicación, y a ponerlos en venta a su precio real.
Generalmente el ciudadano, de manera más o menos subvencionada paga sumas exorbitas por las medicaciones patentadas por los laboratorios que fijan sus precios con una total ausencia de competencia. El precio en diferentes farmacias de un mismo medicamento es exactamente el mismo, salvo que sea una medicina alternativa, en cuyo caso el precio es libre y la competencia hace que los precios sean muy variados. Incluyo en estos el agua destilada, por ejemplo, un producto que puede variar entre 60 cts. y 4 euros litro sin una apreciable diferencia de calidad.
La farmacéutica, tocante al gran negocio de la medicina oficial, es un lobby perfectamente cerrado. Cada farmacia tiene un territorio adjudicado y nadie más puede competir dentro de su territorio. Las normativas ministeriales, bajo el mando de los laboratorios y el lobby farmacéutico, impedirán que los productos alternativos puedan tener una publicidad y comercialización. No están prohibidos sino sometidos a pruebas aplicables exclusivamente a la farmacéutica química. Un producto ha de contener una cantidad conocida e invariable de sustancias químicas para poder ser reconocido. Esto excluye como medicina cualquier producto natural, es decir todo aquello que ayudó a conservar la salud de la humanidad durante miles de años, para cederle el puesto a la producción químico-sintética de las últimas décadas.
Estos productos mayoritariamente sintéticos son compuestos artificialmente
simples, descompensados por tanto. Cada día vamos descubriendo sus perniciosos
efectos secundarios tanto en las personas que los usan como en el medio ambiente
en general. Su coste social y económico es enorme. ¿Cómo detener, reformar al
menos, este sistema sanitario, convertirlo en un sistema al servicio de los ciudadanos?
Creo que la respuesta está en frenar el poder del lobby farmacéutico, la liberación de
la salud y el debate sin tabúes por toda la sociedad del modelo de sanidad que deseamos.
El beneficio a muy corto plazo compensaría el esfuerzo y sería nuestra mejor inversión
en el futuro de la humanidad pues- sin duda en esto estemos todos de acuerdo- la salud
es lo primero.


Diego Pérez Sánchez



 


 

EL PATIO

 
Aún me despierto algunas noches con esa sensación mezcla de terror y de angustia, atrapada en ese sueño en que me veo como una niña pequeña en mi primer día de escuela.

Desperté muy temprano aquella mañana. Me había estado preparando durante todo el verano. Junto a la cama estaba la bonita cartera de cuero y dentro había colocado cuidadosamente  dos lápices, una goma de borrar, un sacapuntas y un cuadernillo, apaisado, con sus líneas paralelas para guiar el trazo de la escritura, esa cosa tan maravillosa y aparentemente fácil cuando se lo veía hacer a mi padre en las raras ocasiones en que nos visitaba. Escribía algo rápidamente sobre un papel y yo sabía que esto significaba que al día siguiente iríamos a la ciudad para cambiarlo por otros papeles en el banco y después pasearíamos por las avenidas principales entrando en cuantas tiendas se nos antojase para comprar aquí y allá cualquier cosa que nos pareciese bonita o apetecible a cambio de entregar aquellos papeles de colores. Eran días muy felices. El viaje a Budapest lo hacíamos en un camión desvencijado cuyo conductor trasportaba todos los días gran numero de obreros desde la aldea. Por unas pocas monedas podíamos ir sentadas a su lado, en aquel sitio privilegiado desde el que podíamos ver el paisaje cómodamente incluso los días de lluvia. A menudo el viaje comenzaba cuando aún la noche cubría los campos y el sol aparecía lentamente, con un resplandor rojo que encendía el horizonte, frente a nuestros ojos extasiados.

Aquel primer día de escuela mi madre me había peinado con esmero formándome esas dos coletas que tanto me gustaban y me acompañó hasta la puerta atravesando el patio y las miradas curiosas de  los chiquillos que, gritando y corriendo, jugaban a la espera de que sonara el timbre. Allí me entregó a un anciano barbudo y pequeño que me reconfortó con su amable sonrisa y tomándome de la mano me hizo entrar en el aula. Yo estaba muy contenta ante la idea de aprender a leer, escribir y dibujar pero el enorme griterío de los chiquillos entrando en las clases me produjo una enorme excitación no exenta de recelo.

Las clases trascurrieron con normalidad, estaba muy contenta con todo lo que había aprendido. Recogí  mis cosas dentro de la cartera y me dirigí a la salida. Cuando estaba cruzando el patio

Empecé a oír de nuevo el griterío de los demás chiquillos y, entre las voces, una destacaba por su constancia: "¡Judía! ¡Judía!"

Miré en dirección a los que así gritaban y vi asombrada que señalaban en mi dirección. No había ninguna otra niña tras de mi, y el terror se apoderó de mí. Eché a correr hacia la salida y después de mirar a un lado y a otro sin ver a mi madre, me puse de nuevo a correr alejándome del colegio. Fue entonces que me alcanzó la pedrada.

Diego Pérez Sánchez

 

 

OLORES Y PERFUMES

 

Al bajar del avión fue a recoger las maletas. El asombro por todo lo que veía a su alrededor le impedía pensar y se dejó empujar por la multitud hasta la cinta por la que desfilaban los equipajes. Iban desapareciendo a gran velocidad y se preguntó si en aquel desbarajuste su maleta no desaparecería antes de que pudiese siquiera localizarla. Al poco tiempo, lo que le pareció un fantástico milagro, la localizó e, imposibilitado por el gentío para acercarse en su dirección, esperó pacientemente que llegase a su alcance, dudando siempre que alguien no se le adelantase. Las extrañas condiciones en que se desenvolvía todo le hacían desconfiar de todo y de todos. El milagro se realizó plenamente y pronto tuvo consigo sus queridos enseres, en realidad nada de lo que no hubiese podido fácilmente prescindir.  Le sirvió sobre todo para relajar su ansiedad expectante.

Con la maleta en la mano se dirigió a la parada del autobús del aeropuerto. Pagó una suma insignificante a alguien que le ofreció un papel arrugado e indescifrable y con el en la mano subió al autobús.

Aún quedaba algún asiento libre y se sentó. Al poco entraron varias familias y se levantó para ofrecer su asiento a una anciana. Esta lo miro extrañada y no se inmutó. Quince minutos después el vehiculo rebosaba de viajeros y equipajes y permanecía con el motor apagado. Cuando por fin se oyó rugir el motor el contacto entre los cuerpos allí amontonados era exactamente el mismo que el de las sardinas en una lata. El aire había dejado de moverse y la temperatura, ya de por sí bastante alta, había subido algunos insoportables grados. El olor a humanidad iba sustituyendo al oxigeno y pronto se vio haciendo esfuerzos para respirar.

El autobús tomó por una autovía en construcción y con un lento ronroneó fue recorriendo sus baches. Esbeltas mujeres semidesnudas, descalzas, portaban espuertas de esparto llenas de tierra sobre sus cabezas.

El hormigueo de trabajadores era apabullante. Luís observaba todo con los ojos muy abiertos pese a la intensa luminosidad del día.

Cuando llegó al centro de la ciudad y descendió del autobús sintió como una bofetada de olores de todo tipo, imposibles de identificar como perfumes diferenciados. Sus sentidos se sintieron inundados por aquel caos de sensaciones.

“He llegado a mi destino”, se dijo.


Diego Pérez Sánchez

 

 

 

LA INMORTALIDAD

La inmortalidad es una palabra muy larga, pesada y sonora. Con ella queremos decir que somos semejantes a los dioses. Es una novia esquiva y poco fiable. Si pensamos mucho en ella nos consumirán los celos. Nunca sabemos lo que está haciendo y sólo aparece en nuestras citas para desaparecer de inmediato, dejándonos un mal sabor de boca en su retirada. Sus besos son traicioneros: quieren hacernos creer que la importamos, que ella está con nosotros, pero es sólo una ilusión. Nunca está a nuestro lado cuando más la necesitamos y, cuando nos deja atisbarla, sensualmente atractiva, prometedora, no tarda mucho en decepcionarnos. No estamos hechos de la misma carne y, aunque deseamos profundamente vivir con ella, en el fondo sabemos su quimera.

Pasamos la vida persiguiéndola y morimos soñando con ella.


Diego Pérez Sánchez

 

 

ECONOMÍA SOSTENIBLE


Hubo una vez un paraíso. En aquellos tiempos el hombre se contentaba con recoger los frutos que la vida le brindaba en abundancia. La tierra era amplia y Adán tenía libertad de movimientos: podía trasladarse de un jardín a otro sin enfrentarse a otros adanes. Pero Eva, su compañera, en aquella vida sin ansiedades, era una continua tentación. Y su género se multiplico y se extendió, compitiendo con otras especies, luego entre sí, y, de la lucha, nació la ciencia. Inventaron armas cada vez más sofisticadas para mejor pelear y, en sus espacios cada vez más reducidos, cultivaron alimentos y criaron animales para suplir su creciente demanda. Ante la escasez creciente, poco a poco, de una u otra forma, fueron exterminando las demás especies, seleccionándolas a bocados. Y con el crecimiento demográfico se multiplicaron las ideas y su difusión. Y Adán descubrió nuevos placeres, placeres de abundancia que quiso hacer suyos. Ideo nuevos sistemas. Con tecnología muy avanzada consiguió adueñarse de todo, pero eran muchos adanes y compartir no entraba en los planes originales. Las luchas se multiplicaron. Los ejércitos cada día más poderosos asolaban la tierra a su paso. El macho necesitaba cada vez más placeres, cada día un territorio mayor. La tierra temblaba a su paso.

Un día Eva despertó de su letargo y vio lo que su hijo estaba haciendo y sintió que no podía evitarlo sin destruir a su hijo. Algo inconscientemente, intuitivamente, empezó a seguirle el juego e imitándole fue adquiriendo poderes.

El macho vio satisfecho una hembra entregada y una compañera en su lucha y, superados los primeros reparos, la animó en esa línea. Mas la hembra tenía el poder de la creación y su sabiduría y a esto el macho en su ignorancia no le daba mayor importancia. Fue así que cuando Eva pudo controlar la ciencia y la tecnología masculina, dejó de crear machos, seleccionando solo aquellos cuya genética mostraba una actitud positiva, no posesiva, cooperativa.

Fue así como una economía sostenible se hizo posible, cuando la colmena humana volvió a su origen recolector y los machos eran tan sólo unos pocos zánganos.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

¿QUIÉN CERRÓ LA PUERTA?
 

Un cura de sotana negra, redonda y fofa, un grueso cilindro con píes, mal afeitado y con el pelo a cepillo. Aliento pestilente mezcla rancia de tabaco y anís. Abrazo pegajoso y tenso violando su intimidad. Había más niños esperando, junto al confesionario, y su presencia no hacía sino agravar el malestar.

 

Esos tocamientos… ¿Lo has hecho solo o quizá en compañía de otros niños?

 

Bueno, alguna vez había otro niño.

 

¡Ah! ¿sí? ¿Cuántas veces? ¿Cómo se llama el otro niño? ¿Y dónde os tocabais? ¿Quizá en “esas” partes? ¿Te gustaba, sentías placer?

 

La confesión duró una eternidad, cada detalle buscando nuevos detalles. Pedro únicamente dejó escapar los sudores una vez que se encontró en la soledad de su banco, arrodillado mientras rezaba su penitencia. Rezaba maquinalmente, como casi siempre y el pecado, lucifer, dirigía su imaginación. Estaba con otro niño y se tocaban y era horrible, peor aún, era agradable. Estuvo a punto de tener una erección, aunque él no sabía lo que era.

 

Terminó con rapidez sus rezos aunque añadió tres avemarías por si acaso y se dirigió a la salida. Seguía sudando pese al frió de la nave. El “bola”, su confesor ocasional, lo fijo con una sonrisa que parecía decirle: “Sé lo que estás pensando”.

 

Tembló. No podía quitar de su pensamiento la imagen de su compañero, desnudo, bajo la cama. Recordaba el agradable calor de su cuerpo mientras jugaban sobre el frió suelo.

 

No volvería a hacerlo más.

 

Por la noche su compañero lo miró cuando se estaba desnudando y rápidamente bajo los ojos, se metió en la cama y se tumbo de lado.

 

Desde el día siguiente, Pedro se escondía en las letrinas durante el recreo y rezaba el rosario, mientras escuchaba las obscenas, jocosas, desvergonzadas conversaciones de algunos de los niños mayores que hablaban de sus partes pecaminosas con total desenfado. Las puertas no tenían cerrojo y temblaba de vergüenza pensando que pudieran descubrir lo que estaba haciendo, pero al menos él tenía la certeza de que no iría al infierno. Como Jesús, él se dejaría crucificar para así después reunirse con Dios en el cielo. De repente la puerta se abrió con un violento empujón que casi lo derriba sobre el retrete a nivel del suelo. Un cura enorme lo miraba con ojos asombrados:

 

¿Qué haces aquí?

 

Re…rezando.

 

¿No sabes que esta es la hora del recreo? ¿Y no te da vergüenza rezar en un sitio tan sucio? ¡Fuera de aquí inmediatamente!

 

Pedro salió corriendo, con el rosario en las manos. Algunos niños habían oído os gritos y esperaban fuera atentos al desenlace. Cuando Pedro salió sus risas lo persiguieron más allá del campo de baloncesto. Corrió hasta los jardines y se escondió en lo más tupido de la algaida. Enterró aceleradamente el rosario y cubrió el montoncillo con hojarasca, sin dejar de temblar. Su corazón angustiado batía aceleradamente mientras su mente buscaba una manera de quitarle la vida.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

ACRÓSTICO ENTRELÍNEAS

 

Exaltación de la quimera del Tiempo

 

Nuisible como la herrúmbre.

 

Terca y orgullosa

 

Razón de la sinrazón.

 

Eternidad apagada en la

 

Luz acelerada.

 

Insípido pensamiento que

 

Nos acerca a los dioses,

 

Expéditos como estrellas

 

Alejándose del núcleo

 

Solitario de la noche.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

ACRÓSTICO ENTRELÍNEAS 2

 

El cielo cargado de nubes.

 

Nunca me había sentido tan vacío,

 

Todo envuelto en soledad.

 

Rasgado el ápice del tiempo,

 

Ese momento eterno, inolvidable

 

Lugar extenso en la memoria

 

Incluso en los días arcanos o las

 

Noches embriagadoras.

 

Evasión entre comillas,

 

A pesar de no ser sino; mas

 

Silencios emborrachados.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

HIPOCRASH
 

Era hipocrash. Ya no quedaba ninguna duda. El diagnóstico definitivo había tardado demasiado y ahora sólo se podía hablar de fechas. Los síntomas habían sido muy confusos, sutiles al principio, pero ahora todos estaban de acuerdo: el hipocrash se había extendido completamente. Probablemente, según opinaban los científicos más realistas, se trataba de distintas enfermedades acumuladas que se habían ido superponiendo unas a otras, amplificando geométricamente el efecto hipocrashínico, por ello su diagnóstico había sido tan complicado. Ahora era ya demasiado tarde. La ciencia con todo su avanzado poder tecnológico quedaba empequeñecida ante la magnitud del problema. Se podría liofilizar y congelar para su conservación partes de ADN con fines científicos y experimentales; incluso generaciones de ocupantes futuros podrían, a través de estas muestras, recrear a su voluntad, las especies extintas. Pero quizá esto era demasiado peligroso, incluso contraproducente. La morbosidad podría ser genética y no se conseguiría sino reproducir el desastre. Quizá lo más inteligente sería simplemente largarse tras destruir completamente cualquier signo de vida orgánica, para garantizar así una desinfección total.

John subió a la cabina con el disparador meta-nuclear del banco de virus en la mano. Cuando podía aún distinguir por el ojo de buey el contorno antártico, su último refugio, apretó el gatillo.

 

Diego Pérez Sánchez

 

 

 

LA PRIMERA VEZ
 

Sigiloso, sopesando sus pasos, Ángel se aprestó a cruzar la cocina desierta, en la oscuridad de la noche. Una puerta más -despacio, no vayan a oírme, lo que estás haciendo no está bien, si me descubren moriré de vergüenza- Atravesó la línea, abrió despacito la puerta que daba al pasillo y cruzó el umbral. Frente a él el armario de dos puertas que hacia las veces de despensa. Abrió, con lentitud agobiante, temeroso de su típico chirriar, muy audible en aquel silencio somnoliento, sudando sus axilas, una hoja, después la otra y penetró su misterio. En el estante superior estaba, como  temeroso ansiaba,  el monedero materno. Acerco sus frágiles dedos diminutos a la gacheta y, temblando, presionó el cerramiento. Su apertura inmediata lo sorprendió con un sobresalto que casi le hizo dejarlo caer en el suelo. Tembló de pies a cabeza pero su empeño pudo más que sus emociones y siguió adelante. Aquella fue la primera vez y, aunque el sentimiento de culpa nunca desapareció totalmente, la rutina amordazó sus emociones y cada vez controlaba mejor sus nervios. Lo había conseguido y aquella victoria sobre si mismo fue lo que acabó con él.
 

Diego Pérez Sánchez



 

¡QUÉ SUSTO!
 

Las fronteras son ideas de las fronteras. Las letras limitan y las palabras ningunean. Es en el espacio entre las líneas que puede está el contenido.

Siento, veo y creo. El eterno retorno. El ser encerrado en su cuerpo vicioso, girando en círculos, atrapado, atraído por ese imán que es lo conocido, lo pasado, lo seguro…unidos a ello, alimentados por el odio, por el miedo, luchando y pataleando…disimulando. No nos atrevemos a cruzar la frontera, a atravesar la línea, mirar directamente al vacío, desnudar de ideas las emociones, dejar de jugar al escondite…que lo hagan ellos primero…miedo a repetir heridas…temor a perder la inseguridad querida, conocida, acariciada tanto tiempo- hemos olvidado cuánto.

Es mentira que nos tiente lo nuevo. El cambio es la amenaza. Nos defendemos con todas nuestras armas. Cuando nos llegue la muerte… ¡qué susto!...cerraremos los ojos para no verla…o la miraremos espantados. Y, por tanto, ¿en que se ha convertido nuestra vida? Nosotros, la concatenación de actos aprendidos, repetidos con saciedad…enamorados del “déjà vu”, aferrados a una identidad que, en el mejor de los casos, no es más que un conjunto de ideas anticuadas, pasadas de moda, articuladas por una memoria salvadora, archivadas en un libro de historia personal que no dice nada sobre nosotros sino de nuestros proyectos y proyecciones. Después diremos nosotros y pensaremos en ese libro anticuado que guardamos como un tesoro, y nuestra mente –metonimia morbosa-generará endorfinas cada vez que nos recordemos que somos ese ser único, preciso y definido. Viciosos, nos masturbaremos con la idea, expectantes del placer que nos produce la respuesta hormonal, satisfechos de su efecto siempre renovado, estimulante manifestación de la vida, en oposición a nuestro ego-libro, residuo irreciclable de un tiempo siempre acabado. Sí, tiempo perdido. Cuando llegue la muerte, ¡qué susto! ¡Si aún no habíamos empezado!


Diego Pérez Sánchez


 

 

UNA TERTULIA PARA COMPARTIR


Una tertulia para compartir inquietudes, para relajarse y sentirse abrigado por las lecturas propias y ajenas. Sin totems ni tabúes, respetando absolutamente a las personas, piensen lo que piensen, pues aquí no se valoran las ideas, siempre tan discutibles. Valoraremos los sentimientos, sin discutirlos, y en esto al grupo no le debe caber ninguna duda. Apoyar a cualquiera que desee expresar sus emociones a través de sus escritos, en forma de ideas, con libertad absoluta de expresión, sin censura previa, aunque el grupo pueda después amonestar lo impertinente, lo que por personal pueda ser mezquino y, sobre todo, podrá apreciar lo tierno y lo sublime siempre que se manifieste, ayudando así a multiplicarlo. El espíritu del grupo habrá de ser lo suficientemente grande, para poder gestionar generosamente la mezquindad accidental del interesado, diluyéndola y trasformándola en creatividad. Por ello y para ello, los escritos deben ser sagrados y escucharse religiosamente, o no escucharse, en respetuoso silencio. En ellos tenemos que poder expresar todo lo que nos concierne y emociona, lo que nos preocupa o ilusiona, esté o no relacionado con el grupo; diluyendo nuestra personalidad en la esencia de la comunicación, eliminando todo juicio personal, pues la personalidad no es sino el reflejo de lo que vemos, que cambia a cada instante. En evolución constante, manifestamos nuestro último avance; que no es comparable al de ningún otro, pues la evolución no es lineal, y no es por tanto evaluable ni sentenciable. Todos iguales en el camino.

 

Hablemos entonces de la belleza y su tragedia, de la vida y de la muerte, de la avaricia y del arrojo, de la vergüenza y del conocimiento, de la verdad y de la mentira, de deseos y frustraciones, de nosotros mismos y, siempre y a todas horas, del amor y las emociones, del amor sin reflejos, del amor sin nosotros.

 

Quiero imaginar una tertulia generosa, en la que lo importante no sea tanto qué se ha dicho, menos aún quién lo ha dicho, sino cómo se ha escuchado, porque esto y no otra cosa es la creatividad.

 

Por tanto, yo llamaría a esta tertulia que comienza: “Teescuchamos”.

 

Diego Pérez Sánchez